Larna - Asturias

El fútbol, junto con los bolos, ha sido sin duda el deporte más practicado en el Castañalón desde que tengo recuerdos del lugar.
No me acuerdo de cómo llegaron las porterías, sé que un verano fui y allí estaban, Miguel de Guerrero me explicó quién las había hecho y “plantado” en la Plaza pero no lo recuerdo.
Además de los partidos de solteros contra casados, los del Fondo contra El Picu, los típicos “gol regate”, las tandas de penaltis y derivados y aquellos partidos para pasar el rato sin alineaciones divididas en algún tipo de equipo, lo que realmente tenía importancia eran los enfrentamientos contra la chavalada de Posada de Rengos. Aquellos encuentros de la máxima convertían a la Plaza en un coliseo en el que los paisanos y los jóvenes de todo sexo se juntaban para ver a los de Posada zurrarnos la badana una y otra vez verano tras verano.
Tal era la ristra de partidos perdidos que Manolín de Poza se ofreció a entrenarnos un tiempo. David de Marión, Óscar de Donato, Dani del Cantinero, Miguel de Guerrero... toda una alineación.
Llegamos a elegir un uniforme (pantalón azul y camiseta blanca), incluso Merce y David de Marión llegaron a pensar en el diseño de un escudo que tenía una patata como motivo principal junto a un hórreo dentro ambos de un rombo...
Recuerdo un partido en concreto en el que no jugué. Hastiado ya como estaba de ver como íbamos perdiendo 0 – 7, cogí medio varal de las carriles que había junto a la Casa Marcelo, subí a la terraza de “donde los músicos” y empecé a moverla encima del portero para distraerlo. Los jugadores visitantes empezaron a mosquearse y me increparon. Llegaron a parar el juego y a gritar “¡¡A ver!! ¡Mirai el paleto aquel con la estaca! ¡Cómo le caiga le fiende la cabeza al medio al portero!” que en aquel partido era Arsenio y al que nuestro equipo sólo logró meterle un gol.
Ni por esas, no hubo forma... los de Posada nos metieron un sin fin de goles y jugaron tan bien que nos humillaron.
Lo bueno de aquello es que los paisanos nunca nos criticaban, al menos abiertamente. Seguro que todos se iban a casa pensando que eramos unos chepos y que dejábamos la imagen del pueblo a un nivel aún peor que la propia imagen física del chogar.
Al acabar el partido fui a la Cantina y estuve esperando a ver si alguien aparecía, me senté en el poyete de la ventana de al lado del teléfono con los pies en una silla de metal que tenía Alegrías, cabizbajo y sin hablar nada. Alguien entró y le preguntó a Tita, con toda la razón del mundo, que qué cño hacía allí. Ella respondíó con una frase que nunca he olvidado:
“Tá derrotao, jugaron contra los de Posada y llevaron una paliza de la Virgen...”

El verano siguiente el entrenador fue Manulo Guerrero. Todo influyó para que el ambiente en general fuera diferente: su testiculina, el hecho de que mantuviésemos el uniforme, la ilusión... Teníamos la sensación de que aquel iba a ser nuestro año al igual que la afición del Atlético de Madrid la tiene cada temporada.
Los del pueblo apalabraron un partido en Posada y un día de finales de julio o principios de agosto quedamos enfrente de la cantina unos cuantos guajes y nos dirigimos a pie a Posada. En Bicharín David ayudaba a su abuelo Alfredo en el prado de Marión y desde la pista le grité:
“¡¡Balso!! Vamos a Posada a jugar un partido ¿Vienes?”
Pero David, a pesar de que Alfredo le animó a ir, declinó sabiamente la invitación escamado del resultado del año anterior y sin saber lo que nos iba a pasar y lo que se iba a perder.
Aquella tarde el ambiente era tan positivo y teníamos tantas ganas que hasta nos pusimos dorsales hechos con cinta aislante. Llegamos al sitio del partido, un prado muy llano al final de Posada desde donde se veía la mina y al lado de un bar donde el día de la fiesta Miguel y yo jugábamos siempre al billar.
El encuentro comenzó igualado, Manulo me echó un broncazo de tres pares porque no peleé un balón que podría haber acabado en jugada de peligro y aquello me sirvió de acicate. Los de L'arna empezamos a crecernos y a creernos que éramos superiores. Nos adelantamos con dos goles y en un contragolpe del equipo local, con nuestro portero (quizá Óscar de Campa, no lo recuerdo bien) ya vencido, salvé un tanto en línea de gol después de tirarme a la desesperada. Poco después volví a hacerlo y despejé otro más cuando los de Posada ya celebraban el tanto. Nos vinimos arriba y ahora, mirando atrás, es cuando hay que aceptar que además de toda nuestra ilusión y la “motivación” que nos daba Manulo, el factor principal de aquella victoria fue que el equipo de Posada no tenía los mismos jugadores que en el partido del verano anterior. Los guajes eran más pequeños que nosotros y en concreto Arsenio, que era un porterazo, no jugó aquel día...
Los goles iban cayendo, Miguel y creo que Tito de García marcaron dos dignos de un delantero profesional. Todo nos salía bien, triangulábamos, los pases eran certeros, los defensas hicimos un trabajo impresionante, fuimos un muro contra el que los chavalines de Posada chocaban cuando trataban de acercarse a nuestra área...
El resultado final fue de 0 – 10, sí, sí... como lo leen, los dejamos a cero y les metimos una zapatera joconuda.
De camino a casa unos cuantos paramos a jugar un billar en el bar de Eloy, otros se fueron con Manulo Guerrero en aquel R – 8 blanco que tenía como segundo vehículo... Los que nos quedamos en Posada un rato más vimos con sorpresa al llegar a la Venta que Manulo nos estaba esperando allí. Nos echó la bronca pero nos metió a todos, todos, en el R – 8 y subimos a L'arna.
La gente en el pueblo no tenía ni pta idea de lo que había pasado. Yo no lo pude evitar, lo primero que hice fue ir a tocar las campanas de la capilla. Después en procesión fuimos a casa Carlos a reclamar a Eloy una “semi apuesta” que habíamos hecho. Prometió que nos invitaría a unos refrescos si ganábamos y cumplió. Desde la cantina, burbujeantes, continuamos la fiesta y fuimos a casa de Mingón a darle la paliza a Gloria... íbamos contándole la gesta a todos los que nos cruzábamos como si aquello hubiera sido una batalla de trincheras ganada en la Primera Guerra Mundial.
Luis del Cantinero puso la nota de cordura en todo aquello y nos mandó a freír espárragos harto ya de tanta celebración exagerada.
Nunca más volví a ver ni a jugar un partido contra los de Posada en el Castañalón, quizá lo hubo y yo no lo vi, pero creo que no se dio revancha. Probablemente, ni ellos quisieron ni nosotros nos atrevimos.
Carlos de Valdés

... y son 11 contra 11
Jo, menudos recuerdos. ¡Y vaya panaderas que llevábamos! Cagon tal, pa un día que ganamos y voy yo y no juego. No, si tenía yo una vista... Aunque, pensándolo bien, igual era yo el culpable de que no ganáramos.
¿Alguien conserva alguno de aquellos escudos?

Besos / abrazos,

David de Marión

recuerdo que me hablaste de ellos y que llegué a ver uno dibujado en un papel, pero nunca vi uno acabado...

Caramba Carlos, que memoria..... no nos tomaríamos todos un café con anís, casi creo recordar que si, que aquella goleada había que celebrarla,que recuerdos! besos
Gloria Mingón