Al rebusco de las avlanas Ayer se me olvidó el más importante de los rebuscos que yo hacía. El de las avellanas, avlanas les llamamos. Hasta el río de Yerbo íbamos al rebusco. Porque, igual que las castañas, las avellanas se cogían todas, y los niños jugábamos un importante papel, pues podíamos subir a los árboles grandes, que soportaban poco peso. En honor de la verdad he de decir que a parte del rebusco también me gustaba coger avellanas, que sus dueños no lo hacían, así, las que había por debajo de la campa del Valle, de Sabel, y de Ignacio daba yo buena cuenta de ellas, antes de que lo hiciese la ardilla. Luego las íbamos a vender a Navelgas, a casa del relojero, hombre que también hacía una tarea curiosa, que es recargar los bolígrafos, cuando se les acababa la tinta. Sería curioso ver hoy dia esa máquina. Ese gusto por coger de los árboles, lo mantengo hoy en día, y en cuanto voy a Zardaín, una de las cosas que primero hago, es ir a robarle a mi amigo Tantico, una creizas bravas que tiene en el campo, y también voy a Rutaeras, donde hay muy buenas creizares y nadie se ocupa de ellas, más que los glayos y los cuervos. |