Almendral - Badajoz

El espectáculo, el gran valor de nuestros días, pero si a la palabra que lo define le quito la tilde, ya empezamos con el cachondeito.

Y es que dicen aunque creo que es sólo por decir, que ya no hay valores, que ya nadie sabe lo que está bien o mal, lo que es bello o feo; pues estamos atravesando una época de vacas flacas y que por eso, muchos banqueros y hasta el Corte Inglés, sólo ganan no sé bien cuántos miles de millones de euros.

Así, nuestro grito de guerra favorito es:
¡ Viva el espectáculo! Con acento.

Leyendo la relación de los gastos en festejos del año 2008 que el consistorio almendralense por fin ha tenido la amabilidad de entregar a la oposición, y teniendo en cuenta que la faceta personal más sobresaliente de los que forman en tan egregia institución, guiados siempre por su reconocida bondad exenta de ambiciones y otras bajezas morales, y que sus más fervientes anhelos es llevar la felicidad al corazón de todos sus súbditos (uy perdón, quiero decir administrados) ; busco y hallo en Google: LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITÁN y, como espero que esa relación susodicha elaborada por nuestro ínclito timonel y su equipo ya la tendréis todos y todas, COPIO Y PEGO la que D. Gonzalo Fernández de Córdoba, descendiente más o menos directo de los Ferias, hizo para satisfacer el apremio que los tesoreros de SSMM, Ferrán II de Aragón e Isabel la de Castilla, que dicen que les entregó:

Corría los años de 1500, finales del XV y primeros del XVI.
{«Relación de los mantenimientos que el Sr. D. Juan de Fonseca, obispo de Badajoz, mandó cargar en las naos que trajeron al Sr. Gonzalo Fernandez de Córdoba, capitán general...», etc.}

Y sigue la cosa:
«Cuentas del Gran Capitán», donde se hallan las siguientes partidas de descargo: «Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres para que rogaran á Dios por la prosperidad de las armas españolas.—Cien millones en picos, palas y azadones.—Cien mil ducados en pólvora y balas.—Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar á las tropas del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla.—Ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo.—Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas en días de combate.—Millón y medio de ídem para, mantener prisioneros y heridos.—Un millón en misas de gracias y Te Deum al Todopoderoso.—Tres millones de sufragios por los muertos.—Setecientos mil cuatrocientos noventa y cuatro ducados en espías.—Y cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino.»

Y es que es verdad, estos mozos y mozas que gobiernan desde una idea tan sumamente altruista, deben recibir los gloriosos laureles que su buen hacer se merece, por eso propongo que, si nos ponemos todos de acuerdo, al año que viene por estas fechas, levantemos un monolito en su honor junto al almendro de la Plaza Grande o si no, junto al que hay en La Memoria, en el olivar de sus traseras.

Grandes capitanes hay en España por doquier.
En Valencia, en Almendral, en Barcelona o Marbella y también en la capital, que es donde todos ellos quieren ir a manejar.