Santiago del Campo - Caceres

CRONICAS DE ANTAÑO.
Me he erigido en una especie de cronista del pasado,de este: mi pueblo. Porque sigue vacante.
Si es que alguna vez alguien lo ocupó. Son recuerdos de una época que como todas las cosas con
el tiempo llegan a mutar. Así lo hemos ido comprobando con el paso de los años.
Los que hemos sobrevivido a costumbres que perdieron vigencia. Como las que señalamos a
continuación: del 40 a los 50. El cura de turno, ni acompañaba al difunto, al cementerio ni este era
conducido a la iglesia. Ese trámite es posterior y no sabría precisar.

A la época a que me refiero, ese trabajo correspondía a tío Sacristán, un hombre ya mayory la con mucho oficio y rango, que a partir de esta época terminó. -Digo rango,- porque el latin era la lengua vigente y tio Sacristán la dominaba igual que el cura. Este hombre acompañaba al finado hasta el
cementerio, leía la terrible 'tremenda' utilizaba el hisopo como bendición y a la sepultura. Le acompañaba uno de sus nietos, Faustino. Hijo mayor de tío Nicasio. Este chico algo mayor que yo
poco después enfermó de tuberculosis. Y con los medios de la época no tendría cura. Moriría el verano del año 50. El sacristán acompañaba al cura desde el coro, lo observaba de cerca.´Tenia
un atril y en este un libro gordo en latin, y desde ahí respondía al cura cantando en esa lengua.

Tía María la ' Rezandera,' era un arquetipo producto de esa época. Encargada de portar la mesa
donde reposaba el ataúd a lo largo del trayecto. Con la clásica rodilla sobre la cabeza, sin gran
esfuerzo. Hoy nos parecería una figura grotesca su indumentaria. Un faldón negro vuelto desde la
cintura hacia arriba que le cubría los hombros y cabeza, menos la cara.
Aparecía al comienzo de la calle y echaba el consabido sermón “rogad en caridad por el alma de”
la hora de la misa y poco más.

Hace poco tiempo ha muerto en Cataluña, mi tocayo, a lo 90 años. Lo traigo a colación por que fue
un sobreviviente de esa época de los 40, tan nefasta para tanta gente. A él le tocaría vivir esa tragedia de cerca, ver morir a sus dos hermanos pequeños y a continuación a su madre. Él ya un adolescente, burló a la muerte, matando algún cerdo pequeño en la dehesa, según me contó, esos años de hambruna. No serían tan afortunados los más pequeños de seis hermanos, hijos de tio
Marceliano. Un recuerdo que siempre me acompañó. Eran colegas de párvulos, y no los pude olvidar. Criaturas indefensas que los de su entorno dejaron morir. ¡No había pan! ¿Es que solo de
pan vive el hombre? Con sólo sacrificar un burro viejo u otro animal se hubiese evitado esa sin
razón por el abandono y el desmesurado atraso de ese tiempo, de esa gente..

Vemos reflejada en la prensa, a tipos que -para justificar- su hiperbólica deformación social, como
'asaltar los Mercadonas' Pongan por delante a los “niños que pasan hambre y frío” un tal Diego Cañameros. Es un insulto a la inteligencia para los que vivimos aquella época que alguno pagó
con su vida. Eso no tiene parangón hoy día. Es una 'muletilla' con la que pretenden protegerse de su desequilibrio social o mental. “El hambre de los niños” 'también es un recurso para algún
'iluminado' 'poeta del entorno, de escaso registro. Por aquello de explotar el sentimentalismo del personal.
Pero por mucho que se empeñen, cualquier parecido es pura casualidad y, no han conocido
la situación que pregonan. emirey

Todo eso que cuentas en tu escrito se lo escuche muchas veces a mis padres que enpaz descansen que hubo jente que se llegaron a morir de ambre yo por suerte no lo llege a conocer me imaguino que mucha gente las poso canutas, seguramente estarias entre ellos

UN SALUDO