Riego de la Vega - Leon

Que asco de izquierda, mas que izquierda son los monaguillos de la derecha.

El motivo de esta no es defender el régimen cubano, que no me parece idílico pero de largo mucho mejor que el del resto de su entorno, no, no voy ha hablar de cuba, voy a denunciar la hipocresía de toda la intelectualidad del ejercito de los cejudos y sus colegas europeos.

Que vergüenza de izquierda, que los vistan de bufones o de negro zumbón, o de sacristanes del templo del dinero, o de chamanes de la tribu, pero por favor, que no nos sigan engañando como gente de izquierdas.

Han sobrepasado la hipocresía de los intelectuales de derechas. Quizá los millones, las prebendas, la buena comida, los coches de lujo y la buena vida hicieron que incluso muchos de los que una vez fueron de izquiedas pasaran a mejor vida: a vivir bajo las apestosas faldas de un régimen podrido que desesperado, embiste contra cualquier ciudadano, periodista, actor, escritor, político, partido, país o Presidente que luche por un mundo más justo, y más solidario, no controlado por el poderoso caballero Don dinero.

Que poquitos intelectuales habian sobre el acoso orquestado sobre Cuba. Que va!! estan al otro lado del muro, han llegado al esperpento de considerar preso político a lo que era un vulgar delincuente solo porque la desinencia así lo elevó a esa categoría y negarle la condición de preso político a otegi cuando objetivamente reúne mayores motivos para ser considerado así. Y con esto no estoy defendiendo que otegui sea un santo ni merecedor de no ir a prisión por enaltecimiento de terrorismo, pero es Orlando Zapata amas de eso primero fue un delincuente común, que fue a prisión por delinquir con agresiones incluso a su propia mujer, i que se entrega a la desinencia esperando que esta le ayude y esta lo a utilizado como a un muñeco igual que ETA utilizaría a Otegui si este hiciera lo mismo.



¿Con qué autoridad moral, con qué atribución, pueden estos intelectuales acomodados en el capitalísimo y sus medios de comunicación demandar un exquisito cumplimiento de los derechos humanos, a naciones que sufren invasiones o bloqueos, agresiones y terrorismo, mientras silencian las violaciones de esas mismas normas en los países que, para colmo, pisotean y arruinan los de media humanidad?
¿Con qué código ético acusan a China, Cuba, Corea del Norte, Bolivia, Ecuador o Venezuela, aquellos que ordenan y consienten asesinatos en masa o el genocidio de inocentes, cuyos gobiernos reniegan con toda lógica de esa maldita democracia que preside el primer mundo, manchado de sangre hasta el cuello?
Tamaño ejercicio de hipocresía, de descaro universal que Obama y sus mamporreros (desde Berlusconi, Sarkozy y Uribe, al golpista Micheletti) tratan de vendernos, como si éste fuera una enseña de dignidad y justicia, cuando se sabe que no es sino otro de los mayores y bestiales trucos, bajo el que ocultan millones de muertos, eso sí, en nombre de la libertad. De la libertad para invadir, de la libertad para robar, de la libertad para saquear a las naciones débiles, de la libertad de los banqueros para endeudar a la sociedad, de la libertad para que el sistema deje en la calle a millones de obreros. La mentira se ha apoderado de todos los parlamentos del neoliberalismo. Los medios de comunicación juegan entonces a denunciar los supuestos abusos de gobiernos que no aceptan la receta neoliberal.
Si la constitución de Venezuela permitiera que Hugo Chávez pudiera delinquir, sin posibilidad de ser juzgado, como el Jefe del Estado español según la actual Carta Magna, los truenos de El País se escucharían en Marte.
Si Evo Morales invitara a su colega Lula, a pasar unos días en una de sus fincas, ofreciéndole champagne francés y señoritas de dudosa reputación de lujo, como hizo Berlusconi con su amigo checo, las voces de El Mundo clamarían hasta la afonía.
Si Rafael Correa detentara la titularidad de varias cadenas de televisión y algunos diarios, como el Cavaliere en Italia, los gacetilleros de La Vanguardia se cebarían en el mandatario ecuatoriano.
Si el nombre de Daniel Ortega hubiera ocupado el número 12 en la lista de narcotraficantes más buscados por el gobierno de los USA, como Álvaro Uribe lo es todavía en Colombia, las editoriales desde PÚBLICO a ABC contra el nicaragüense serían apocalípticas.
Si en Cuba se ejecutara a más de 100 personas al año, en la silla eléctrica, cámara de gas o por inyección letal, como acontece desde hace lustros en la tierra de Barak Obama, los habituales juntaletras de El País (Muñoz Molina, Fernando González, Juan José Millas, Maruja Torres, Rosa Montero, Javier Pradera, Javier Marías, etc.) golpearían los teclados de sus ordenadores hasta romperlos.
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Esta democracia, que arruina a sus trabajadores, que les manda a la cola del INEM, que cercena su ilusión, que castra sus horizontes, que vacía sus bolsillos, nos ha robado también la verdad, la justicia, la libertad, y aún el ridículo ejercito de los cejudos alza la voz clamando por los derechos humanos allá donde los agresores son los supuestos agredidos.