"Coses míes" " SÍ LLEGO A LOS 100,ME MORIRÉ CON EL PURO EN LA BOCA" . Bueno, es como hay que morirse. Con un puro en la boca y una burla linda en los labios, que decía Borges. Lo que ocurre es que lo de la burla es más difícil de controlar. A lo mejor en el momento no te sale nada. Mirar a Cela. Viva Iria Flavia, dicen que dijo. Que está bien, vaya, pero que no es lo que uno esperaría. Uno esperaría La familia de Pascual Duarte, pero en última frase, digamos. Yo, señor, no soy malo, y todo eso. Uno esperaría a William Masterson, ayudante de Wyatt Earp, que se extendió: "Yo he sacado en limpio que todos nosotros recibimos en nuestra vida la misma porción de hielo: los ricos, en verano; los pobres, en invierno". Uno esperaría a Dorothy Parker, que se desesperaba: "Quiero que me digas ahora la verdad: ¿le he gustado realmente a Hemingway?". Uno esperaría, en fin, al actor Luis Cuenca: "Nos vamos a la mierda". El puro lo que tiene, como cosa en la boca para el último momento, es que está ahí. Tan bueno como lo compres. Yo hace tiempo que decidí que si llego a los 100 años, vuelvo a fumar y a hacer puenting. Lo mismo hasta me hago socio del Atlético de Madrid. Actividades de riesgo. Para lo que me quedará en el convento, etcétera. Dispensando. La verdad, morir con un puro en la boca, como Clemente dijo que moriría con las botas puestas, aunque después llegó al Camp Nou y se descalzó y ni patapún pa’rriba, ni pa’bajo, ni nada. "La próxima será el entierro, al que, por cierto, no quiero que vaya nadie". Y hombre, no sé yo. No sé si esto se arreglará. Yo creo que el entierro va a estar hasta los topes, aun confiando en que tarde. Uno no es presidente de NADA, ni intelectual de primera hora ,ni inventor, pongamos un poner, impunemente. Uno, impunemente, no puede ni bajar al bar, que te saludan. ¿Cómo vas a morirte sin que se note? Uno se muere y la gente se entera y va al entierro. Es lo que hay. Morirse es perder la vida y un montón de derechos fundamentales, además, y lo primero que pierdes es a que te escuchen. Por eso también lo de fumarse el puro, que es como decir ahí os quedáis con vuestras vueltas alrededor del sol y vuestro propio eje y vuestras tonterías. Lo lógico. En Smoke, la película, Wayne Wang y Paul Auster hablaban de Walter Raleigh, el tipo que introdujo el tabaco en Inglaterra y que pesaba el humo un poco como el médico norteamericano Duncan MacDougall llegó a pesar el alma: restando. Si un cadáver pesa menos que un segundo antes de ser tal, el alma es la diferencia, o sea, 21 gramos. Si un cigarro fumado y su ceniza pesan menos que el cigarro a estrenar, lo que falta, por lógica, es el humo. Pues con la importancia igual. Nos pondremos a pesarla cuando falte. |