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Villalengua - Zaragoza

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España > Zaragoza > Villalengua
17-02-07 20:13 #313922
Por:No Registrado
OFICIOS PERDIDOS

VILLALENGUA

Los oficios perdidos y personajes de nuestra infancia

En estos tiempos en los que andamos inmersos en las técnicas de la infomática y la comunicación, los personajes y oficios desaparecidos de nuestro pueblo y que formaron parte de nuestra infancia nos parecen de “ la prehistoria ”. Por eso quiero agradecer y dedicar este escrito a mi amigo Félix Tomás Acón que me pinchó e incitó a escribir de ellos.
También quiero solicitar a nuestros paisanos de más edad y buena memoria que me corrijan en lo que esté equivocado y que me recuerden lo que haya olvidado, entre todos podemos enriquecer y retocar este capítulo de la historia más cercana de Villalengua.

Oficios que recuerdo:

LA VIZERA: Palabra aragonesa equivalente a la castellana dula o adula, y que significa : A). Hato de ganado mayor de todo un pueblo, reunido para pacer. B). Trozos de tierra que por turno reciben riego de una misma acequia.
En nuestra niñez la vizera era un rebaño formado por las cabras que había en cada casa y de las que se aprovechaba su leche y su carne para la matanza. Cada mañana los dueños las llevaban a un lugar determinado para que se hiciera cargo de ellas “ el vizera ” o vizalero y por las tardes las recogían en el mismo lugar.
No hay duda de que a uno de los dos significados se debe el nombre de la placeta La Dula.

EL ALMUDÍ: Palabra aragonesa sinónima de alhóndiga. También se le llamaba “ el cántaro ” por ser esa medida - díez litros - la que se empleaba para medir el vino. Los arrendatarios del fielato, otro sinónimo, cobraban un tanto por cada cántaro de vino que se vendía fuera del pueblo. También se encargaban de llevarlo, en botos o pellejos, hasta las pipas o barricas que transportaban los carros o camiones de los compradores, generalmente bodegueros de Calatayud.

LA RENFE: Le llamábamos así a un camión que recogía por los pueblos la fruta y otros encargos para llevarlos a la estación más próxima. Hacía las funciones de lanzadera de la estación de Ateca. Y para la chavalería era un acontecimiento el día que venía, los más osados se “ enganchaban ” o

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subían a la parte posterior, con el consiguiente enfado del “ gibosillo de la Renfe ”, un señor bajito y con chepa que llevaba el control de los encargos que le hacían los clientes.

LOS MOLINEROS: Todavía existen los dos molinos, el de arriba y el de abajo, que movidos por la fuerza del agua de la acequia grande molían los cereales que cada mañana recogían los molineros dando vueltas con sus caballos por las calles del pueblo, el de arriba con un gran cencerro y el de abajo, el de Felipe, con sonoras campanillas.
En aquellos tiempos muchas casas amasaban el pan con el trigo de la propia cosecha.

LOS PREGONEROS: Esta función la realizaban los alguaciles del Ayuntamiento y de la Hermandad de Labradores, José Perdices y Santiaguillo, respectivamente. Cada uno según sus competencias.
Daban una vuelta al pueblo pregonando, después de un toque de corneta y en los lugares de mayor audiencia, los bandos que les encargaban sus respectivas entidades y los vendedores que venían a la plaza.

LOS ABARQUEROS: Eran unos artesanos que hacían abarcas, con gran maestría y rapidez, empleando goma como la de los neumáticos, en las de más calidad empleaban tiras de cuero para hacer sandalias. Las hacían por encargo y a medida. Se pasaban temporadas trabajando en la plaza.

LOS JERGONEROS: Arreglaban las camas y jergones que les encargaban los clientes. A veces de dos camas viejas hacían una nueva aprovechando las piezas reutilizables, ¡ aquello sí que era reciclar !.

LOS COLCHONEROS: Los colchones de lana que se utilizaban entonces debían ser removidos anualmente para que no se apelmazaran. De esta tarea se encargaban los colchoneros que vareaban la lana y después cosían las vistosas telas de tal forma que la lana quedara bien distribuída y de forma regular dentro del colchón.

