Laguna de Negrillos - Leon

Leída la sentencia de Poncio-Pilatos contra Jesús, que dejo referida, en alta voz y en presencia de todo el pueblo, los ministros cargaron sobre los delicados y llagados hombros de Jesús la pesada cruz en la que había de ser crucificado.-

Y para que la llevase le desataron las manos, para que la pudiese sujetar, pero no el cuerpo, para que pudiesen ellos llevarle, tirando de las sogas con que estaba ceñido, y para mayor crueldad le dieron con ellas a la garganta dos vueltas. Era la cruz de quince pies de largo, gruesa, y de madera muy pesada.-

Comenzó el pregón de la sentencia, y toda aquella multitud confusa y turbulenta del pueblo, ministros y soldados, con gran estrépito y vocería se movió con una desconcertada procesión, para encaminarse por las calles de Jerusalén desde el palacio de Poncio-Pilatos, hacia el monte Calvario.-

Cuando Jesús recibió la cruz, mirándola con semblante lleno de júbilo y extremada alegría dijo para sí mismo esta Oración que dirigía a su Padre: Oh cruz deseada de mi alma, prevenida y hallada de mis deseos, ven a mí, amada mía, para que me recibas en tus brazos y en ellos como en altar sagrado reciba mi Eterno Padre el sacrificio de la eterna reconciliación con el linaje humano. Para morir en ti bajé del cielo en vida y hacerme carne mortal y pasible, porque tú has de ser el cetro con que triunfaré sobre todos mis enemigos, la llave con que abriré las puertas del paraíso a mis predestinados, el sagrado donde hallen misericordia los culpados hijos de Adán y la oficina de los tesoros que pueden enriquecer su pobreza.-

En ti quiero acreditar las deshonras y oprobios de los hombres, para que mis amigos los abracen con alegría y los soliciten con ansias amorosas, para seguirme por el camino que yo les abriré contigo. Padre mío y Dios eterno, yo te confieso Señor del Cielo y de la tierra, y obedeciendo a tu querer Divino cargo sobre mis hombros la leña del sacrificio de mi pasible humanidad inocentísima y la admito de voluntad por la salvación eterna de todos los hombres. Recibidles, Padre mío, como aceptable a Vuestra Justicia, para que desde hoy, no sean más siervos, sino que sean hijos y herederos conmigo de Vuestro reino.-

Después de esta plegaria, María la Madre la adoró y veneró, y lo mismo hicieron todos los espíritus que asistían al Señor y a la Señora y Reina del Cielo y de la Tierra, que eran visibles para Jesús y María, su madre.-

Jesús, emprende el camino hacia el Monte del Calvario:
Llevando sobre sus hombros, para el rescate de todo el linaje humano, la Cruz donde sería sacrificado. Los ministros de la justicia, como desnudos de toda humana compasión y piedad, llevaban a Jesús con increíble crueldad y desacato. Tiraban unos de las sogas adelante, para que apresurase el paso, otros para atormentarle tiraban atrás, para detenerle, y con estas violencias y el grave peso de la cruz le obligaban y al intentar caminar Jesús, sufría muchos vaivenes y caídas en el suelo. Y con los golpes que recibía sobre las piedras del suelo, se le abrieron llagas, y particularmente las de las rodillas, renovándosele todas las veces que repetía las caídas; y con el peso de la cruz, se le abrió de nuevo otra llaga en el hombro que se la cargaron la cruz. Y con los vaivenes, unas veces topaba la cruz contra su cabeza y otras la cabeza contra la cruz y siempre las espinas de la corona le penetraban de nuevo con el golpe que recibía, profundándose más en lo que no estaba aun herido en la carne de la cabeza.-
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A estos dolores añadían aquellos instrumentos de maldad muchos insultos de palabras y contumelias execrables, de salivas que escupían sobre Jesús, el gentío que lo acompañaba y del polvo y tierra que recogían con sus manos, se lo arrojaban en su rostro, algunos de los allí presentes, con tanto exceso que le cegaban los ojos, y misericordiosamente Jesús los miraba. Y con la prisa que se daban, sedientos de haber conseguido la sentencia de muerte, no dejaban a Jesús que tomase aliento.-

