Guadiana del Caudillo - Badajoz

Otoño. estación nostálgica, umbral del invierno, las noches se alargan, las faldas de las camillas se colocan, y las estufas y braseros empienzan a prepararse. El otoño es recordar el pasado. Badajoz, San Francisco de añoranzas pasadas. Las castañeras, y los pobres arrimados junto a la lumbre para calentarse las manos, frias no solo del tiempo si no tambien de la desesperanza de la miseria que les tocó vivir. Otoño es tambien tristeza, puestos de flores para las tumbas, hasta los cipreses del cementerio parecen mas tristes mas negros. Soldados de aquellos años, con el tabardo, paseando con alguna niñera o criada, que recordaban su pueblo, niños con zancos hechos de botes de leche condensada, en los parques y niñas juagando al diavolo , mientras las niñas ricas comian pan con chocolate. que a veces compartian con su niñera y el militar de turno, y jugaban con bicicletas o triciclos. Al llegar la noche, el soldado regresa a su cuartel, la criada a casa del ama, a su cuarto húmedo, casi siempre bajo la escalera el peor de la casa. Y los atardeceres eran dorados, las hojas muertas desprendidas de los árboles las llevaba el viento de acá para alla, como muchos corazones oprimidos por la desilusión.
Y el cine, El Lopez de Ayala, para los ricos, en sus palcos y plateas. El Menacho, de los menos pudientes, soldados niñeras en sesión de tarde. Y luego la pobreza de los barrios altos, de las desgraciadas en las puertas del burdel llamando la atención a los viandante que buscaban placer barato. Calle de la Encarnación plagadas de pueblerinos, mas soldados y algún que otro casado o viudo. Todo en otoño era mas nostálgico, que en las otras estaciones del año. Eran los tiempos de las canadienses de las pellizas del medio litro de vino y de la racion de peces en Casa del Nene, mientras el sol perdia su vigor veraniego y lentamente se deslizaba por el horizonte, buscando el amanecer en el otro continente, donde calentaba con mas brio. , dejando una estela anaranjada en el espejo limpiodo del Guadiana. Y al oscurecer, todo era quietud, en la ciudad, patrullada por los serenos con su chuzo y linterna, que se calentaban en algún bar que tenia sus puertas abiertas con algunos clientes amigos de la noche.Todo tenia otro color, otro sabor y el placer de añoranza y nostalgia, de la estación mas encantadora del año.

Saludos a todos y a todas.