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España > Sevilla > La Algaba
10-02-14 20:08 #11854235
Por:JLR.

La guerra ¿Qué guerra?
Olivia Carballar / Sevilla / 7 feb 2014

Granada García, una mujer de La Algaba (Sevilla), estaba pintando en la puerta de la calle con un pañuelo rojo en su cabeza cuando entró el comandante Corrales con su columna. “Ya te lo estás quitando y lo estás quemando”. Un pañuelo rojo insignificante. La anécdota, contada por el historiador José María García Márquez, no es ninguna anécdota. Es un
ejemplo muy gráfico de que en Andalucía no hubo ninguna guerra. “Fueron víctimas de la represión militar, aquí no hubo ninguna guerra”, repite machaconamente el historiador en una charla, el pasado martes, en el mismo pueblo. Intenta desmontar la excusa de que “las guerras son muy malas”, de que aquí hicieron lo mismo unos y otros. En Écija, pone otro ejemplo, mataron a 278 personas y los únicos tiros que hubo los dieron los sublevados. Lo mismo ocurrió en Fuentes de Andalucía y asesinaron a más de 100.

El historiador Francisco Espinosa, autor de La justicia de Queipo (Crítica, 2006), ha podido contabilizar 130.199 víctimas de la represión franquista en España, una cifra que aumentará si se sigue investigando. “Los números de la represión que sufrió la derecha van a cambiar poco, porque se conocen. Son 49.000 personas, y existe una amplia documentación que puede confirmar caso por caso”, afirmó Espinosa en una entrevista tras la visita del Grupo de Desapariciones Forzadas e Involuntarias de la ONU. Los cálculos aproximados en Andalucía indican unas 49.000 víctimas de la represión militar de los sublevados -cifra aún abierta- frente a las 8.357 víctimas provocadas por la violencia izquierdista.

Hay que analizar, además, cómo ocurrieron esas muertes. Un ejemplo más. Según Miguel Guardado, coautor de Morón: Consumatum est (Planta Baja), una obra que también desmonta que hubiera una cruzada contra la religión católica, de los 12 sacerdotes y decenas de monjas que había en ese pueblo, dos salesianos murieron, ambos beatificados. Y no fueron fusilados. Murieron en un tiroteo provocado por el teniente de la Guardia Civil. Además, uno de ellos, José Blanco, disparó ardorosamente contra los obreros desde el cuartel, según Guardado. ”Se les detuvo por sus simpatías hacia los sublevados -insiste- no por sus creencias”.

Y vino, por supuesto, el hambre, la otra matanza con la que el franquismo doblegó aún más a una población aterrorizada


Había que mantener una cuota de terror permanente. Nuevo ejemplo. El gobernador militar de Sevilla prohibió que se cortara el tráfico en la carretera que va desde La Algaba al cementerio de Sevilla. “Los arrieros que iban con las mulas a abastecer los mercados de la capital tenían que escuchar los gritos, los culatazos…”. Es la crónica del horror, la que documentan en sus libros estos historiadores, la que se vivió en Andalucía desde el 18 de julio de 1936 hasta el último día de la dictadura.

Más ejemplos: las ejecuciones públicas. En La Rinconada, recuerda García Márquez, asesinaron a las diez de la mañana en la plaza a dos personas acusadas de asaltar a un terrateniente. “Sabían que no habían sido ellos y aun así los ejecutaron. Luego mataron a los culpables”. Y vinieron las barbaridades a las mujeres, sacadas del olvido por Pura Sánchez con su investigación Individuas de dudosa moral (Crítica, 2009). ”Como en todos los rituales, los actuantes, mediante gestos simbólicos, escenificaron su poder, cifrado en su capacidad de generar sufrimiento. Consideraron a las mujeres botín de guerra, cosificándolas, deshumanizándolas; convirtieron el cuerpo de las mujeres en un campo de batalla más, usándolo como medio y como mensaje. Para los varones vencidos, era el medio por el cual se les humillaba nuevamente tras la derrota”, escribió la investigadora en un artículo sobre el caso de las mujeres vejadas y asesinadas en Fuentes de Andalucía.

Fotografía que ilustra la portada del libro 'Los puños y las pistolas'.
Fotografía que ilustra la portada del libro ‘Los puños y las pistolas’, de Arcángel Bedmar.

De los archivos militares extrajo García Márquez esta otra historia: ”A La Trunfa le dieron una paliza y, sin dejar de maltratarla, la introdujeron en un cuarto del cortijo, donde la intimidaron” tendiéndola en el suelo, “obligándola a remangarse” y exhibir “sus partes genitales; hecho esto, el sargento, esgrimiendo unas tijeras, las ofreció al falangista Joaquín Barragán Díaz para que pelara con ellas el vello de las partes genitales de la detenida, a lo que este se negó; entonces el sargento, malhumorado, ordenó lo antes dicho al guardia civil Cristóbal del Río, del puesto de El Real de la Jara. Este obedeció y, efectuándolo con repugnancia, no pudo terminar, y entregó la tijera al jefe de Falange de Brenes, que terminó la operación. Y entre este y el sargento terminaron pelándole la cabeza”. La fotografía que ilustra la portada del libro Los puños y las pistolas, de Arcángel Bedmar, es uno de los pocos documentos gráficos que dan fe de estas atrocidades.

Y vinieron también las incautaciones de bienes, que no fueron palacios, ni grandes casas. Se llevaron lo poco que tenían: las gallinas, los aperos, las mantas, el colchón… Y vino, por supuesto, el hambre, la otra matanza con la que el franquismo doblegó aún más a una población aterrorizada. Y vinieron también los campos de concentración, y los trabajos forzados. Y la censura. Y las torturas.

Las sufrieron en carne propia sindicalistas como Eduardo Saborido y sus compañeros presos políticos, a quienes les hicieron perrerías hasta el final, en un periodo poco conocido y a veces dulcificado: el estado de excepción declarado por Franco en 1969. ”Si las celdas de castigo eran una cárcel dentro de la cárcel, los estados de excepción fueron una dictadura dentro de la dictadura”, sostiene el histórico antifranquista Nicolás Sartorius en el prólogo de La dictadura en la dictadura, una obra editada por la Fundación de Estudios Sindicales y Archivo Histórico de CCOO-Andalucía. Desde el 18 de julio de 1936 hasta el último suspiro de la dictadura. Así destruyó el franquismo Andalucía.

https://ww.andalucesdiario.es/politica/guerra-que-guerra/
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12-02-14 17:08 #11864801 -> 11854235
Por:titippac

RE: La guerra ¿Qué guerra?
La persecución religiosa en la España de 1.936

Persecución hasta julio de 1936

La República Española fue acogida con alegría y esperanza por mucha gente, también por bastantes católicos. La Iglesia actuó desde el primer momento con lealtad al nuevo orden legal. Sin embargo, desde la proclamación de la Segunda República Española a la Iglesia Católica se la identificó con el viejo régimen. La Iglesia Católica, sin embargo, se esforzó desde el primer momento en aceptar el cambio de régimen. De hecho, los obispos pidieron a los católicos que aceptaran el nuevo orden constituido; los Obispos proclamaban, monarquía y república caben en la doctrina católica (1). Muchos de los católicos intentaron colaborar sinceramente con el nuevo régimen. Desde los obispados se dieron instrucciones a los sacerdotes para que no intervinieran en cuestiones políticas. Por ejemplo, desde el Obispado de Gerona se dirige la siguiente instrucción a los sacerdotes apenas cuatro días después de la proclamación de la República:

1º Procuren los reverendos sacerdotes no meclarse en contiendas políticas, a tenor de los sagrados cánones.

