Escacena del Campo - Huelva

Se acabó el cuento que ha durado treinta años. A Griñán se le está poniendo carita de Arias Navarro, como ya se dijo en esta Andalucía imparable y sabatina: «Andaluces, el Régimen ha muerto». Un Régimen que se ha derrumbado como nació: desde Madrid. Allí se toman las decisiones importantes para vergüenza de los andaluces que se levantaron una vez, allá por el 28 de febrero de 1980, y que luego volvieron a acostarse en la indolencia que Cernuda convirtió en una virtud lírica. En Madrid se ordenó convertir la autonomía andaluza en lanza que se clavara en el costado de UCD, y en la Moncloa se han planificado los recortes salariales que afectarán a los empleados de la mayor empresa andaluza: la Junta.
Se le acabó el cuento a Griñán, ese flautista de Hamelin que pretendía llevarnos por la senda de los brotes verdes que había anunciado su sucesora Mar Moreno mientras España era la gran preocupación de Sarkozy, de Merkel y de Obama. A Griñán se la ha acabado el cuento de Juntanieves y los siete mil enchufaditos que viven de un Régimen podrido, corrompido desde los cimientos donde se asienta esa mediocracia que vive a costa del presupuesto y que lleva el carné en la boca como un cuchillo afilado para destruir a quienes no piensan como ellos. Esa es la pura verdad aunque los carteles callejeros nos quieran vender a un presidente que va dando tumbos por el ocaso de su carrera burocrática: «Llámame Pepe cuando te quieras quejar del recorte en el sueldo que te voy a endiñar».
Al Régimen se le ha acabado el cuento de la Caperucita roja, vulgo la progre de género. Estos tipos no han sido rojos ni en sus orígenes: sólo hay que mirar debajo de la chaqueta de pana para adivinar el azulón de la camisa bordada en rojo antes de ayer. Ni fueron rojos ni lo son. Se limitan a la pose del PSOE, que por algo tiene las mismas letras. Y a presumir de un izquierdismo que jamás practicaron. Pasaron de la socialdemocracia al caciquismo en menos que canta la gallina presupuestaria. Todo era un cuento basado en consignas que causan risa amarga, como diría Quevedo en estos tiempos de crisis. ¿O alguien se cree que Andalucía es imparable como reza la propaganda de la Junta? Imparable con más de un millón de parados. Y sostenible con un presupuesto que no se sostiene y que amenaza con provocar la caída del imperio griñaniano.
Una vez acabado el cuento de la propaganda que narcotizaba al pueblo andaluz es hora de que se terminen las mil y una prebendas oficiales. ¡Ya está bien de lujos asiáticos en tiempos de apretones de cinturón! A ver si se acaban los coches oficiales que se cuentan por centenas y que sirven para llevar de una lado a otro al ejército de burócratas adheridos a la red eléctrica del Régimen. ¿No nos dicen que hay que combatir el cambio climático con la bicicleta y el transporte público? Pues que se dejen de cuentos y que se apliquen el ídem. Y que hagan dieta cobrando menos dietas y gastando menos —o nada— en comidas de trabajo y gastos de representación, vulgo mangazos.
Si no vemos un recorte drástico en estos asuntos, si Griñán sigue comprando la paz social con esos acuerdos de concertación que nos han llevado al millón largo de parados, si no se cierran de una vez las empresas públicas que duplican gastos y que sirven para colocar a los paniaguados del partido, si no se acomete una reforma en profundidad del gasto público, si Andalucía no deja de ser el cortijo de estos nuevos señoritos, entonces no habrá nada que hacer. Griñán llegó gracias al dedo de Chaves, un amigo suyo que ocupa una vicepresidencia con menos contenido que los comentarios de Antoñete. A ver si se deja de cuentos y se dedica a gobernar. Porque la carita de Arias Navarro no hay quien se la quite por ahora. «Andaluces, el Régimen ha muerto…».