¿Adiós al euro? Como y por qué podrían sacarnos del euro: Antecedentes, desarrollo y desenlace En junio de 1989, la peseta se integró en el Sistema Monetario Europeo. En aquellas fechas la peseta entraba, con un cambio de 1 marco igual a 65 pesetas, en el sistema que derivaría en el euro. El proyecto consistía en eliminar los tipos de cambio y someter a todas las monedas europeas que se integraran en este sistema a la estabilidad de precios del marco alemán. Así, se imponía unos límites a la fluctuación del tipo de cambio respecto del marco alemán y un estricto control de la inflación. El límite de fluctuación de la moneda al que se comprometió entonces España era del 6 %. Sin embargo, España había sido tradicionalmente un país laxo en política monetaria. La tradición en España había sido abusar del gasto público y del crédito bancario, mediante el abuso continuado del sistema de reserva fraccional. Cuando el sistema estaba sobre endeudado y no había manera de salir de la situación, el Banco de España efectuaba una expropiación del ahorro mediante una devaluación o seguía emitiendo pesetas para que fuese el mercado el que, mediante la oscilación del tipo de cambio, depreciase el valor de la moneda. De esta manera, los bancos, el Estado y todo aquel que se hubiese sobre endeudado dejaba de pagar una parte de su deuda a través de una quiebra inflacionista. En esta quiebra, los precios suben para manifestar la reducción del poder adquisitivo o de compra de la unidad monetaria. Así el papel emitido para devolver deuda no vale lo mismo que valía cuando se prestó. En definitiva, se trata de una quiebra o una “no devolución de la deuda” al menos parcial de la deuda. El deudor, termina por defraudar de manera más o menos encubierta una parte de la deuda a los prestamistas. Así por ejemplo y según Carmen Pelet Redón, en su estudio “Los últimos 40 años de la peseta: De Breton Woods a la Unión Monetaria”, editado por el Departamento de Estructura Económica de la Universidad de Zaragoza, dice que: “Entre 1974 y 1985 los precios al consumo se multiplicaron por cinco y la peseta también se depreció”. Esto significa una inflación del 400 % en once años con una media de un 36 % anual. Básicamente, la costumbre nacional era gastar tirando de deuda hasta la insolvencia para resolverlo emitiendo papel moneda que pagase nominalmente las deudas, que no en términos reales. La solución se convertía así en un ataque directo a aquellas personas que hubiesen ahorrado dinero en pesetas. Cada proceso inflacionista reducía el valor de los ahorros, dejándolos en menos o en nada con el paso del tiempo. Además cada expropiación del ahorro prevenía aún más si cabe a los españoles de ahorrar. Y sin ahorrar no hay formación de capital. Sin formación de capital no hay inversión. Sin inversión no hay productividad. Y sin productividad no hay competitividad. De ahí que muchos españoles llegaran al convencimiento de que la única forma posible de ahorrar en un entorno tan premeditadamente inflacionista, fuese mediante la compra de una vivienda. Por lo menos, la propiedad inmobiliaria si tenía la capacidad de sortear la inflación. Así y con la aparente esperanza de acabar con el círculo vicioso, España se integró en el Sistema Monetario Europeo. Sin embargo y aún a pesar de haber firmado el compromiso monetario de no dejar oscilar la cotización de la peseta más de un 6 % respecto al marco alemán (el futuro euro), la peseta se depreció diez veces más (un 60 %) hasta llegar al cambio oficial de 166,386 pesetas/euro, el 1 de enero de 1999. Es decir, España no cumplió sus compromisos y siguió abusando del crédito bancario, del gasto público y devaluando o depreciando su moneda, expropiando el ahorro de los españoles. ¿Y por qué con esas expectativas nos dejaron entrar en el euro? Quizás y aunque no en el mismo grado, porque otros muchos de los integrantes del euro habían hecho exactamente lo mismo. Claro, una unión monetaria entre Francia y Alemania, como que no tenía mucho sentido, y más aún cuando el historial inflacionista de Francia en los 70 tampoco era nada halagüeño. Así, “En sus últimos años de existencia, la peseta tenía tan poco valor (llegando a equivaler 200 pesetas a un dólar estadounidense) que la moneda de una peseta prácticamente había desaparecido de la circulación, y la unidad monetaria en la práctica era el duro (5 pesetas)”. En otra parte del mismo texto Carmen Pelet también dice: “A comienzos de 1959, la economía española tenía serias dificultades exportadoras como consecuencia, fundamentalmente, de la falta de competitividad…”. Parece que el año fuese hoy, pero no, habla de hace 53 años. Es decir, estas prácticas monetarias laxas siempre se llevaron a cabo con la excusa de mejorar la competitividad de la economía española. Sin embargo, los años pasaron y los años han pasado y la economía española, tras años de devaluaciones