2º Permanezca cada uno en su puesto, cumpliendo celosamente las funciones propias de su cargo; y en cuanto a la predicación, eviten las alusiones directas o indirectas al estado actual de cosas, desempeñando ese importante ministerio con la más exquisita prudencia.

3º Guarden con las autoridades seculares todos los respetos debidos y colaboren con ellas, por los medios que les son propios, en la prosecución de sus nobles fines (2).

Ejemplos como el anterior se pueden citar prácticamente de todos los lugares de la geografía española (3). Sin embargo, menos de un mes después de la proclamación de la Segunda República Española existieron episodios de anticlericalismo, como la quema de conventos e iglesias ocurrida el 11 de mayo de 1931 (4). En este lamentable episodio se acusó al gobierno republicano de connivencia (5). Hasta tal punto, que el general Gómez García Caminero, gobernador militar de Málaga, llegó a enviar un telegrama a Madrid que indicaba escuetamente:

Ha comenzado el incendio de iglesias. Mañana continuará (6).

También se expulsó de España a los jesuitas a raíz de la Constitución de 1931, que preveía la disolución de “aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado” (artículo 26, párr. 3). La disolución se llevó a cabo el 24 de enero de 1932. Los jesuitas optaron en su inmensa mayoría por el exilio de su país (7).

Durante la llamada Revolución de Asturias de 1934 uno de los objetivos de los sublevados fueron los religiosos. En esta ocasión la saña anticlerical llegó a las consecuencias más graves, pues fueron asesinados varios religiosos. Entre ellos destacan los nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón.

Especialmente agitado fue el periodo entre febrero y julio de 1936, en el que -en medio de grandes desórdenes de todo tipo que el gobierno no zanjó- se destruyeron o profanaron 411 iglesias y hubo más de 3000 atentados graves de carácter político y social (Chulillo

La persecución religiosa durante la guerra civil
Durante la Guerra Civil hubo en España represión en la retaguardia de ambos bandos; en el caso de la zona republicana, los católicos fueron identificados con la población desafecta. Desde el 18 de julio de 1936 (fecha alzamiento militar de los sublevados) hubo un estallido revolucionario en la zona republicana. La Iglesia Católica se convirtió en esa zona en uno de los enemigos a los que había que eliminar. Así, Andrés Nin, dirigente del partido revolucionario POUM, proclamaba en un mitin llevado a cabo el 8 de agosto de 1936 que habían resuelto la cuestión religiosa:

Nosotros lo hemos resuelto totalmente yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto.

Prácticamente desde el mismo 18 de julio de 1936 el culto católico debió suspenderse y los ciudadanos católicos hubieron de pasar a la clandestinidad. Entre ellos, era más precaria la situación de los eclesiásticos (obispos, sacerdotes y religiosos). Muchos de ellos iniciaron una huída de refugio en refugio, con gran riesgo de sus vidas y de las personas que les acogían. Había que ser muy valiente para acoger en casa a un sacerdote o a una monja y no todos se prestaban a ello.

Milicianos disparan al Sagrado Corazón en el Cerro de los ÁngelesLa persecución no fue homogénea ni en el tiempo ni en el espacio en la retaguardia republicana. La mayoría de los martirios se produjeron en 1936 y primeros meses de 1937. Especialmente trágico fue el verano de 1936. Desde principios de 1937 disminuyó el número de muertes, aunque hubo un repunte durante la retirada del ejército republicano tras la caída del frente de Cataluña: así, Anselmo Polanco, obispo de Teruel, y Felipe Ripoll, su vicario general, murieron el 7 de febrero de 1939 en Pont de Molins (Gerona), cerca de la la frontera francesa, a menos de dos meses del final de la guerra. En cuanto a la distribución espacial, en el País Vasco la Iglesia Católica pudo desarrollar su actividad casi con total normalidad (9), mientras que por el otro lado la persecución se cebó en Madrid, Valencia, Aragón y Cataluña. La diócesis más castigada fue la de Barbastro, en la que fueron asesinados el 90 por ciento de los sacerdotes, incluido el obispo: tenía entre 110 y 120 sacerdotes, y fueron asesinados casi en centenar; al acabar la guerra, solo tenía 12 sacerdotes (10).

Las cifras son difíciles de dar, pero se calcula que pudieron ser 10.000 los mártires de la persecución religiosa durante la guerra civil, incluyendo tres mil seglares, en su mayoría pertenecientes a la Acción Católica. Hay registrados cerca de 7.000 con nombres y apellidos (11). Estos datos hacen que la persecución religiosa se haya llegado a considerar la peor persecución religiosa en toda la historia. En este sentido, Antonio Montero Moreno:

En toda la historia de la universal Iglesia no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas, del sacrificio sangriento, en poco más de un semestre, de doce obispos, cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos.

También el historiador británico Hugh Thomas:

En ninguna época de la historia de Europa, y posiblemente del mundo, se ha manifestado un odio tan apasionado contra la religión y cuanto con ella se encuentra relacionado.

Y Stanley G. Payne:

La persecución de la Iglesia católica fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la Revolución francesa. (12)

Se dieron episodios de gran crueldad y de verdadero sadismo; así, hubo casos en que las víctimas fueron quemada vivas, terriblemente mutiladas antes de morir o sometidos a verdaderas torturas psicológicas (13). También hubo quienes fueron arrastrados por coches. Hubo casos en que se entregó el cuerpo de una persona asesinada a los animales para que lo comieran. Incluso hubo una auténtica cacería de presos (14).

También es preciso señalar lo que algunos llaman ''el martirio de las cosas''. Desde el primer momento se asaltaron iglesias y conventos quemando imágenes y expoliando los bienes artísticos. Se destruyeron unas 20.000 iglesias -entre ellas varias catedrales- incluyendo su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos (15).

