Morcín - Asturias

En los periódicos de estos días de atrás se publicó que la infanta Cristina ponía su firma en los papeles del inmenso fraude de Nos sin fijarse en lo que firmaba, lo que en la sabiduría popular se conoce como firmar en barbecho.
Con esa desatención del elementalísimo deber de prestar atención a lo que se firma, pretende Doña Cristina justificar que nada tenía que ver en el cuidadoso entramado para hacerse con muchísimo dinero en compañía de su amado esposo, en quien, por amor, como ya dijeron hace tiempo sus abogados, confiaba ciegamente. El mismo amor que, sin embargo, no libró a otras parejas de enamorados de ser perseguidos por la policía y, por ejemplo en el caso de Bonnie ad Clyde, acribillarles a balazos sin entretenerse en dar explicaciones.
La infanta no sabía y no preguntaba por qué firmaba aquellos papeles, pero convenía que ofreciera alguna explicación sobre la cantidad de dinero que entraba en su casa y que entre ella, tan enamorada, y su marido gastaban a raudales. ¿Se imaginaría acaso que toda aquella pasta venía llovida del cielo?.

Lo del amor y lo de firmar sin saber lo que se firmaba son disculpas muy pobres que dejan en ridículo a quien las emplea. El asunto es muy serio y las disculpas que se dan parecen cosa de niños o de gente con muy pocos conocimientos y sentido común. Se ve que no se puede decir algo más serio para tratar de que no se le aplique la ley, que se debe aplicar a todos por igual.