Carta abierta a mi amigo Cirilo Aranda Olmo Hola Cirilo: La noticia de tu marcha, ha caído sobre mí como una manta mojada. Al estar lejos y no haber tenido conocimiento, no pude estar con los tuyos para despedirte, amigo. A ellos yo les diría, lo que a mí me dijo una persona, con motivo de un hecho luctuoso igualmente increíble para mí, como tu ida, él me decía, que así como a un niño, se le dice que no puede poner las manos en la lumbre o en los enchufes de la corriente, porque puede ser letal para ellos y obedecen son saber porqué tienen que hacerlo y no pueden comprender la razón de nuestra orden, nosotros no podemos comprender a Quien ha determinado que nos dejes a tan temprana edad, ni la razón o el porqué de esa determinación, estos hechos están fuera de nuestro alcance, como para los niños lo está el no poner las manos en los enchufes. Habíamos nacido muy cerca el uno del otro y fuimos juntos a la escuela, pero pronto te cambiaste de residencia, trasladándote a Llanos del Caudillo. Ahí perdimos tu pista, los amigos quedamos en Mestanza. Fue mucho después, en los años sesenta-setenta, cuando se produjo el reencuentro y fue en el negocio familiar, el Mesón La Rueda, en el barrio del Pilar de Madrid. Desde esa fecha, hasta hoy, nuestra amistad se ha acrecentado y se conservaría fiel para el resto de nuestra existencia. En ese reencuentro, yo conocí a un Cirilo, joven y cariñoso, amigo de sus amigos y encantado de retomar la vieja amistad. Las vivencias desde esas fechas y las anécdotas que hemos vivido en común se cuentan por miles y siempre fuiste el mismo, con la sonrisa en tus labios y amante de todo lo que en Mestanza habías dejado. Cirilo, aún conservo entre mis recuerdos personales un posa-vasos del Tittos, de la calle Conde de Xiquena de Madrid, donde empezaste tu andadura independiente de tu familia. Allí acudía, como otros paisanos, y no por las exposiciones que como adelantado a tu época, llevabas al salón del Pub, sino porque siempre tenías para nosotros una copa y un abrazo, entre otros, recuerdo a tus amigas y clientes Pili y Mili y algún actor de la época que las roneaba. Allí, empezó tu relación con lo más florido de la noche madrileña, era al principio de los años setenta. Desde allí diste un salto a la calle Limón también de Madrid y nuestras visitas fueron más frecuentes y siempre fuiste compañero y amigo con todos nosotros. Recuerdo los primeros conciertos del Gran Wyoming y de Paco Clavel, a quien descubriste y desde allí se lanzaron hasta donde se encuentran hoy en día y de otros muchos a quienes diste la primera oportunidad de darse a conocer al gran Madrid. Pero, el gran salto y tu mejor hallazgo, fue cuando abriste La Vía Láctea, en el barrio de Malasaña. Ese barrio estaba dormido y tú fuiste pionero en el Madrid de los años ochenta. Desde que comenzara su andadura la Via Lactea y se convirtiera en el lugar de referencia para la modernidad madrileña, empezaron a apilarse nuevos bares y pubs, en viejos locales y pusiste de moda el barrio y la “movida” madrileña. La Vía Láctea era el centro de la “movida” y tú lo regías con la misma sonrisa de siempre y repartiendo talante a todos los que se acercaban, haciendo tantos amigos que a día de hoy son legión y te siguen adorando. Y después, te trasladaste al Café de la Villa, un lugar enigmático, desde donde seguías siendo un referente en la hostelería de la movida madrileña, emprendiste negocios desde allí, como una participación en una Naviera, que dejaste pronto, porque según me confesaste, no tenías ni idea de ese negocio. Y tuviste que dejar el Café de la Villa, por desavenencias con el Alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano. Igualmente conservo tu tarjeta de visita de ese café en el que reza: Cirilo Aranda Olmo- Director-. Parecerá mentira, pero yo tuve entre mis manos un periódico de no mucha tirada, del que eras director y que también dejaste porque me decías que no estabas de acuerdo con su línea editorial, amen de que te podía traer algún quebradero de cabeza. Montaste un catering, para servir comida en los comedores de la universidad y te reportó algún dinero antes de abandonarlo y reintegrarte en la empresa familiar, que tu padre Juan y tus hermanos habían formado alrededor de la construcción. Yo sé que tus amigos se cuentan por miles, unos célebres y otros menos, hoy todos estamos apenados. Tú me decías que podíamos viajar a La Coruña, donde tenías amigos, que nos recibirían con los brazos abiertos o a Oviedo, donde también contabas con buenos amigos, que te adoraban y creo que a toda la geografía española, porque repartiste amistad para todos. Recuerdo con especial cariño, una noche que cenamos en El café de la Villa y te acompañaba, nada más y nada menos que el encargado comercial de los asuntos de Cuba en España y es que entre ellos gozabas de toda confianza, porque habías repartido favores y dado cobijo a los que lo necesitaban, por lo que te estaban muy agradecidos, pero hablamos de que no íbamos a viajar a Cuba, porque sus servicios secretos no eran de fiar. Te he escrito esta carta a través de un foro de Mestanza, para que nuestros paisanos conozcan un poco más a Cirilo, porque aunque últimamente frecuentabas el pueblo, y los Galayos, donde creo que estabas haciendo un cortijillo, son pocos los que saben que su paisano Cirilo, al que conocen como una buena persona, también ha sido en su trabajo y dentro de la hostelería madrileña un pilar fundamental, un emprendedor infatigable y un descubridor de celebridades y el motor de la movida del barrio de Malasaña, tan famoso desde hace décadas entre los modernos españoles. Ayer fui a recoger a mi hijo al colegio, y cuando veníamos de vuelta a casa en el coche, el detrás yo delante, le dije: “oye, quien es tu mejor amigo?” el me contestó el muy pillín y de inmediato: Beatriz, e inmediatamente, me inquirió y tú papá ¿Cuál es tu mejor amigo? Tu recuerdo me golpeó la mente y una lágrima rodó por mi mejilla, porque no pude explicarle que de tres que podía nombrarle, uno se había marchado recientemente de este mundo y se llamaba Cirilo. Ya por último decirte, que no he podido hablar con tu padre, Juan, ya tan mayor, que a buen seguro le gustaría echar una parrafada conmigo, o con tus hermanos, que sé que han intentado tenerme al corriente, pero nadie ha podido darle mi número de teléfono, pero quizá alguien que lea esta carta pueda hacerme llegar su teléfono, a través de un mensaje privado, porque yo todos los días leo el foro del pueblo. Donde vivo, esta tarde, me acercaré a la iglesia y le diré al cura, que en la misa que hoy diga, te tenga en cuenta, porque tú fuiste para quien te ha conocido, sin ningún género de dudas lo que se puede decir UN BUEN HOMBRE. (q.e.p.d.)
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