Una Historia de Gatos (*) UNA HISTORIA DE GATOS(*) Solían reunirse en un lugar secreto, aunque hacía tiempo que ya no lo hacían, dado que las decisiones del jefe eran consideradas inapelables y con valor de ley. Hoy, nadie se lo explica, lo hacían para debatir sobre el descontento que los gatos bajo su mandato, que eran todos los del barrio, estaban mostrando por sus medidas. Es verdad que desde algún tiempo les parecía que las cosas no las estaban haciendo bien. Sus conciudadanos felinos estaban mostrando la artesa por tener que soportar sus promesas incumplidas, especialmente las que hacían referencia a aquellas promesas sobre la abundancia de lugares de caza de ratones y de la que ya no les tendrían que entregar parte de las piezas cazadas por ser protegidos por los 9 elegidos, al fin. Fuere como fuere, el poderoso y sañudo jefe del grupo, les convocó en el lugar acostumbrado. Unos minutos antes de la convocatoria, todos sentados, esperaban con impaciencia que éste viniera para que les explicara el motivo de la reunión. Alguien por bajini, pues el temor a las malhumoradas del jefe eran temidas por todos, dijo a su compañero más próximo que todavía no había vuelto de Vigilamar, en donde cuidaba pescados ajenos, por ser este lugar cercano al mar. Por fin llegó y, sin más preámbulo, dijo: -Todos sabemos que aquellos que nos nombraron para que les protegiéramos de roedores indeseables y alimañas grorescas, están recibiendo bastante mal que ahora les pidamos una parte mayor de las presas que consiguen en sus cazas o que hayan comprobado que casi nada de lo que les prometimos cumplamos o que hayamos suprimido el lugar de aprendizaje de los gatos que no supieron aprovechar su tiempo cuando lo debían. Los desagradecidos estos no llegan a comprender definitivamente que los culpables fueron los otros, los que conseguimos expulsar con la ayuda de nuestros amigos y el maullido casi unánime de todos los que ahora nos exigen cumplir con las promesas que les hicimos. La redondez de las caras de la gatada presente, se alargaba levemente para enviar al temido jefe una rotunda afirmación a todo lo que acababa de exponer. Entonces tomó la palabra el aparentemente afable gato encargado de la despensa que, dada su equivalencia con el jefe y sin necesidad por ello de pedir la palabra, dijo: -Pues deberían entenderlo, por eso yo insisto siempre que tengo ocasión, en que mi predecesor en las funciones que ahora desempeño con tanta eficacia, como es costumbre mía y según me enseñaron en mi sagrada escuela, debería pedir perdón por haber dejado la despensa del barrio como la dejó, que ni telarañas quedaban en ella. No me atrevo a indicar, por si recibiera alguna zarpada indeseada, que hubo una minina, de ojos pícaros que hizo un silencioso comentario sobre estas palabras, indicando que el hablante se habría hecho un gran favor no diciendo tal, pues todos sabíamos, dijo, como había dejado la que le mandaron cuidar en Valencia. La expresión del jefe se mostró totalmente neutra ante las palabras del recaudador. Cogió de nuevo la palabra para continuar en su discurso: Todos debemos saber y eso es lo que debéis decir a todos los gatos de la barriada, que ahora, la parte que nos corresponde por cada presa cogida por ellos no la podemos disminuir. Tenemos compromisos, debéis de decirlo así, que debemos cumplir. Contadles, igualmente, que ya se vería para el próximo año, la creencia en esa promesa esperanzadora les consolará. Pero, prosiguió, dada la situación actual, algo debemos hacer para mejorar nuestra imagen y para evitar que sus quejas en contra nuestra aumenten y, por lo tanto, empiecen a pensar en desaprobarnos como sus vigilantes futuros. Lo que hacemos mejor para distraerles, lo sabemos todos, es organizar actos deportivos y festeros. Pero mientras llegan la Gran Fiesta del Gato Mayor, ¿Qué hacemos? ¡Todavía falta mucho tiempo y algo debemos hacer. Por ellos, hemos hablado la que cuida de la alegría de nuestros protegidos y yo del problema y ella os indicará las decisión tomada para mejorar nuestra imagen. La pertinaz gata que desde siempre ha conseguido ser elegida entre las buenas, bien acomodada en su bien ganado rincón de la cueva, pidió la palabra para decir: -La Gran Fiesta del Gato Mayor, queda todavía lejanas y este año van a coincidir con la exigencia de que nos tienen que dar más parte de su caza. No obstante, ya las planificaremos tan divertidas