Almendral - Badajoz

Dicen las crónicas, que si Pablito, nuestro inefable y entrañable esquizofrénico, de la familia de los Miguitas Blandas, que estaban domiciliados en la calle Salido, casi enfrente de donde vivió Piri sus juveniles años y también de un “cabezón” que luego buscó asiento por tierras aragonesas y que aún y a pesar del tiempo transcurrido y los avatares que proporciona la vida, mantiene intacta sus querencias por el solar de sus mayores; todavía viviera, que puede ser que se escandalizara como se escandalizaba en los años de “la guerra fría”, ante la amenaza de “guerra santa atómica” que los mandarines de la hoy Corea del Norte, han lanzado contra el Imperio y sus aliados de por allí, en un mar de la zona para mostrarles su desacuerdo con el alarde de potencia de fuego que estos están haciendo en el mismo. También puede ser, que al ver por la tele a Fidel vestido de nuevo con su “guerrera” verde oliva, pensara y expresara que no es bueno eso de mantener un régimen político dirigido por hombres que debieran estar debidamente atendidos en un geriátrico.

Puede ser, digo, si aún viviera, pero los años pasan y dentro de cien todos calvos y en los huesos.

Me han venido estas “tonterías” a la cabeza, mirando la foto ahora encharcada de la Fuente del Concejo y, echando una ojeada a mi pasado. Recuerdo, que cuando salí del pueblo, las paredes de la fosa en cuyo interior está instalada, estaban recubiertas de azulejos verdes, verde olivo, como la chaqueta que gusta vestir el susodicho y que momentáneamente cambió por un chandal de colorines. Después, en una corta estancia, vi que la habían cambiado el revestimiento por otros más claros y con filigranas. No me gustó ni me gustan, desentonaban y desentonan mucho a mi parecer, aunque puede que los cambien ahora aprovechando la remodelación del entorno. Después de todo, todo cambia y se transforma para quedarse más o menos igual. Como yo mismo, los arriba reseñados y tantos y tantos otros.

Hará cuarenta y siete años el veintidós de noviembre de este, estando en un pueblillo de la provincia de Lérida, con dieciocho gélidos inviernos, otras tantas primaveras y los mismo tórridos veranos recién cumplidos, en los inicios de un nuevo invierno que amenazaba con helarnos la sangre y que efectivamente nos la heló pues, pocas veces después pasé y pasaron los que estábamos por allí de Almendral tanto frío; quizás por la falta de costumbre o falta de aclimatación a las humedades que emanaban del Segre, un paisano cuyo no nombre no recuerdo aunque sí perfectamente su cara y su buen talante natural, me afeó que pusiera los píes (iba escribir las patas), en el asiento de al lado. Estábamos en un bar que llevaba un matrimonio ya mayor, de los que habían sufrido la todavía reciente guerra mal llamada civil, tomando algo después de la jornada laboral mirando la mejor televisión de España en blanco y negro y, justo en aquellos momentos, un busto parlante daba una noticia que extremecío a mucha gente con la sensibilidad a flor de piel, incluido, supongo, a nuestro amigo Pablo. Aunque a mi, la verdad, en aquellos momentos me dejó frío pues, un asesinato más o menos, aunque este era nada más y nada menos, el de JFK, no me decía nada. Luego si, luego, poco a poco, entendí algo.
El caso es, que quién me iba a decir en aquellos días, que era el inicio de mi historial laboral oficial porque, a partir de esa fecha, empecé a figurar en los archivos donde figuran los curritos. Me he enterado de rebote, porque he solicitado lo que llaman “vida laboral”. Eufemismo cachondo ese de “vida”. Lo siete un ocho años anteriores por los campos almendralenses, no me cuentan, debe ser porque era menor de edad y la legislación decía que no podían contratarse a los menores y que su sitio estaba en la escuela. O algo así.
Así y todo, por poco me salgo de la tabla. Claro que, en los tiempos que corren, de poco me va a servir porque, entre lo que nos rebajan por un lado y lo que nos suben por el otro unos señores muy altruistas que sólo miran por el bien común y la felicidad de sus súbditos, tengo la sensación que estamos volviendo a los orígenes, cuando el cacique del pueblo mandaba a su hombre de confianza a la plaza o las tabernas a contratar braceros fuertes y sufridos que no se quejaran por nada.

Piri, bájate ya a este mundo y deja de estar vacante, aunque sigue si estás bacante, que me aburro una jartá.

Crucé raudo la tierra, como un rayo
surgido de tormenta enardecida
en noche de borrasca embravecida
trenzada por centellas de soslayo.

Amé en mi trayectoria sin desmayo
a todo lo creado. Fue mi vida
torrente de pasión incontenida
nacida de un hermoso y fuerte tallo.

Mas poco en recompensa he recibido.
Desdenes, abandonos, sufrimiento.
Olvido de los seres que he querido.

Tan sólo me ha quedado el dulce aliento
que tú, al contemplarme dolorido,
me das cuando me ves de amor sediento.

De:
Antonio Pardal Rivas
07-07-08

Crucé raudo la tierra, como un rayo
surgido de tormenta enardecida
en noche de borrasca embravecida
trenzada por centellas de soslayo.


Amé en mi trayectoria sin desmayo
a todo lo creado. Fue mi vida
torrente de pasión incontenida
nacida de un hermoso y fuerte tallo.

Mas poco en recompensa he recibido.
Desdenes, abandonos, sufrimiento.
Olvido de los seres que he querido.

Tan sólo me ha quedado el dulce aliento
que tú, al contemplarme dolorido,
me das cuando me ves de amor sediento.

De:
Antonio Pardal Rivas
07-07-08