LOS BLANQUEADORES: Otra tarea que se realizaba anualmente, generalmente antes de las fiestas, era blanquear las casas por fuera y pintarlas por dentro. Se utilizaba cal a la que se añadía azulete y otros pigmentos para conseguir los colores deseados. La cal la vendían los caleros que la traían en carros. Como era cal viva, al mojarla desprendía tanto calor que nos quemaba en las manos.
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LOS AFILADORES: En aquellos tiempos andaban con su rueda de pueblo en pueblo, generalmente eran gallegos, llamando a los clientes con un chiflato característico que se oía a gran distancia. En nuestro pueblo trabajaban mucho en las épocas de poda. Alguno se pasaba meses enteros afilando tijeras de podar en la plaza.


LOS ESQUILADORES: Los había de ganado ovino y de caballerías. Los primeros eran cuadrillas de esquiladores que a tijera esquilaban los ganados del pueblo. Era un trabajo muy duro que se hizo más llevadero con unas máquinas de brazos articulados que funcionaban dándole vueltas a una manivela. Eran las precursoras de las actuales máquinas eléctricas.
Los esquiladores de caballerías eran los hermanos Jacinto y Alejandro, eran muy curiosos los dibujos que les hacían con las tijeras a los mulos y borricos en la grupa.

LOS SASTRES: En una estadística de 1910 se menciona a D. Dámaso Alonso como sastre del pueblo. Mis recuerdos llegan hasta dos hermanos de Torrijo que bajaban, los domingos, con muestrarios de telas a recoger encargos y tomar medidas a sus clientes de Villalengua.

EL ZAPATERO: En 1910 figuran como zapateros Francisco Calvo, Rufino Elipe y Benito Marín. Yo recuerdo que subía de Moros un zapatero, que era cojo, llevaba una bota con plataforma, para recoger los zapatos que le daban y que pasados unos días los devolvía arreglados.

LOS MULEROS Y TOCINEROS: Vendían los animales que les compraban los paisanos en la misma plaza. Formando corros alrededor de las manadas de cerditos donde se hacían los tratos después del pertinente regateo. En aquellos tiempos en todas las casas se criaban uno o dos cerdos para sacrificarlos en la matanza. Esta se realizaba en los meses de invierno para que se curasen bien los jamones y embutidos.

EL PIMENTONERO: Cuando llegaba la época de la matanza del cerdo venían los pimentoneros, un señor mayor y su hijo, que creo procedían de algún pueblo de Soria. Traían, en un carro con ruedas de hierro, pimentón y otras especias para sazonar los chorizos, jamones y demás productos de la matanza. Llevaban unas blusas negras totalmente enrojecidas por el pimentón que portaban al hombro en grandes talegos.
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PEPITO EL DE LOS TERRIZOS: Otro personaje que hacía su aparición por el pueblo antes de las matanzas era un andaluz con un borrico cargado de recipientes de cerámica: terrizos, orzas, torteras, botijos etc. etc., vendía su mercancía al grito de: “ Pepito el de los terrizos nuevos ”. Según se comentaba procedían de Andalucía, y venían, con sus borriquillos y género, hasta Ateca en tren. Desde allí se dispersaban por toda la comarca hasta vender todos los cacharros que traían. Es posible que también vendieran los asnos para no pagar el viaje de vuelta.

LOS MURCIANOS: También por el otoño, antes de las matanzas, hacían su aparición los cabreros murcianos. Venían con sus rebaños de cabras, que posiblemente traían por ferrocarril, para venderlas para las matanzas. Se decía que los chorizos hechos con carne de cabra eran muy buenos.
En el verano solían venir cuadrillas de segadores de origen murciano para trabajar en la recolección de la mies.

LOS TINOS: Antes de que se constituyera la cooperativa vinícola, creo que fue en el año 1963, cada viticultor, o entre varios, tenía su tino para meter las uvas. Después de pisadas y hecha la fermentación el vino se almacenaba en la propia bodega. Estas solían estar debajo de los tinos, y así, sin necesidad de bombearlo, el vino bajaba por su propio peso hasta las cubas. Lo guardaban hasta venderlo a los almacenistas de Calatayud, hasta que el mercado ofreciera mejores precios que en la época de la vendimia o para el consumo de la casa. Se conservaba en grandes cubas que se construían dentro de las mismas bodegas. Algunas eran tan grandes que podía meterse un hombre para limpiarlas.

