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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
07-07-14 06:33 #12128350
Por:j vicente futuro fut

El velo que cubre los Misterios de la Biblia se ha retirado. 77ª Sección
Advierto de nuevo a los que lean esta Historia Verdadera, que no se extrañen de los ocultos Sacramentos de María que en ella viesen escritos, ni los tengan por increíbles por haberlos ignorado el mundo hasta ahora, porque a más de que todos caben digna y convenientemente en esta gran Reina y Señora del Cielo y de la Tierra, aunque la Iglesia Evangélica Cristiana hasta ahora no haya tenido conocimiento de esta historia auténtica de las obras maravillosas que hizo María después de la Ascensión de su Hijo Jesucristo, no podemos negar que serían muchas y muy grandiosas, porque María, quedaba por Maestra, Protectora y Madre de la Ley Evangélica, que se introducía en el mundo bajo su amparo y protección.-

María, estuvo tres días en el Cielo gozando de la visión Beatífica, y descendió a la tierra el día que corresponde al domingo después de la Ascensión. Estuvo en el cenáculo otros tres días gozando de los efectos de la visión de la Divinidad y templándose los resplandores con que venía de las alturas, conociendo este misterio, solamente el Evangelista Juan, porque no convenía manifestar este secreto a los demás Apóstoles por entonces ni ellos estaban capacitados para conocerlo y enterderlos. Y aunque asistía con ellos, se les encubría su refulgencia los tres días que María las tuvo en la tierra, y fue así conveniente, pues el mismo Evangelista a quien se le concedió este favor cayó en tierra postrado cuando llegó a su presencia, aunque fue confortado con especial gracia para la primera vista de su beatísima Madre.-

Tampoco fue conveniente que luego y repentinamente le quitase el Señor a María, la resplandescencia y los demás efectos exteriores e interiores con que venía desde su gloria y trono, sino que con orden de su sabiduría infinita fuese poco a poco remitiendo aquellos dones y favores tan divinos, para que volviese el virginal cuerpo al estado visible y natural, para que pudiera conversar con los Apóstoles y con los otros fieles de la nueva Iglesia. Esta maravilla de haber estado María personalmente en el Cielo, no contradice a lo que está escrito en los Actos Apostólicos, que los Apóstoles y mujeres Santas perseveraron unánimes en oración con María Madre de Jesús y sus hermanos después que Su Majestad subió a los Cielos. La concordia de este lugar con lo que he dicho es clara, porque Lucas escribió aquella historia según lo que él y los Apóstoles vieron en el cenáculo de Jerusalén y no el Misterio que ignoraba. Y como el cuerpo purísimo estaba en dos partes, aunque la atención y el uso de las potencias y sentidos fuesen más perfecto y real en el cielo, es verdad que asistía con los Apóstoles y que todos la veían. Y a más de esto, se verifica que María perseveraba con ellos en oración, porque desde el cielo los veía y unía su oración y peticiones con todos los moradores del cenáculo, y en la diestra de su Hijo santísimo se las presentó y alcanzó para ellos la perseverancia y otros grandes favores del Altísimo.-

María: Aunque hablaba después de bajar del Cielo a los Apóstoles, nunca lo hizo sin que Pedro o Juan se lo mandasen. Y pidió y alcanzó de su Hijo que así se lo inspirase a ellos, para obedecerlos como a sus Vicarios y Sacerdotes, y todo se cumplía como la Maestra de la humildad prevenía, y después obedecía como sierva, disimulando la dignidad de Reina y de Señora, sin atribuirse autoridad, dominio ni superioridad alguna, sino obrando como inferior a todos ellos. Con este modo hablaba a los Apóstoles y con los otros fieles. Y en aquellos días les declaró el Misterio de la Santísima Trinidad con términos muy altos e incomprensibles, pero inteligibles y acomodados al entendimiento de todos ellos. Luego les declaró el misterio de la unión hipostática y todos los de la Encarnación y otros muchos de la doctrina que habían oído de su Maestro, y cómo para mayor inteligencia serían ilustrados por el Espíritu Santo cuando los Apóstoles lo recibiesen en Pentecostés 381

