19-09-11 13:16 | #8761573 -> 8736258 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Bienvenido Contador. Espero que hayas tenido un buen verano. El argumento de los cuentos promete. Seguro que más de uno se sentirá identificado con esas historias de cambios para las familias, para el pueblo, y sobre todo, para nosotros mismos. Hasta pronto. P | |
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20-09-11 20:22 | #8779057 -> 8761573 |
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RE: Cuentos de un chico de pueblo EL ATHLETIC DE BILBAO.- (En el que se cuenta la casi primera vez que salimos a descubrir mundo). Yo, por entonces, tengo que reconocerlo, estaba más en Calatayud que en Terrer . Tenía allí dos amigos, Rubén y Luis, con quienes me sentaba en la Academia . Además jugábamos al futbol en la Peña Rouna, en el Calatayud C.D. y nos habían seleccionado para jugar en la Selección Juvenil Aragonesa. Pero nosotros no llegamos a jugar porque nos fuimos “al Banco”, que era lo que se llevaba entonces. La mayoría se examinaba en Barcelona y algunos, en Madrid; pero a mí me tocó examinarme en Bilbao, con mis amigos Rubén y Luis. Don Fidel Izquierdo nos había reservado especialmente para ese Banco, que era Oficial. Y allí nos presentamos. Yo me fui unos días antes del examen porque tenía unos tíos y una prima y, claro, la estancia me salía gratis. El viaje, bien: yo ya sabía cómo se iba, después de las veces que había ido a Zarauz. Cogí el rápido en Calatayud, hasta Casetas. Allí se enlazaba con el rápido que iba a San Sebastián y a Bilbao. En Castejón de Navarra, el tren se partía en dos: a San Sebastián y a Bilbao. En la estación de Abando me esperaban mis tíos y mi prima. Como D. Fidel me había dicho que estuviese tranquilo, que aprobaría sin ninguna duda, yo estaba feliz de andar por aquellas tierras antes del examen, convencido, como estaba de que los examinadores, nada más verme, me aprobarían inmediatamente, casi sin examen ( es broma). La verdad ( y no quisiera parecer presuntuoso) es que no recuerdo haber pasado por grandes dificultades porque, al comenzar, preguntaron si alguien aceptaba que el examen fuese oral. Y, claro, yo me levanté con una confianza infinita. Me preguntaron una serie de cosas que contesté adecuadamente porque, realmente, me las sabía muy bien: D. Fidel me había dicho que me las preguntarían. (Incluso llegué a pensar que D. Fidel era un mago, o que tenía información privilegiada, porque sabía de antemano lo que iban a preguntar). Bueno, el caso es que aprobé. El examen fue en La Casilla. Cuando salía pasé por el estadio de San Mamés para coger el tren a casa de mis tíos y me fijé en los carteles que anunciaban el partido del próximo domingo. ¡Qué ilusión! Jugaban el Athletic del Bilbao contra el Barcelona. Mi tío, como premio (yo le había dicho que había aprobado), me llevó al campo a ver el partido. ¡Qué emoción la llegada al campo, con tanta gente, todos comentando la gran victoria que los de casa iban a obtener!. Yo me compré una bufanda con el poco dinero que tenía, con los colores del Athletic, para parecer más hincha. Y entramos en el campo. El ambiente era inenarrable: entre la emoción que yo llevaba dentro, los comentarios de la gente y la ilusión de ver a los futbolistas que más me gustaban, creí que aquella era la ocasión más grande que se me había presentado en mi vida. Recuerdo, como si fuera hoy, las alineaciones. Por el Athletic: Carmelo, Orúe, Etura, Canito, Mauri, Maguregui, Areta, Aguirre, Arieta, Merodio y Arteche. Y por el Barcelona: Ramallets, Olivella, Garay, Segarra, Vergés, Gensana, Kubala, Kocsis, Evaristo, Suárez y Czibor. (Casi nada, recordar que eran los años 60). A mi me gustaba Garay, aunque entonces ya lo había fichado el Barcelona. Y el Athletic