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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
22-04-14 06:49 #11992093
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 9ª Sección
mujer del Cordero. Y levantándome el Ángel en espíritu a lo alto de un monte, me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que descendía del Cielo desde Dios y tenía la claridad de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosa, como piedra de jaspe, así como cristal. Y tenía un grande y alto muro con doce puertas, con doce Ángeles en ellas, y escritos unos nombres, que son, los de las doce tribus de los hijos de Israel.-

Esta Ciudad Santa de Jerusalén, tiene tres puertas al Este, tres puertas al Norte, tres puertas al Sur y tres puertas al Oeste. Y el muro de la ciudad tenía doce fundamentos y en ellos doce nombres de los doce Apóstoles del Cordero. Y el que hablaba conmigo, tenía una medida de caña de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. Y la ciudad estaba puesta en cuadro, y su longitud es tanta cuanto es su latitud; y midió la ciudad con la caña por doce mil estadios, y la longitud, latitud y altura son iguales. Y midió su muro ciento y cuarenta y cuatro codos con medida de hombre, que es de Ángel. Y la fábrica de su muralla era de piedra de jaspe; pero la ciudad era oro purísimo, semejante a un puro vidrio.-

Estos Ángeles, de quien habla Juan el Evangelista, son siete Ángeles de los que asisten al trono de Dios y a quien Su Majestad ha dado cargo y potestad para que castiguen algunos pecados de los hombres. Y esta venganza de la ira del Omnipotente sucederá en los últimos siglos del mundo; pero será tan nuevo el castigo, que ni antes ni después en la vida mortal se haya visto otro mayor.-

Uno de estos Ángeles que habló a Juan Evangelista en lo alto del monte, es el Ángel por quien singularmente vengará Dios las injurias hechas contra su Madre María, en formidable castigo. Por haberla despreciado con osadía loca, han irritado la indignación de su omnipotencia; y por estar empeñada toda la Divina Trinidad en honrar y levantar a esta Reina y Señora del Cielo, sobre toda la criatura humana y Angélica y ponerla en el mundo por espejo de la Divinidad y Medianera Única de los mortales. Tomará Dios señaladamente por su cuenta vengar las herejías, errores y blasfemias y cualquier desacato cometido contra ella, contra la Reina y Señora del Cielo, y el no haberla glorificado, conocido y adorado en este su tabernáculo y no haberse aprovechado de tan incomparable misericordia.-

Profetizados están estos castigos en la Iglesia Cristiana. Y aunque el enigma del Apocalipsis encubre con oscuridad este rigor en la BIBLIA, ¡Ay de los infelices a quien alcanzare! y ¡Ay de mí, que ofendí a Dios, tan fuerte y poderoso que es en castigar!.-

Habló el Ángel a Juan Evangelista y le dijo: Ven, y te mostraré a la esposa y mujer del Cordero. El Ángel le muestra al Apóstol Juan, que la Ciudad Santa de Jerusalén que le mostró, es la mujer esposa del Cordero, escrita mediante metáfora, para ser ocultada en la Biblia, y que se trata de María, a quien miraba Juan como a la madre, mujer y esposa del Cordero, que es Jesucristo. Porque entre los oficios que tuvo y ejercitó la Reina y Señora del Cielo, fue el de Esposa de la Divina Trinidad, única y singular, por la particular fe y amor con que se hizo y acabó este desposorio; y fue mujer y madre del mismo Señor humanizado en la persona de Jesús, dándole su misma sustancia y carne mortal y criándole y sustentándole en la forma de hombre que le había dado. Y Para ver y entender tan soberanos misterios, fue levantado en espíritu el Apóstol Juan el evangelista a lo alto del monte de santidad y luz; porque, sin salir de sí mismo y levantarse sobre la humana flaqueza del hombre, no los pudiera haber entendido.-

El Apóstol Juan sigue diciendo: El Ángel me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que
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descendía del Cielo, como fabricada y formada, no en la tierra, donde residiría como peregrina y extraña, sino en el Cielo, donde no se pudo fabricar con materiales de la tierra pura y común; porque si de ella se tomó la naturaleza, fue llevada al Cielo para fabricar esta Ciudad Mística al modo Celestial y Angélico, y aun divino y semejante a la Divinidad. Donde tenía la claridad de Dios; porque el Alma de María tuvo una participación de la Divina Trinidad y de sus atributos y perfecciones, que si fuera posible verla en su mismo ser, pareciera iluminada con la claridad eterna del mismo Dios, y de la claridad que recibió del mismo Señor, pero todo es poco, y todos los términos humanos le vienen cortos; y vencido el entendimiento creado, viene a decir que tuvo María Divinidad, confesando en esto la verdad en sustancia y la ignorancia para explicar lo que se confiesa por verdadero. María fue fabricada en el Cielo, el Artífice sólo que a ella la fabricó conocerá su grandeza y el parentesco y afinidad que contrajo con María, asimilando las perfecciones que le dio con las mismas que encierra su infinita Divinidad y Grandeza.-

