Con los pies frios Como bien decía la canción “con los pies fríos no se piensa bien” ,pero hoy gracias a una pequeña estufa me permite hacerlo y así volver al pasado,a esos días tristes de invierno. Mas que nada a ese triste día en que dejé de mirar las nubes como hace algún despreocupado político, para mirar al triste y congelado suelo de la realidad . A mis 14 años en pleno mes de invierno y con un frío que” congelaba las palabras”, mi panorama estaba en medio de un olivar; concretamente sobre el desordenado radio de aceitunas desparramadas de un olivo.Hoy estaría prohibido, pero antes era normal trabajar y pasar de la niñez a los asuntos como cantaba Rafael a edades incluso mucho mas tempranas de lo que fue mi caso. Yo ya había hecho otros pequeños trabajos mas suaves , variados, amenos, casi divertidos como traer agua del pilar con los burros para la carnicería, pelar pájaros para algún bar ...sencillas faenas que casi podían confundirse con un juego .Muy diferente a esta insidiosa monotonía que ahora me exigía dedicación exclusiva .Coger aceitunas durante toda una larga jornada solo me hacía recordar el gran valor de la libertad igual la cárcel al preso y me confirmaba a cada rato, que la que disfruté en mi niñez ya no volvería. A este día de bautismo de fuego invernal siguieron otros y otros y los terrones resecos fueron dejando un recordatorio de padrastros en las yemas de mis dedos a medida que la resignación me iba curando los de la melancolía del alma. Por aquel entonces, nadie pegaba un palo al olivo, se cogían las aceitunas por ordeño, pero para nuestra desgracia adolescente, eran los mayores quienes llevaban esta labor a cabo de forma erecta, mientras los menores y las mujeres nos dejábamos los riñones recogiendo las aceitunas del suelo antes y después del ordeño de cada árbol. Si el terreno era despejado se agradecía, pero cuando había barro, hierba y terrones de por medio, se hacía muy penoso sobretodo si el día era muy frio.Cada roce sobre los dedos o el agua helada con que se impregnaban de los dichosos jaramagos, los ponía al límite de la tortura. Empezaba muy temprano la jornada.A las 8 había que comer fuerte.Las migas extremeñas bien pringosas eran ideales para ese fin, porque hasta las 2 no volverías a saber lo que era llevarse algo a la boca y en media hora debías estar en pie de guerra de nuevo , quiero decir en mi caso, agachado. A continuación un helado remolque de tractor pernoctado muchas veces al sereno, te esperaba para que sus escarchados hierros empezaran a prepararte para el día de sacrificio que te esperaba.Cada bote en el accidentado camino te ponía en un lugar diferente el trasero, por lo que volvía constantemente el proceso de calentamiento que no llegaba a cuajar. Al final casi era un alivio llegar al olivar, tratando inútilmente de desentumecer los pies y manos congelados.El resto del cuerpo carecía de relevancia.Fue una época dura la que me tocó este trabajo .Tristemente, eran muy pocas las veces que se hacia un fuego al llegar, era casi tabu hablar de frío, las burlas a continuación de los mayores impedía mencionar siquiera esta palabra. En los días soleados, cuando a media mañana moderaba la temperatura, el ánimo mas tibio te sacaba a veces alguna cancioncilla, en un agradecimiento anónimo de este puntual bienestar.Al contrario,cuando las nubes y sobretodo la niebla se hacía persistente la baja temperatura aumentada por la humedad, te perseguía durante toda la jornada. Trabajé varios años en la campaña de verano de la fruta, con jornadas de 12 horas casi sin día de descanso de por medio, bajo un sol de justicia que abrasaba hasta en la sombra, pero nunca fue tan duro para mi como la recogida de la aceituna en aquellas condiciones . Hoy se que es diferente. Ni los métodos, ni los horarios ni los descansos tienen nada que ver con lo que fue en las fechas sobre la que narro mi experiencia, pero con ella y mirando la pequeña estufa bajo mi mesa ,me basta para decirle al Sr. Jorge Manrique que no estoy de acuerdo en que “cualquier” tiempo pasado fue mejor, que como en casi todo habría que matizar. Saludos UN REGALO CADA DIA • De un sueño me desperté que no quería despertarme y he vuelto a cerrar los ojos y de niño imaginarme. Que entraba por las rendijas el día para colarse, con un permiso en su mano que autoriza levantarme. • Abría con impaciencia el postigo hacia la calle y los tejados helados no temblaban en mi carne. • El fuego de mi energía mi ansia de apoderarme, del día corto de invierno me quemaba por la sangre. • Era espuela suficiente ver el cielo iluminarse y a jirones negras sombras a sus pies arrodillarse. Era un misterio sagrado que iba solo a descifrarse, el encuentro entre dos mundos con victoria incuestionable. Un anticipo de sueños una espera insoportable, el precio a la libertad por poderoso rescate. • Forjado en esa costumbre hoy sigue sin inmutarme, la pereza al despertar que la diligencia abate. La letanía de los años lleva un diario mensaje, que con el día nacemos y morimos por la tarde. • Nunca te olvides de Dios, ni por ello gracias darle, la vida es su gran regalo. ¡Que no te lo robe nadie!. |