estaba en plena época de cambio de sus legendarias figuras: Zarra, Gainza, etc. Pero aun quedaban Carmelo, Mauri, Maguregui, etc. Por entonces, creo que el Bilbao era el segundo equipo de todos los niños y jóvenes de España. Y qué decir del Barcelona, con Ramallets, Kubala, Suárez, etc.. Vamos, que era uno de los partidos más importantes que se podía ver entonces. Imaginaos qué sería para mí, un chico de pueblo, que no había visto ninguno. Escuchábamos los domingos por la tarde, por la radio, el Carrusel Deportivo en el Bar Pelegrín ( un recuerdo para Eustaquio). De la emoción que tuve en todo el partido, no recuerdo ninguna jugada. Sólo que empataron a uno. Y, para mí, fue el acontecimiento más grande que me había sucedido hasta entonces. El haber aprobado para “el Banco”, que marcaría toda mi vida, pasó a un segundo término durante el tiempo que transcurrió entre el momento en que mi tío me dijo que iríamos al partido, hasta que salimos del campo. He ido varias veces a Bilbao y he pasado por San Mamés; pero ya las circunstancias no eran las mismas. Sólo era un campo de futbol. Nada comparable con la primera gran ilusión que supuso para mí aquel partido. Volví a Terrer, aunque no recuerdo las circunstancias. Y, en uno o dos meses, me marché “al Banco”; pero, en el transcurso de esos meses, me sucedieron cosas extraordinarias que intentaré contar como buenamente pueda. Continuará | |
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27-09-11 19:31 | #8818916 -> 8779057 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo LA ROMERIA.- (En el que se cuenta cómo uno de la generación se enamoró en el momento más inoportuno. ¿Quién a esta edad no se ha enamorado perdidamente?). - Anda, mira cómo vienes: “caladico” hasta los huesos. Llevas unos días que aún vale. Te dejo todo preparado: los bocadillos, la cantimplora, el impermeable y todo. Y tú vas y te lo dejas. En qué estarás pensando. Mi madre me reñía con razón. Pero enseguida apareció mi abuela, que me protegía siempre, y terció: - Deja al chico quieto. Que venga a mi casa, que echaré a la lumbre unas aliagas y que se tumbe en el banco para que entre en calor. Y no hubo más que hablar. Me fui a casa de mi abuela, me tumbé en un banco del hogar mientras ella hacía una charada y me daba un tazón de café ( mi abuela tenía café de puchero, siempre) al que añadió un “chorreoncico” del anís que hacía en casa. Tapado con una manta, me quedé desnudo mientras las ropas se secaban en la lumbre. Me entró un sopor no sé si por el calor de la lumbre, si por el anís, si por el enfriamiento que había cogido, o por qué. El caso es que me quedé como soñando en mis cosas. . . . . Mentiría si dijese ahora que nunca la había visto. En Terrer todo el mundo se ha visto y más en mi época, que estábamos todos en el pueblo. Y también hablado, claro que había hablado con ella, ¿por qué no había de ser así?. Eso no quiere decir que fuésemos muy amigos. Amigos, si; aunque no tanto. Pero por nada especial. El caso es que yo había aprobado las oposiciones al Banco y me incorporaba a mi nuevo puesto a final de mes. Yo creo que era Marzo. ¿Cómo que creo ![]() Ese día, por la tarde, había bajado mi madre a buscarme a Calatayud para recoger el traje que me había hecho en la Sastrería Lasala , en un bajo de la plaza del Mercado, justo donde ahora se encuentra el Mercado Nuevo y la nueva Academia Izquierdo. Me había comprado también ropa interior, camisas y las últimas cosas que compran las madres cuando nos vamos de casa. Eché la bici al coche del pueblo y me subí a casa con ella. Mientras mi madre se quedaba atrás hablando ( mi madre siempre hablaba con todo el mundo), iba yo desde la parada del coche hasta mi casa, andando con la bici del manillar y me la encontré de frente, como en