Entre la multitud de la gente partió la dolorosa y Madre de la casa de Poncio-Pilatos siguiendo a su Hijo, siendo acompañada de Juan Evangelista, María Magdalena y las otras Marías. Y como el tropel de la confusa multitud, los embarazaba para que llegasen más cerca de su Hijo. María su Madre, pidió al Eterno Padre que le concediese estar al pie de la cruz en compañía de su Hijo y Señor, de manera que pudiese verle corporalmente, y con la voluntad del Altísimo ordenó también a los Ángeles que dispusiesen ellos para que se ejecutase su deseo. Obedeciendo los Ángeles, encaminaron a su Señora Reina, por el atajo de una calle, por donde salieron al encuentro de su Hijo, y se vieron nuevamente cara a cara Él Hijo y la Madre.-

Renovándose recíprocamente el dolor de lo que cada uno padecía y sentía; pero no se hablaron vocalmente, ni la ferocidad de los ministros diera lugar para hacerlo. Pero la Madre adoró a su Hijo y Dios verdadero, afligido con el peso de la cruz, y con la voz interior le pidió; Que, pues ella no podía descansarle de la carga de la cruz, ni tampoco permitía que los Ángeles lo hicieran, se dignase de poner en el corazón de aquellos ministros y que le diesen alguno para que le ayudasen a llevar la Cruz. Esta petición admitió Jesús, y de ella resultó que le ayudase Simón Cireneo para que llevase la cruz con el.-

Con estas razones misteriosas acreditó el Señor las lágrimas derramadas por su Madre, y Jesús las aprobó, para enseñarnos en aquellas mujeres el fin que deben tener nuestras lágrimas, para que vayan bien encaminadas. Más el Señor, viendo llorar a muchas de las mujeres que le acompañaban en este último caminar por las calles de Jerusalén les dijo: Llorad sobre vuestros pecados y de vuestros hijos lo que yo padezco, y no por los míos, que no los tengo ni es posible. Y si el compadeceros de mí es bueno y justo, más quiero que lloréis vuestras culpas que mis penas padecidas por ellas, y con este modo de llorar pasará sobre vosotras y sobre vuestros hijos el precio de mi sangre y Redención que este ciego pueblo ignora.-

Porque vendrán días, que serán los del Juicio Universal y del castigo, en que se juzgarán por dichosas las que no hubieren tenido generación de hijos, y los prescritos pedirán a los montes y collados que los cubran, para no ver mi indignación. Porque si en mí, que soy inocente, han hecho estos efectos sus culpas de que yo me encargué, ¿qué harán en ellos, que estarán tan secos, sin fruto de gracia ni merecimientos?.-

Simón Cireneo.-
Determinaron los pontífices, fariseos y los ministros de conducir algún hombre que ayudase a Jesús en el trabajo de llevar la cruz hasta el Monte del Calvario. Llegó en esta ocasión Simón Cireneo, llamado así porque era natural de Cirene, ciudad de Libia, y venía a Jerusalén; era padre de dos discípulos del Señor, llamados Alejandro y Rufo.-

A este Simón obligaron los judíos a que llevase la cruz parte del camino, sin tocarla ellos, porque se afrentaban de llegar a ella, como instrumento del castigo y adjudicada la Cruz a un hombre a quien ajusticiaban por malhechor insigne; que esto pretendían que todo el pueblo entendiese con aquellas ceremonias y cautelas.- 327

Tomó la cruz Simón de Cirineo y fue siguiendo a Jesús, que iba entre los dos ladrones, para que todos creyesen que era malhechor y facineroso como ellos. Iba la Madre de Jesús muy cerca de Su Hijo, como ella misma lo había deseado y pedido al Eterno Padre, con cuya voluntad estuvo tan conforme en todos los trabajos y martirios de la pasión de su Hijo, que participando y comunicando sus tormentos tan de cerca por todos sus sentidos, jamás tuvo movimiento ni ademán en su interior ni el exterior con que se inclinase a retractar la voluntad de que su Hijo y Dios no padeciese. Tanta fue su caridad y amor para con los hombres y tanta la gracia y santidad de esta Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, en vencer a la propia naturaleza. Jesús Llegó tan fatigado al monte del Calvario, que parecía todo transformado en llagas y dolores, herido y desfigurado.-

