Casa Blanca - Valladolid

Hoy, desbordado por tu amor, primero mi corazón y luego mi alma me empujan hacia ti. No encuentro más palabras de cariño que añadir a las que te he dicho, me alegra que los poetas se acuerden de los enamorados.
Estos versos me alzan hasta las nubes. Se me eriza el pelo sólo de pensar que los estás leyendo:

Alargaba la mano y te tocaba.
Tú mirabas la luz y la gavilla.
Eras luz y gavilla, plenitud
en ti misma, rotunda como el mundo.
Caricias no valían, ni cuchillos,
ni cálidas mareas. Tú, allí, a solas,
sonriente, apartada, eterna tú.
Y yo, eterno, apartado, sonriente,
remitiéndote pactos inservibles,
alianzas de cera.

Todo estuvo de nuestra parte, pero
cuál era nuestra parte, el punto
de coincidencia, el tacto
que pudo ser llamado sólo nuestro.

Una voz, en la calle, llama y otra
le responde. Dos manos se entrelazan.
Uno en otro, los labios se acomodan;
los cuerpos se acomodan. Abril, clásico,
se abate, emperador de los encuentros.
¿Esto era amor? La soledad no sabe
qué responder: persiste, tiembla, anhela
destruirse. Impaciente
se derrama en las manos ofrecidas.
Una voz en la calle....Cuánto olor,
cuánto escenario para nada. Miro
tus ojos. Yo miro los ojos tuyos;
tú, los míos: Esto se llama amor.

Tus ojos, tu sonrisa, tu boca, tus palabras llenas de dulzura.
Sé que me amas y yo te deseo a ti.