María les enseñó a orar mentalmente, declarándoles la excelencia y necesidad de esta oración y que en la criatura racional el principal oficio y más noble ocupación ha de ser levantarse con el entendimiento y voluntad sobre todo lo creado al conocimiento y amor divino, y que ninguna otra cosa ni ocupación se debe anteponer ni interponer para que el alma se prive de este bien, que es el Supremo de la vida y el principio de la felicidad eterna. María Les enseñó también a los Apóstoles, cómo debían agradecer al Padre de las misericordias el habernos dado a su Unigénito por nuestro Reparador y Maestro y el amor con que nos había redimido a costa de su pasión y muerte de Su Majestad, y porque a ellos que eran sus Apóstoles los había escogido entre los demás hombres para su compañía y fundamentos de su Nueva Iglesia. Con estas exhortaciones y enseñanza ilustró María a los corazones de los Apóstoles y de los otros discípulos y los fervorizó y dispuso para que estuviesen idóneos y prevenidos a la hora de recibir el Espíritu Santo y sus divinos efectos. Y María, como penetraba en sus corazones y conocía la condición natural de cada uno, a todos ellos María se acomodaba, como la necesidad de cada cual lo pedía, según su gracia y espíritu para que con alegría, consuelo y fortaleza obrasen las virtudes, y en las exteriores les advirtió hiciesen humillaciones, postraciones y otras acciones de culto y reverencia, adorando siempre a la majestad y grandeza del Altísimo su hijo Dios que se humanizo para Redención de todos.-

Todos los días por la mañana y por la tarde, iba María a pedir la bendición a los Apóstoles, primero a Pedro como cabeza y luego a Juan y a los demás por sus antigüedades. Al principio se querían retirar todos de hacer esta ceremonia con María, porque la miraban como a Reina y Madre de su Maestro Jesús, pero la prudentísima Señora los obligó, para que todos la bendijesen como Sacerdotes y Ministros del Altísimo, declarándoles esta suprema dignidad y el oficio que por ella les tocaba, la suma reverencia y respeto que se les debía. Y como esta competencia venía a ser sobre quién más se humillaba, era cierto que la Maestra de la humildad había de quedar victoriosa y los discípulos vencidos y enseñados con su ejemplo. Por otra parte las palabras de María eran tan dulces, ardientes y eficaces en mover los corazones de todos aquellos primeros fieles, que con una fuerza divina y suavísima los ilustraba y reducía a obrar todo lo más santo y perfecto de las virtudes. Y reconociendo ellos estos admirables efectos en sí mismos, los conferían unos con otros y admirados decían: Verdaderamente en esta pura criatura hallamos la misma enseñanza, doctrina y consuelo que nos faltó con la ausencia de su Hijo y nuestro Maestro. Sus obras y palabras, sus consejos y comunicación llena de suavidad y mansedumbre, nos enseña y obliga, como lo sentíamos con nuestro Salvador cuando nos hablaba y vivía con nosotros. Ahora se encienden nuestros corazones con la nueva Doctrina y exhortaciones de esta admirable criatura, como nos sucedía con las palabras de Jesús nuestro Salvador. Sin duda que como Dios Omnipotente ha depositado en la Madre de su Unigénito la sabiduría y virtud divina. Podemos ya enjugar las lágrimas, pues para nuestra enseñanza y consuelo nos dejó tal Madre y Maestra y nos concedió tener con nosotros esta viva arca del Testamento, donde depositó su ley, su vara de los prodigios,y el maná dulcísimo para nuestra vida y consuelo.-

Los Apóstoles fueron tan felices y dichosos que bebieron las aguas del Salvador y de la Doctrina de su Madre en su misma fuente, recibiéndolas por el sentido, como convenía para el ministerio y oficio que se les encargaba de fundar la nueva Iglesia y plantar la FE del Evangelio por todo el mundo. Por la traición y muerte del infeliz entre los nacidos, el Obispado de Judas Iscariote estaba vacante, y era necesario que se proveyese en otra persona el digno Apostolado, porque era voluntad del Altísimo que para la venida del Espíritu Santo estuviese cumplido el número de los doce,como el Maestro de la vida los había numerado cuando los eligió.