y depreciaciones de su moneda, sigue anclada en el mismo problema permanente y recurrente de siempre: la falta de competitividad. Y este término significa simple y llanamente que los españoles en su conjunto, que no necesariamente por separado y según qué casos, somos unos “incompetentes” –no sabemos, no podemos o no queremos competir-. Y así llegamos al 1 de enero de 2002, cuando el euro empezó a circular para sustituir definitivamente a la peseta. A partir de ahí, España aceptó un contrato que consistía en someterse a una política monetaria rígida. No era exactamente la del Bundesbank pero era la del BCE, controlada y dirigida por el propio Bundesbank. ¿Y por qué entramos en el euro? Porque, por consenso, éramos conscientes de que las continuas devaluaciones y depreciaciones monetarias nunca habían resuelto el eterno problema de la falta de competitividad y muy al contrario, habían destruido una parte grande de la productividad. Sin embargo, Alemania, bajo esa rígida política monetaria sí era un país mucho más competitivo y productivo. Luego parecía lógico que, ya que no habíamos logrado disciplina en la política monetaria, nos sometiéramos a la disciplina alemana. Vamos, una especie de terapia de grupo como la de los alcohólicos anónimos: “ya que no puedo dejar el alcohol, me someto a la disciplina de un grupo bajo la tutela de alguien que nos imponga a todo el grupo esa disciplina”. Sin embargo, una circunstancia anómala en Alemania como fue la unificación de la República Federal con la antigua República Democrática en los 90, hizo que Alemania relajase su rígida política de gasto y monetaria justo en esos años del comienzo del euro. Así que, además de hacer la vista gorda sobre los incumplimientos propios, lo hicieron sobre los de los demás. Alemania dejó que el BCE mantuviera unos tipos de interés excesivamente bajos, en concordancia además con la política monetaria de la FED y otros bancos centrales. Vamos, que el psicólogo en la terapia de grupo se puso a darle a la botella. Mal día aquel. Me temo que esta circunstancia fue aprovechada en España para instigar a la banca y al Estado para que siguieran con sus prácticas habituales de abuso del crédito y el gasto dentro un país poco productivo y competitivo, como si estuviésemos todavía en la peseta. Aún peor, los tipos de interés históricamente bajos del BCE permitieron abusar todavía más del crédito y el gasto incontrolado. Digo me temo, pero puede ser que si Alemania hubiera cumplido a rajatabla con las condiciones impuestas por el euro, igual los políticos en España hubiesen actuado de la misma forma. Nunca lo sabremos. Así, España en la realidad sólo se apuntó nominalmente al euro, pero nunca de manera estructural y profunda. Lo de España fue una integración superficial; en la parte más visible estábamos en el euro, pero en la raíz permanecimos en la peseta. Pero con el inconveniente de que quizás los políticos creyeron que, llegado el caso, podrían hacer que aquella Alemania que se había vuelto tan laxa consigo misma en los inicios del euro, lo seguiría siendo cuando los problemas afloraran en España. Grave error el de la casta política española, que pensó que con Alemania todo el monte sería orégano. Y como Alemania también estaba en un momento en el que no tenían mucho fuelle, pues consintió para que los periféricos tampoco hicieran demasiada sombra a su economía un tanto tocada tras la unificación. Otro grave error que los alemanes también pagarán con creces. ¿Y qué hacían los españoles cuando estábamos en la peseta para ahorrar? Comprar vivienda. ¿Qué hicieron una vez integrados superficialmente en el euro? Comprar vivienda pero, aprovechando unos intereses aún más bajos, en mayor cantidad, asumiendo más riesgo y ya no para ahorrar, sino muchos o bastantes casos, para especular. Y así es como hemos llegado al día de hoy, en el que tras haber abusado del crédito y del gasto público tal cual habíamos hecho muchas otras veces antes, resulta que nos encontramos bajo el yugo de un contrato que los políticos firmaron, ahora parece ser,con la clara intención de no cumplir jamás. Además pensaron, prepotentes ellos, que podrían torear a los alemanes tal cual lo habían hecho al comprometer la peseta dentro del Sistema Monetario Europeo, para entrar en el euro sin haber cumplido los compromisos monetarios firmados en el año 89. Hago el inciso de que no se cumplieron los “compromisos monetarios”, aunque sí los de deuda y déficit públicos. Pues ahora parece ser que Alemania dice que no, que el euro no se emite para diluir su valor y subsanar los abusos del gasto público y el crédito bancario. Es lo que figuraba en el contrato. ¿No les gusta? No firmen contratos que no pueden o no están dispuestos a cumplir. Y desde un punto de vista contractual, la postura de Alemania parece la más lógica. ¿Y por qué se firmó un contrato que nunca se tuvo