El Alma de María: Era semejante a una piedra preciosa, como piedra de jaspe, como cristal. No es tan dificultoso de entender que se asimile al cristal y jaspe juntamente, siendo tan disímiles, como que sea semejante a Dios; pero de esta similitud conoceremos algo por aquélla. El jaspe encierra muchos colores, visos y variedad de sombras, de que se compone, y el cristal es clarísimo, purísimo y uniforme, y todo junto formará una peregrina y hermosa variedad. Tuvo María en su formación del Alma, la variedad de virtudes y perfecciones de que parece fabricó Dios su Alma compuesta y entretejida, y todas estas gracias y perfecciones y toda ella semejante a un cristal purísimo y sin lunar ni átomo de culpa; antes en la claridad y pureza despide rayos y hace visos de Divinidad, como el cristal que herido del sol parece le tiene dentro de sí mismo y le retrata, reverberando como el mismo sol. Pero este cristalino jaspe tiene sombras, porque es hija de Adán y es pura criatura, y todo lo que tiene de resplandor del Sol de la Divinidad es participado, y aunque parece Sol Divino no lo es por naturaleza, mas por participación y comunicación de su gracia; criatura es, formada y hecha por la mano del mismo Dios, para ser María, Madre suya.-

Juan Evangelista prosigue y dice: En las doce puertas doce ángeles hay. Estos Ángeles, son los doce, entre los mil que fueron señalados para guarda a la Madre del Verbo Humanizado. El ministerio de estos doce ángeles, además de asistir a la Reina y Señora del Cielo, fue para servirla señaladamente en inspirar y defender a las almas que con devoción llaman a María, Reina en su amparo y se señalan en su devoción, veneración y amor. Y por esto dice el evangelista que vio los Ángeles en las puertas de esta ciudad, porque ellos son ministros y agentes que ayudan y mueven y encaminan a los mortales para que entren por las puertas de la piedad de María, a la eterna felicidad.-

Y muchas veces María los envía con inspiraciones y favores, para que la saquen de peligros y trabajos de alma y cuerpo a los que la invocan, por ser devotos suyos.-

Juan el Evangelista dice: Que estos ángeles, tenían escritos unos nombres, que son de los de las doce tribus de los hijos de Israel, porque los Ángeles reciben los nombres del ministerio y oficio para lo que son enviados al mundo terrenal.

Y como estos doce Ángeles y Príncipes, asistían singularmente a la Reina y Señora del Cielo, para que por su disposición ayudasen a la salvación de los hombres, y todos los escogidos son inscritos sus nombres, debajo de las doce tribus de Israel, que hacen el Pueblo Santo de Dios, por esta razón dice Juan Evangelista que los Ángeles tenían los doce nombres de las doce
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tribus, como destinado cada uno para su tribu, y que tenían protección y cuidado de todos los que por estas puertas de la intercesión de María, habían de entrar a la Celestial Jerusalén, todas las naciones y generaciones venideras.-

Yo Juan, Apóstol del Señor, quede admirado de esta grandeza de María y que ella fuese la medianera y la puerta de esta Ciudad Santa de Jerusalén, para todos los predestinados, y se me dio a entender que este beneficio correspondía, por el oficio que María hacia de Madre de Jesucristo y al que como Madre había hecho con su Hijo Santísimo y con los hombres.-

Porque María, le dio cuerpo humano a Jesucristo de su propia sangre y sustancia, en que padeciese y redimiese a los hombres, y así en algún modo murió ella y padeció en Jesucristo por esta unidad de la carne y de la sangre; y a más de esto, le acompañó en su pasión y muerte y la padeció por voluntad en la forma que pudo, con divina humildad y fortaleza. Y así como ella cooperó en la pasión y dio a su Hijo para qué padeciese por el linaje humano, así también el mismo Señor la hizo participante de la dignidad de redentora y le dio los méritos y fruto de la Redención, para que ella los distribuyese, y que por solo su mano se comunicase a los redimidos.-