para que en ellas, nuestros ronroneadores vecinos se olviden, si fuera posible, hasta de comer- por supuesto tomarme esto como una broma-aclaró con una espesa sonrisa-. Pero, hasta que lleguen esos días de alegría compartida y olvido, debemos hacer algo para que empiecen a distraerse ya, para que se rían, se diviertan. -¿Por qué no hacemos una especie de cucaña poniendo una sardina como señuelo? ¡Todos sabemos lo que a todos nos gusta la sardina! ¡Debemos prometer, insistió el voluntarioso gato, que no la vamos a coger nosotros! Ja,ja,ja,ja,.. Al feje, hay quien dice, que tuvo que reprimirse para contener el filo de las uñas de la garra derecha. El resto, siguió acurrucado como lo estaba hasta entonces. -El Jefe, mirando a la gata encargada de disimular el pánico propio con alegrías ajenas, le dijo, explica cómo conseguirlo. -Como las Del Gran Gato- prosiguió-que es nuestra especialidad, están todavía lejanas y realizar sesiones de risoterapia casa por casa para todos los gatos protegidos por nuestros es imposible, habiamos pensado en programar actos públicos de humor-no impartidos por nosotros, claro, en lugares públicos y muy transitados para que todo el barrio bajo nuestro control se olvide de lo esencial y ría porque la vida es bella! -Perdona, pero eso costará demasiado dinero y estamos diciéndoles a todos que no tenemos y además, recordemos el coñazo que dimos con el catering de los otros. Para que el Jeje no le marcara el ocico de un zarpazo, el ocurrente tuvo que ser apartado por su compañero y amigo. Al gato encargado de la despensa, sin necesidad de pedir permiso para hablar- como era costumbre en él, dijo: -Me parece buena idea, y ya arreglaremos para que los costos del acto se diluyan en otros eventos y hasta podríamos decir en la prensa que ha sido a coste cero. Al jefe no le gustó que el encargado de la despensa se adelantara a él en la apreciación a la propuesta de la encargada de fiestas gatunas. Se dice que los deseos del encargado de la despensa por convertirse en el jefe son clara y notorias, aunque hay quien opina que mientras éste tenga despensa segura y abundante en la sede mayor de gatos privilegiados, no luchará cuerpo a cuerpo por ser jefe de la pequeña colonia local. Volviendo al tema. -Muy bien, apostillaron los demás, menos el que todavía estaba haciendo esfuerzos para hacer desaparecer el amargor de su saliva por la imprudencia cometida. Este calló definitivamente. La promotora de la idea, prosiguió diciendo, que había pensado en traer a dos graciosos veteranos gatos humoristas- a los que ahora se les llama dialoguistas-que en día festivo y en el lugar más conocido y concurrido del barrio, con sus divertidas y graciosas historias sobre ratones conseguirán divertirnos y especialmente a nuestros protegidos, con lo que conseguiremos que se olviden de cómo lo están pasando. -¡Bien! Vamos a poner en práctica esa idea y si resulta positiva, proseguiremos con actos de ese tipo. Lo que necesita esta manada de gatos es pensar menos y divertirse más y para eso estamos nosotros aquí. Todos los presentes afirmaron con su la cabeza, al tiempo que sonreían por las palabras de su Jefe. Alguien levantó la mano para hacer una pregunta a la concejala de fiestas. -La idea de estos actos es que se enteren nuestros protegidos que estamos haciendo cosas buenas por ellos, que se diviertan, que se rían, que se olviden…Pero digo yo, si este acto se realiza, como dices en el monumento conocido como el Gran Arco y vienen a él pocos gatos de barrio y, si como viene siendo costumbre, a esas horas se prohíbe alrededor de él el paso a gatos motorizados por esa zona, ¿No corremos el riesgo de que se enteren pocos de este acto tan importante para ellos? -Lo tenemos todo pensado: ese día no se cierra el tráfico. Contestó la hermosa gata encargada de hacer reír. -¡Genial idea y solución! Concluyó el Jefe. Dado que el tiempo es oro aquí y fuera de aquí, dijo el presidente, vamos a terminar dejando para otra reunión la explicación que debe darnos el veloz gato de deportes sobre los motivos del por qué un buen micifuz ajeno a este grupo, pero gran amigo y defensor nuestro, le haya puesto en entredicho en diversos lugares de barrio. Todos miraron al susodicho, como esperando respuesta, pero al levantarse el presidente para irse, consideraron que la reunión había terminado. (*)Todo parecido con la realidad es pura realidad. Lasvisitadoras |