La demagogia, uno de los peores argumentos Una buena línea política o una línea política que se ha elegido en función de una ideología, puede perder toda credibilidad si para justificarla se aplica permanentemente la demagogia. Tampoco parece ser la demagogia la práctica más adecuada en estos tiempos de crisis en que la pura realidad se da de bruces con la vida diaria de miles de ciudadanos, porque su reacción puede ser lógicamente mucho más airada. Los políticos que la utilizan de forma habitual quedan desacreditados y también su trabajo, por mucho que este resulte coherente con sus principios e incluso con una forma recta de dirigir el destino de una comunidad. A la demagogia se suele unir un estilo radical de hacer política ya que, ambos modelos, han surtido efecto en el pasado para derribar gobiernos. Es parte de nuestra cultura política. Sin embargo, ese modelo basado en la confrontación permanente, como si nunca fuera posible el diálogo entre los bloques, debería replantearse si realmente se pensara en el futuro de los comunidad, de los ciudadanos y de España. Si el Partido Popular tiene la convicción absoluta de que la única opción para enderezar nuestra economía es el recorte llevado hasta las últimas consecuencias debe tratar de explicarlo a los ciudadanos y llevar a cabo sus medidas. Sin demagogia. Y es demagogia decir, como dijo el diputado del PP en las Cortes, Carlos Velázquez, que se pueden construir siete hospitales con los libros de El Quijote o la propaganda institucional almacenada en una nave por el anterior gobierno porque todos los gobiernos de todas las comunidades han realizado este tipo de propaganda, más en tiempos de bonanza económica, como atractivo turístico o difusión de la cultura de la comunidad. Y porque resultaría de fábula poder construir y mantener no siete sino un solo hospital con semejante alijo encontrado en la nave. El diputado socialista en las Cortes, Jose Manuel Caballero, contestó a propósito con más demagogia y así lo reconoció de antemano, para dejar patente una forma de hacer política, y dijo que con la seguridad del cigarral de Cospedal en Toledo podrían pagarse 10 médicos y así hasta el infinito, la demagogia del presidente de las Cortes obligándole a abandonar el salón de plenos cuando él mismo y sus compañeros, hoy en el gobierno del PP, organizaron algaradas y manifestaciones con pancartas entre los escaños y abandonaron el salón de plenos en ocho ocasiones y nunca fueron expulsados. La clase política queda en entredicho cuando se filtran algunos de sus argumentarios como el que se ha conocido, elaborado por el Partido Popular, sobre el posible impacto que podría tener en la opinión pública o la ciudadanía la eliminación de escuelas rurales unitarias en la región que significaría en muchos casos que niños de tres años tuvieran que viajar 40 kilómetros cada dia. En ese argumentario que se ha filtrado a una agencia de prensa, creado por expertos del PP en comunicación sobre lo que deben decir o argumentar sus políticos para justificar una decisión, se dice textualmente: "si finalmente se viesen "abocados" al cierre de estas escuelas, "habría que repetir, 1.000 veces, si es necesario, que la anterior administración puso en riesgo de desaparición estas escuelas debido al gasto sin control y las facturas sin pagar que dejaron en los cajones". Un argumento, utilizado para no perder votos o popularidad, pierde todo su peso y su eficacia cuando se utiliza como disculpa. La demagogia se puede convertir en el peor desgaste de un gobierno y una oposición y más en estos momentos de grave crisis económica y social. Y ya va llegando la hora de que los argumentarios políticos vayan destinados a cómo mejorar la vida y la situación de los ciudadanos en vez de devanarse los sesos para conseguir que la verdad parezca ilusionismo o, dicho de otra forma, tratar de engañar permanentemente a la población. |