Soledades "No me da miedo el final, lo único que temo es que mi vida no tenga un comienzo que valga la pena. No quiero ser una de esas personas, una de esas miles de personas, que pasan por el mundo sin dejar huellas dignas de ser seguidas por otros, que no aportan a su fugaz existencia algo más que respiración y latidos. Me niego a convertirme en uno de esos seres, uno de esos millones de seres, que llena de vanidad y prepotencia los huecos que hay en su interior, olvidando que, concluida la partida, tanto los poderosos reyes como los sufridos peones acaban en la misma caja. Muy cerca unos de los otros y sin rangos que los distingan. No me da la gana llegar a ser otro fiscal que presta más atención a las sombras del prójimo que a las suyas, con un ardor justiciero digno de peor causa. Como dicen los chinos, prefiero pensar en mis errores la primera parte de la noche, cuando estoy despierto, y pensar en los de los otros en la segunda parte. Dormido. Sin grilletes que poner ni sentencias que dictar. Ya no me cabe la menor duda de que aprender a vivir es un trabajo largo y solitario, muy duro y constante, porque se da la curiosa y llamativa circunstancia de que primero nos examinan y luego nos enseñan las lecciones que deberíamos aprender cuando las desconocemos. Ironías del desatino al que nos vemos abocados desde que salimos a la luz pública. En ese volcán donde se funden los fracasos y los éxitos para formar una misma lava de sabiduría, donde el lamento y la risa están hechos del mismo material, lo más justo con la injusticia que nos acecha es darle la espalda al miedo y la desesperación, y dejar de quejarse porque las rosas tienen espinas, porque, en realidad, y aunque te parezca mentira, son las espinas las que poseen a las rosas, y con ellas dan sentido a una existencia que, de no ser así, se limitaría a germinar miedo y desconfianza. Por todo ello me refugio en el campo abierto de los sentidos siempre en estado de alerta, de las emociones que no temen a las alambradas, de sentimientos en los que no tiene cabida la huida. No me asusta tirarme a la piscina sin comprobar antes si hay agua; el vuelo hacia la incertidumbre se me antoja esplendoroso. Y no renuncio a levantarme cuantas veces sea necesario aunque me deje la vida en el empeño. Defiendo con uñas y dientes mi vulnerabilidad; me protege contra cualquier tentación de sentirme poderoso. Los demás no tienen para herirme la mitad de fuerzas que yo tengo para abrirme en canal. Sin sufrimiento no hay placer, sin sombras la luz no existe. Vago por el mundo a la espera de que otras soledades me saluden, nos reconozcamos, compartamos pisadas. No sé cómo son, ni de dónde vienen, pero sé que vamos al mismo sitio, aunque ignoremos dónde está." Tino Pertierra La Nueva España 14-10-08
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