Olivenza - Badajoz

Románticos, pero maduros,
avanzaban los madrileños
procedentes de Cibeles
por la calle de Alcalá.

En los balcones, burgueses,
que ven aquella procesión
sin sentir ningún temor
porque aquellas multitudes
que van a la Puerta del Sol
no enarbolan largas picas
ni en ellas cuelgan cabezas
sino banderas tricolor.

Era la tarde noche del 12
y se expandía ya el rumor
que en pueblos y ciudades grandes
había triunfado una ilusión.

El pueblo siempre callado
dejó de ser espectador
y se metió en el espectáculo
haciendo oír su voz
sin violencias ni coacciones
en festiva manifestación,
porque percibía un oasis
en medio del desierto atroz
o unos bosques con palmeras
en los reinos escarchados
que helaban el corazón.

¡Oh maravillas de Españas
donde esa revolución
se hizo sin verter la sangre
de súbditos abnegados
con los bolsillos vacíos
y los cerebros rellenos
de ilusiones y candor!

Ochenta años ya, pueblo,
tu tan experimentado
en privaciones y persecución
arrastrando tu austeridad
al exilio o la inmigración,
y de golpe y porrazo ¡zas!,
te sientes pueblo normal.

Atrás quedaban las sangrías
de unos jóvenes soldados
en Xauen o Annual
por defender el interés
de un marqués de tal y cual.
Había resucitado una España
que nunca se auto-reconoce
porque había estado escondida
en el destierro o la cárcel.

Después se rebeló la otra
y pasaron cosas atroces
porque el peso de la bota
y unos seres miserables
querían que los españoles
se mataran entre hermanos.


Hoy, es catorce de abril,
celebremos el cumpleaños
y deseemos con ahínco
no volver a convertir
el suelo patrio en un circo
donde un pueblo famélico
sea devorado por hienas.