Undués-Pintano - Zaragoza

Dice la leyenda que a finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV el Valle de los Pintanos era regido por un noble caballero que elegido libremente por los habitantes de Undués y Pintano conducía los destinos de las gentes de estas villas.
El valle vivió uno de sus momentos de mayor esplendor, mejorando su imagen así como las condiciones de vida para la gente que allí residía, que se desplazaba para visitar a familiares y amigos o bien se alojaba dentro de su largo peregrinar a tierras lejanas, y adquiriendo una categoría y señorialidad que convertirían estos parajes en lugares de obligada visita en la ruta pre pirenaica.
Fue entonces, a principios del siglo XV cuando llegó un caballero de robusta armadura, semblante desafiante y gran ambición de poder que decidió asentarse en esos lares con malvadas intenciones. Pronto nació una gran amistad con una dama de notable altivez y aire prepotente, encontrando en ella su perfecta aliada para perpetrar sus maquiavélicos planes. Para que sus acciones contasen con mayor apoyo (ya que no vivían en el municipio) comenzaron una campaña para reclutar seguidores en su afán de expulsar de esos dominios al caballero que conducía los destinos de ambas villas y alcanzar tan ansiado poder. Consiguieron reunir a un reducido grupo de vasallos que les acompañaron en esa aventura.
Su objetivo era claro: resquebrajar el territorio del Valle de Los Pintanos, dividiendo a sus habitantes al provocar una confrontación. Empezarían por el noble caballero, desacreditándolo, oponiéndose a todos aquellos proyectos que para el valle y sus gentes iniciaba con ilusión y empeño, y acabarían por enfrentarse con los propios vecinos y sus tierras en su foro vecinal.
Viendo que de esta forma no conseguían su propósito decidieron dar un paso más: recurrir a quien impartía justicia en ese flanco de la Corona de Aragón (otrora Reino de Navarra) acusando al noble caballero de unos hechos por los que pidieron su expulsión e ingreso en los calabozos de La Corte por un largo periodo de tiempo, pretendiendo no solamente su destierro, sino manchar el nombre de quien había conseguido algo que sus antecesores no lograron: que sus habitantes se mostrasen orgullosos de sus modernas villas, manifestándolo así a quienes les visitaban.
En esa espiral de ansia de poder y codicia que les cegaba olvidaron a aquellos que tenían mucho que decir: los habitantes del valle, que estuvieron al lado del noble caballero en esos momentos difíciles trasladándole su apoyo, porque aunque algunas actuaciones no se habían hecho al gusto de todos, la inmensa mayoría eran merecedoras de su total apoyo, reconociendo el esfuerzo, dedicación y servicio de quien había defendido sus intereses y había conseguido progreso y bienestar para estas villas durante tantos años. Aquellas gentes consideraban injusto el trato humillante que estaba recibiendo el noble caballero por parte de algunas personas que no les representaban.
Con el apoyo de la mayoría de sus convecinos y paso firme se enfrentó a las acusaciones en las diversas salas palaciegas donde se le juzgó, haciéndole llegar incluso a las dependencias de Martín I rey de Aragón máxima autoridad en el reino.
Cuando aquellos que promovieron esta contienda se frotaban las manos al imaginar al caballero derrotado y expulsado de su territorio, recibieron una noticia que les dejó petrificados desbaratando todos sus planes de dominio del valle: la máxima autoridad declaraba públicamente la inocencia de aquel honrado caballero no advirtiendo culpabilidad en sus actuaciones.
Con el apoyo de sus vecinos, el noble caballero prosiguió con su labor en esos territorios pre pirenaicos a pesar de seguir sometido a las continuas acciones perniciosas de aquellos que no cejaron en su empeño de desterrarle del Valle de Los Pintanos.