la intención de cumplir? Si el euro tuviese que funcionar como la peseta, ¿para qué nos integramos en el euro? ¿No lo entendieron y simplemente creyeron que se trataba de eliminar los tipos de cambio? ¿O lo sabían y pensaron que podrían imponerle el criterio laxo e inflacionista de la peseta a los alemanes? En mi opinión, la incompetencia –la falta de competitividad y productividad- es una tradición tan arraigada en la cultura española, que los políticos nunca tuvieron la intención de extirparla para siempre y de una vez por todas. ¿Qué lugar les quedaría a ellos en una sociedad donde la gente fuese mayoritariamente competente y productiva? Los mismos políticos que parten, reparten y se quedan con la mejor parte habrían quedado condenados al ostracismo. Así, el permitir e incluso instigar el abuso sistemático de la deuda hasta los límites actuales, no nos deja más posibilidad que hacer las reformas que se tenían que haber hecho en 53 años o desde mucho antes, en un solo año. O peor, en un mes. O mucho peor, ¡en una sola semana! Así que ahora amenazan a Alemania, al BCE con la “reversibilidad del euro”. Es decir, amenazan a los alemanes con salirse de las rigideces del marco alemán –el euro-. Y además, los políticos españoles lo hacen como si nosotros fuésemos los agraviados y no los infractores de los compromisos y contratos a los que, voluntariamente, nos sometimos. Es decir, que nos apuntamos a alcohólicos anónimos con la intención de seguir siendo unos borrachos conocidos. A parir de aquí, lo que sucedería si Alemania decide mantener los compromisos fundamentales que impone el euro desde su misma constitución y forma parte esencial de su razón de ser. Hay que comprender que la salida de la peseta no supuso medidas drásticas porque, primero, dejaba de circular y no había opción de que la gente permaneciese voluntariamente en la peseta, y segundo, porque íbamos de una moneda peor (nuestra peseta) a otra demostradamente mejor (el marco con el nombre de euro). Pero la salida del euro sí impone medidas drásticas, ya que el euro seguirá circulando en forma de euro o de marco alemán y el país que sale –España en este caso- tiene que obligar a sus ciudadanos a utilizar una moneda que, sí o sí, el emisor (el Banco de España) está obligado a devaluar. Esto los ciudadanos lo saben o tendrían que saberlo. En este estado de cosas, lógicamente, la peseta será rechazada por la mayoría de los españoles porque nadie opta por algo mucho peor cuando le dejan seguir disponiendo de algo mejor. Así que es imposible una salida del euro gradual o suave; tiene que ser necesariamente a las bravas con una imposición. Por ello, nos sacarán del euro en un fin de semana y mediante un corralito financiero, o lo que es lo mismo la supresión temporal de la libertad de movimiento de capitales en España, hasta que todas las cuentas estén nominadas a pesetas y nadie disponga de un solo euro. A continuación vendría una devaluación inmediata de la peseta y una inyección de papel en forma de pesetas a todo el sistema financiero y, lógicamente, un aumento de la inflación. Si entre el año 74 y el 85 fue de un 36 % anual, pues parece lógico, dado los niveles de deuda pública y privada de España, que mínimamente fuese una inflación de precios similar. Si las devaluaciones del año 92 y 93 sumaron aproximadamente el 15 %, por ahí podría andar la cosa. Si son rápidos y hábiles, el corralito no tendría por qué durar más de un mes. La prohibición para tener cuentas en otras divisas extranjeras tendría que durar algo más. La deuda externa pasaría a nominarse en pesetas tragando los acreedores con la devaluación o bien tendrían que asumir una suspensión de los pagos en forma de “quitas” parciales de la deuda nominada en euros. La salida de un país como España, según algunos analistas, llevaría la cotización del euro a un cambio de 0,80 USD/EUR. Esto permitirá a la FED de EEUU y el resto de los bancos centrales del mundo, emitir moneda hasta equilibrar el cambio a la situación previa. Por ejemplo, volver a un cambio en torno al 1,30 USD/EUR. ¿Y por qué el interés de EEUU en una depreciación previa del euro antes de emitir más dólares? Porque si la FED siguiese emitiendo dólares sin una caída conjunta o previa del euro, moneda fuerte y que atenta directamente a la hegemonía del dólar desde los acuerdos de Bretton Woods, el dólar se depreciaría tanto respecto del euro que correría el riesgo de ser repudiado nacional e internacionalmente –dejaría de ser la moneda de cambio internacional o incluso podría colapsar-. A esto seguiría un gran descontento en EEUU con resultados imprevisibles. Esta es la razón fundamental por la que la FED ha parado sus programas de “Quantitative Easing” (QE1, QE2, etc.), de momento. Y de ahí, sospecho, que Soraya Saenz de Santamaría haya viajado a EEUU por sorpresa hoy, día 30 de mayo de 2012, para estudiar un plan de