Más Juan el Evangelista sigue diciendo: ¡Oh admirable tesorera y depositaría de Dios, qué seguras están en tus divinas y liberales manos las riquezas de la diestra del Omnipotente! Pues tenía esta ciudad tres puertas al Norte, tres puertas al Sur, tres puertas al Este y tres puertas al Oeste. Tres puertas que correspondan a cada parte del mundo. Y el número de tres nos franquea por ellas a todos los mortales en cuanto el cielo y la tierra que poseen y a quien dio ser a todo lo creado, que son las tres Divinas Personas, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo.-

Cada una de las tres quieren y disponen que María tenga puerta para solicitar los tesoros divinos a los mortales, que aunque es un Dios en tres Personas, cada una de por sí le da entrada y puerta franca para que entre esta Reina y Señora del Cielo al Tribunal del ser inmutable de la Divina Trinidad, para que interceda, pida y saque tesoros y se los dé a sus devotos que la busquen de todas partes del mundo. Para que nadie de los mortales tenga excusa en ningún lugar del mundo, ni en ninguna generación ni nación de la tierra, pues en todas partes no solamente hay una puerta, sino tres puertas. Y el entrar en una ciudad por una puerta franca y patente es tan fácil, que si alguno dejara de entrar, no será por falta de puertas, sino porque él mismo se detiene no quiere ponerse a salvo. ¿Qué dirán aquí los infieles, herejes y paganos? ¿Qué los malos cristianos y obstinados pecadores? Si los tesoros del cielo están en manos de la Madre y Señora, si ella nos llama y nos solicita por medio de sus ángeles y si es puerta y muchas puertas del cielo, ¿cómo son tantos los que se quedan fuera y tan pocos los que por ellas entran?

Más Juan el Evangelista sigue diciendo: Y el muro de esta ciudad tenía doce fundamentos, y en ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. Los fundamentos inmutables y fuertes, sobre la que edificó Dios esta Ciudad Santa de María su Madre, fueron las virtudes todas con especial gobierno del Espíritu Santo que les correspondía. Con los doce nombres de los Apóstoles; porque se fundó sobre la mayor santidad de los Apóstoles, que son los mayores de los Santos, según lo de David, que los fundamentos de la ciudad de Dios fueron puestos sobre los montes santos; porque la santidad de María y su sabiduría fue como fundamento de los Apóstoles y su firmeza después de la muerte de Cristo y subida a los cielos. Y aunque siempre fue su maestra y ejemplar, sola María fue la de mayor firmeza de la Iglesia primitiva. Y porque fue destinada para este ministerio desde su Inmaculada Concepción con las virtudes y gracias correspondientes.-
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Y el Ángel que hablaba conmigo tenía una medida de caña de oro, y midió la ciudad con esta caña, la cual medía doce mil estadios.-

En estas medidas, Juan el Evangelista encerró grandes misterios de la dignidad, gracias, dones y méritos de María, la Madre de Dios. Y aunque la midieron con gran medida en la dignidad y beneficios que puso el Altísimo en ella, pero se ajusto la medida en el retorno posible y fueron iguales.-

La longitud es la misma que su latitud: por todas partes estuvo proporcionada igual, sin que en ella se hallase mengua, ni improporción. Esta medida corresponde a la dignidad de María, méritos y gracia, dando como resultado la humanidad de su Hijo unida a la del Verbo Divino.-

Juan el evangelista a esta medida la llamo caña de oro, por la fragilidad de nuestra naturaleza de la carne flaca; y la llamo de oro por la Divinidad de la Persona del Verbo.
Con esta dignidad de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, y con los dones de la naturaleza unida a la Divina Persona y con los merecimientos que obró, fue medida su Madre, por el mismo Señor. Él fue quien la midió consigo mismo y ella, siendo medida por Él, pareció estar igual y proporcionada en la alteza de su dignidad de Madre.-

En la longitud de sus dones y beneficios y en la latitud de sus merecimientos, en todo fue igual sin mengua ni improporción. Y aunque no pudo igualarse absolutamente con su Hijo Santísimo con igualdad que llaman los doctores, porque Jesucristo, era hombre y Dios verdadero y María era pura criatura y por esto la medida excedía infinito a lo que era medido con ella, pero tuvo María cierta igualdad de proporción con su Hijo Jesucristo. Porque así como a Él nada le faltó de lo que le correspondía y debía tener como Hijo verdadero de Dios, así a María nada le faltó ni tuvo mengua en lo que se le debía y ella se la debía como Madre verdadera del mismo Dios; de manera que María como Madre y Jesucristo como Hijo, tuvieron igual proporción de dignidad, de gracia y dones y de todos los merecimientos, y ninguna gracia criada hubo en Jesucristo que no estuviese en la misma proporción que en su Madre María.-