Se ha afirmado que estas matanzas se debieron a una explosión de ira popular, tras el levantamiento de parte del ejército el 18 de julio. El investigador catalán Jordi Albertí, que se define catalanista y creyente, afirma que la persecución fue planificada: las planificaron los comunistas libertarios, es decir el partido anarquista (la FAI) y su sindicato, la CNT. Otros grupos de la izquierda fueron cómplices en distinta medida -especialmente entusiastas los comunistas-, o bien se inhibieron con omisiones culpables. Según este investigador: “¿pueden unos descontrolados matar 70 curas al día, que era la media de agosto de 1936?” (16)

Desde principios de 1937 el gobierno republicano intentó dar al mundo la imagen de la normalización de la vida civil, incluyendo el aspecto religioso. Entre otras medidas se incorporó al gobierno un católico, Manuel de Irujo Ollo: este personaje era dirigente del Partido Nacionalista Vasco, ministro sin cartera en los dos Gobiernos de Francisco Largo Caballero (septiembre 1936-mayo 1937), y ministro de Justicia en el gabinete de Negrín (desde el 18 de mayo de 1937). En una reunión del gobierno celebrada en Valencia el 9 de enero de 1937, presentó el siguiente Memorándum sobre la persecución religiosa:

La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:

a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.

b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.

c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.

d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.

e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo -los organismos oficiales los han ocupado en su edificación obras de carácter permanente.

f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos.

g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.

h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda.

A pesar del hecho de contar con un ministro católico, el gobierno republicano no cortó con la persecución. Durante toda la guerra civil, en la retaguardia republicana la Iglesia debió vivir en la más absoluta clandestinidad. No se celebró ni una sola Misa pública ni se restauró el derecho a la libertad religiosa. Los enfermos católicos que veían acercarse el final de sus días no podían llamar a ningún sacerdote, ni se podía contraer matrimonio. Nadie se atrevía ni siquiera a poseer una imagen religiosa. Incluso se llegó a sustituir la fórmula de despedida (“adiós”) por expresiones menos comprometidas con el hecho religioso, como “salud”.

Entre muchos testimonios sobre estos aspectos, se puede citar uno procedente de un representante diplomáticos. El embajador de Francia en Barcelona, Erik Pierre Labonne, protestante, profundamente religioso y gran entusiasta de la causa republicana envió el 16 de febrero de 1938 un extenso informe a su ministro de Asuntos Exteriores. Se lamentaba de que "la actitud de la España republicana en materia religiosa fuera una verdadera paradoja" y explicaba así la situación que había encontrado:

¡Qué espectáculo!... desde hace cerca de dos años y después de afrentosas masacres en masa de miembros del clero, las iglesias siguen devastadas, vacías, abiertas a todos los vientos. Ningún cuidado, ningún culto. Nadie se atreve a aproximarse a ellas. En medio de calles bulliciosas o de parajes desiertos, los edificios religiosos parecen lugares pestíferos. Temor, desprecio o indiferencia, las miradas se desvían. Las casas de Cristo y sus heridas permanecen como símbolos permanentes de la venganza y del odio. En las calles, ningún hábito religioso, ningún servidor de la Iglesia, ni secular ni regular. Todos los conventos han sufrido la misma suerte.

Monjes, hermanas, frailes, todos han desaparecido. Muchos murieron de muerte violenta. Muchos pudieron pasar a Francia gracias a los meritorios esfuerzos de nuestros cónsules, puerto de gracia y aspiración de refugio para tantos españoles desde los primeros días de la tormenta. Por decreto de los hombres, la religión ha dejado de existir. Toda vida religiosa se ha extinguido bajo la capa de la opresión del silencio. A todo lo largo de las declaraciones gubernamentales, ni una palabra; en la prensa, ni una línea.

Sin embargo, la España republicana se dice democrática. Sus aspiraciones, sus preocupaciones políticas esenciales, la empujan hacia las naciones democráticas de Occidente. Su Gobierno desea sinceramente, así lo proclama, ganar la audiencia del mundo, hacer evolucionar a España según sus principios y siguiendo sus vías. Como ellas, se declara partidario de la libertad de pensamiento, de la libertad de conciencia, de la libertad de expresión. Hace mucho tiempo ha aceptado el ejercicio del culto protestante y del culto israelita. Pero permanece mudo hacia el catolicismo y no lo tolera en absoluto. Para él el catolicismo no merece ni la libre conciencia, ni el libre ejercicio del culto. El contraste es tan flagrante que despierta dudas sobre su sinceridad, que arrastra el descrédito sobre todas sus restantes declaraciones y hasta sobre sus verdaderos sentimientos. Sus enemigos parecen tener derecho a acusarle de duplicidad o de impotencia.

Como su interés, como infinitas ventajas le llevarían con toda evidencia a volverse hacia la Iglesia, se le acusa sobre todo de impotencia. A pesar de sus denegaciones, a pesar de todas las pruebas aducidas de su independencia y de su autonomía, se le cree ligado a las fuerzas extremistas, a los ateísmos militantes, a las ideologías extranjeras. Si fuera verdaderamente libre, se dice, si su inspiración e influencias procedieran efectivamente de Inglaterra o de Francia, ¿cómo ese Gobierno no ha atemperado el rigor de sus exclusivismos, olvidando su venganza, y reniega de su ideología?

La Carta colectiva de los Obispos españoles de 1 de julio de 1937
El 1º de julio de 1937 los Obispos españoles que vivían en zonas libres de la persecución consideran conveniente escribir una carta colectiva a los episcopados el mundo entero. En ella explican lo sucedido en España hasta el momento, haciendo hincapié en la persecución que estaba teniendo lugar en España (17). En esta carta los Obispos se declaran partidarios del “movimiento nacional”, que es el nombre con el que entonces se conocía a los alzados con el general Franco (1Chulillo.

Esta carta se debe entender en sus circunstancias. En el momento en que se escribe se había producido la muerte de 80 por ciento de las víctimas de la persecución (es decir, unas 8.000 personas) y la destrucción prácticamente del 100 por ciento del patrimonio eclesiástico en zona republicana, mientras que en la zona bajo control de los alzados la Iglesia Católica tenía casi total libertad. Quien se extrañe de que la Iglesia se declare partidaria del triunfo de las tropas de Franco demuestra una gran ingenuidad. Nadie desea que triunfe quien te persigue hasta la exterminación total. No fueron los Obispos los que apoyaron a Franco en la guerra civil, fue la República quien echó a los Obispos a la causa de Franco por simples razones de supervivencia.

Así lo declaran los Obispos en la misma Carta: afirman que “a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra ni haber colaborado en ella” la Iglesia no podía ser indiferente por “el sentido de conservación”. La Iglesia no quiere comprometerse incondicionalmente con el régimen que se instaure, ni apoya sus excesos: “la Iglesia, con ello, no ha querido hacerse solidaria de conductas, tendencias o intenciones que, en el presente o en el porvenir, pudiesen desnaturalizar la noble fisonomía del movimiento nacional, en su origen, manifestaciones o fines” (19).

