Santiago del Campo - Caceres

+ TIRANDO A DAR.
El sol se proyecta de forma oblicua sobre la seca campiña y el pueblo; Santiago. Son las 8 de la tarde. Resalta el blanco de las casas esparramadas por la vaguada que conforma la
riera, que dividía en dos al pueblo. Ya soterrada no se aprecia. Así que se suprimió el puente que las unía y daba fuste al entorno y, mucha basura. Ahora algunos lo lamentamos porque por no haber ni eso hay. No, no se generan residuos, es un pueblo
donde prevalece la asepsia. Lo contrario de lo que conocimos en los años 40.
Según el calendario gregoriano, es 25 de junio, entra en vigor el solsticio de verano.
Las estaciones se suceden de forma endiabladamente rápidas. Más para un octogenario que se resiste a dar por buenas las estadísticas que dicen que a esta edad (la mía) debo morirme. Y mire por donde me lo he tomado con cierta filosofía.
La muerte es una vieja conocida, con la que he tenido algún desencuentro laboral. S i, tenía un horario en el que no nos poníamos de acuerdo. Esto se remonta a años atrás, cuando trabajaba de auxiliar en la Jiménes Díaz. Hospital en la Ciudad Universitaria. Digo que no coincidíamos, porque en las guardias nocturnas a las 5 de la madrugada no es la mejor hora para que la 'parca' actué (para los que éramos responsables de arreglar el desaguisado que ocasiona) a una hora tan inoportuna nos alteraba los ritmos. En estos casos la hacía esperar o lo intentaba. Bueno para el lego, aclararé que un paciente que no se puede hacer ya nada por él, sino esperar el desenlace. Ganar unos minutos y que le toque el muerto (nunca mejor dicho) al turno entrante era una ciencia que con los años aprendes. Ese es el motivo de mis enfrentamientos con la 'parca'.su poca seriedad. No sería la primera vez que nos hacia esa inoportuna visita a las 12 de la noche de un 31 de diciembre
Dejo el auto lejos para caminar por las calles solitarias del pueblo. Hay un impas, aún no
han venido los que suelen en según que fechas para dar una vuelta por sus casas cerradas a cal y canto. A quitar polvo. Voy por la plaza de Ramón y Cajal. Donde antes de la guerra se celebraban 'justas'. Un gallo, colgado de una cuerda y, desde el caballo sable en ristre cortarle el cuello. Después de la guerra, cine: en una sábana en verano. Con silla de casa. Hoy esta plaza languidece como otros tantos lugares. Detrás; mi calle. ¡ Que importante era para mi todo este entorno cercano, en mi primera infancia!! Su emblemático reloj repitiendo las horas, el tañido de las campanas en los días festivos.
Son recuerdos; que solo unos pocos elegidos podemos disfrutar ya, después de tantos años y tantas vicisitudes. Darse una vuelta y recordar retazos de esa infancia de hambre y miseria. Pero siempre ilusionante.
Nada, ni un auto hay en mi calle. ¡Como es posible tanta quietud! El nombre anterior
era “Del Silencio” ahora es la Cruz. Por una cruz de hierro que había junto a un lugar de
culto, (un santo) en la pequeña cota.
Tanto es el silencio que un perrillo sale ladrando al oir mis pisadas, de la única casa ocupada, y alerta a sus dueños de que algún intruso se acerca. Las otras casas están cerradas con bombonas de 5 litros llenas de agua en la puerta. Diríase que quizá para conjurar un sortilegio. Entrar en la casa de mis antepasados me deprime. He de hacerlo, para ver si la plaga de termitas progresa. Es una visita acelerada. Por que los recuerdos me pueden. Un retrato de mis progenitores me contempla con semblante adusto.
Así que vuelvo a cerrar la casa de mis abuelos, desde la segunda mitad del S. XIX , que me
toca conservar. Mientras el cuerpo aguante. Emirey.