Y dice Juan evangelista, que midió la ciudad con la caña, doce mil estadios. Esta medida de estadios y el número de doce mil con que fue medida María en su concepción, encierran altísimos Misterios. Estadios llamó el evangelista a la medida perfecta con que se mide la alteza de santidad de los predestinados, según los dones de gracia y gloria que Dios en su mente y eterno decreto, dispuso y ordenó comunicarles por medio de su Hijo Humanizado, tasándolos y determinándolos por su infinita equidad y misericordia. Y con estos estadios se miden todos los escogidos y la alteza de sus virtudes y merecimientos por el mismo Señor.-

Infelicísimo aquel que no llegue a esta medida ni se ajuste con ella, cuando el Señor lo midiere. El número de doce mil comprende todo el resto de los predestinados y electos, reducidos a las doce cabezas de estos millares, que son los Doce Apóstoles, Príncipes de la Iglesia Cristiana, así están reducidos a las doce tribus de Israel; porque todos los electos se habían de reducir a la doctrina que los Apóstoles del Cordero que enseñaron en la vida terrenal que les duró.-

Pues con la medida y estadios con que Dios mide a los predestinados, fue medida María, de la altura, de la longitud y de la latitud, porque a todos juntos igualó la que era Madre del mismo Dios y Reina y Señora de todos y sola en ella pudo caber más que en el resto de todo lo creado por Dios. 43

Y midió su muro ciento y cuarenta y cuatro codos con medida de hombre, que es de Ángel. Esta medida del muro de la Ciudad de Dios no fue de la longitud, sino de la altura de los muros que tenía; porque si los estadios del cuadro de la ciudad eran doce mil en latitud y longitud igual por todas partes, era forzoso que el muro fuese algo mayor, y más por la superficie de afuera, para encerrar dentro de sí toda la ciudad; y la medida fue de ciento cuarenta y cuatro codos, de cualquiera que fuesen, era corta para muros de tan extendida ciudad, pero muy proporcionada para la altura de estos muros y segura defensa de quien vivía en ella.-

Esta altura dice la seguridad que tuvieron en María de todos los dones y gracias, así de santidad como de la dignidad, que puso en ella el Altísimo. Y para darlo a entender dice que la altura contenía 144 codos, que es número desigual y comprende tres muros, grande, mediano y pequeño, correspondiendo a las obras que hizo la Reina y Señora del Cielo, en lo mayor, en lo mediano y lo más pequeño.-

No porque en María hubiese cosa pequeña, sino porque las materias en que obraba, eran diferentes y las obras también. Las obras de María, unas eran milagrosas y sobrenaturales, y otras morales de las virtudes, y de éstas unas eran interiores y otras exteriores; y a todas dio tanta plenitud de perfección, que ni por las grandes dejó las pequeñas de hacer, ni por éstas faltó a las superiores; pero todas las hizo en grado tan supremo de santidad y beneplácito del Señor, que fue a medida de su Hijo Jesucristo, así en los dones naturales como sobrenaturales. Y ésta fue la medida del hombre Dios, que fue el Ángel del Gran Consejo, superior a todos los hombres y los Ángeles, a quienes con proporción excedió la Madre con el Hijo.-

Más Juan el evangelista sigue diciendo: La fábrica de su muro era de piedra de jaspe. Los muros de la ciudad son los que primero se topan y se ofrecen a la vista de quien los mira; y la variedad de los visos y colores con sus sombras que contiene el jaspe, de cuya materia eran los muros de esta ciudad de Dios, y refiriéndose a María, es en referencia a la humildad inefable con que estaban disimuladas y acompañadas todas las gracias y excelencias de esta gran Reina y Señora del Cielo. Porque siendo digna Madre de su Creador, exenta de toda partícula de pecado e imperfección, se ofreció a la vista de los hombres como tributaria y con sombras de la común ley de los demás hijos de Adán, sujetándose a las leyes y penalidades de la vida común que terrenalmente se ofrece diariamente en la propia vida de la humanidad.-