Hay autores que explican la persecución religiosa por el carácter revolucionario de los acontecimientos en la retaguardia republicana durante 1936. De hecho casi todos los investigadores aceptan que en el lado republicano la calle estaba dominada por los revolucionarios hasta 1937. Los gobiernos de la República a partir del 18 de julio de 1936 nunca se formaron como fruto de acuerdos entre fuerzas parlamentarias, sino a resultas de quién dominaba la calle en cada momento. Solo hasta principios de 1937 el gobierno logró contener algo a las fuerzas revolucionarias, pero los gobiernos que se formaron no lo fueron como resultado de una vida parlamentaria ordinaria. De hecho, es admitido que en el seno del bando republicano estallaron varias "guerras civiles" internas. Estos autores no advierten la contradicción que supone aceptar que se estaba produciendo una revolución en el bando republicano, y criticar a la Iglesia por apoyar al gobierno del general Franco en la Carta colectiva del 1º de julio de 1937. Si los alzados el 18 de julio de 1936 no tenían la legitimidad de las urnas, tampoco la tenían los gobiernos del bando republicano. De hecho -como ya se ha señalado- en la retaguardia republicana nunca hubo libertad religiosa y hubo mártires durante toda la guerra civil. Los gobiernos republicanos de la época más "tranquila" tampoco garantizaron la libertad religiosa.

Beatificaciones y canonizaciones
Una vez acabada la Guerra Civil se localizaron los restos de los mártires, y fueron exhumados y trasladados con gran recogimiento y solemnidad desde el lugar donde se encontraban a sus lugares de entierro definitivo. Además, se recogieron en todas las diócesis testimonios de los asesinatos y se iniciaron algunos procesos de beatificación. En la fase romana de estos procesos, sin embargo, fueron paralizados. Tanto Pío XII como Juan XXIII y Pablo VI prefirieron dilatar la apertura de beatificaciones para no abrir heridas aún no cicatrizadas en España. Bajo Juan Pablo II se consideró que ya había pasado tiempo suficiente. La primera beatificación fue la de las mártires carmelitas de Guadalajara, muertas el 24 de julio de 1936, que realizó Juan Pablo II en Roma el 29 de marzo de 1987. Hasta el momento se han realizado 10 ceremonias de beatificación, que incluyen a 471 mártires, de los que 4 son obispos, 43 sacerdotes seculares, 379 son religiosos, y 45 laicos.

También ha habido varias ceremonias de canonización, las de los nueve Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón muertos en 1934, otro religioso de la misma orden asesinado en Tarragona en febrero de 1937, y Pedro Poveda Castroverde, fundador de la Institución Teresiana, asesinado en Madrid el 28 de julio de 1936. Esta última canonización fue en la Plaza de Colón de Madrid (junto con tros cuatro nuevos santos) por Juan Pablo II. Asistieron más de 1,5 millones de personas.

El 28 de octubre de 2007 está prevista la beatificación de 498 mártires. Se hacen previsiones de 2 millones de peregrinos.

La Congregación para las Causas de los Santos (órgano de la Santa Sede) lleva diez años trabajando estas causas de mártires. Además, sus procesos de beatificación se iniciaron batantes años antes (muchos en la década de 1950), y se recogieron testimonios en la mayoría de los casos en los años inmediatos al fin de la guerra. Con estos datos queda refutada la tesis de que esta beatificación masiva es la respuesta de la Iglesia a la Ley de Memoria Histórica (20).

Críticas a las beatificaciones de mártires de la guerra
Se han formulado críticas a las beatificaciones y canonizaciones de mártires de la guerra civil. Como resumen de ellas, se puede citar la que pronuncia un hispanista como Ian Gibson, que afirma que la Iglesia debe pedir perdón por sus acciones, a raíz de la negativa de Monseñor Rouco Varela, que abrió el proceso de beatificación de varios de los mártires de la Guerra Civil, de pedir perdón por la guerra civil:

Yo lamento los asesinatos de los curas, porque estoy contra la pena de muerte, pero la Iglesia fue la que sembró la semilla del odio y la violencia. Tienen la obligación de pedir perdón y no son capaces. Son menos humildes que su propio jefe, el Papa; son cobardes y traicionan el mensaje de Cristo (21).

Estas críticas se deben enmarcar en la tesis de una Segunda República Española como gobierno de plenas libertades y plenamente democrático, agredido por la reacción de derechas el 18 de Julio de 1936. La Iglesia sería, en este caso particular, un cómplice de ese asalto a la democracia destruida, y por lo tanto parte responsable y criminal del inicio de la Guerra Civil.

Sin embargo, no hay constancia alguna de que los religiosos se dedicasen a sembrar odio y violencia (nadie ha aportado hasta ahora apoyo documental alguno), sino que más bien fue el odio sembrado contra la Iglesia durante el período 1931-1936 el que alentó a las masas durante el estallido violento de 1936-1939. Ello por no hablar de la complicidad del gobierno o de los partidos que lo apoyaban al menos por omisión en estos lamentables hechos.

Los representantes de la Iglesia indican que con las beatificaciones la Iglesia busca fomentar el espíritu de reconciliación (22). En el Mensaje Vosotros sois la luz del mundo sobre la beatificación de 498 mártires, aprobado por la Conferencia Episcopal de España, se afirma que “los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación” (23).

Se ha acusado a la Iglesia de fomentar actitudes nostálgicas respecto al régimen del general Franco. Algunos añaden que la Iglesia es la única institución que todavía hace homenajes a los caídos del bando franquista. Como ya se ha visto, los católicos eran perseguidos por ser católicos y los sacerdotes y obispos tuvieron exquisito cuidado en no intervenir el asuntos políticos. No cayeron por apoyar el bando franquista, sino por ir a Misa o rezar el Rosario. Esta airmación es válida en general, pero no se debe olvidar que la inmensa mayoría murió a los pocos días o semanas de iniciarse la guerra. No es fácil decir que quienes se debieron esconder el 18 ó 19 de julio de 1936, y murieron antes de finalizar ese mes, apoyaron al bando franquista. Quienes hacen estas afirmaciones no aportan ningún dato (una declaración de alguno de ellos, una homilía, una carta pastoral o alguna otra prueba) de que los mártires hubieran apoyado a Franco alguna vez.

Rendir homenaje a los mártires no es apoyar el régimen del general Franco, y menos aún sus excesos o la represión de retaguardia o la que hubo después de la guerra civil. Algunos partidos políticos y ayuntamientos actuales rinden homenaje a los caídos del bando republicano, y eso no implica que apoyen con ello la persecución de curas y monjas y demás excesos republicanos. No es mucho pedir que traten igual a la Iglesia Católica y a los mártires de la guerra civil. Rendir homenaje a los mártires de la guerra civil es rendir homenajes a unos hombres y mujeres sencillos que se convirtieron en héroes porque defendieron sus creencias y su derecho a la libertad religiosa con sus vidas.

