Morcín - Asturias

Allá por el mes de abril comentaba yo que el juez Castro había empapelado a la princesa y que el fiscal había recurrido el auto de imputación.
Ahora, después de que aquel auto fuera revocado, de nuevo el juez Castro empapela a la princesa y necesita escribir 227 folios para que no le digan que no hay indicios suficientes para sostener la imputación.
Si fuera verdad eso de que los españoles somos iguales ante la ley, ¿serían necesarios tantos folios, tantos argumentos, tantos detalles, tantas horas de trabajo para imputar a cualquier ciudadano de los de a pié?. Pues yo creo que no, es más, afirmo que no suele suceder así, y que los asuntos de los que no tenemos sangre azul se despachan sin tanto aparato argumental.
Está claro que el juez Castro hizo un esfuerzo inusual para fundamentar la imputación, nada menos que 227 páginas, pero…, ¿por qué?, pues probablemente porque teme que la Audiencia eche, una vez más, un capote a la princesa para librarla de aquello de lo que a un ciudadano cualquiera “no lo libraría ni Dios”
Ahí tenemos un indicio suficiente de que no todos recibimos el mismo trato, y que tenía razón mi amigo cuando me dijo, como ya comenté en su día, que “ante la ley no somos todos iguales, sino, más bien, parecidos.”
Bien por el juez Castro, a ver si es verdad eso de que “el que la sigue la consigue” y nos vamos pareciendo más unos a otros ante la ley.

Ahora que los abogados de la princesa ven tan pocas posibilidades de que prospere el recurso contra el trabajadísimo auto del juez Castro y deciden no recurrirlo, nos queda por saber qué es lo que hará el fiscal.
Probablemente, puesto que la princesa no recurre, el fiscal tampoco recurrirá, porque no se trata de velar por la aplicación de la ley sino más bien de hacer lo que convenga a la princesa. Si recurre, a recurrir también, pero si no recurre, pues “a dejalo pa prau”. Nada, que no hay manera de se vea por algún sitio eso de que “ante la ley somos todos iguales”.

Lo previsto, ni el fiscal ni el abogado del Estado recurren el segundo auto de imputación de la princesa. Esto sería normal si no hubieran recurrido el anterior auto del juez Castro, cuando también recurrieron los abogados de la imputada, pero tal como se van desarrollando los acontecimientos creo que se les ve la oreja del trato de favor.
Si, porque todos van cogidos de la mano. Si los abogados de la princesa recurren también recurren el fiscal y el abogado del Estado, pero si no recuren los abogados de Doña Cristina, ellos tampoco lo hacen.
Habrá quien nos quiera hacer creer que esto es normal, pues no, no lo es, si no se tratara de la princesa seguro que no todos coincidirian en ver las cosas de la misma forma, pero tanta coincidencia en este asunto, ¿alguien cree que es pura casualidad?.

El fiscal no recurrió la imputación de la princesa porque los abogados de ésta no lo hicieron, pero en un sorprendente escrito se revuelve contra el juez Castro, le acusa de apoyarse en teorías conspirativas, y solicita la práctica de pruebas buscando la exculpación de La Imputada, (escribo La Imputada como mayúscula para distinguir a la hija de el rey de los demás imputados, porque va quedando muy claro que no todos son iguales).
Vistos los ímprobos esfuerzos del fiscal, buscando y rebuscando la forma de ayudar a La Imputada, bien podría ésta prescindir de sus abogados que, a no ser el ridículo argumento del amor (cuando vi por la tele a aquel abogado decir tales tonterías sentí vergüeza ajena), poco o nada están aportando en su defensa, porque ya se encarga el tenaz fiscal de hacer ese trabajo, y así se ahorraría unos cuantiosos honorarios que, a la postre, vamos a tener que pagar nosotros.

UN REPROCHE AL JUEZ CASTRO
Es sabido que importa mucho no sólo lo que se dice sino cómo se dice, y que los gestos de quien habla ayudan a comprender lo que se dijo, lo que no se dijo, lo que se quiso decir y lo que quiso ocultar.
Por otra parte, dado que los pronunciamientos de los jueces quedan muchas veces sujetos a revisión por un órgano jurisdiccional superior, importa, y mucho, que ese órgano pueda disponer de todos los elementos de juicio que manejó el juez cuya decisión es objeto de recurso.
Pues bien, según lo decidido por el juez Castro, lo que diga la princesa quedará grabado, pero nada más que lo que diga, es decir, en audio, pero no habrá video, y, en consecuencia, no quedará constancia de cómo lo dijo, de los gestos, de la firmeza o indecisión al contestar y, en fin, del completo panorama del interrogatorio, lo que significará que el órgano jurisdiccional que haya de resolver un eventual recurso no podrá disponer de tan importantes elementos interpretativos de las respuestas de la imputada.
¿Y todo esto por qué?, pues se dice que para que no se de publicidad a las imágenes de la princesa sometida al evidente mal trago del interrogatorio. Pero, ¿es que en los demás interrogatorios no se corre el mismo riesgo de publicidad indeseada?.
Nada, que eso de que todos somos iguales ante la ley parece un cuento chino.

NO HABLABAN DE NEGOCIOS.
Yo creo que es verdad que la princesa y el Hun-no-se-qué-garín no hablaban de negocios, si entendemos por negocio la entrega de productos o servicios a cambio de dinero.
Ellos no entregaban nada, simplemente obtenían dinero así por la cara, de tal forma que de lo que hablarían sería de cómo hacer trampas, de cómo cometer fraudes, de cómo engañar a los que pagaban y la Hacienda Pública, de cómo procurar que no se notara, … etc. etc.
¡Unos pájaros de cuidado!, aunque la Cristina, y para más INRI uno de sus abogados, nos digan que todo era cosa de tortolitos enamorados.