LA NOSTALGIA QUE NO CESA LA NOSTALGIA QUE NO CESA Todo debía ser ética y moralmente limpio y, transparente. Según las normas al uso que inculcaban en esos comienzos de los años 40 de mi infancia; el clero. Hasta las mocitas de buen ver ya habían aprendido el decálogo “cuidado os miran o miráis a los mozos, es esa la tentación de la carne. La encarnación del mismo diablo”. Los hombres trabajaban desde el amanecer a la noche (como criados fijos) donde el sexo estaba en un segundo plano. La parienta colaboraba lo justo. Por las tardes el itinerante desfile de algunas señoras de buena posición que acudían al rosario. Era una estampa que a nadie llamaba ya la atención. Vestidas de negro cómo si de un luto riguroso se tratara. Una cinta al cuello sostenía una estampa, un distintivo o marchamo. Todo muy normal en esa época. Entretanto; los indigentes que -eran legión- a salto de mata, miraba con disimulo a alguna gallina por la calleja, lejos de su entorno con una mezcla de lujuria y temor. Los civiles no tenían normas, más bien carta blanca. Era tanta la necesidad, que así y todo alguna iba a parar al saco, con un anzuelo o una vara que le rompía el cuello. En los largos inviernos había que soslayar el frio y el hambre; la propia y la de los vástago. Así que camino y manta. Si tenias la posibilidad de una buena montura eras el amo de la noche, burlando a lo civiles en el estraperlo de la harina entre pueblos vecinos comprando y vendiendo, un oficio de alto riesgo. Podías ser victima de cualquier desalmado con tanta necesidad. Si no tenías esa posibilidad y, escasamente un burrillo. Al picón, con el riesgo también de que se prenda en el camino, sin avisar: sin humo. Algo así le sucedió al Pizarro esos años difíciles cuando estaba en boga esa canción de la 'Maria Amparo'. Que ya llovió tanto que no sabrán a que me refiero. A partir de estos hechos, el antes nombrado. Escapó rumbo a Berga, con sólo el pretexto de olvidar el negro y candente picón. Tuve la oportunidad de encontrarme (a él no, a alguno de sus descendientes) por los nevados pirineos de la Cataluña profunda, entre payeses. ------------------ La luna , gana altura por oriente, recortando las sombras, al tiempo que las estrellas palidecen ante el disco de plata. Es una cálida noche de verano. El ruido apagado de los cascos, de los caballos a su paso por la calzada de tierra batida, animan esta vía siempre concurrida en tiempo de recolección. Todo es paz y silencio, roto por el lejano murmullo de gente joven en el centro del pueblo. Dando 'riendas a sus juego. Consistentes en carreras muchas veces descalzos En este ámbito del barrio de la Cruz, se desarrollaron en los primeros años. los juegos,hacia el exterior: a solo unos cien metros de casa . Con buen tiempo los escasos vecinos se acomodan ante su puerta viendo el ir y venir de los arrieros agricultores que vuelven del campo. Los días transcurren monótonos sin sobresaltos. Es muy limitado lo que se tiene y se precisa en el día adía para subsistir. El pan y el aceite es lo primordial. Así transcurre “El sueño de una noche de verano” emirey. |