otras veces. Adiós, nos dijimos. Y seguimos andando cada uno en sentido contrario. Apenas había andado cuatro pasos, me volví, no sé por qué. Y me encontré con su cara, que también se había vuelto y me miraba y me sonrió. Giró rápidamente la cabeza y, acelerando el paso, desapareció como por ensalmo y allí me quedé yo mirándola cómo se iba. Me puse colorado yo sólo, me empezaron a sudar las manos y ni siquiera oí a mi madre que me decía que la esperase, que no fuese tan deprisa. Intenté serenarme un poco y esperé a mi madre diciéndole no sé qué tontada. Pero yo estaba en lo que estaba. No se me iba su cara de la mente. Dije en casa que me iba a dar una vuelta; pero cogí la bici y me fui carretera arriba hasta la cuesta de la barbilla. Me senté en el monte y me puse a reflexionar sobre lo que me estaba pasando; pero no pude reflexionar nada: sólo la veía a ella. Volví de nuevo al pueblo y me bajé hasta el Roma, por si encontraba a alguien y me senté un rato en la terraza. Al poco, pasó una amiga de ella y, al hacerme una seña, bajé de la terraza y me dijo: mañana vamos a la Virgen de Cigüela. Una hora antes de que se diese la salida, o antes, ya estaba yo enfrente de la casa de “las pifanias” , esperando. También ella y su amiga llegaron pronto, pero se quedaron en una esquina discretamente apartadas. Salimos con todos, como siempre, los hombres delante y las mujeres detrás. Se rezaba el rosario por el camino, hasta que llegamos a la fuente “maño maño”. Allí se almorzaba. Al ver a la gente almorzar, me dí cuenta que me había dejado los bocadillos que me había preparado mi madre y la cantimplora con agua, en casa. Por no decir nada, me quedé sin almorzar y no perdía de vista a ella y a su amiga que, yo me daba cuenta, me miraban disimuladamente desde la parte contraria a la que yo me encontraba. No me importó quedarme sin almorzar. Con mirarla ( de reojo, claro) tenía bastante. Al poco de reanudar la marcha, se subía por una pendiente bastante pronunciada. Me di cuenta enseguida que algunos hombres, bastantes, se quedaban atrás para darles el brazo a sus mujeres, novias, etc. y ayudarles en la fuerte subida. Esa era mi ocasión: yo también me fui rezagando hasta quedar a la altura de ellas y les ofrecí mis brazos también. Se apoyaron entonces cada una en uno de mis brazos y así subimos la cuesta. Creo que no hablamos nada, es más, no me salía nada que decir; pero puedo asegurar que fue la cuesta que más agradablemente he subido en toda mi vida. Yo, sin mirar a ningún lado, sentía su mano en mi brazo que me apretaba más que la de su amiga, y, con eso, supuse que no le importaba que le acompañase. ¡Qué emoción!. Pero seguía sin poder articular palabra. Ni ella, tampoco. Su amiga sí, que se pasó toda la cuesta diciendo no sé cuántas cosas, que no recuerdo. Al llegar al alto, se soltaron de mi brazo sin que yo acertara a evitarlo y fueron, poco a poco, rezagándose hasta quedar detrás del grupo, como hicieron el resto de las mujeres. Pero a mí no me pareció nada extraño: ya estaba pagado solamente con el hecho de haber ofrecido ( y ella aceptado) mi brazo en la cuesta. Llegamos, finalmente, a la cumbre del último monte, desde el que se veía la ermita. Y todos, comenzando por los chicos y jóvenes, comenzaron a bajar corriendo. Yo también, claro, con lo que perdí de vista a quien a mí realmente me interesaba; pero, bueno, no iba a señalarme yo entre todos. Ya no pude estar cerca de ella en toda la mañana: que si la misa, que si los gozos, que si las fotos en grupo, que si qué sé yo. Y pasé toda la mañana absolutamente nervioso. Hasta la hora de comer. Como no tenía comida, pensaba juntarme en algún grupo de personas mayores, que siempre llevaban comida de sobra; pero su amiga se acercó y me dijo que ellas comían junto con