Este orden del Señor les declaró María a los once Apóstoles en una de las pláticas que les hacía, y todos admitieron la proposición y la suplicaron que como Madre y Maestra nombrase ella al que conociese por más digno e idóneo para cubrir la vacante de este Apostolado. No lo ignoraba la divina Señora, porque tenía escritos en su corazón los nombres de los doce con Matías. Pero con su humilde y profunda sabiduría conoció que convenía remitir aquella diligencia a Pedro, para que comenzase a ejercer en la nueva Iglesia el oficio de pontífice y cabeza, como vicario de Cristo, su autor y Maestro.-
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María Le ordenó al Apóstol que esta elección la hiciese en presencia de todos los discípulos y otros fieles, para que todos le viesen obrar como suprema cabeza de la Iglesia. Y así lo hizo Pedro como lo ordenó la Reina. Se remitió a Pedro el modo de la elección. Determinó el Apóstol que de entre los sesenta y dos discípulos se nombrasen dos, que fueron José, llamado el Justo, y Matías, y entre los dos se sortease y se tuviese por Apóstol aquel a quien le caiga la suerte. Aprobaron todos este modo de elegir, que entonces era muy seguro porque la virtud divina obraba grandes maravillas para fundar la nueva Iglesia. Y escribiendo los nombres de los dos cada uno en una cédula con el oficio de discípulo y Apóstol de Cristo, los pusieron en un vaso que no se viese, y todos hicieron oración pidiendo a Dios eligiese a quien fuera su santísima voluntad, pues conocía como Señor los corazones de todos. Luego Pedro sacó en suerte el que estaba escrito: Matías, discípulo y apóstol de Jesús, y con alegría de todos fue reconocido y admitido Matías por legítimo Apóstol de Jesús, y los once restantes le abrazaron. Y María, que a todo estaba presente, le pidió la bendición y a su imitación lo hicieron los demás fieles y todos continuaron la oración y ayuno hasta la venida del Espíritu Santo.-

La venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles.-
En compañía de la gran Reina del Cielo perseveraban alegres los doce Apóstoles con los demás discípulos y fieles aguardando en el cenáculo la promesa del Salvador, confirmada por María, de que les enviaría de las alturas al Espíritu consolador, que les enseñaría y administraría todas las cosas que en su doctrina habían oído. Estaban todos unánimes y tan conformes en la caridad, que en todos aquellos días ninguno tuvo pensamiento, afecto, ni ademán contrario de los otros; uno mismo era el corazón y alma de todos en el sentir y obrar.-

Y aunque se ofreció la elección del Apóstol Matías, no intervino entre todos estos nuevos hijos de la nueva Iglesia un ademán ni menor movimiento de discordia, con ser esta ocasión en la que los diferentes dictámenes arrastran la voluntad para discordar aun los más atentos, porque todos lo son para seguir cada uno su parecer y no reducirse al ajeno. Pero entre aquella congregación no tuvo entrada la discordia, porque los unió la oración, el ayuno y el estar todos esperando la visita del Espíritu Santo, que sobre corazones encontrados y discordes no puede tener asiento. Y para que se vea cuán poderosa fue esta unión de caridad, no sólo en disponerlos para recibir el Espíritu Santo, sino también para vencer a los demonios y ahuyentarlos, advierto que desde el infierno, donde estaban aterrados después de la muerte de Jesús, desde allí sintieron nueva opresión y terror con las virtudes de los que estaban en el cenáculo; aunque no las conocieron en particular, sintieron que de allí les resultaba aquella nueva fuerza que los acobardaba y juzgaron que se destruía su imperio con lo que aquellos discípulos de Cristo comenzaban a obrar en el mundo terrenal, con su Doctrina y ejemplo de vida para con los demás.-
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María: La Reina de los Ángeles con la plenitud de sabiduría y gracia conoció el tiempo y la hora determinada por la divina voluntad para enviar el Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico. Cuando se cumpliesen los días de Pentecostés, que corresponde a los cincuenta días después de la resurrección de Jesucristo. Vio María cómo en el Cielo la humanidad de la persona del Verbo como proponía el Hijo al Eterno Padre, la promesa que el mismo Salvador dejaba hecha en el mundo a sus Apóstoles, de enviarles al divino Espíritu consolador, y que se cumplía el tiempo determinado por su infinita sabiduría para hacer este favor a la Nueva Iglesia, para plantar en ella la FE que el mismo Hijo había ordenado y los dones que le había merecido.-

