Santiago del Campo - Caceres

COSAS QUE PASAN (todos los dias)

Es lunes, diluvia en Extremadura igual que en el resto de España, en este imprevisible otoño. La lluvia cae mansa sobre los campos y la vieja ciudad de Cáceres, donde me encuentro. Tranquila, de
aire limpio de arquitectura medieval. El centro o parte antigua, en esta época en que el turismo
escasea, sus estrechas y retorcidas calles permanecen desiertas. Sus antiguos caserones ya desocupados, de balcones oxidados y macetas marchitas, son sólo el recuerdo de tiempos mejores.
El turismo se tomará un descanso o será algo testimonial, al menos hasta la próxima Semana Santa, cuando los campos se visten de gala, ese esplendoroso mes de abril extremeño.
Si en algo se diferencia esta ciudad de las grandes urbes, es por su entorno campestre a tiro de piedra, a sólo cinco minutos del centro.

Las terrazas de bares y colmaos,en estas fechas están mustias hasta que llegue mejor tiempo.
Aquí hay gente sibarita que vive y ama buscando el lado bueno de la vida, cuando los cálidos atardeceres lo requieren, en un entorno relajado. Hasta que los entremeses y la cerveza se dejan
sentir con cierta somnolencia. Entretanto en esas tertulias de sobremesa se respira una paz
envidiable. Se nota al pasar por el estrecho margen que dejan las mesas a los viandantes.
Así somos. Es la idiosincrasia local, aceptar la vida tal como es; corta. Mañana Dios proveerá, el futuro está por escribir.
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Igual ambiente se respira en los parques de algún barrio los días de entre semana. Eso de “Los
lunes al sol” aquí son la semana entera. Jóvenes entre los veinte y treinta años contando sus cuitas
bojo el tibio sol de otoño mientras expulsan bocanadas de humo entre calada y calada.
Y es que si no has conseguido hacer oposiciones para funcionario, en esta tranquila ciudad, lo
tienes crudo. Puedes hacerte mayor esperando a que te llamen del paro. Con paciencia todo es posible. Llegar a los 60. Ya tienes acceso a la paguilla social. Aquí termina todo lo que ambicionan
y anhelan muchas personas en su filosófica forma de vida, que podemos aceptar o no.

Muchos jubilados que un día marchamos buscando un mundo menos arbitrario más justo, volvemos a la patria chica atraídos por viejos recuerdos de nuestra atribulada infancia.
Dejamos atrás el pasado y sus ensoñaciones. Viendo como pasan los días y aumenta los achaques, refugiado en los recuerdos de tiempos pretéritos.
La lluvia cae mansa sobre los tejados y los campos, resbala sobre los cristales como lágrimas de un supuesto llanto. Por esta tarde triste y gris que poco a poco va dejando los árboles sin sus hojas,
con una pudorosa desnudez. emirey