Llegó también la dolorosa y afligida Madre llena de amargura a lo alto del Calvario, muy cerca de su Hijo, pero en el espíritu y dolores estaba como fuera de sí, porque se transformaba toda en su amado y en lo que padecía. Estaba con María, Juan Evangelista y las tres Marías, porque para esta compañía había pedido y alcanzado del Altísimo este gran favor de hallarse tantos vecinos y presentes para ver a Jesús en la cruz.-

María, cuando vio que trataban los ministros de desnudar a Jesús para crucificarle, desde lo más profundo de su espíritu oró al eterno Padre de esta manera: Señor mío y Dios eterno, Padre sois de vuestro Unigénito Hijo, que por la eterna generación Dios verdadero nació de Dios verdadero, que sois vos, y por la humana generación nació de mis entrañas, donde le di la naturaleza de hombre en la que ahora padece. Con mis pechos le di leche y lo sustenté, y como al mejor hijo que jamás pudo nacer de otra criatura le amo como Madre verdadera, y como Madre tengo derecho natural a su humanidad y en la persona que ahora tiene, y nunca Vuestra Providencia se le niega a quien le tiene y pertenece. Ahora, pues, ofrezco este derecho de Madre y le pongo en Vuestras manos de nuevo, para que vuestro Hijo y mío sea sacrificado para la Redención de todo el linaje humano.-

Recibid, Señor mío, mi aceptable ofrenda y sacrificio, pues no ofreciera tanto si yo misma fuera sacrificada y padeciera, no sólo porque mi Hijo es verdadero Dios y de Vuestra sustancia misma, sino también de parte de mi dolor y pena. Porque si yo muriera y se trocaran las suertes, para que su vida se conservara, fuera para mí de grande alivio y satisfacción de mis deseos.-

Esta oración de María, la aceptó el Eterno Padre con inefable agrado y complacencia. Por esta razón, no se le consintió al Patriarca Abrahán más que la figura y ademán del sacrificio de su Hijo, porque la ejecución verdadera, se haría con Jesús, Hijo Unigénito del Eterno Padre.

Acabó esta oración la Madre de Jesús, y los ministros de la pasión intentaban dar a Jesús la bebida del vino mirrado con hiel. Para añadir este nuevo tormento a Jesús para tolerar con más esfuerzo los tormentos del suplicio, cuando su cuerpo fuera clavado en la cruz.-

Esta bebida, que en los demás ajusticiados podía ser de algún socorro y alivio, pretendió la crueldad de los impíos judíos conmutar en mayor pena con Jesús, dándosela amarguísima y mezclada con hiel y que no tuviese en él otros efectos más que el tormento de la amargura.-
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Conociendo la Madre de Jesús esta inhumanidad, con compasión y lágrimas oró al Señor pidiéndole que no la bebiese, y Jesús condescendió con la petición de su Madre, de manera que, sin negarse del todo a este nuevo dolor, gustó la poción amarga, pero no la bebió.-

Era ya la hora sexta, que corresponde a la de mediodía, y los ministros de justicia, desnudaron a Jesús. Le despojaron de la túnica inconsútil y vestiduras. Y como la túnica era cerrada y larga, lo desnudaron por la cabeza, sin quitarle la corona de espinas, y con la violencia con que lo hicieron, le arrancaron la corona con la misma túnica con desmedida crueldad, porque le rasgaron de nuevo las heridas de su cabeza, y algunas espinas se quedaron las puntas clavadas, que con ser tan duras se rompieron con la fuerza que los verdugos le arrebataron la túnica, la cual le volvieron a colocar con crueldad nuevamente la corona de espinas, abriendo nuevas llagas sobre las llagas que ya tenía.-

Renovaron junto con esto las de todo su cuerpo, porque en ellas estaba ya pegada la túnica, y al quitársela con ira y rabia, se despegó con violencia de las llagas de todo su cuerpo, añadiendo nuevo dolor sobre sus heridas.-

