La Calbotá Día primero del mes de noviembre. Día de Todos los Santos. Los Calbotes era una tradición de origen medieval y cristiano que coincidía con el inicio del calendario celta. En efecto, el “final del verano” dió lugar a la festividad sajona “El Samhain” celebrado por los pueblos celtas. Se trata de un ritual que consistía y consiste en la reunión de amigos, conocidos, familiares que acuden al campo para asar castañas y compartirlas. Lugareños de la provincia de Ávila, Salamanca o Toledo celebran este evento, con distintos nombres, pero con el mismo significado. En Castilla y León es conocido como “Moragá”, mientras que en Castilla La Mancha lo denominan “Calbotá”. Por ejemplo, “La Comarca de la Vera” tiene el privilegio de tener multitud de sinónimos para referirse a esta celebración. Así, el día de los Santos, la celebración de los Calbotes, la Calbotá, la Magosta, el día de las Castañas, la Chiquitía o la Carbocha son nombres para designar este día singular. Sin embargo, son muy pocos los lugares de España que lo celebran, a saber: Extremadura, las dos Castillas, Galicia, Cataluña, País Vasco y Asturias. Cuenta la “sabiduría popular” (i.e. la leyenda) que el día de Todos los Santos las gentes iban al campo para encender un fuego con la finalidad de calentar a las ánimas que rondaban en los alrededores. Ese mismo día, se asaban calbotes como disfrute y como pago nocturno. El método genuino usado para asar las castañas consistía en elaborar un corralillo de piedra donde se depositaba una capa de castañas rajadas sobre las acículas de pino y así sucesivamente hasta llenar ese corral. Acto seguido se prendía fuego a la primera cama de acículas hasta que se quemara todo, símbolo de que las castañas ya eran calbotes. Una vez pelado, unos pocos se comían y otros se guardaban para la noche de las ánimas, la noche del uno de noviembre, es decir, el día de los Difuntos. El fuego se mantenía encendido para calentar a esas ánimas que rondaban por los alrededores. Una vez caída la noche, las almas se paseaban por las calles del pueblo con capucha negra cuyo alumbrado era el de las hogueras a medianoche para festejar el día de los Difuntos y las campanas doblaban hasta que amanecía. Eran las “Ánimas Benditas” que recorrían las casas pidiendo aquello que pudieran darles: calbotes asados, castañas, nueces, granadas, etc. En definitiva, frutos de la temporada y, en determinadas ocasiones, dinero. La gente, por aquel entonces era generosa ya que se decía: “Venimos a pedir para doblar a los difuntos”. La recaudación era para la iglesia y como acompañante, una esquila, un pequeño cencerro para avisar de su presencia por las callejuelas. Por otro lado, las mujeres se reunían para rezar en el camposanto. Otra tradición-leyenda cuenta que los mozos iban casa por casa pidiendo frutos secos y dulces caseros para después celebrar un día de convivencia en el campo. “Dame los Santos o te rompo los cántaros”, era la frase de comienzo de un día de reunión para comer castañas asadas y para contarse cuentos. Y quizá, a raíz de esto, año tras año y generación tras generación hasta nuestro días sea este el sentido de celebrar el día de los Santos en el campo. Quizás todo esto sean costumbres, tradiciones, más o menos anacrónicas, para celebrar, y no olvidar, el día de Todos los Santos y el de los Difuntos, porque todos antes o después lo seremos, al menos, difuntos. A pesar de que muchas de las tradiciones creen que se perdieron en el pasado y en el recuerdo. Otras perduran, no obstante, se conservan en el presente y quizá continuarán en el futuro, como, por ejemplo, las ánimas, que nunca se olvidan y dan mucho juego (no confundir con “los payasos asesinos de moda”). Este año, como los años anteriores, los calbotes y la “limoná” del Ayuntamiento de "El Cambio" de Mombeltrán los comerán y la beberán solo los vecinos residentes y las ánimas del lugar. ¡Aquí no penan, ni pasan hambre ni sed, las ánimas! ¡Buen provecho a todos! Por todo ello: “No habrá paz para los villanos malvados” |