LOS PRENSADORES: Había en el pueblo varias prensas manuales, que tenían un eje en forma de tornillo que apretaban entre varios hombres con una palanca, cada paso de rosca era señalado por unas cuñas que emitían unos sonidos metálicos característicos y penetrantes, que al principio eran rápidos y frecuentes, y que se hacían más lentos y espaciados a medida que avanzaba el prensado. Se prensaba el hollejo de las uvas hasta dejar sólo el orujo que se vendía a las alcoholeras. Recuerdo que los sacos de orujo apilados en la puerta del prensador de Jorge Maestro desprendían un olor penetrante a alcohol por toda la calle.

LAS CAÑAMERAS: Antes de que existieran los ferrocarriles y otros medios de transporte que permitieron exportar la fruta a las ciudades en las vegas del Jalón y sus afluentes se cultivaba el cáñamo. Parece que se
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hacían cuerdas de gran calidad. He leído que en Calatayud había un comisionado que se encargaba de comprar maromas y cuerdas para los barcos de la marina que tenían su base en Cartagena.
En Villalengua había dos lugares conocidos como las cañameras: en el Barral donde tienen la cochera los Acones y en el solar donde hizo la casa “ el Chatillo ”.

LOS HÚNGAROS: Solían traer algún oso, gorila o chimpancé amaestrado al que le hacían bailar al son de la pandereta y algún instrumento musical. Las zíngaras llevaban pañuelos de flores y faldas largas y vistosas.
Mientras parte de la comparsa montaba el espectáculo con algún animal, el resto se dedicaba a los arreglos de perolas y pucheros. Solían acampar a las afueras del pueblo y permanecían entre nosotros un día o dos, eran “aves de paso”.

LOS COMEDIANTES: Casi todos los años venía una compañía de teatro que montaba obras que gustaban mucho en el pueblo. Tenía tanto éxito que un año permanecieron más de un mes. El director tenía fama de serio y exigente en los ensayos. No me acuerdo del nombre de la compañía, pero sí de el personaje que hacía el papel cómico en los sainetes, le llamaban “Braguillas”.
Se hospedaban en la posada de la Julia, y a los chavales nos gustaba ver como ellos mismos se pintaban los decorados que hacían de fondo en el escenario, solían ser paisajes pintados en grandes sábanas de papel.

EL CIRCO: Menos frecuente era la visita del circo. Se hacía llamar así al espectáculo que traía un señor de grandes bigotes, creo que era de Cihuela, al que todos llamaban Capitán. Llevaban monos, cabras y poneys amaestrados, pero el número fuerte lo hacía un toro que se metía en una tina de las empleadas para medir el vino. También llevaban una jóven que comía cuchillas de afeitar.
El espectáculo lo completaban dos o tres carruajes donde vivían, más vistosos y artísticos que las actuales caravanas.

EL CINE: Cuando éramos muy niños había cine, de vez en cuando, en el salón que había debajo del casino. Recuerdo que eran películas mudas, y casi siempre de escenas del Oeste y del Gordo y el Flaco.
Más tarde, ya con películas con sonido o habladas, venían en los veranos unos valencianos que hacían las proyecciones en la plaza con

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una sábana en la pared de las escuelas.
Pero el que monopolizó durante muchos años el espectáculo del cine fue Joaquín, el de Carenas. Durante el verano hacía las proyecciones en la plaza, y en el invierno en el salón de Máximo Mancebón. Se hizo famosa la frase que empleaba para anunciar las películas de acción, cuando anunciaba que la próxima sería “de mangazos”.

LA TELEVISIÓN: La televisión se vió por primera vez en Villalengua en el otoño del cincuenta y nueve. Un señor de Calatayud instaló un aparato en el salón del casino, y allí acudimos muchos a contemplar el invento.
Los bares tuviron pronto sus respectivos receptores, y las tardes que había corrida de toros registraban un llenazo, pues eran muchos los que dejaban de trabajar para ir de toros.

