Cuevas del Campo - Granada

DE LA LOCURA A LA ENFERMEDAD


Enfermedad: (Del lat. Infirmìtas, -atis.) f. Alteración más o menos grave de la salud. 2. fig. Pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual. La ambición es enfermedad que difícilmente se cura; las enfermedades del alma o del espíritu. (Diccionario de la R.A.E). “Enfermo” es, pues, en una de sus acepciones principales, aquel que adopta una conducta moral reprobable.

Hoy día, a diferencia de la Edad Media, la locura está ligada a la enfermedad. De manera que son los “sanos” los que determinaban las reglas, morales y epistemológicas, de lo que se considera “bueno” y “malo”, “verdadero” y “falso”. Éstos, los poseedores de la verdad absoluta, consideran al loco como a un enfermo al que hay que privarle de las libertadades que posee el resto de la sociedad.

Por esto, no es de extrañar que un iluminado gregario del PSOE de Cuevas del Campo, Joaquin Hortal, se haya sentado en su casa para juzgar, como lo haría un Dios sentado en su trono, a algunas personas del PA y, en especial, a su candidato Jose Manuel Fernández “el loco”. Tras leer su rotunda sentencia, me ha llamado la atención el fundamento de la misma. Apelaba a la verdad de los rumores, según los cuales, PP y PA habían conspirado, pactando antes de las elecciones una coalición para acabar con el gobierno del PSOE (no digo “socialistas” porque los de este partido no son los propietarios de las ideas de izquierdas). Además, acusaba a este grupo de ser ideológicamente despistado cuando no ignorante –como no podría ser menos, pues la sabiduría y la verdad está (en este pueblo) en manos del PSOE—. Por último, los tachaba de renegados, rebotados y de interesados en proyectos urbanísticos particulares. En fin, toda una serie de argumentos llevaban a concluir a nuestro amigo “Jaquinito” que Jose “el loco” es tibio, esto es, “que ni fu…ni fa”, pues, no era como cabría pensar: ni ambicioso ni codicioso (características éstas que, según él, las ha de tener todo “buen político”).

La cosa es que esa acta condenatoria me ha hecho reír mucho. Pero también me ha dado que pensar. ¿De qué “hechos” habla? ¿Donde está la verdad de este asunto? ¿Quién la tiene? A cualquiera le daría risa escuchar hablar de “verdad” en política; más aún en los tiempos que corren. En esto estoy de acuerdo con Foucault (si me lo permite Joaquinito), quien relacionó el tema de la verdad con su capacidad para conseguir efectos políticos en la sociedad. Con sus propias palabras lo expresaba mejor: «por verdad no quiero decir “el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o hacer aceptar”, sino “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos de poder”».

Pero si no hay una verdad, entonces, ¿todo es igual? No, creo que el tema de la verdad nos lleva al tema de la bondad, de lo bueno. Pero aquí tampoco podemos decir que exista lo bueno en sí, algo que sea objetivamente bueno para todos. Como muchas veces se dice, “nunca llueve a gusto de todos”. Lo bueno o lo malo, remite directamente a la persona que hace suyos estos valores. Una acción es buena porque una persona buena la hace. El problema es, entonces, buscar el origen del los valores, ver de dónde surgieron, rastrear cuál fue el origen de tal acción (si nació de un espíritu vil y bajo o, si por el contrario, nació de la honestidad y de la humildad).

Respecto del tema que nos ocupa, esta cuestión viene como “anillo al dedo”. El “genealogista” es el que rastrea el origen de los valores –en los que se asientan las decisiones. Según esto, podríamos preguntarnos lo siguiente: ¿de qué es síntoma un artículo condenatorio de este tipo? ¿Nace de un espíritu sano o obedece, más bien, a un instinto bajo y cruel, enfermo? Aquí dejo que cada cual haga su propio análisis; pero yo, voy a hacer el mío propio.

En esto, no voy a ser menos que don Joaquín “el médico”. ¿De dónde nace, pues, su acción? No olvidemos que se trata del compañero sentimental de doña Olga Manzano –que, dicho sea de paso, además de perder su puesto en la Diputación Provincial, ha perdido la alcaldía por la que codiciosamente luchaba—. O quizá se trate de que a algunos les ha quedado la sensación de que han perdido su “cortijo” particular, lugar desde el que manejaban todo a su antojo sin oposición, aún cuando se han bajado los pantalones hasta los tobillos y se han agachado hacia delante para recibir no sé qué a cambio. Amigos, como dice Zapatero, estas son las reglas del juego: habéis perdido la alcaldía y ahora toca aceptarlo. Y aceptarlo no es hurgar en heridas recientes ni hacer críticas sobre decisiones de las que no os importa como hayan sido tomadas.

Yo no escondo las cartas. Soy hermano de Jose Manuel y no pretendo hacer política. La política no es algo de lo que uno pueda dar cuenta sin tener la oportunidad de gobernar. Pretendo hacer honor a una de las personas más prudentes, educadas e inteligentes que he conocido. O, ¿acaso la idea de compartir gobierno no es un síntoma, antes que de cobardía, de generosidad? ¿Qué es lo que no le permite ver a usted señor Joaquinito “los desmanes urbanísticos” llevados a cabo por el anterior gobierno? ¿No será su “ideología”, aquella de la que presume tener y que cree que los demás ignoran?

Señor médico, a usted bien le valdría tomar un poco de su medicina y recibir argumentos que atacan antes bien a su persona que a sus hechos. En esto, al igual que mi hermana, seguiré a Nietzsche –si Joaquín me permite que use palabras de otros (perdonadme lectores que no sea tan original como él)—, que nos advertía de la necesidad de adecuar nuestro lenguaje a nuestro interlocutor. Zaratustra, el protagonista de una de sus obras principales, fue asaltado por un panda de lisiados, uno de los cuales observó que éste les hablaba de manera diferente que a sus discípulos. Y Zaratustra contesto: “a los discípulos hay que hablarles de manera discipular y a los jorobados de manera jorobada”. Así, permítanme que hable del mismo modo que él lo ha hecho de mi hermano. Yo no voy a tener la cortesía que ha tenido mi hermana. Tampoco voy a hacer juegos de palabras con los apodos, aunque con el de “chingar-a” bien podría salirme uno bastante divertido.

Señor don Joaquín, deje de comportarse como las “viejecillas” que han perdido ya el interés por la vida y se dedican a “chafardear”, o lo que es lo mismo, a hablar de rumores. De usted no cabe decir que sea muy inteligente. Un estúpido es aquel que hace un mal a los demás y que, además, no obtiene ningún beneficio a cambio. Y mi pregunta es, ¿cuál ha sido el beneficio que has sacado de esto? Bien podrías dedicar tu tiempo a cuidar a tu Dulcinea y a dejar de ver Gigantes donde sólo hay molinos.


DAVID FERNÁNDEZ (“el loco”).

un saludo desde galicia