Notas
(1) Así, el Cardenal Pedro Segura, Primado de España, en una Carta Pastoral del 30 de abril de 1931: "podéis discutir noblemente cuando se trate de la forma de gobierno de nuestra noble nación" en Antonio Montero Moreno, ''Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939''. BAC, Madrid, 1999, p. 24.

(2) Instrucción del gobernador eclesiástico de Gerona a todos los sacerdotes de la diócesis en el Boletín Oficial de la diócesis del 18 de abril de 1931, en Antonio Montero Moreno, ''Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939''. BAC, Madrid, 1999, p. 24.

(3) El Cardenal Pedro Segura, Arzobispo de Toledo y Primado de España, en la Pastoral ya citada en la que indicaba que los católicos pueden discutir sobre el régimen político, advierte del peligro de anarquía que -en su opinión- había; además, elogió el sistema monárquico anterior. Algún autor ve en ello los inicios de la hostilidad hacia el nuevo régimen republicano, y afirman que esta pastoral encendió los ánimos de la multitud que el 11 de mayo incendió iglesias. Dicen que el 10 de mayo desde un local monárquico sonó la Marcha Real hacia la calle, lo cual fue una provocación que degeneró en los sucesos del día siguiente. En este sentido, Manuel Tuñón de Lara, Tres claves de la Segunda República. Alianza Editorial S.A. Madrid 1985, p. 233. No nos detenemos a argumentar esta visión tan particular. Es un insulto a la inteligencia atribuir la exaltación de las masas a una provocación de un cardenal porque emitió su opinión varios días antes; semejante postura indica incluso una falta a la libertad religiosa porque insinúa que los eclesiásticos no deberían dar su opinión. Más aún pretender que el sonido de un himno desde una ventana provoca a las masas al día siguiente a quemar decenas de iglesias, cuando en el momento de sonar el himno no pasó nada. Peor aún es esta postura porque se ha demostrado la inoperancia del gobierno, como se ve más abajo.

(4) En Madrid se quemaron 10 iglesias o centros de religiosos, y hubo asaltos frustrados a otros 16. Hubo quemas también en Valencia, Sevilla, Málaga, Córdoba, Cádiz, Murcia y Alicante. Además de las pérdidas materiales en los edificios, hay que lamentar la destrucción de valiosas obras de arte: solo en Madrid se perdió una urna de plata repujada que contenía los restos de san Francisco de Borja; un Lignum Crucis procedente de la casa ducal de Pastrana regalo del Papa; el sepulcro del siglo XVI del teólogo Diego Lainez, primer discípulo de San Ignacio de Loyola; un retrato del fundador de la compañía de Jesús pintado por Sánchez Coello y un Zurbaran. Se perdió la biblioteca de la residencia de los jesuitas, con más de 80.000 volúmenes, entre ellos incunables irremplazables y primeras ediciones de las obras de Lope de Vega, Quevedo, Calderón o Saavedra Fajardo. También se quemó, en el Instituto Católico de Arte e Industrias, la biblioteca del centro, formada por más de 20.000 volúmenes, entre los que se encontraban ejemplares únicos de la Germaniae Historica y el Corpus Inscriptorum Latinarum, además de toda la obra del paleógrafo García Villada, formada por más de 40.000 fichas y sus correspondientes fotografías de archivos de todo el mundo. La suma de ambas bibliotecas representaban el mayor patrimonio bibliográfico en España después de la Biblioteca Nacional. En otras ciudades también se quemaron importantes obras artísticas e históricas.

(5) Miguel Maura, ministro de la Gobernaciónen el momento de suceder estos hechos, reconoció la pasividad del gobierno: discurso en el Cine de la Ópera el 10 de enero de 1932. Citado por J. Tusquets, Orígenes de la Rvolución española, Barcelona 1932, pág. 105 y ss.

(6) Citado por Francisco Narbona, La quema de conventos. Publicaciones Españolas, Madrid 1954, p. 17. Este mismo ordenó personalmente a los bomberos que habían acudido a sofocar el incendio de la casa de los jesuitas en Málaga que se retiraran, y luego dio la misma orden a los guardias civiles que acudieron. Los bomberos asistieron impotentes al incendio del edificio y la iglesia aneja. Fue tal el escándalo al conocerse estos hechos que el general Gómez García Caminero y el gobernador civil, ausente durante esos hechos, fueron destituidos.

(7) Sin embargo, a lo largo de los cinco años de régimen republicano pudieron volver gracias a cierta tolerancia. Sus actividades no pudieron realizarse sino en privado. Hay 114 jesuitas entre los mártires de la guerra.

(Chulillo Cfr. Carta Colectiva de los Obispos españoles de 1 de julio de 1937, n. 4º. Omitimos otras alteraciones del orden político de este periodo, como asaltos a medios de comunicación, sedes de partidos políticos, etc., y las graves irregularidades que se cometieron en las elecciones de febrero de ese año que llevaron al Frente Popular al gobierno.

(9) Hubo sacerdotes vascos muertos por la represión franquista, pero fue por razones políticas. Se ha dado el número de 16 sacerdotes muertos

(10) En Entrevista a Vicente Cárcel Ortí .

(11) En Conferencia Episcopal Española y Mártires de la fe en la Guerra Civil Española.

(12) Las tres citas en La Razón Española. Las cifras que da Monseñor Antonio Montero Moreno han sido corregidas por investigaciones posteriores.

(13) Por poner algunos ejemplos, Carmen García Moyón fue quemada viva en Torrent (Valencia) el 30 de enero de 1937; Plácido García Gilabert fue terriblemente mutilado y matado el 16 de agosto de 1936; a Carlos Díaz le obligaron a cavar su propia tumba y le enterraron vivo en el cementerio de Agullent (Valencia), devolviéndole medio muerto al día siguiente a su casa, en Onteniente. A los pocos días vuelve a ser detenido y es fusilado. Todos estos ejemplos en Vicente Cárcel Ortí, Mártires del siglo XXI. Cien preguntas y respuestas, p. 101-109, Valencia 2001.

(14) Martín García García, párroco de Los Santos de la Humosa (Madrid) fue llevado a la cercana población de Corpa donde recibió varios tiros. Quedó gravemente herido, y al advertir que aún vivía fue atado a un vehículo y arrastrado por las calles del pueblo. Murió a consecuencias de estas heridas; era el 25 de julio de 1936. Apolonia Lizárraga, general de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, fue asesinada en la cárcel de San Elías de Barcelona. Su cuerpo fue descuartizado y arrojado a los cerdos. En Azuaga el 30 de agosto de 1936 ataron entre ellos a 21 presos; fueron soltados en un descampado y abatidos como piezas de caza mientras huían. De ellos varios eran sacerdotes. Las tres referencias en Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939. BAC, Madrid 1999, p. 63). Renunciamos dar más ejemplos de la crueldad con que se realizaron los martirios para no caer en afán morboso, pero es fácil encontrarlos si se lee la causa de beatificación de estos mártires.

