Para los que leen.. Y ya nadando en billetes se encontró con uno de quince euros que tenía algo escrito a boli. “La guaría, pino con un punto azul, en la base, a diez centímetros del suelo”. ¿Qué podría ser? Un mensaje a una camarera o a una cajera o a una dependienta que no iba muy bien de la vista, o que había pasado directamente de acudir a la cita, o puede que fuera para un camello, en cuyo caso seguramente ya no habría nada ahí. La verdad es que le intrigó bastante así es que cogió el a3 o el Bmw, no lo recuerdo, y comenzó a buscar el pino. Le llevó un par de horas, pero al final lo descubrió en un rincón del segundo piso. Estaba un poco excitada, y cavó como cavaron nuestros antepasados en sus tiempos, aunque ella mucho menos, hasta que encontró una cajita. ¿Qué habría dentro de ella? Abrió la caja con curiosidad. Había un frasco pequeño con un líquido, y otra nota. “Tómate esto, y verás…” En el pueblo se aburría mucho, sólo se entretenía nadando entre billetes en la piscina cubierta de su sótano, y después de unos cuantos años se estaba empezando a cansar. Así es que agarró el bote y se acercó a la valla. La saltó y se sentó en una de las piedras que hay en una de las esquinas, encima de la malla, con los pies colgando en el precipicio. La hierba verde hacía que fuera uno de los sitios más hermosos de Santisteban del Puerto. Corría mucho viento, las ramas de los pinos se agitaban violentamente, lo que amortiguaba el intenso calor de las calles de la muy ilustre villa. Se echó el líquido al coleto. Sabía como a Bailey´s. No le hizo nada, así es que encendió un cigarro y comenzó a mirar un punto fijo de la sierra, entre el castillo y el cerro san marcos. Se preguntó por qué nunca subía a la guaría. El sol estaba empezando a tomar el camino del horizonte seriamente. Se fijó en él. Por alguna extraña razón cada vez le parecía más grande. El cigarro tenía el mismo tamaño, todo lo demás estaba cambiando. ¿O era ella? ¡Era ella! Estaba encogiendo a pasos agigantados. Pese a planteárselo, no se asustó, una desconocida paz en la sangre le hizo disfrutar del momento. Se preguntaba hasta dónde llegaría cuando una ráfaga de aire le hizo precipitarse al vacío. En vez de taparse la cara esperando lo peor, puso los brazos en cruz, y aprovechando las corrientes de aire se dio cuenta de que sabía volar. Al cruzarse con una golondrina le resultó del tamaño de una ballena azul. Se dirigió hacia el túnel, tenía que ser una experiencia. Lo pasó como una exhalación, y al salir de él remontó el vuelo dirección a la plaza. Cuanto más pequeña de hacía más velocidad alcanzaba. “Paseó” por todas las calles del pueblo en cuestión de segundos. Casi podía ver a la gente que esquivaba, y no comprendía por qué todo iba a cámara muy lenta. Hubo un momento en el que empezó a subir y a subir, las cosas habían cambiado de color, ahora veía bolas, esferas de colores, y otras bolas mucho más pequeñas que giraban frenéticamente en torno a ellas. Y se hizo más y más pequeña, hasta ver unas esferas mucho más diminutas, y otras y otras. Y así estuvo hasta el infinito, viajando a trescientos mil kilómetros por segundo, viendo sólo esferas y esferas. ¿Es que el universo sólo era espacio vacío y esferas? Tras billones de años viajando por el Universo aún no se había cansado del placer de volar. Se podría decir que ya era una experta en hacer piruetas y giros imposibles. Había tardado mucho, en aquella escala, pero también era ya una as entrando y saliendo de los agujeros negros a su antojo. Hasta que un buen día todo cambió. Apareció una fuerza que no había percibido antes, y comenzó a atraerla hacia un sitio concreto. Era infinitamente más poderosa que el más grande de los agujeros negros de los que se había burlado. Todo se le acercaba, de repente estaba envuelta en una masa inconcebiblemente grande, como si toda la materia del Universo viajara hasta un solo punto, como si quisiera convertirse en la más pequeña de las esferas. Mi novia es preciosa, me encanta. Me derrito acariciando su pelo, su piel, besando sus ojos, sus senos, comiéndome su cuerpo entero. Pero sobretodo, por encima de todas las cosas, aparte de hacerle el amor muy apasionadamente, me gusta escucharla, antes, durante, o después de cualquier hora. No sé a qué viene esto, ah, sí, un día, después de darnos muchos besos me contó que había tenido un sueño. Yo le dí un beso más y le pedí que me lo contara. Ella me dijo “Mira tío, estoy harta de que me sobes tanto, que no soy un gato ni ninguna sentimental, ¿vale? Y ahora, ¿quieres que te cuente mi sueño o no? Y el de arriba, drugos míos, fue el sueño que me contó mi querida novia, la mujer con la que me casaré, me hipotecaré, tendré hijos, odiaré, amaré, volveré a odiarla, y volveré a amarla minutos antes de que muramos alguno de los dos. Y tal fue mi horror, os lo podéis creer, cuando justo al finalizar la historia, en la parte de la más pequeña de las esferas, mientras sonaba un glorioso himno del maestro Ludwig Van, la dos de televisión española anunciaba para las cuatro de la mañana una de mis películas favoritas: EL EXTRAÑO CASO DEL HOMBRE QUE ENCOGÍA. ¿Se acercaba el Big Crunch? “Tu novia es un encanto y tú estás tan enamorado por eso le perdonas sus deslices sus engaños…”
|