Almendral - Badajoz

La agonía en Lampedusa fue larga. De hecho, los cientos de hombres, mujeres y niños que fallecieron quemados y ahogados ante las costas italianas, habían empezado a morir hace años. Incluso antes de nacer. Su asesinato comenzó a escribirse con el trazo oscuro de las hambrunas y las guerras. Penurias y conflictos que estallan ante la indiferencia, cuando no la complicidad de multinacionales y gobiernos del primer mundo. La guadaña se elevó cuando su destino cayó en manos de las mafias y su defunción fue firmada cuando algunos buques mercantes, ante el temor de una perversa legislación que demasiadas veces acusa al auxilio humanitario de colaboración con la inmigración ilegal, pasaron de largo. A los supervivientes de ese mar de cementerio les espera otra larga agonía: la vida del ilegal. Perseguidos, sin derechos, atrapados en una espiral de miseria y desprecio. Esa es la condena de una Europa más centrada en las restricciones que en las soluciones. Una Europa en la que afloran los partidos xenófobos, donde la solidaridad parece una utopía y no una responsabilidad. Ellos murieron. Y a nosotros nos queda el último y doloroso pensamiento de saber que si la ruleta de la vida nos hubiera colocado en otro lugar y otras circunstancias, quizá seríamos nosotros o nuestros hijos los que habríamos muerto el jueves pasado. O, tal vez, seríamos esos hombres que, tragándose el horror y la culpa, dejaron morir a otros hombres.

De Enma Riverola,
Periodista

El Periódico de Cataluña ya

Hoy.

Y otros barcos pasaban de lejos y no se paraban a auxiliar por temor a las multas que les ponen si recogen a estos emigrantes que arriesgan su vida y la pierden en el mar o se la quitan las mafias.

Y la UE se lava las manos y les da una medalla a los muertos y cinco euros a los supervivientes para que vuelvan otra vez a su miseria natal.

Per estas cosas no sale en las conversaciones que se abren por estos foros, además, ¿a quién importan?, no es un problema que nos afecte, que nos golpee de manera sangrienta.

Hasta miramos para otro lado cuando vemos, tan lejos de nosotros, las hileras de los féretros en un pabellón de la isla.

Y ese sarcasmo de dar la nacionalidad italiana a los muertos y expulsar por la vía rápida a los que han han tenido la suerte, buena o mala según se mire, de sobrevivir.

"Europa no puede mirar para otro lado" dice Barroso, pero lo cierto es que seguirá mirando a la Aurora Boreal.

No obstante, dará 30 millones de euros adicionales a Italia, ¿para qué? PPara que ponga mas guardias o para que le de mil euros mas a los que sobrevivientes que piensa mandar otra vez a su miseria de origen?


Vecinos de la isla reciben a los políticos con gritos de "asesinos" y "vergüenza"

"No sé cuánta gente más debe morir en el mar antes de que se haga algo", dijo el primer ministro de Malta, Joseph Muscat, en una entrevista con la BBC. También dijo que se uniría a Italia para presionar por acciones en el próximo Consejo Europeo.

"El hecho es que como están las cosas, estamos construyendo un cementerio en nuestro mar Mediterráneo", afirmó. "Hasta ahora hemos encontrado declaraciones, palabras pero no mucho más que eso", agregó.

Misión militar italiana para que el "Mediterráneo deje de ser el mar de la muerte"


Vale, pero, con que alguien diga que es una vergüenza lo que está pasando aunque ese alguien se llame Francisco y sea jesuita, no hay bastante. Hay que hacer algo mas que decir que no hay vergüenza y también algo mas que decir que perdonan a quienes mataron a sus mártires porque, nadie de los de su clase ha pedido perdón por tanto crimen del nazismo y del fascismo mussoliano o franquista con los que siempre fueron de la mano sus mártires y quienes los han hecho beatos.

La agonía en Lampedusa fue larga. De hecho, los cientos de hombres, mujeres y niños que fallecieron quemados y ahogados ante las costas italianas, habían empezado a morir hace años. Incluso antes de nacer. Su asesinato comenzó a escribirse con el trazo oscuro de las hambrunas y las guerras. Penurias y conflictos que estallan ante la indiferencia, cuando no la complicidad de multinacionales y gobiernos del primer mundo. La guadaña se elevó cuando su destino cayó en manos de las mafias y su defunción fue firmada cuando algunos buques mercantes, ante el temor de una perversa legislación que demasiadas veces acusa al auxilio humanitario de colaboración con la inmigración ilegal, pasaron de largo. A los supervivientes de ese mar de cementerio les espera otra larga agonía: la vida del ilegal. Perseguidos, sin derechos, atrapados en una espiral de miseria y desprecio. Esa es la condena de una Europa más centrada en las restricciones que en las soluciones. Una Europa en la que afloran los partidos xenófobos, donde la solidaridad parece una utopía y no una responsabilidad. Ellos murieron. Y a nosotros nos queda el último y doloroso pensamiento de saber que si la ruleta de la vida nos hubiera colocado en otro lugar y otras circunstancias, quizá seríamos nosotros o nuestros hijos los que habríamos muerto el jueves pasado. O, tal vez, seríamos esos hombres que, tragándose el horror y la culpa, dejaron morir a otros hombres.

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