Puebla de Don Rodrigo - Ciudad Real

Alfonso González-Calero
El río es el Guadiana, en concreto en su irregular y desigual trazado por la provincia de Ciudad Real, y de manera más precisa el primer tramo de este río, entre los antaño conocidos como ‘Ojos del Guadiana’ y las Tablas de Daimiel, aunque el autor-caminante lo recorre (siempre a pie) hasta zonas donde éste es más anchuroso, hasta Luciana o Puebla de don Rodrigo, ya casi en el límite con Extremadura, y aun excepcionalmente en sus tramos de Badajoz y Portugal, pero estos ya de manera muy marginal.
El libro es el relato de numerosos viajes, siempre a pie como digo, siempre por las riberas del río y por los pueblos y poblados colindantes para rescatar la memoria de lo que el río fue; pero no sólo del río como paisaje, también de su paisanaje, de las gentes que vivieron en torno a él y de los oficios que el río generaba desde la Edad Media hasta la mitad (aproximadamente) del siglo XX, cuando la brutal desecación de los márgenes para ganar terrenos para cultivos fue acabando (y acabó de hecho) con lo que pudiera considerarse río. Por eso el río para el caminante está muerto y con él la vida que generó a su alrededor.
Este paisaje y este paisanaje son recreados bellamente, obsesivamente, por Julián, un vecino de estas tierras, un caminante, escritor, buceador en la memoria (es fácil ver en él a un trasunto de su autor, nacido en Villarrubia de los Ojos, en 1958 y residente hoy en los alrededores de Madrid).
La primera idea del autor fue un libro de viajes, un libro-reportaje en el que aparecieran estas personas y dieran cuenta de un pasado ya casi definitivamente ido, arrumbado; pero después de muchos viajes y de muchos borradores Gómez-Porro, quien es antes que nada poeta, decidió usar su principal don, la fuerza de su palabra, su capacidad de evocación por medio de la palabra, para levantar un monumento de belleza a lo que es un fenómeno de destrucción por los humanos y por el tiempo. Y hacerlo sobre una zona que me atrevo a asegurar él conoce mejor que nadie. Mejor que ninguno de los vivos en este momento porque la ha recorrido de norte a sur, de poniente a levante, porque la ha vivido, porque se ha mezclado en su naturaleza y porque ha hablado con más gentes de ella probablemente que ninguna otra persona lo haya hecho nunca.
Por eso es un libro bello y es un libro verdadero, por más que sea tremendamente personal y subjetivo.
Los ingredientes del libro empiezan con un inmenso conocimiento de la comarca; de su historia, de su pasado remoto pero sobre todo del más inmediato (los últimos 40 años); continúan con una sabiduría inmensa sobre todo lo que tenga que ver con la naturaleza, sus nombres, sus ritmos -predecibles e impredecibles- sus olores, sus ruidos; siguen con una especial habilidad para escuchar a las gentes, para mirarlas y sacar de ellas lo que era pertinente para amasar este libro: sus recuerdos, sus vivencias justas, sus afanes y sus decepciones. Y a fe que lo que hace bien, como el mejor reportero no podría superar, aunque no sea ése -administrativamente, al menos- su oficio. Y todo ese material está tratado con una dicción honda que busca en todo momento la belleza, aunque sea -que lo es casi siempre- la belleza de la desolación. Y esa belleza de la muerte, del silencio, del pasado, del olvido, del latir de la vida está presente en todas las páginas del libro.
Estamos ante un libro capital de la narrativa castellano-manchega. Utilizo esta expresión no para acotarlo en una división menor (el libro puede competir dignamente con los mejores que se publiquen en este año en España), sino para enfatizar lo que Francisco Gómez-Porro ha querido hacer: una narrativa de la tierra, salida de lo más hondo de la propia tierra, y escrita con las más viejas y bellas palabras de esta tierra concreta, de esta tierra que él conoce casi tan bien como nadie.
La narrativa de Castilla-La Mancha no anda sobrada de buenas introspecciones sobre nosotros mismos, sobre nuestros orígenes y nuestro destino. Éste libro es, en ese sentido, un hito, junto con algunos cuentos imperecederos de García Pavón y junto con La balada del abuelo Palancas de Félix Grande; un mojón señalado y muy hermoso en nuestras letras y como tal conviene conocerlo y celebrarlo. A eso les invito decididamente desde ahora mismo.
 Ficha del libro
En el río muerto.
Francisco Gómez-Porro
Servicio de