Pero este muro de jaspe, que descubría estas sombras como en las demás mujeres, era en la apariencia y servía a la ciudad de inexpugnable defensa. Y la ciudad por dentro dice que era purísimo oro, semejante a un vidrio purísimo y limpísimo; porque ni en la formación de María, ni después en su vida terrenal nunca admitió partícula que oscureciese su cristalina pureza. Y como la mancha o lunar, aunque sea como un átomo, si cayese en el vidrio cuando se forma, nunca saldría de suerte que no se conociese la tacha y el haberla tenido, siempre sería defecto en su transparente claridad y pureza, así también si María hubiera contraído, en su concepción la partícula y lunar de la culpa original, la afearía siempre, y no pudiera ser vista de vidrio purísimo y limpísimo.-

Ni tampoco fuera oro puro, pues tuviera su santidad y dones aquella liga del pecado original, que la bajara de quilates, pero fue oro y vidrio purísimo, esta Ciudad de María, porque fue Purísima y semejante a la Divinidad, porque María, tendría que albergar en su propio vientre y templo de Dios, al Hijo mismo de Dios, darle cobijo y alimento.-
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Cuando el Señor les propuso a todos los ángeles que habían de obedecer al Verbo humanizado, se les puso otro precepto, de que habían de tener juntamente por superiora a una mujer, en cuyas entrañas tomaría Él mismo carne humana este Unigénito del Padre; y que esta mujer había de ser su Reina así como de todas las criaturas y que se había de señalar y aventajar a todas, las Angélicas y humanas, en los dones de gracia y gloria. Los buenos Ángeles, al obedecer este precepto del Señor, se adelantaron y engrandecieron su humildad y con ella la admitieron y alabaron el poder y sacramentos del Altísimo.-

Pero Lucifer y sus confederados, con este precepto y misterio, se levantaron con mayor soberbia y desvanecimiento; y con desordenado furor apeteció para sí la excelencia de ser cabeza de todo el linaje humano y órdenes Angélicas y que, si había de ser mediante la unión hipostática, fuese con él con Lucifer.

Y en cuanto al ser inferior a la Madre del Verbo humanizado y Reina y Señora del Cielo, Lucifer lo resistió con horrendas blasfemias, convirtiéndose en desbocada indignación contra el Autor de tan grandes maravillas; y provocando a los demás, Lucifer dijo: Injustos son estos preceptos y para mi grandeza se le hace agravio; y a esta naturaleza, que tú, Señor, miras con tanto amor y propones favorecerla tanto, yo la perseguiré y destruiré y en esto emplearé todo mi poder y cuidado. Y a esta mujer, Madre del Verbo, la derribaré del estado en que la prometes poner y en mis manos perecerá tu intento.-

Este soberbio desvanecimiento enojó tanto al Señor, que humillando a Lucifer le dijo: Esta mujer, a quien no has querido respetar, te quebrantará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado. Y si por tu soberbia entrare la muerte en el mundo, por la humildad de esta mujer entrará la vida y la salud de los mortales; y de su naturaleza y especie de estos dos gozarán el premio de las coronas que tú y tus secuaces habéis perdido aquí en el Cielo.

A todo esto replicaba Lucifer con indignada soberbia contra lo que entendía de la divina voluntad y sus decretos; amenazaba a todo el linaje humano. Y los Ángeles buenos conocieron la justa indignación del Altísimo contra Lucifer y los demás apostatas y con las Armas del Entendimiento, Palabras y Razones, y la Verdad peleaban los Ángeles de Dios, contra las Blasfemias de Lucifer y sus aliados. La Guerra que se declaró en el Cielo, no se libro, con ninguna clase de armas, como así se conocen y se utilizan en la tierra, la Guerra en el Cielo fue en su totalidad desarrollada mediante el Razonamiento Intelectual.-

Obró aquí el Todopoderoso otro misterio maravilloso: que habiéndoles manifestado por inteligencia a todos los Ángeles el sacramento grande de la unión hipostática, les mostró la señal y visión de la Reina y Señora del Cielo y la que debía ser su Madre en la Tierra, y la Madre del Verbo humanizado, que fue notoria y manifestación a todos los Ángeles buenos y malos. Y los buenos a su vista quedaron llenos de admiración y dieron cánticos de alabanza y desde entonces comenzaron a defender la honra del Dios humanizado y a su Madre María. Los Ángeles armados con este ardiente celo y con el escudo inexpugnable de aquella señal.-

Por el contrario, Lucifer y sus aliados concibieron implacable furor y saña contra Jesucristo y su Madre María.-

Y Apareció en el Cielo una gran señal, una mujer cubierta del sol y debajo de sus pies la luna y coronada en la cabeza con doce estrellas. Esta señal apareció en el cielo por voluntad propia de Dios. Esta manifestación se propuso por igual medida, a los buenos y los malos Angeles.-
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