(15) En La Iglesia y la guerra civil. Sobre Cataluña, el Presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, fue entrevistado a finales de agosto de 1936 por una periodista de L'Oeuvre; al ser preguntado sobre la posibilidad de reanudar el culto católico, respondió: "¡Oh!, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas".

(16) Jordi Albertí, El silenci de les campanes, la persecució religiosa durant la guerra civil, edicions Proa, Barcelona 2007. Se puede ver un resumen de las tesis de este libro en Forumlibertas .

(17) La Carta colectiva da la cfra de 6000 sacerdotes asesinados, lo cual ahora sabemos que es ligeramente exagerado. Era verdaderamente difícil en aquella circunstancia hacer un recuento exacto de víctimas. De hecho, la misma carta debe calificar las cifras de “prematuras”: Carta colectiva, n. 6. Se da la circunstancia de que uno de los Obispos firmantes fue Monseñor Anselmo Polanco, que sufrió el martirio en 1939. Su ciudad, Teruel, cayó en manos de las fuerzas republicanas en enero de 1938; previamente a la caída fue advertido por quienes evacuaban la ciudad del peligro que corría si no se iba, pero prefirió seguir la suerte de sus diocesanos. Murió el 7 de febrero de 1939. Por cierto, fue el único de los trece obispos muertos que fue llevado a juicio. No murió como aplicación de la sentencia -no se llegó a dictar- sino como consecuencia de una de las temibles “sacas de presos”.

(1Chulillo “Hoy por hoy no hay en España más esperanza para reconquistar la justicia y la paz y los bienes que de ellas derivan que el triunfo del movimiento nacional”: Carta colectiva, cit., n. 5.

(19) Carta colectiva, cit., n. 5.

(20) Conferencia Episcopal Española, dossier informativo sobre la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España, pág. 3 y 4.

(21) En Miguel Ángel García Olmo, «Reflexión de un 14 de Abril –en el 70º Aniversario de la II República Española–», artículo en El País, (Edición de Valencia) 12/03/2001

(22) En este sentido, Entrevista al padre Juan Antonio Martínez Camino, sobre la prevista beatificación de 498 mártires.

(23) Mensaje Vosotros sois la luz del mundo ante la beatificación de 498 mártires.

Artículo relacionado: La Iglesia y la libertad religiosa
(Beatificación de 498 mártires de la guerra civil española).

 
Puntos:
12-02-14 20:04 #11865053 -> 11864801
Por:JLR.

RE: La guerra ¿Qué guerra?
Beatos y cínicos

JOSÉ MARÍA GARCÍA MÁRQUEZ* 14/10/2013 18:12


Vaya por delante que en mis investigaciones no me he tropezado nunca con ninguno de los religiosos beatificados el pasado 12 de octubre en Tarragona. Y de veras que lo lamento, aunque de todas formas existe un problema operativo: las declaraciones de los testigos en las causas de beatificación son secretas y los historiadores no pueden verlas. De tal forma que sería imposible contrastarlas con otras y con diversas fuentes documentales. Ese secretismo, que sería inadmisible en una disciplina científica como la historia, sigue siendo practicado por la Iglesia católica. Así, por ejemplo, si la Iglesia nos dice que fulanito murió "perdonando a sus verdugos", tendremos que utilizar la "fe" para creerlo, pues no podremos contrastar al testigo que supuestamente presenció la muerte del beato y, por tanto, contradecir o negar su testimonio. Es una práctica vieja esta del secretismo en la Iglesia. Siempre les ha ido bien con ella y no tienen, por tanto, que cambiarla.

Además, esas cosas para la Iglesia son terrenales y es cuestión de darles tiempo. A veces, incluso, consideran que deben de reconocer algo y entonces no tienen inconveniente en confesar ciertos errores de la Iglesia, como ocurrió con Galileo. El problema, claro, es que cuando llegó esta confesión de la mano del papa Wojtyla, Galileo llevaba más de tres siglos muerto y, no obstante, la comisión que creo el mismo papa determinó que la postura de la Iglesia había sido la correcta y que Galileo anduvo equivocado, postura que el siguiente papa Ratzinger ratificó íntegramente. Y eso en el caso de Galileo. No sabemos que habría hecho el papa Francisco que, en otro gran ejercicio de fe para los contrarios, nos dice ahora que nunca ha sido de derecha.

En nuestro país tampoco la Iglesia fue nunca de derecha durante la Segunda República y la dictadura. Es cierto. Su posición se situó en la extrema derecha y así continuó durante años hasta que la descomposición de su gran aliado, el franquismo, le hizo adoptar precipitadamente posturas más acordes con los tiempos que se avecinaban. Como decía el historiador Ricard Vynes: la Iglesia no colaboró con el franquismo, la Iglesia formó parte del franquismo. La beligerancia de la Iglesia la colocó con claridad junto a los militares golpistas y terratenientes y, como ellos, recibió la violenta contestación de la exacerbación popular desatada por el golpe. No había ninguna diferencia en la fe de los militares golpistas, los falangistas, requetés o patronos y terratenientes con los religiosos. ¿Y estos serán llamados mártires y aquellos simplemente muertos? Fueron más, muchos más aquellos que los religiosos muertos. ¿Por qué después de conspirar unidos, de combatir unidos a la República, ese interés en diferenciar sus muertos de otros?

Como les decía, no he podido investigar esos religiosos beatificados en Tarragona, no es el ámbito territorial en el que desarrollo mi trabajo, pero sí he tropezado con otros casos de religiosos muertos, incluso algunos de ellos también beatos.

Constantina, por ejemplo, fue el pueblo sevillano donde más se atentó contra la vida de religiosos. De los catorce religiosos que murieron en la provincia de Sevilla (menos de los que los franquistas mataron en el País Vasco), tres fueron asesinados en aquel pueblo. El problema es cómo explicar por qué dos sacerdotes más (uno de ellos especialmente querido en el pueblo por su amistad con los pobres) y las religiosas del convento de la Doctrina Cristiana, fueron respetados sin que nadie atentara contra ellos. ¿Es que la fe de los tres primeros era distinta de los demás? No. Por supuesto que no. La "persecución" no se llevó a cabo contra la Iglesia o contra la fe, sino contra algunos miembros de la Iglesia, que es bastante diferente. En Morón de la Frontera, después del golpe, se llevó a cabo la detención de más de treinta derechistas y entre ellos tres salesianos. Un cuarto no fue molestado, al igual que los otros ocho religiosos que había en el pueblo y tampoco sufrieron agresión física alguna las monjas Jerónimas del convento de Santa María, las Concepcionistas del convento de San Juan de Dios y las monjas de la Caridad del Hospital Municipal. ¿Se estaba persiguiendo la "fe" de los tres salesianos detenidos únicamente? ¿Y el resto? ¿Eran descreídos, quizá? Las medias verdades siempre suelen terminar en grandes mentiras. Pero hay más.

