Morcín - Asturias

Esta mañana me enteré de la triste noticia. Estaba yo con un amigo común que inmediatamente antes me había dicho que Luis se encontraba bastante mal, cuando le llamaron por teléfono desde Gijón para decirle que había muerto.
Era Luis un hombre íntegro, un luchador incansable que tenía muy claro que el camino de la lucha por las libertades, para mejorar las condiciones de trabajo, y por los derechos de los más desfavorecidos estaba plagado de sacrificios, fueron muchos años de nadar contra corriente pero Luis nunca se echó atrás, nunca titubeo y nunca se quejó.
Asumió con gran entereza las consecuencias de su rebelión contra la injusticia y encajó imperturbable los sinsabores de tanta lucha. No se le conoció un mal gesto, una reacción brusca, ni una respuesta destemplada, y permanecerá en mi recuerdo esa sonrisa suya entre pícara y de niño bueno que rezumaba ternura.
Era tierno pero no blando, valiente, pero no temerario, y serio pero no triste, y sabía ser enérgico cuando, como siempre ocurría, defendía la razón y la justicia.
Hacía mucho tiempo que nos conocíamos y aunque en estos últimos años apenas lo había visto, sabía que tenía su salud seriamente quebrantada. Hoy llegó el triste desenlace, se nos fue un hombre del que se debe decir, parodiando a Machado, que era en el buen sentido de la palabra, bueno.
Amigo Luis, Bertolt Brecht hizo un buen retrato tuyo cuando escribió “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores, Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida, esos son imprescindibles”. Luís, eras de los imprescindibles y ya no estás, pero nos queda el recuerdo de tu comportamiento ejemplar en ese ring de la lucha por todo lo bueno en el que fuiste todo un campeón, tu, un buen aficionado al boxeo.
A Beni, a tus hijos y a todos tus familiares mi más sentido pésame, y a los demás, entre los que me incluyo, el consejo de que sigamos tu ejemplo.

Los Amigos de Luis Redondo

Muchos, muchísimos, fuimos los que despedimos a Luis Redondo anteayer en la Casa Sindical y ayer en el Tanatorio.
La calidad moral de fallecido quedó reconocida ampliamente por los muchos que nos acercamos a darle el adiós. Muchos y muy distintos, gentes de todo tipo que, conociendo a Luis, teníamos un denominador común, reconocer con nuestra presencia en su despedida lo extraordinario de su honradez, de su entrega, de su capacidad de lucha y sacrificio y, por decirlo resumidamente, de su hombría de bien.
Entre todo lo que se dijo de Luis, que fué mucho y muy bueno, como no podía ser de otra forma, quiero destacar lo que Artemio, fiel amigo de Luis y compañero de trabajo, de lucha y de cárcel, refirió respecto a una de sus estancias en la cárcel, esta vez sin la compañía de Luis.
Con anterioridad habían estado presos Artemio y Luis, y coincidieron allí con un grupo de gitanos con los que Luis, por su carácter abierto y amigo de ayudar, rápidamente entabló relación y, como siempre hacía con todo el mundo, los ayudó en lo que pudo.
Algún tiempo después volvió Artemio a dar con sus huesos en la cárcel, y al ocupar la celda a la que fué destinado se encontró allí con algunos paquetes de comida (el rancho de la cárcel era entonces muy malo) y sobre esos paquetes un letrero que decía “DE LOS GITANOS AMIGOS DE DON LUIS”.
Recordaban a Artemio como compañero de Luis y para honrar a Luis, Don Luis, regalaron a Artemio lo mejor que tenían y que, ciertamente, se necesitaba en la cárcel.
Gracias, Artemio, por contarnos ese suceso, que refleja refleja muy bien quien era Luis y como se le apreciaba.
Descanse en paz su cuerpo, que su espíritu permanecerá vivo entre nosostros sirviéndonos como ejemplo a seguir.