la lluvia A estas santas horas de la noche, miro por la ventana y veo que no para de llover. Así lleva toda la tarde y tres meses intermitentemente. La tierra no admite más agua y los ríos no paran de crecer. Cosa nunca antes pensada, los pantanos han abierto sus compuertas para soltar inmensas cantidades de agua, tan preciada como nos enseñan que es. La presa de Alqueva nunca imaginó que fuese a llenarse alguna vez, gracias a lo que sueltan los rios españoles. Por suerte no hemos tenido desgracias en nuestra tierra, después de ver los padecimientos de otras gentes sufriendo inundaciones. Pero no para de llover, y eso es grave, porque no estamos preparados para ello. Invocamos a la lluvia cuando vemos que la sequía nos quita el pan de cada día, pero nunca antes nos había estorbado el agua. Para pedirla cuando estábamos agobiados, los compositores hicieron plegarias y las gentes con la garganta rota las elevaba al cielo. ¿Habrá que buscar otros cantos y rezarle a la Virgen para que deje de llover?
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