Una historia sin terminar... Maite jamás me trató como las demás durante mi vida rodeado en aquellas cuatro paredes blancas. Solo sé que ella era diferente, especial, como aquella mujer que nunca encontré el resto de mi vida, única e inigualable. No recuerdo muy bien como fui a parar allí, solo recuerdo la imagen de mi tío gritándome que estaba loco y que me odiaba y acto seguido aparecí aquí, dónde comencé a comprender la soledad y amarla e incluso acabar con mi vida en esa habitación, si se la podía llamar habitación. Aquellas paredes tan blancas sin un solo matiz de distinto color hacían que en mis peores momentos se convirtieran en enormes campos de maíz en pleno crecimiento, tan verdes y hermosos. Aquella imagen me recordaba a mi infancia tan trágica, rodeado de gente mala que solo me sabían calificar con un solo adjetivo, que pobreza de vocabulario... Cuando llegué me sentía solo, pero como ese famoso dicho : 'mejor solo que mal acompañado' me adapté a mi rutina hasta llegar a donde ahora mismo me encuentro, mi propio paraíso. Yo siempre tenía algún libro interesante entre mis manos, mi madre los calificaba como: aburridos o locuras pero yo los devoraba, eran los únicos que me entendían e incluso me enseñaban cosas que no enseñan nunca en la escuela ni en casa, mi paraíso mencionado en todos aquellos libros lo encontré el día 13 de febrero de 1999, cuando me abrieron las puertas a una vida mejor. Pero si comienzo a adelantar hechos esta historia perderá su emoción, aunque dudo que alguien la pueda leer algún día. Maite me dio la bienvenida nada más abrir los ojos en aquel nuevo alojamiento, su sonrisa iluminó mis ojos, esos dientes tan blancos como la nieve, aquel cabello tan negro como la noche y aquellos ojos tan azules como el mar me hipnotizaron, sí, soy un loco sin remedio que solo acertó tres simple metáforas (si se las podía llamar metáforas) pero que nada más decirlas ella se quedó embobada, años después me sinceró que nunca ningún paciente le había podido decir aquello. Me dio mi lecho y me informó sobre lo que haría el poco tiempo que permanecería allí recuperándome hasta que mi familia decidiera volver a verme, no sabía la razón, y esta vez os adelantaré algo, mis familiares nunca decidieron volver a verme, pero eso a mi no me causó ninguna molestia porque eso de estar solo no tenía tantos inconvenientes. Pasaba el día durmiendo a causa de la comida tan rara que me daban y la noche pensando porque el sueño se iba a visitar a otra habitación y abandonaba la mía. Por las noches murmuraba el nombre de Maite en la oscuridad y miraba las estrellas tan brillantes y la luna tan reluciente desde una pequeña ventana que me pertenecía
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