La Algaba - Sevilla

Ver para creer. Qué forma tan sumamente incuestionable de hacer el mayor de los ridículos. Hoy el Sevilla ha quedado retratado en Vallekas, sin duda. No se esperaba mucho de este equipo, todo hay que decirlo. Sobre todo por la forma tan tragicómica de caer derrotado en los últimos choques de liga. Pero hoy, el conjunto nervionense, ha dado otro golpe de tuerca a su afición. Y lo peor, con un revulsivo claro que llegaba para mermar un poco la sequía de los sevillistas: el repescado José Antonio Reyes.

Desde el minuto uno, sólo se ha visto jugar al Rayo. Sólo los franjirojos solicitaban el uso del esférico y por tanto, el peso del partido. De eso no cabe duda. Basta sólo el dato de la posesión del balón para darse cuenta de que el Sevilla es una miseria. A pesar del atropello que suelen propinar a sus rivales tipos como Navarro o Spahic, una vez más, el colegiado de la contienda, no ha sabido detener el juego brusco y abusivo de los sevillistas y curiosamente han terminado el encuentro con todos los personajes sobre el terreno de juego. Da igual, pues la justicia ha aparecido en el tapete vallecano para honrar a la humildad y al buen comportamiento técnico y táctico. Es por ello que de nuevo, por enésima vez durante los últimos tiempos, y para vergüenza de todo el sevillismo, la banda de Nervión ha salido cabizbaja del coliseo rayista.

Del partido de hoy pocas conclusiones se pueden sacar, salvo el merecido triunfo de los locales. Javi Varas sigue sin ver por dónde le llegan los balones. El portero de preferente, que cambió la tierra hace pocas fechas para probar las sensaciones del césped no artificial, ciertamente es un insulto al noble arte de la estirada. Un don nadie que se arrastra hacia las redes sólo para recoger pelotas que entran en su portería, y que camino va de igualarse con el chirigotero como uno de los peores cancerberos que han defendido los palos del Sevilla.

En cuanto a la defensa, dudo mucho que el mismísimo Amenábar pudiera alguna vez concretar un guión más terrorífico. Coke, que volvía a casa, quería al final del choque instalarse de nuevo en Madrid y abandonar la nave sevillista. Cuentan desde Vallekas que no quería subirse tras el partido al bus que transportaba a la expedición nervionense, y que aprovechando el mercado invernal, deseaba echar raíces de nuevo en el conjunto rayista. El propio Marcelino es el que a base de coces, arrimó a las puertas del autocar al lateral diestro, según testigos presenciales, aunque es verdad que si bien el técnico lo obligó, le susurró que también él también se sentía degradado al entrenar un equipo tan pobre como el Sevilla actual.

No mucho más alegres abandonaron el estadio los otros artífices de la derrota. Entre ellos el fabuloso guerrillero Sqd, que responde al apellido de Squillaci. Un personajillo que ni siquiera desea mostrar su apellido por miedo a que tras los partidos tan horrendos que protagoniza, su familia se sienta aún más humillada. Aunque para humillación, no hace falta irse más lejos que a la grada del estadio del centro comercial, al ver cómo su presidente es sentenciado a más de siete años de cárcel por irregularidades en la costa marbellí. Aunque se muestra confiado hacia afuera por la posibilidad de recurrir el veredicto del Tribunal, y se sigue paseando por la planta noble sevillista con el mismo rostro de perdonavidas que de costumbre, todos saben que sus días al frente de la entidad están más que contados. El hecho de simpatizar con Fuerza Nueva no podrá ayudarle, por más que añore tiempos pretéritos. Dicen que la justicia aunque lenta, debe ser implacable. Veremos qué pasa, aunque tiene muy mala pinta para el pedante y arrogante mandamás, por mucho que quiera ocultarlo. Su discurso es cierto que ha cambiado algo durante las últimas campañas, al ver cómo su equipo mendiga y se arrastra por todos los campos españoles. Pero aún queda mucho para que reconozca que no ha dado una a derechas durante el último lustro. Es cierto que el Sevilla ha sido siempre un club mediocre de media tabla, pero a pesar de todo, su afición no quiere seguir siendo el hazmerreir del balompié nacional.

Pero la derrota de hoy no sería tan amarga si no fuera porque hace pocos días se incorporó a la nómina del equipo sevillista uno de los baluartes de la cantera, como es el caso de Reyes. El utrerano, que se marchó por la puerta de atrás en otra de las nefastas gestiones de su presidente, ha sido reclutado de nuevo a la causa nervionense. Su debut con la elástica de sus comienzos no ha podido ser más aciago. Colocado a jugar por el centro, ni las vio durante la primera parte, y tuvo que ser sustituido en la segunda. Falta de ritmo ¿? Baja forma ¿? Quién sabe. Lo cierto es que el que dice sentir los colores como el que más y que abandonó el club desde el mismo momento que le propusieron salir del mismo para recorrer medio mundo sin éxito alguno, se ha estrenado en esta segunda etapa con el Sevilla con más pena que gloria y con un marcador desfavorable, por lo que el ex del Arsenal, Real Madrid y Atlético de Madrid (y recordemos, sin notoriedad en ninguno de los clubes que pisó) tiene aspecto de ser un despropósito más que no hace sino engordar la larga lista de errores del Sevilla. Dicen que segundas partes no fueron buenas, pero cuando se trata además de futbolistas vulgares que han recorrido muchos clubes buscando fama y no lo han conseguido, no hace falta tirar de refranero para darse cuenta de que de nuevo, esta contratación, es una auténtica ruina. Tres millones de euros más tirados a la basura. Alguien ha visto algo más mezquino que la parcela técnica de este equipo ¿?

El resultado es el de siempre. Una afición rota, hundida, vilipendiada, ultrajada, despreciada, frustrada y deshilachada por las derrotas y el juego del Sevilla. Una pena. Y aún queda mucha liga. A estas alturas, todos los aficionados creen que el objetivo es la salvación. Veremos si se consigue.