Cuatro veces desnudaron y vistieron en su pasión a Jesús: la primera, para azotarle en la columna; la segunda, para ponerle la túnica de color púrpura afrentosa; la tercera, cuando se la quitaron y le volvieron a vestir de su túnica; la cuarta fue ésta en el monte del Calvario, para no volverle a vestir; y en ésta ocasión fue la más dolorosa, porque las heridas eran más, y su humanidad estaba debilitada, y en el monte Calvario más desabrigado y ofendido del viento, que también tuvo licencia este elemento para afligirle en su muerte la destemplanza del frío.-

A todas estas penas se añadía el dolor de estar desnudo en presencia de su Madre y de las mujeres que la acompañaban y de la multitud de gente que allí estaba. Sólo reservó en su poder los paños interiores que su Madre santísima le había puesto debajo la túnica en Egipto, porque ni cuando le azotaron se los pudieron quitar los verdugos, ni tampoco se los desnudaron para crucificarle, y así fue con ellos al sepulcro.-

Estaba la Cruz tendida en tierra, y los verdugos prevenían lo necesario para crucificarle, como a los otros dos que juntamente habían de morir.-

Jesús es Crucificado en la Cruz.-
Jesús fue tumbado sobre la Cruz, el verdugo luego cogió la mano de Jesús y colocándola sobre el agujero de la cruz, otro verdugo la clavó en él, penetrando a martillazos la palma del Señor con un clavo esquinado y grueso. Rompiéndole con él las venas y los nervios, y se quebraron y desconcertaron los huesos de aquella mano sagrada que fabricó los Cielos y cuanto tiene ser. Para clavarle la otra mano, que no alcanzaba el brazo al agujero, porque los nervios se le habían encogido y de malicia de los verdugos, le habían alargado el barreno, para remediar esta falta, tomaron la misma cadena con que Jesús había estado preso desde el huerto, y argollándole la muñeca con un extremo que la cadena tenía, tiraron con inaudita crueldad del otro extremo y ajustaron la mano con el barreno y la clavaron con otro clavo. Acto seguido, pasaron a los pies y, puesto el uno sobre el otro, amarrándolos con la misma cadena y tirando de ella con gran fuerza y crueldad, los clavaron juntos con un tercer clavo, algo más fuerte y largo que los otros.-
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Quedando el cuerpo de Jesús, clavado y fijado en la Cruz, y todos sus huesos quedaron dislocados, fuera de su lugar natural; desencajados los del pecho, los de los hombros y espaldas, cediendo a la violenta crueldad de los verdugos.-

Fijado ya el cuerpo de Jesús en la cruz, para que los clavos no se soltasen del cuerpo, fueron doblados por la parte que traspasaban el madero, y para ejecutar esta labor de doblar los clavos, levantaron la cruz, para volverla y dejarla caer, contra la tierra con Jesús ya crucificado. Esta nueva crueldad alteró a todos los circunstantes y se levantó grande gritería en aquella turba movida de compasión, pero la dolorosa y compasiva Madre ocurrió a tan desmesurada impiedad y pidió al Eterno Padre no la permitiese como los verdugos la intentaban, y luego mandó a los Ángeles a que acudiesen y sirviesen a su Creador con aquel obsequio, y todo se ejecutó como la gran Reina lo ordenó; porque volviendo los verdugos la cruz, para que el cuerpo clavado cayera con el rostro de Jesús contra la tierra, los Ángeles le sustentaron cerca del suelo, que estaba lleno de piedras, y con esta acción de los Ángeles, no tocó Jesús con su rostro en el suelo.-

Pasando los verdugos a doblar las puntas de los clavos, sin haber conocido el misterio y maravilla, de no tocar el cuerpo de Jesús el suelo, porque a estos verdugos se les oculto.-

Luego arrimaron la cruz con el Crucificado al agujero donde se había de enarbolar la Cruz. Y llegándose unos con los hombros y otros con alabardas y lanzas, levantaron a Jesús en la cruz, fijándola en el hoyo que para esto se había abierto en el suelo.-

Junto con Jesús: Crucificaron luego a dos ladrones y fijaron sus cruces, la una a la derecha y la otra a la izquierda de Jesús.-
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