Serín - Asturias

Como llegué temprano a Castellón decidí dar una vuelta por la capital. A mi gústame husmear por la plaza, y aquí tienen una para el pescado muy limpia y surtida, así que nortiando por el recinto escuché una diatriba subida de tono:
.-Esto ye pixín.
.-Rape, señor -contéstale una morenina de pelo recogido, como manda sanidad, bajo un protector del cual se soltaba, trémulo, algún delicioso bucle rebelde.
.-A ver, paisano, ¿tú qué dirías que ye esto? -me espeta el evidente coterráneo sujetándome por el hombro; y yo en voz tenue:
.-Pa ti y pa mi pixín, pa los demás ye rape.
.-Me cago en tal, paisano ¿de dónde yes oh? -preguntó en tanto, a grandes zancadas, tiraba de mi hacia una de las múltiples tascas que rodean la plaza.
Entre baso y baso entereme que él era candasín, y como a mi gústame mucho Candás, allí tuvimos de parpayuela y chumando hasta que la situación etílica y su imperativa señora impelió a sentarnos a yantar además de parlotear. La muyer del candasín que ye curiosona (y canta muy bién las asturianadas como a lo largo de esta historia veremos)invitome a una paella pal domingo, y yo que no soy de los que se achica a la hora de comer o beber, prometí la comida del sábado.

Como esto se prolonga más de la cuenta y en el foro hay que ser escueto, cierro aquí, con todo apalabrado y pendiente, esta entrega, poniendo punto y seguido hasta la próxima donde os contaré lo que pasó el sábado y daré la receta que cociné para comer... con aquella gandaya de Castellón que tuavía deben tar chupándose los dedos.

Hala, salud a tod@s

responderé al primer capítulo,si el candasín ye de candás,el usuario no identificado de onde ye o?y en cuantos foros escribe?
o cayó en el de serin por casualidá y quedose?
buenu estu será pa otra charla.
de todads formas me agrada que haya gente que aunque no sea de aquí participe en este foro,a ver si así se animan los del pueblo.
un saludo...aruca

Volví el sábado a la plaza, tanto por comprar el arreglo con el que pensaba epatar a aquellos tragones, como por "tirar el picao" a la morenina que me rumiaba la sesera. Taba linda, ese día, con el mandilín blanco y aquellos ricinos rebeldes... Comprey merluza y rape (dos buenas piezas), langostinos de Vinaroz, gamba menuda, chirla y almejas. Tratome con esa simpatía, rayana en la complicidad, que me animó a tentarla; así pues, invitela, tirando de mi más recóndito castellano:
.-Si te apetece probar el menú que voy a preparar hoy en el Grao para los asturianos, te invito... a ti y a tu novio (tanteé precavido, con pies de plomo)
.-¡Yo no tengo novio! -contestome toda sandunguera-
.-Pues con lo que tengas, hija mía, que con ese palmito y la gracia que gastas, algo tendrás, digo yo, -y dije, echándome definitivamente a la piscina- Voy a cocinar en el bar El Francés, pásate, aunque sea solo a picotear algo, mujer, y así me alegrarás la faena -añadí tratando de triunfar definitivamente en cada baza, al particularizar la partida.
.-Ya veremos, igual me acerco a ver que tal te apañas con tan buen género -dudó dejándome aquel, no declarado, "SI" navegando por la esperanza.
.-Te espero -sentencié al despedirme mientras ella atendía al personal apelotonado sobre el fresco pescado. Y díjome adiós con un mohín tan dulce, con una promesa tan explícita en el gesto, que todavía me repica el corazón a arrebato como si tuviera quince años.
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DONDE DIJE DIGO, DIGO DIEGO: No puedo incluir las recetas en esta entrega so pena de prolongar en demasía el texto, pero os prometo empezar la 3ª entrega con el condumio.

Venga, salud a tod@s (Fdo. Frígilis)

El diminuto tugurio donde tenía que cocinar era "grande pa pequeño", lo suficiente, no obstante, para, en dos fogones esquinados al final de la barra, poner a hervir las cabezas y el espinazo del pescado, las costras de las gambas una vez peladas, y las chirlas. Poco a poco fui reduciendo el sabroso fumé que pronto impregnó todo el bar de apetitoso aroma. En una cazuela hice las almejas a la marinera. En el propio fumé di un hervor a los langostinos para pelarlos añadiendo al caldo las pieles. Finalmente tamicé con un paño, rectifiqué de sal antes de echarlo a las fabas para estofar, a fuego lento, con aquella mezcolanza en vez de agua. Cuando vi que las fabas querían replar añadí unos pocos langostinos, las almejas a la marinera, dos pellizcos de sal y dejé cocer hasta que, algo más tarde probé (y aprobé) aquel delicioso manjar entendiendo que, pasado ya medio día, las fabas con almejas estaban listas y aparté la pota a un lado para que entibiara terminando de replar.