LAS POSADAS: Por el pueblo, como hemos visto, pasaban muchos tanseúntes, y para darles albergue siempre ha habido alguna posada.
Cuando éramos niños le llamaban la posada a un caserón muy grande que había donde ahora está la casa de Maximiliano. Es posible que reuniese las condiciones apropiadas para esa función: puerta grande para los carros, buenas cuadras, grandes habitaciones etc. . Era la antigua Casa de la Encomienda.
Como es sabido nuestro pueblo fue encomienda de la Orden de San Juan - Orden de Malta - hasta la desamortización de Mendizábal, y en esa casa, que por una puerta se comunicaba con la iglesia, tenían muchos graneros y tinos para guardar las cosechas.
Las posadas que nosotros hemos conocido de chavales eran la de la Julia y la de la Nati.

LAS LONAS PARA LA VENDIMIA: Antes de hacerse la cooperativa vinícola, los que no tenían tino o no querían elaborar el vino, vendían las uvas a los almacenistas o bodegueros de Calatayud. Estos instalaban unas lonas, después de preparar adecuadamente el terreno, a las que los labradores traían sus uvas en cuévanos cargados en las caballerías. Se instalaban en lugares con pendiente para facilitar la descarga y el vaciado de los cuévanos.
Los chavales, al salir de la escuela, acudíamos a ver las faenas de pesado y descarga a San Roque, donde colocaban una lona con mucha pendiente, por la que al caer se rompían las uvas produciendo una gran balsa de mosto de la que bebíamos con los consiguientes dolores de tripas.


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LA FABRICANTE DE FIDEOS: Recuerdo que en algunas casas se preparaba una masa con harina de trigo a la que se le añadían algunos ingredientes - las paisanas mayores los recordarán - y después se pasaba por una maquinita que traía de Zaragoza una señora de la familia de los Arroyuelos. De esa máquina salían los fideos que se ponían a secar en los graneros colgando de largas varas, al igual que se hacía con los chorizos y morcillas en la época de las matanzas.

LA NEVERA: A la izquierda del camino que sube al cementerio, en un altozano en el talud de una era, había una construcción excavada por debajo del nivel del suelo parecida a una tinaja gigante. Estaba hecha de piedra y argamasa, y supongo que seguirá en el mismo lugar enterrada y posiblemente bien conservada. Era la nevera, en ella se recogía la nieve en el invierno y se iba sacando hasta que se fundía con los calores. Recuerdo que antes de que se popularizaran los frioríficos eran los distribuidores de refrescos los que traían el hielo en grandes barras poliédricas.

LOS HORNOS: En aquellos tiempos todo el pan que se consumía en el pueblo se cocía en los hornos: el de Bonifacio Labanda y el de Ricardo Gómez ( los Campanos). Además de pan se hacían magdalenas, matecados, tortas, roscos etc. etc.

LA SEÑORA QUE VENDÍA BARBOS: En aquella época subía de Ateca una señora, recuerdo que era chata o tenía un defecto en la nariz, con dos grandes cestos llenos de barbos que vendía de puerta en puerta. No tengo ni idea de donde los pescaban, pero estaban frescos y sabrosos.

LOS PESCATEROS: Además de la Leona que tenía un local en el que vendía casi todos los días el pescado que le subían de Ateca, venían de Villarroya otros pescateros, Rogelio y Ponciano, a vender pescado fresco. También venía con una moto un chico joven que era muy experto quitando la piel a las palometas.

ESTAÑADORES Y PARAGUEROS: Entonces se utilizaban en las casas pucheros, cacerolas, calderas y otros utensilios de metal a los que con el tiempo se les hacía algún agujerito. Los encargados de arreglarlos con alguna gota de estaño eran los estañadores. Llevaban una especie de lata o cubo, con un asa, llena de carbón al rojo en la que calentaban un instrumento parecido a un martillito de mango muy largo, con él derritían el estaño que aplicaban para tapar el agujero. También arreglaban paraguas.

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LOS RECADEROS: El autobús de línea no podía subir a la plaza por lo estrecha que era la calleja del Pilar. Y de bajar los recados para que el chófer, Pascual, o el cobrador, José María, hicieran en Calatayud los encargos que se les solicitaban se ocupaban, haciéndose la competencia, Agustín y Santiaguillo. Por la tarde, cuando volvía el viajeros, así le llamabamos al autobús de Calatayud para diferenciarlo del correo que subía de Ateca, Agustín y Santiago recogian y distribuían por las casas los recados, ya cumplementados, que habían bajado por la mañana. La tarifa que cobraban dependía del tamaño y del peso del encargo.

