Soñar... Hoy me decía un amigo que debía, que tenía que parar. Lo sé... pero quizás es el vértigo de pensar que parar es morirse un poco... me queda aún tanto por hacer... tengo tan poco tiempo. Me paro, miro para mí misma y para tantas y tantos otros como yo, que a nuestra edad, seguimos trabajando como si nos fuera la vida en ello, y pienso que realmente esa vida se nos va. Porque la dejamos por el camino; nos dejamos las risas, las charlas, el disfrutar del descanso, de la paz, en una vorágine de trabajo que nos lleva a tener más y más cosas que luego nunca puedes disfrutar. Pero me digo que aún necesito ayudar a mucha gente, estudiar, aprender algo nuevo cada día, despertarme con la ilusión de tener un nuevo proyecto, algo distinto. Lo necesito para ser yo. No podría parar de hacer lo que hago, no podría dejar de correr para darle una sorpresa a alguien, aunque eso me lleve al borde del infarto, no podría decir que no a una madre que llora al otro lado del teléfono, no sé negarme a un reto profesional, porque me llena de adrenalina y la necesito para vivir, no podría dejar de involucrarme en los problemas de los pacientes porque aunque sé que no debo hacerlo, no puedo evitarlo. Como no puedo dejar de tener esta maldita empatía que me hace, y por Dios que no quisiera, sentir todo lo que sienten los demás, como una especie de maldición... no sé cómo hacerlo, pero también sé que me estoy dejando la vida en esto. Estoy metida, como muchos de ustedes, en una rueda que sé hacer que paren los demás cuando se sientan delante de mí, en la consulta, pero que no puedo parar para mí misma... y es una rueda que gira demasiado deprisa, que me marea, que me aturde, que a veces me hace perder la ilusión por todo y por todos. Son sólo momentos, porque al minuto una fuerza, que no sé de donde sale, me hace levantarme y pensar que ha sido un mal día, que puedo, que debo seguir, que ya pararé, que habrá tiempo para todo, que aún me quedan sueños por cumplir... Quiero aún hacer muchas, muchas cosas: disfrutar de mi familia; viajar; escribir mi famoso libro; irme lejos para hacer algo útil; reencontrarme ahora que los hijos se van, con su padre, volver a sentirnos como antes, como cuando sólo éramos dos. Necesito aún esa fuerza para seguir soñando... es lo que me mantiene viva. Alguien a quien adoro me dijo el otro día que tuviera miedo con lo que sueño, porque se puede cumplir. Me ha hecho pensar; le he contestado que tenía razón. Que la mayoría de mis sueños se han cumplido, que sólo se ha frustrado uno que tendría justo ahora 11 años, pero que aún espero por otros muchos, los que más me importan, lo que realmente me está moviendo ahora: esas risas, biberones y cunas, hijos, yerno, nueras, familia, lo único importante en mi vida... que sólo lucho para que llenen de alegría esta casa en la que como en mi alma, siempre, siempre cabrán todos, absolutamente todos, y que hasta que eso llegue, ahora tengo fuerzas y quiero seguir. Que le juro que pararé, y seré feliz, que daré gracias como las doy hoy... pero también le he dicho, porque él y todos los que me conocen lo saben, que no olviden que el día que deje de soñar, estaré muerta. ISABEL MENÉNDEZ BENAVENTE PSICÓLOGA La Nueva España 13-12-2008
|