salida de España del euro y consiguiente devaluación del dólar y otras monedas. Claro, si todas caen más o menos juntas, no se nota tanto que están cayendo. Como la sustitución de pesetas por euros implica la retirada de los euros que circulan actualmente en España, la depreciación del euro es simplemente especulativa, psicológica o histérica. Es decir, si con la vuelta de la peseta, una parte considerable de los euros que circulan en Europa se retiran de circulación –se contrae la masa monetaria en euros- y si los alemanes no emiten más euros (antiguos marcos), ¿por qué tendría que seguir depreciado el euro pasado el miedo o la fase psicológica o histérica? ¿No es más lógico que se deprecien aquellas monedas que están diluyendo su valor a través de emisiones masivas de nuevas unidades monetarias? En cuanto pasase el periodo lógico de miedo al euro, podría volver a apreciarse recuperando lo perdido y más. Ahora sí, Alemania se vería obligada a emitir euros para intentar compensar el efecto adverso que, a corto plazo, tiene una excesiva apreciación monetaria sobre el sector exportador –gran parte de la economía alemana-. Además tendría que tapar el agujero que la salida del euro de España y su suspensión de pagos parcial provocaría en la banca alemana, francesa, holandesa y aquellos países que han prestado euros a España en los últimos años. Así, mediante la salida de España del euro, EEUU, Francia, y Reino Unido, forzarían a Alemania a tragar con una política de expropiación del ahorro mediante la depreciación de la unidad monetaria, a la que los alemanes tienen tanta aversión por razones históricas bien lógicas. ¿Alguien cree que los alemanes van a tragar con unas inflaciones del 36 % anual como las que vimos en España en los 70? ¿El mismo error de las potencias aliadas en el armisticio tras la I Guerra Mundial? Alemania podría intentar resistir dejando que su moneda se apreciase. Sin embargo, no creo que su estructura económica sea tan flexible como para admitir una deflación de precios que les permitiese seguir exportando. Es decir, Alemania sí tiene una estructura adaptada a niveles de inflación cero o próximos a cero, pero no para soportar una deflación grande de precios. Ningún país del mundo tiene una estructura económica capaz de soportar una deflación grande y no porque no sea económicamente posible, sino porque a los políticos no les interesa y no quieren. Es decir, la deflación no es posible por razones estrictamente políticas, que no económicas. Así, los niveles de deuda pública en Alemania no son suficientemente bajos como para aguantarlo –una deflación incrementa el nivel de la deuda pública y privada-. Y dentro del euro, todavía quedaría la Francia de Hollande. Si Francia hace lo mismo que España, habría una segunda ronda de devaluaciones de todas las divisas que Alemania no podría resistir de ninguna forma. El plan, en mi opinión, es de Obama y Hollande y sus economistas afines. Rajoy seguramente haya decidido asumirlo y participar porque no tiene la más mínima capacidad de acometer unas reformas que en los últimos cincuenta años nadie se ha atrevido a acometer, y encima, de la noche a la mañana. Rajoy es más que lo mismo que ha gobernado en España durante los últimos cincuenta años y para acometer esas reformas no vale, haría falta alguien excepcional al mando y un cambio profundo, singular e histórico en la mentalidad y costumbres de los españoles. La consecuencia desagradable para el ciudadano de a pié, con una salida así a la crisis serían unos niveles altos de inflación globalizada. Como los políticos controlan los medios, al principio venderán las subidas de precios como el inicio de la recuperación: “como la demanda aumenta como consecuencia de la recuperación, suben los precios. Señores, tranquilos, es el peaje que hay que pagar por la recuperación”. Y cuando los precios empiecen a desmadrarse, de las subidas del petróleo le echarían la culpa a Irán y la OPEP; de la subida de los tipos de interés y el resto de materias primas, a los especuladores; de la subida del precio del oro, dirán que es una burbuja. Y así sucesivamente. Además, al ser un fenómeno internacional y global, “nadie tiene la culpa” o sí, será un “fallo del mercado libre” o del “capitalismo”. La mayoría se lo ha tragado con la burbuja inmobiliaria y seguirán tragándose mentiras. Además, no descartaría controles de precios -para tapar los agujeros- que jamás han frenado la inflación. Concluyendo: si acierto y este es el plan que tienen en mente me surgen unas dudas: ¿Y si no son capaces de controlar los niveles de inflación para que no acabe en hiperinflación? ¿Qué efectos tiene sobre los incentivos para ahorrar y producir estos niveles de inflación? ¿Y si la gente no lo aguanta? ¿Y si los alemanes no lo aguantan? ¿Acaso no estaríamos repitiendo los mismos errores del periodo de entre guerras del siglo pasado? |