Propuso Jesucristo también los méritos que en la carne mortal había adquirido con su vida terrenal, pasión y muerte y los misterios que había obrado para el remedio del humano linaje, y que Él era su medianero, abogado e intercesor entre el Eterno Padre y los hombres, y que entre ellos vivía su Madre, en quien las divinas personas se complacían. Pidió también Su Majestad que viniese el Espíritu Santo al mundo en forma visible, a más de la gracia y dones invisibles, porque así convenía para honrar la Ley del Evangelio a vista del mundo, para confortar y alentar más a los Apóstoles y fieles que habían de predicar la palabra divina, para causar terror en los enemigos del mismo Señor, que en su vida le habían perseguido y despreciado hasta la muerte de la Cruz.-
Esta petición, que hizo nuestro Redentor en el cielo, acompañó su Madre desde la tierra en la forma que María en los fieles competía. Y estando con profunda humildad postrada en tierra en forma de cruz, conoció cómo en el consistorio de la Beatísima Trinidad, admitía la petición del Salvador del mundo y que para despacharla y ejecutarla, las dos personas, la del Padre y la del Hijo, como principio de quien procede el Espíritu Santo, ordenaban la misión activa de la tercera Persona, porque a las dos se les atribuye el enviar la que procede de ambos, y la tercera persona del Espíritu Santo aceptaba la misión pasiva y admitía venir al mundo. Y aunque todas estas Personas Divinas y sus operaciones son de una misma voluntad infinita y eterna sin desigualdad alguna, las mismas potencias que en todas Personas son indivisas e iguales tienen unas operaciones adquiridas en una persona que no las tienen en otra; y así el entendimiento en el Padre engendra y no en el Hijo, porque es engendrado, y la voluntad en el Padre y en el Hijo aspira y no en el Espirito Santo, que es espirado. Y por esta razón al Padre y al Hijo se les atribuye enviar, como principio activo, al Espíritu Santo y a él se le atribuye el ser enviado como pasivamente.-
Pentecostés, 50 días después de la resurrección de Jesús.-

