Mementos Mementos: Te digo amor Por encima del mármol A los seres queridos que ya no están con nosotros Del dolor de la muerte. La relativización, la temperancia, el desapego... son algunas cosas que, a cambio de juventud, nos van dando los años. Desde ellas, y llegado el momento, se puede razonar el dolor de la muerte, aceptando con serenidad que nada es del todo. Desde ese punto de vista, la muerte va del quebranto a la consunción, moderándose, escalonándose, soltando gravedad y sombra. De este modo podemos entenderla, pues la verticalidad, que es desgarro y precipicio, se va volviendo declive, que es ya sólo pesadumbre y distancia. Es decir, el sentimiento (amor-dolor), trasciende la exclusividad y se desbrava pero al mismo tiempo se expande y se universaliza. Ya no se ama a un ser, sino a una vida. Ya no duele un ser, sino una vida. Y la vida es el curso de los años, de las cosas: el espacio y el tiempo. Yo creo, además, que el dolor de la muerte es el desbordamiento, más o menos incontrolado, de la capacidad amorosa, y un amor de lustros jamás se desborda totalmente porque tiene mucho de arraigo y de poso: hogar, familia, paisaje, paisanaje... De ahí la racionalidad del dolor y de ahí también la panteización de la muerte, si así puede decirse; pues si bien es cierto que nada muere del todo, también es verdad que todo muere algo o, al menos, que todo es afectado algo de muerte. En cualquier caso, el concreto dolor que ha dado origen a este libro, devenido de una muerte concreta, se ha transformado en una lluvia ancha que cae del amor y va hacia el amor, que mana de la tierra y va hacia la tierra. Espero que en ella fructifique porque es ahí, abundando en el barro, sobre el lomo gozoso del paisaje, donde ha volcado sus bayas la memoria. Mariano Estrada Vázquez Te digo amor Te digo amor y estoy diciendo otoño: ocaso, lluvias, árboles desnudos... Y no me pesa el labio por decir amor y estar diciendo muerte. Amor y muerte, sí, pues digo consunción y surge un crisantemo. Y digo oscuridad o noche y estoy diciendo luz de madrugada... Te digo amor, te digo tierra, y acaso estoy diciendo eternidad o lirio. Por encima del mármol Por encima del mármol, que responde a la causa del dolor con un eterno frío, sobresale la íntima belleza de este otoño triste. Y más que la nutrida humanidad o compartido leño en que el dolor se envuelve, me abruman las calladas esencias de esta antigua tierra: Esas hojas de roble, esos tonos maduros del castaño, ese brezo que incuba esplendores de miel y colorido, el humero feraz en que consiste el agua... A esas cosas respondo, porque esas cosas son, no el mármol, las cenizas más nobles donde pueda guardarse una memoria. Mementos Los altos cirios, las coronas nimbadas de los ángeles, las músicas de Bach y Palestrina, los trémulos sollozos, la oración, el negro catafalco... Van cayendo las hojas sobre el barro vencido del crepúsculo, en tanto que el dolor, entrecortado y lento, responde a un interludio de campanas gravitadas en muerte. Los mementos se agolpan en los labios callados de la piedra, y en el polvo desnudo de esta carne última que huye de la luz por torrenteras de ceniza. El grillo de las hojas adelgaza los cantos gregorianos y el hisopo rocía los barnices asépticos que cubren la memoria... Confines del otoño. "Requiem aeternam dona eis, Domine". La cruz, el mármol, los inciensos... Misereres de amor, sobrepellices de cera derretida, llantos, penas, crisantemos de luz y de granito... Como gotas de paz, como estertores ácidos de lluvia, van cayendo las hojas del dolor, las de la savia interferida, las que miran el barro desde un velo de luz desesperada. Mariano Estrada Vázquez www.mestrada.net Paisajes Literarios https://aisajes.blogcindario.com
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