LA MESA DE LA MARIA: El monopolio de los “chuches” lo tenía la María, la de Santiaguillo, creo que se apellidaba Cantería. Con sus manguitos y delantal blanco montaba, los domingos y días de fiesta, su mesa de golosinas en la placeta de la Dula. Allí acudíamos, a fundir las propinas y las ganancias de las timbas ( chapas, montones, siete y medio etc.) que organizabamos en el Barral, toda la chavalería del pueblo.

LA ELECTRICIDAD: Según tengo oído, la iluminación nocturna del pueblo se producía por medio de un hidrogenerador que había en el molino de Abajo. En la encuesta de 1910 aparece D. Luciano Pinós Martínez como gerente de la “ Sociedad Anónima de Electicidad. En nuestro tiempo la energía eléctrica la proporcionaba la empresa Saltos Unidos de Purroy, y el electricista oficial era César Gómez, de los “Campandos”, se encargaba de arreglar las averías, de encender y apagar el alumbrado público, y del cobro de los recibos.

EL ARENERO DE TORRIJO: En aquel tiempo no existía el butano ni las vitrocerámicas, y las comidas se calentaban en los hogares de leña con el consiguiente ahumado de los recipientes: pucheros de cerámica o barro cocido, cacerolas y ollas de porcelana etc. etc., y para quitar el persistente ahumado se utilizaba arena blanca que vendía el arenero de Torrijo. La arena, bastante fina y eficiente, la obtenía de una cantera que hay entre Torrijo y Bijuesca.

LOS GUARDAS DE LA HERMANDAD: Para la vigilancia de los campos y cosechas, la Hermandad de Labradores tenía dos guardas jurados. Llevaban un correaje con una placa grande y dorada que les acreditaba como tales, y portaban armas de fuego. Tenían autoridad para poner multas y vigilaban los rebaños.


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LOS COLMENARES: En el termino municipal había, que recuerde, tres colmenares, el que se veía muy bien desde el pueblo, estaba encalado, era el que tenía Juan Manuel en la falda del cerro San Gregorio. Eran unos edificios muy característicos, alargados y de poca altura, divididos por dentro en celdas o nichos en los que se instalaban los enjambres para que produjeran miel y cera. La recolección o cata se hacía a mediados de febrero, cuando algunas plantas empiezan a florecer y proporcionan alimento a las abejas.

LA ORQUESTA “ LA ALEGRÍA ”: Se me había olvidado, por eso no aparece en los ejemplares anteriores. Tampoco escribo nada de la banda de música, La Filarmónica, porque Don Inocencio ya la describe, con mucho detalle, en su libro.
La orquesta “ La Alegría ” se formó a finales de los años cincuenta con cinco componentes que se separaron de la banda : Luis, batería; Julián, trompeta; “ el Royico ”, trombón de varas, y Justo y Rafael, saxofonistas.
El salón de Máximo Mancebón era su sede habitual, y local en el que actuaban los domingos y días de fiesta. Recuerdo que utilizaban cinco atriles de madera pintados de azul con el nombre de la orquesta en blanco. Y unas vistosas blusas de color azul oscuro brillante y pantalón blanco, que les daban cierto aspecto de músicos caribeños.
En algún tiempo, los domingos por la tarde, había dos salones en donde se podía bailar: el de la banda en el del Sr. Plácido y el de la orquesta en el suyo. Después se pusieron de acuerdo y hacían los bailables de forma alternativa.
En los primeros tiempos la orquesta, patrocinada por Mancebón, dió mucha marcha a la juventud de entonces, ya que estaban a la última de los ritmos que se ponían de moda; y tuvieron gran éxito los cotillones que se hacían por Nochevieja, con adornos de “farolillos chinos ” y las tradicionales bolsitas de uvas.
El salón estaba muy bien para aquellos tiempos: estaba hecho a propósito para tal finalidad, era amplio y con altos techos de los que se podían colgar adornos, tenía una “ gloria ” que proporcionaba calefacción, y además, tenía un bar a la entrada, al que se le llamaba , de forma afrancesada, “ el ambigú ”.
Otros oficios que han desaparecido: Barberos, herreros, carpinteros, matarifes ...., en la encuesta de 1910 aparecen más. Y el paisano que recuerde algún otro que lo añada.

Crispín Mínguez
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