En esto apareció la pescaderina con dos amigas, momento que aproveché para descorchar una botella de Blanc de Blancs bien fresquita, e invitarlas a un gustoso vermú a base del vino catalán, los langostinos semicocidos que terminé de hacer en una sartén donde freí a fuego vivo, con el aceite bien caliente, los ajos partidos en juliana, añadí los langostinos, "enseñé" una guindilla y enseguida volqué todo sobre una cazuela que les puse delante, aún chisporroteando la fritanga, para que mis admiradoras saborearan aquel arte culinario fruto de la improvisación. Rebocé a continuación el pixín, lo pasé por la sartén y en una tartera aparte puse algo de la marinera que me sobrara de las almejas, en cuyo caldo terminé de hacer el pescado después de añadir un puñado generoso de chirlas, cuyo conjunto saqué en el humeante larguero, al lado de suculentos trozos de una hogaza con abundante miajón para untar... que aquellas exuberantes hembras, navegando la tercera decena pasada de lustrosos años bien portados, tastaron con deleite.
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Aquí pongo punto final a esta entrega, amenazando con la cuarta si la paciencia de l@s forer@s no ha llegado al limite de la tolerancia con este desparramador de palabras autodefinido (FRÍGILIS)

Salud a tod@s

Acudieron, por fin, hasta cuatro parejas de asturianos que se sumaron al ágape pues que a ello venían convidados por mi, a lo cual, con la marinera que me restaba, un puñado de mejillones roqueros, cuatro chirlas, cuatro langostinos, gambinas peladas, una lata de espárragos, otra de arvejinos y un generoso chorro del espeso y dorado "oli" castellonense, preparé una melosa cazuelada de merluzona, con los albos tajos del pescado que, arropados por el carnoso manto del rojo pimiento, asomaban de entre el espeso caldo bullendo al chup-chup, cuyas reventonas burbujas reflotaban los níveos ajinos, lo mismo que la diminuta cayena que retiré, presto, antes de que su picor se apoderara del plato. Como aparte tenía lista la pasta de buñuelos, rebocé con ella, en tanto cuajaba la merluza, las gambas sobrantes y las eché a la sartén. Enseguida inflo aquella dúctil masa y retiré súbito hasta completar una deliciosa fuente de gambas a la gabardina que raudas desaparecieron entre las fauces de aquellos tragones sorprendidos por lo sabroso del crujiente bocado. Para aprovechar el suculento Oli d'Or, escaso tesoro de las almazaras castellonenses, freí una nueva ajada que volqué por encima de las chirlas, recuperadas para no encontrar tanta cáscara entre las fabas, rociando la mitad de los bivalvos con unas gotas de limón, y la otra mitad con vinagre de sidra, y plante ambas delicias en medio de aquella agradable compañía.

Abrí una botella de Albariño y otra de un vino blanco de la zona que por allí denominan Macameu (no fácil de encontrar) fuerte como el mismísimo sol Mediterráneo, y con idéntico tono. Mesuré a mis chicas del fresco y afrutado vino gallego, suave y complaciente como el carácter de nuestros remisos "primos" que habitan los brumosos suelos donde se acaba la tierra y azota el Atlántico... mientras el resto nos arreábamos el potente Macameu: quince grados que detonaron en el intelecto estimulando esa incipiente osadía muy propicia para alternar con chanzas, pullas de doble sentido y ocurrencias atrevidas que animaron la plática entre mis comensales.
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Y así finaliza esta IV entrega. En la quinta daré cuenta de cómo acaba la comilona y el día previo al domingo que finiquita esta historia con idéntica reunión, en torno esta vez a la anhelada "paella valenciana" (auténtica) que recetaré, con sus ingredientes, pautas y el manejo del fuego(primordial)a modo de colofón.

Salud a tod@s

Las amigas de la linda pescadera manifestaron apenadas, tras cotejar las 15 horas señaladas por el reloj de pared, que ellas debían irse a comer, so pena de quedarse "baix taula" (bajo la mesa)a lo cual mi adorada les contestó con entusiasmo no refrenado (¿O me pareció a mí?):
.-No m'envaig, no; m'enquede a dinar en ells (No me voy, no; me quedo a comer con ellos).
Lo cual me reavivó unos rebrincos pectorales que pensaba extinguidos. Sentose a mi vera en la mesa. Olía a "silueta virgen de recién bañada" (como canta en su poema "alga enredada" mi admirado Angel González) Dimos buena cuenta a la cazuela de merluza, comiendo, untando y gozando del sabroso plato, y después las exquisitas fabas con almejas (oriflama de nuestra cocina asturiana)... Y fueron cayendo las botellas: de Monopol (porque no digan que la Rioja hace malos blancos) el folclórico Txacolí; un suave Condado de Huelva y finalmente toda la retahíla de gustosos afrutados catalanes. Sentenció el ágape un cava rosé de Perelada, con finísima burbuja carmesí y delicado paladar.
Cuando la libación pasó del carajillo de ron (chichilana de mi noctámbula danza prima avilesina)al cuba libre, surgieron los primeros cánticos, y aunque quienes me conocen aseveran que canto como un trueno, la osadía etílica impeliome a entonar, mirando a los ojos de mi adorada, la preciosa canción asturiana que entama: La mio neña ye una neña // la más guapa de les neñes... lo cual traduje al oído de Olga que tal se llamaba la linda pescadera con bucles de azabache. Para entonces ya nos entrelazábamos sobonamente las manos (a iniciativas suya he de reconocer) y de tanto en tanto nos besuqueábamos sin pudor, cual colegiados hechizados...

Corramos un tupido velo, otorgando la noche al recato de los amantes, no sin reseñar que las parejas recalaron en la discoteca El Pirata, del Grao, lugar donde la bella Olga vivía en una casita de pescadores, antaño de sus padres, que ella compartiera con su ex, en los primeros años de un matrimonio acabado al extinguirse la chispa que lo unía.

Y aquí desiste de la entrega este narrador, por no desvelar intimidades que en nada contribuirían a enriquecer esta larga semblanza culinaria en lo esencial, para retomarla el domingo en que finiquitaré con la sin par paella valenciana.

Salud a tod@s