María previene a los Apóstoles y a los demás discípulos y mujeres santas, que todas eran ciento y veinte personas, para que orasen y esperasen con mayor fervor, porque muy pronto serían visitados de las alturas por el Divino Espíritu Santo. Y estando así orando todos juntos con la celestial Señora, a la hora tercia se oyó en el aire un gran sonido de un espantoso trueno y un fuerte viento con grande resplandor, como de relámpago y de fuego, y el Globo resplandeciente se ubico encima de la casa del cenáculo, llenándola de luz y derramando sobre los allí reunidos y presentes, aquel Divino fuego sobre toda aquella congregación. Aparecieron sobre la cabeza de cada uno de los ciento y veinte, unas lenguas del mismo fuego en que venía el Espíritu Santo, llenándolos a todos y a cada uno de las divinas influencias y dones soberanos y causando a un mismo tiempo muy diferentes y contrarios efectos en el cenáculo y en todo Jerusalén, según la diversidad de sujetos.-
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En María fueron divinos y admirables para los cortesanos del cielo. Quedó María transformada y elevada toda en el mismo altísimo Dios, porque vio intuitivamente y con claridad al Espíritu Santo y por un corto tiempo, María, gozó de la visión beatífica de la Divinidad, y de sus dones y efectos recibió sola ella más que todo el resto de los santos. Y su gloria por aquel tiempo excedió a la de los Ángeles y Bienaventurados. Y sola ella dio más gloria, alabanza y agradecimiento que todos ellos juntos por el beneficio de haber enviado el Señor a su Divino Espíritu Santo sobre la Nueva Iglesia, empeñándose para enviarle muchas veces y gobernarla con su asistencia hasta el fin del mundo. Y de las obras que sola María hizo en esta ocasión se complació y agradó la Divina Trinidad de manera que se dio Su Majestad como por pagado y satisfecho de este favor que hizo al mundo; y no sólo por satisfecho, pero hizo como si se hallara obligado, por tener a esta única criatura que el Padre miraba como Hija y el Hijo como Madre y el Espíritu Santo la miraba como a su Esposa. Renovándose en la digna y feliz Esposa, todos los dones y gracias del Espíritu Santo con nuevos efectos y donaciones.-

Los Apóstoles, fueron también llenos y repletos del Espíritu Santo. Respectivamente se les infundieron hábitos de los siete dones, Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Piedad, Consejo, Fortaleza y Temor, todos ellos en grado conveniente que a cada uno les correspondía. En este beneficio tan grandioso y admirable como nuevo en el mundo, quedaron los Doce Apóstoles elevados y renovados para ser idóneos ministros del Nuevo Testamento y fundadores de la Nueva Iglesia Evangélica Cristiana, en todo el mundo, porque esta nueva gracia y dones les comunicaron una virtud divina que con eficaz y suave fuerza los inclinaba a lo más heroico de todas las virtudes y a lo supremo de la santidad. Y con esta fuerza oraban y obraban pronta y fácilmente todas las cosas, por arduas y difíciles que fuesen, y esto no con tristeza y por violenta necesidad, sino con gozo y alegría. En todos los demás discípulos y otros fieles que recibieron el Espíritu Santo en el cenáculo, obró el Altísimo los mismos efectos con proporción y respectivamente, salvo que no fueron confirmados en gracia como los Apóstoles, pero según la disposición de cada uno se les comunicó la gracia y dones con más o menos abundancia para el ministerio que les tocaba en la Nueva Iglesia. Y la misma proporción se guardó en los Apóstoles, pero Pedro y Juan Evangelista, señaladamente fueron aventajados en estos dones por los más altos oficios que tenían, el uno de gobernar la Nueva Iglesia como cabeza y el otro de asistir y servir a María, como su Reina y Señora del Cielo y de la tierra.-

El texto sagrado de Lucas dice: El Espíritu Santo llenó toda la Casa donde estaba aquella feliz congregación, no sólo porque todos en ella quedaron llenos del Divino Espíritu y de sus inefables dones, sino porque la misma casa fue llena de admirable luz y resplandor. Y esta plenitud de maravillas y prodigios redundó y se comunicó a otros fuera del cenáculo, porque obró también diversos y varios efectos el Espíritu Santo en los moradores y vecinos de Jerusalén. Todos aquellos que con alguna piedad se compadecieron de nuestro Salvador y Redentor Jesús en su pasión y muerte, doliéndose de sus acerbísimos tormentos y reverenciando su venerable persona, fueron visitados en su interior con nueva luz y gracia que los dispuso para admitir después la Doctrina de los Apóstoles. Y los que se convirtieron con el primer sermón de Pedro eran muchos de éstos, a quien su compasión y pena de la muerte del Señor les comenzó a granjear tanta dicha como ésta. Otros justos que estaban en Jerusalén fuera del cenáculo recibieron también grande consolación interior con que se movieron y dispusieron, y así obró en ellos el Espíritu Santo nuevos efectos de gracia, respectivamente, en cada uno de ellos.-
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