Dos de los salesianos que resultaron muertos (el tercero sobrevivió) fueron declarados mártires de la fe en la masiva beatificación de 2007. Pero no murieron por su fe, ni mucho menos, incluso uno de ellos, el salesiano José Blanco Salgado, estuvo disparando contra los trabajadores desde el cuartel de la Guardia Civil (es obvio que pese a lo que diga el papa Francisco, no es muy imitable este mártir). Su muerte fue miserablemente provocada por el teniente de la Guardia Civil José Chamizo para intentar él mismo salvarse con los suyos, obligando a un grupo a salir del cuartel para poder escapar a fuego limpio por otra calle. ¿Dónde están los testimonios de la beatificación de estas personas? Me gustaría verlos, porque la información de la que disponemos (publicada y documentada) no guarda relación alguna con el martirio de estos hombres. Y estos casos en absoluto pueden negar que otros religiosos hayan sido asesinados por el mero hecho de serlo, pero evidencian la forma en que se han llevado a cabo los masivos procedimientos de beatificación. Los crímenes cometidos contra religiosos, como contra cualquier persona, fueron abominables, pero hay que saber medir el alcance y la utilización de todos ellos. Los debates tienen que ser claros, públicos y documentados, lo demás es historia sagrada, no historia.

Por cierto, todavía la Iglesia de Morón tiene pendiente una deuda, una gran deuda con los cuatrocientos cuarenta vecinos muertos y ochenta y cinco en paradero desconocido identificados que ocasionaron los sublevados. Total, algunos dirán que qué son 525 víctimas moronenses comparadas con la inmensidad del océano. Pues yo les diré lo que son: tres más que los 522 beatos del 12 de octubre, y estamos hablando solamente de un pueblo andaluz, con beatos y todo, donde la Iglesia sigue en silencio. ¿Olvido? ¿Cinismo? Será sencillamente que necesitan más de tres siglos como con Galileo. Y dicho sea de paso, ¿qué hace un ministro de justicia en un acto como ese cuando el gobierno que representa no cumple una Ley como la de Memoria Histórica? ¿No quedamos que es un acto exclusivamente "religioso" como dice la Conferencia Episcopal?

¿Para cuándo la Iglesia arrodillada ante las víctimas de la sublevación y la dictadura? Señor Rouco ¿está usted ahí?

*Investigador e historiador

https://ww.publico.es/politica/474646/beatos-y-cinicos
Puntos:
12-02-14 22:24 #11865321 -> 11865053
Por:titippac

RE: La guerra ¿Qué guerra?
 

Opinión | España | Mundo | Economía | TV | Cine | Música | Libros | Medios | Moda | Salud | Sexo | Ciencia | Vinos | TorosDeportes    Londres 2012    Fútbol    Baloncesto    Motor  |  Última Hora  |  Videos  |  Entrevistas  |  Infográficos  |  El Tiempo    ●    Concurso fotográfico    Tags: Opinión · Hablemos sin tapujosLos resentidos intentan resucitar el pasadoResulta ridículo promover una causa en la Audiencia de Barcelona para que se actúe contra los mandos italianos que apoyaron al ejército nacional en 1936Miguel Massanet 
Lunes, 4 de febrero de 2013, 09:26

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  |  ComentarResulta ridículo, extemporáneo y un ejercicio absurdo de pérdida de tiempo y de gastos superfluos, el que unos grupos de ciudadanos, españoles e italianos, hayan decidido una vez más, siguiendo los pasos de esta inoportuna, tendenciosa, vengativa y poco de fiar Ley de la Memoria Histórica –patrocinada por todos aquellos que formaron parte de los derrotados en la Guerra Civil española y los extranjeros que, de una manera u otra, `pretendieron evitar la derrota de los rojos españoles, algo que no consiguieron y que, ahora, pasados 74 años desde la finalización de aquella contienda, pretenden formar parte del equipo encargado de la revisión de la Historia de aquellos años, para cambiarla, explicarla bajo la óptica de los perdedores y reescribirla para que las nuevas generaciones tengan una idea equivocada de las verdaderas causas del alzamiento militar del 18 de julio de 1.936 y de lo que hubiera sido de nuestra patria si los vencedores hubieran sido los del Ejército rojo del señor Negrín y los asesores y comisarios soviéticos; que fueron los causantes de que se prolongara innecesariamente durante más de un año – promover una causa en la Audiencia de la ciudad condal, para que se actúe contra los mandos italianos que apoyaron al ejército nacional en 1936.

Y pretende hablar de crímenes contra la humanidad, de ataques en masa de la aviación italiana y de miles de muertos como consecuencia de aquellas acciones de guerra. Verán ustedes, yo en el año 1.938 tenía sólo 8 años y vivía en Palma de Mallorca, enfrente mismo del muelle donde estaban fondeados varios navíos de guerra de la escuadra nacional. Mis padres, en numerosas ocasiones, tuvieron que sacarme de la cama, envuelto en una manta, para llevarme corriendo hacia un refugio (una escalera que conducía a una cueva donde se guardaban las barcas) debido a que la aviación republicana venía a bombardear y, les aseguro, que no lo hacían sobre los barcos que tenían una potente artillería antiaérea, sino que descargaban sus bombas en los barrios adyacentes donde habitaban miles de familias civiles. .Quiero decir con ello que, si los rojos no utilizaron más este medio fue debido a que carecían de suficientes pilotos entrenados y de que la aviación nacional siempre fue superior a la suya. 

El hecho de que, a tiro pasado, se pretenda resucitar unos episodios que ahora, a la vista de las matanzas que han ocurrido con motivo de la II Guerra Mundial y las recientes matanzas en países árabes, unos hechos bélicos ( tuvieron lugar dentro de una guerra en las que, desgraciadamente, se mata y se tortura) alegando que fueron crímenes contra la Humanidad más parece un acto de hipocresía, de venganza y de ganas de resucitar pasados rencores y odios, que el pretender reivindicar la memoria de unas personas que ya nada pueden alegar. Téngase en cuenta que estas acciones son semejantes a las del destituido juez Garzón cuando, en un acto de completo cretinismo, quiso solicitar el acta de defunción del general Franco. 

