Los molinos No podía faltar una referencia a nuestros molinos, donde, al amparo de la noche y del río, bajo la excusa de moler sus granos, la mocedad se dedicaba a la práctica amatoria. Durante siglos, fué el escenario ideal de nuestra lírica de amor: Los molinos no son casa, porque están por los regueros, son cuartitos retirados para los mozos solteros. Tengo de ir al molino, al molino con las mozas y tengo de maquilar una de las más hermosas. Molinero, molinero, no vengas de noche a verme, que estoy sola en el molino y nos murmura la gente. Qué guapo es el molino, rueda que rueda; pero ye mucho más guapa la molinera. La montera de terciopelo ya la llevas acabada, por ir de noche al molino y volver a la mañana. Vengo de moler, morena, de los molinos de arriba, dormí con la molinera, no me cobró la maquila. Si quieres que te corteje, molinera de Sevares, si quieres que te corteje tienes que olvidar a quien sabes. Estoy ronca y arronquecida, arronquecí en el molino, no sé si fué la parola o el serenito del río. La molinera trae corales, el molineru corbatín y la fía perendengues; todo sale del molín. Vente conmigo al molino, serás la mió molinera; echarás la escanda arriba mientras yo pico la rueda.
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