Fútbol SOLILOQUIOS DE UN HOMBRE AGOBIADO POR SU MUJER Y SU JEFE. <<Las madres se promocionan muy bien, no me digas que no. Les recuerdan a diario a sus hijos que les deben la vida, que los llevaron durante nueve meses dentro de ellas, que cambiaron todas sus prioridades para poder educarlos como Dios manda. A nosotros, los padres mal promocionados, nos regalan corbatas que no hacen juego con nada, tabaco que no fumamos o colonia barata. Parezco resentido, ¿verdad? Lo estoy. No es uno de mis mejores días. Tampoco de los peores. Me ha reñido mi jefe por tercera vez en este mes y no me afectaría si no fuera porque en esta ocasión sí tiene razón. Eso no lo exime de ser un im y bé y cil, pero los im y bé y ciles también pueden tener razón. Incluso mi mujer puede tenerla, aunque nunca se la daré. Hasta ahí podíamos llegar. Después de 30 años juntos, de los cuales sólo se pueden salvar los tres primeros, y eso siendo generosos y mirando hacia otro lado en muchas cosas, no me queda más remedio que protegerme con una doble capa de ... de ... de ... ¿cinismo? No es exactamente eso, pero, demonios, yo no soy escritor, ni ganas, porque si todos son como el mentecato de mi primo Luis, habría que meterlos en una caja sellada rumbo a Tanzania. ¿Seguirá llamándose Tanzania? De crío, yo decía siempre Tarzania, qué tiempos, estaba enamorado de Jane, la primera Jane la que luego sería madre de Mia Farrow, esa petarda a la que admira mi mujer. No coincidimos ni en eso. El recuerdo de Tarzán tiene su razón de ser. Mi mujer, de joven, se parecía a aquella actriz. Ahora se parece a Movy Dick. Hoy cumple 54 años y mis hijos la han colmado de regalos. La adoran. Yo cumplí 60 hace un mes y me obsequiaron con una bufanda horrorosa y (me da vergüenza decirlo) dos pares de calzoncillos es-pan-to-sos. Eso las chicas, porque el varón ni me felicitó. Se le pasó. Claro, está tan ocupado.... Es todo un potentado, y bien que me lo restriega mi mujer cuando puede. Menos mal que no salió a tí en nada, me disparó a bocajarro en los estertores de nuestra última discusión. Me dolió tanto que por primera vez en muchos años tragué la última palabra y huí al bar de la esquina. Estaba lleno y todas las miradas estaban clavadas en el fútbol de la televisión gigante. Me sentía tan solo que me hice del equipo ganador para vociferar como si me fuera la vida en ello.>> TINO PERTIERRA La Nueva España 27-10-2008
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