Los bombardeos que tuvieron lugar en Barcelona por la aviación italiana en el mes de marzo de 1.938 se calcula que produjeron de 880 a 1.300 muertos (un abanico demasiado amplio para prestarle al dato demasiada confianza) y 1.500 heridos. En Hiroshima la bomba atómica que envió el presidente Truman de los EE.UU de América causó la friolera de 140.000 muertos; los fusilamientos de Paracuellos del Jarama y otros de los asesinatos cometidos en la provincia de Madrid, perpetrados por el Frente Popular entre civiles, políticos y republicanos de derechas se cifran en 16.449. Es probable que muchos de los actuales ciudadanos españoles, como fruto de la manipulación de los hechos históricos llevada a cabo por las izquierdas, maestros en el arte del engaño, la maniobra y el sectarismo; no hayan oído hablar de las famosas “checas” cámaras de terror importadas directamente de la Rusia soviética que tuvieron su implantación máxima en Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Fueron locales destinados a la “represión”. Aparte de los partidos políticos de la izquierda (Juventudes socialistas Unificadas, Ateneos Libertarios; Sindicatos de la CNT o la UGT; Cuarteles de milicias; Comités de Investigación o de Control; Asociaciones de Vecinos etc., se consideraron con derecho de aplicar, a los desgraciados que caían en sus manos la “justicia popular” que, como se pueden imaginar, consistía en la aplicación de las más horribles, sangrientas y abominables torturas físicas y morales. 

Según Alberto Flaquer en Madrid funcionaban mas de 200 checas; Sus jefes actuaban con plena independencia y con el apoyo del Frente Popular De ellas no salía ninguna víctima viva, porque los que ingresaban en ellas primero eran torturados y luego asesinados impunemente. ¿Derechos humanos? Ninguno, ¿Piedad? Cero. La Secretaría de la Dirección General de Seguridad disponía de la “Escuadrilla del Amanecer”, formada por los individuos más abyectos que sacaban a las gentes de sus casas, les robaban y los entregaban a las checas para dejarlos a discreción de los “tribunales chequistas” que, por supuesto, no tenían legitimidad alguna. En Barcelona actuaba un cruel sujeto, el Teniente Coronel Uribarri jefe del SMI y en Valencia un ruso-polaco, llamado Schaja Kiundemann que practica sus horribles carnicerías en la checa Santa Úrsula. Sería demasiado prolijo extenderse en tal terrible organización de terror y represión, que fue capaz de que, en Barcelona, sólo hasta octubre de 1.936 se registraran cerca de 8.000 muertos a causa de la represión contra las derechas (César Alcalá). 

Es evidente que la guerra comportó que, en uno y otro bando, hubiera excesos, asesinatos y ajustes de cuentas, pero resulta curioso que sólo quieran sacar a relucir aquellas masacres, aquellos que descienden de aquel Frente Popular que tantos crímenes cometió, que tantas violaciones de los derechos humanos tienen un su haber y que con tanta insania y sadismo no tuvieron inconveniente en perpetrar las más horribles acciones contra aquellos inocentes cuyo único pecado era ser de derechas o asistir a misa. Si alguien pensó que los odios entre españoles habían desaparecido que tome nota de estos actos, meramente simbólicos y sin ningún otro efecto práctico, que sólo tienen la repugnante intención de remover en un oscuro pasado que ya debía de haberse olvidado en las profundidades de la Historia. 

Las nuevas generaciones, poco duchas en la Historia de nuestro país, sometidas a las enseñanzas espurias de unos libros de texto totalmente amañados y sin más referente objetivo que lo que les trasmiten aquellos cuyo interés estriba en desacreditar la actuación de los nacionales, que resultaron vencedores de la contienda a pesar de su inferioridad numérica y de tener en contra a la URRS y a Francia, nuestra vecina, en las que imperaban regímenes comunistas que, por cierto, en el caso de la primera, no tuvo ningún inconveniente en timar a los republicanos españoles llevándose todo nuestro oro a cambio de una serie de desechos del ejército soviético. Si se quejaron de la ayuda de Alemania e Italia al régimen de Franco, también debieron de haberles pedido cuentas a aquellos republicanos que se dejaron engañar por quienes les vendieron un material que ni sabían manejar y sólo eran enormes cacharros pasados de moda, como los FT17-Renault franceses o los T26B rusos de escasa velocidad y poca movilidad. 

Sin embargo, si alguna duda tenemos de lo que ocurriría en Catalunya en el caso de que obtuvieran su utópica independencia, sólo basta ver quienes son los que manejan los hilos de las izquierdas y cuales son sus actuaciones, para que podamos imaginar quienes llevarían a los catalanes a su propia destrucción. O así, señores, lo vemos nosotros. .
Puntos:
14-02-14 12:59 #11867410 -> 11865321
Por:JLR.

RE: La guerra ¿Qué guerra?
Resaltar que mientras unos buscamos honrar y descubrir el paradero de miles y miles de victimas inocentes de la barbarie, otros se dedican a encubrir y justificar la conducta Criminal y Genocida de un grupo de Asesinos y lo peor es que en sus comentarios se puede ver claramente el odio que aun les aflora por todos los poros de la piel.

(explicarla bajo la óptica de los perdedores y reescribirla para que las nuevas generaciones tengan una idea equivocada de las verdaderas causas del alzamiento militar del 18 de julio de 1.936 y de lo que hubiera sido de nuestra patria si los vencedores hubieran sido los del Ejército rojo del señor Negrín y los asesores y comisarios soviéticos; que fueron los causantes de que se prolongara innecesariamente durante más de un año)
Vamos que lo importante del asunto es que los que defendían la legalidad no se dejaron matar un año antes por los gloriosos militares, en vez de admitir que un grupo de Asesinos Rebeldes efectuaron un Golpe de Estado para derrocar al gobierno por la fuerza de las armas con miles de asesinatos y una salvaje represión de inocentes,que no dio resultado y derivo hacia una guerra civil que de no ser por estos Criminales nunca hubiera existido.

comentar mas para que, si no hay mas ciego que el que no quiere ver.
Puntos:
15-02-14 11:46 #11868611 -> 11867410
Por:titippac

RE: La guerra ¿Qué guerra?
 y lo peor es que en sus comentarios se puede ver claramente el odio que aun les aflora por todos los poros de la piel. 

5 años exigiendo lo de las calles fascistas
Eso es emanar bondad
Puntos:
15-02-14 20:29 #11869192 -> 11868611
Por:JLR.

RE: La guerra ¿Qué guerra?
No amigo eso es exigir Justicia.

Por cierto si tan bien recuerdas los cinco año, recordaras que también pedí el reconocimiento del campo de concentración, y al final se va a lograr , pues esto de las calles no te preocupes que también se lograra , te lo garantizo.
Puntos:
16-02-14 10:25 #11869570 -> 11869192
Por:titippac

RE: La guerra ¿Qué guerra?
Lo del campo que ha sido por tu mencion?


Te invade tambien la modestia


Si realmente se hiciera lo que rezuman tus escritos eso no sería justicia seria venganza
Muy enquistado por el tiempo
Puntos:

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