Ahigal - Caceres

En llegando Las Candelas, una de estas fiestas que ya no se festejan en Ahigal, siempre me acuerdo de tío Benedicto, un paisano nuestro que cumplía con todos los santos que se habían celebrado, aunque ya nadie quisiera recordarlos. En los Mártires, en las Candelas, en San Antonio, en San Ramón, en Santiago, en San Juan, en San Pedro, en la Virgen del Rosario... se le veía, muchas veces en compañía de él mismo, recorriendo todas las tabernas y bares del pueblo.

Seguro que Galapacho, de quien me encanta su interés por conocer las cosas de Ahigal, y algún otro se preguntarán que quién era ese tal tío Benedicto. Digamos en pocas líneas que era el padre de Anselma y, por consiguiente, el abuelo de Jorge y el suegro de Agustín Feo. Vecino de las traseras del Cura y dueño del corral lindero con el campanario. Ahí guardaba el hombre un par de vacas que constituyeron las últimas yuntas de este tipo que se uncieron en Ahigal.

De tío Benedicto se cuentan varias anécdotas. Tomemos una que se le atribuyen.

Dicen que los vecinos de Ahigal se propusieron regalarle una capa al cura del pueblo que, por lo visto, debía subsistir en la miseria. El tal cura no debía hacer buenas migas con tío Benedicto. Una comisión encargada de la recaudación del dinero para la susodicha capa recorrió todas las casas del pueblo repitiendo la consabida cantinela:

-Limosna pa la capa del cura.

El que más o el que menos daría el real, los dos reales o la peseta, que ya era un dinero para aquellos tiempos. La comisión recaudatoria llegó a la casa del tío Benedicto. Y al salir el hombre a la puerta repitieron el sonsonete:

-Limosna pa la capa del cura.

A ello tío Benedicto respondió:

-Ahora mismo tenéis cinco pesetas si el que se encarga de capar al cura soy yo.

Pues bueno, dejando este preámbulo al lado, quiero decir que el lunes, día de Las Candelas, recordando el antiguo rimbombante festejo, quise hacer lo que tío Benedicto: pasearme por todos los bares del pueblo. Pronto acabé el recorrido, puesto que de forma repetitiva me di con las puertas en la narices.

Pero como estaba dispuesto a hacer mi fiesta, y puesto que la poca paga que me llega del estado por pensionista me permite olvidarme del campo de vez en cuando, agarré el cuatro ruedas y me largué a Monroy. Es uno de esos cuatro pueblos ribereños del Tajo que conforman los llamados “Cuatro Lugares”. Y asistí a Las Candelas, ¡una fiesta bonita donde las haya!

Verdaderamente sentí nostalgia. Allí estaban las Purificás con sus coplas, las mismas coplas que se cantaban en Ahigal. Allí estaban los niños presentados en el templo, de la misma forma que se hacía en Ahigal. Allí estaba el roscón de piñonate, el mismo roscón que también se llevaba en Ahigal. Allí estaba la suelta de las palomas, las mismas palomas que se soltaban en Ahigal. Allí estaba la procesión con las velas encendidas, que siguen teniendo un significado augural respecto al tiempo si vuelven a la iglesia apagadas o encendidas, lo mismo que ocurría en Ahigal. Y allí existía un ambiente festivo con gran valor etnográfico que nos vimos obligados a dejar para volver a casa, algo que en Ahigal ya no tenemos. Porque en Ahigal ya no tenemos Las Candelas.

De regreso a Ahigal, con la nostalgia propia del que ve poco a poco desaparecer nuestras ancestrales costumbres, dejaba entrever un atisbo de esperanza. Por eso le decía a mi acompañante, vecino y buen amigo:

-Yo creo que este tipo de fiesta podría recuperarse en Ahigal, ya que mimbres hay para ello. Si, por ejemplo, la asociación de mujeres se lo propusiera.

Pero mi amigo, escéptico al máximo, me aplanó con su contestación:

-No pidas que una cutuvía se piene el moño, que es lo mismo que pedir peras al limonero. Tú no ves que las mujeres ya tienen bastante con repartir migas y perrunillas de cuando en vez y de vez en cuando.

He de decir que el colofón salió de boca de mi amigo, aunque eso no quiera decir que este servidor de ustedes no lo comparta.

Yo asé la manteca.

me resulta muy interesante todo lo que cuentas ya qye de esta forma los jovenes seguieromos trasmitiendo la cultura que se va persiendo, por desgracia, y que cada vez se ve mas dificil de recuperar.

Pero todavia tengo pendiente una historia que un dia me dihistes que me la contarias y yo sigo con la curiosidad en el cuerpo y es la siguient:

Bueno te pongo en la situación, pues estabamos hablando sobre la guerra civil en Ahigal y tu comentastes una historia sobre un secuestro, bueno ésto comentastes:

"Parece ser que era el grupo que en más de una ocasión merodearon por el Monte de Ahigal y que llegaron a realizar un secuestro, en la familia de un reconocido derechista de nuestro pueblo, por el que pidieron un rescate con el que hacer frente a sus penurias en la lucha contra el régimen"
Bueno pues me gustaria que me terminaras de contar la historia que tengo muxa curiosidad.

bueno pero tan¡mbien pudes seguir contando vivencias de los vecinos de Ahigal que seguro q hay por hay muxas anecdotas.

gracias

menudo pieza era tio Benedito, mas malo que el jambre, uno de los caciques en tiempos falangistas, el corral lindero al campanario se lo apropió por decreto. Me vienen ráfagas de recuerdos de este personaje Ahigaleño. Gracias a el hemos podido conocer a Jorge un excelente muchacho, luchador.
Un saludo Mantequero eres un crack.