campos de soledad iii + . Es primeros de marzo; el día se presenta claro y despejado, con un vientecillo del noroeste, fresco. Salí de casa con el propósito de evadirme, de perderme por esos olvidados campos. Nada que ver con aquellos de mi lejana infancia. Resulta evocador echar un vistazo a un solitario lugar donde hace más de 60 años te refugiabas del destemplado cierzo. Ahí dabas cuenta del último trozo de pan, con queso o tocino, antes del medio día, vencido por el apetito de aquella juventud, que gastaba más kalorías que las aportadas. Aún pueden leerse en esas lisas pizarras los garabatos hechos con la navaja después de haber dado cuenta de tan sucinta vianda. Siempre era lo mismo. "Aqui llego y firmó, fulano tal día". Solía buscar en las lisas lascas, los comentarios de mis antecesores, pastores vaqueros o guardas. Había firmas con fechas tan lejanas cómo1880. Este día claro de marzo, me lo prometía feliz. No me desplazaba en burro o caballo, que era lo normal, cuando trabajaba en la finca a la que me dirijo; La Zarza. Es una moto, una escooter, que ahora suple a aquel rucio que tuve en mi adolescencia, y un día hube de decir adiós,cuando ya con 18 años tuve que emigrar como buen extremeño. ¡Caminos evocadores, con nombres y apellidos! ¡Cuanta nostalgia siento de aquellos caminos..! Como es posible que se pueda prescindir de ellos. Contemplar los paisajes a lomos de un caballo o sufrido borriquillo en un dia primaveral, era una delicia. Todos tenia una meta, un lugar señalado, a los cuales ya no tenemos acceso. ¿Quien dijo que "No se le pueden poner puertas al campo"? Este mundo que hemos llegado a conocer nos parece un dislate. Prosigo con mi moto y su rítmico 'petardeo', enfilando el camino de Garrovillas, 'escoltado' por alambradas a izquierda y derecha que ya no me abandonaran en todo el trayecto. Con esto ya contaba. Siento que no me permitan desviarme para contemplar el Campillo. En tiempos era un vivero de tencas para repoblar las demás charcas. Entonces cuidadas con esmero por tío Arcadio "El Cojo". He de conformarme con ver las cosas desde la distancia. 'La Peoná' con su cúpula de huevo aguantando el paso del tiempo y sus inclemencias. Allá en lontananza la sierra de Cañaveral, estática, inamovible,de cara cuando cabalgas hacia el norte, y siempre reflejada en mis retinas, en los fríos inviernos. De el caserío a lo alto de la Cruz -ya en el pueblo- una hora a caballo, y 5. 5 K. Medido gracias al cuenta kilómetros. Este camino cuenta con una engarilla que no puedes franquear, si no quieres complicarte la vida. Por tanto llegaré al próximo caserío de La Zarza, casi siempre solitario. Unos mastines ladran tras unas alambradas y las gallinas pululan a su aire por la explanada. Más de cuatro años de mi infancia trascurrieron en este caserón. Como un gran barco varado en una colina a dos aguas, norte sur. Hace años se dividió. Un camino se prolonga hasta llegar a la casa de abajo, por él me desplazo. La vista es magnifica, la depresión del Almonte deja ver un horizonte inmenso, dada la altura de la colina donde construyeron el caserón en 1888. Digamos que estas tierras,fueron labradas por gente del pueblo desde la noche de los tiempos. Hará más 50 años que no se labra. Las retamas no se han vuelto a rozar y la sensación es de total abandono. La impresión que dan estas fincas, es de no haber invertido ni un euro en ellas en décadas. ¡Ay Extremadura, cuando despertarás! He llegado hasta "Las Leguas" a la casa de abajo, Tan solitaria como la de arriba, el aparente abandono es preocupante, Hasta aquí llegaba la gente del pueblo a por retamas para calentarse y cocinar, después de haber pedido el correspondiente permiso. Estas colinas te acercan al molino 'Ventamoros. Sumergido en las oscuras aguas del pantano. Este duerme junto a lo que era un paisaje bucólico de aguas plácidas, de apacibles corrientes. Cientos de años de historia inundada. ¡Cuantas tropelías cometemos con la naturaleza! ¡Que inconscientes llegamos a ser! Desde la atalaya en que me encuentro, veo acercarse un auto, por el sinuoso camino que forma parte del paisaje. Estoy en lo que es un coto, sueltan perdices criadas en cautividad les dan de comer y cuando sale la veda las masacran sin contemplaciones La gente paga por eso. ¡He de ser cauto, viene el guarda,! Del viejo cuatro latas, -que aún conserva el logo de telefónica- baja su conductor. ,Un tipo moreno cetrino y magro de carnes, que me increpa en un tono poco amigable, por el motivo de mi visita. Le cuento mi historia sentimental, con estos parajes desde mi lejana infancia, la nostalgia que sentía... El fiel cancerbero, no tiene un asomo de piedad conmigo y, me ordena de manera tajante que abandone el lugar. En mi fuero interno, maldigo las normas que los caciques nos imponen que coartan nuestra libertad. Y opto por volver por donde vine. emirey |