Villalengua - Zaragoza

La sala de la capilla se convirtió en una improvisada reunión, una vez terminada la misa.
Luís decidió hablar con el señor cura, anciano, culto, ilustrado, y caballero cubierto ante el papa, sin duda sabría, mejor que cualquier otro (o al menos eso esperaba) qué significaba y qué se podía esperar de aquella aparición en la cueva del arroyo.

Entre aquel grupo de ancianos, el asombro no se hizo esperar, unos preguntaban y otros se miraban, todos querían hablar y nadie se ponía de acuerdo, mientras, el señor cura trataba de pedir silencio moviendo las manos hacia arriba y hacia abajo.

Por fin, y enfadado, Luís empezó a tocar sonoramente el campanillo que servia para llamar a misa, ¡en buena hora!, ¡fue lo único que los calló!

Todos se sentaron en los bancos de atrás, el primero en hablar fue Luís. Comenzó de nuevo relatando lo ocurrido y terminó recordando las penurias que anunciaban las canciones de antaño.

Uno por uno fueron hablando, cediéndose el turno y haciendo preguntas. Casi todos tenían los mismos recuerdos, todos creían por tanto, que algo malo era todo lo que cabía esperar, para Luís o para el pueblo, respecto a aquella encantaria aparecida. Sin embargo, eran casi todos, pues había una señora, la anciana de más edad, la más pequeña y arrugada, también la más excitada. Relató que en verdad, antiguas canciones hablaban de estos seres como seres malignos, que anunciaba penas, catástrofes, ... malas noticias, de hecho, las pocas frases que Luís recordó en su camino de vuelta a casa después de aquella aparición venían de una canción que en realidad era así:

La que brilla de blanco en su aura de oro
Y canta lavando en las aguas de plata,
anuncia penas, lamento y tristezas
el tercer días en que la tierra sangre.

Con sus manos lava entre murmullos blancos
Sin jabón vestidos que traen la noticia
Y no tengas miedo alma de nácar
Porque tranquilo y dulce será tu largo sueño.

Pero también dijo la pequeña anciana, que había otras canciones más buenas, canciones que hablaban de seres buenos, protectores, portadores de buenas noticias.

Habiendo hablado todos, tomó por último la palabra el anciano señor cura, de lo que empezó a contar os hablaré más tarde pues ya se me acaba el tiempo y tengo que ir a dormir, pero para adelantaros algo os diré, que un hecho importante se les había pasado a todos por alto, y es que, la bella encantaria y una nueva vida llegaron a la misma hora, los dos cantando, y los dos entre aguas...
(en breve insertaré la primera parte modificada, saludos)