otras chicas a la orilla del río, debajo de las llamadas “torres”. Supuse que eso quería decir que me invitaban a estar cerca ( aunque no mucho) de ellas. Y allí me fui. Su mano rozó la mía al darme un trozo de tortilla con pan. Y ya no recuerdo más, desde entonces. Me quedé trastornado. Sí que recuerdo algo: hice como que me tenía que marchar a algo inexcusable. Y desaparecí del grupo con un deseo de que me tragase la tierra inmediatamente a la par que me invadía el contrario, de acercarme y decirle algo. Realmente lo pasé fatal. Camino de vuelta, por la carretera por Calatayud hasta Terrer no hacía más que acercarme a su grupo, decir no sé qué y desaparecer por momentos. La verdad es que me recuerdo a mí mismo comportándome como yo nunca me había comportado. Era consciente de ello; pero no podía evitarlo. Como casi siempre, según decían los mayores, comenzó a llover; pero no había problema: todo el mundo sacó sus impermeables, tabardos y/o paraguas y en paz. Menos yo. Por hacerme el macho, aguanté a pie firme parte del camino hasta que, casi llegando a Terrer, nos pasó el coche del pueblo y un par de señoras mayores se subieron y me dejaron un paraguas; pero ya me daba igual. El caso es que había estado todo el día detrás de ella y no había conseguido decirle ni una palabra. Y en dos días me tenía que marchar “al Banco”. Llegué a Terrer destrozado: entre los nervios que llevaba, la impotencia por mi parte de decirle algo y, por qué no, el frío y el agua que llevaba encima, parecía un “cristico”, que me dijo mi madre. Pero aun así estaba contento, muy contento. Mañana, me dije, me haré el encontradizo con ella y le diré algo; pero no pude dar con ella a pesar de mis intentos. El caso es que llegó el día fatídico de tener que marcharme ( en otros momentos, tan deseado para mí). Al ir al coche de línea para bajar a Calatayud a coger el tren, se pasaba por enfrente de su casa. Ella sí que sabía ( todo el mundo en Terrer sabe todo de todos) que yo me iba; pero no logré verla. En cuanto llegué a Barcelona, le escribí una carta a casa de su amiga, como era lo habitual entonces. A mí el escribir se me daba mejor que el hablar porque los escritos no sienten vergüenza. Me contestó diciendo que ella también se marcharía del pueblo. “No creo que sea justo que pase mi juventud esperando a ver cuándo tu fantasma viene a buscarme”, decía entre otras cosas. Y me puse a llorar. Es verdad. No lo voy a negar a estas alturas de la vida. Pero, con la perspectiva que me da el tiempo, creo que tenía toda la razón, a pesar de ser mi primer desengaño amoroso: el que más se recuerda y el que más duele. Y quise olvidarme de Terrer ( parece que, hasta ahora, no lo he conseguido). Venga, que tampoco hay que ponerse así. Lo siento. | |
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27-09-11 22:12 | #8820041 -> 8818916 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Es de las cosas más bonitas que he leído.Comprendo a Contador de Cuentos: primer amor, primer dolor.Felicidades. Por cierto, me gustaría preguntarle qué fue de aquella chica. Pero no. Mejor no se lo pregunto. Nunca nada -ni el olor de un nardo, ni un atardecer, ni la seda de un traje de cristianar, ni una tapicería descolorida por la luz, ni un primer día de otoño, me ha producido un convencimiento de que el amor se acaba.De que todo se acaba, pero el amor mucho antes. Saludos cordiales, Contador. | |
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27-09-11 22:45 | #8820302 -> 8820041 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Muchas gracias, Rábade. Cuando uno recibe una crítica tan elegante como la tuya se siente algo especial. No obstante, lo emotivo del recuerdo de los dieciete años ( de los de entonces) hace que tu mensaje resulte mucho más entrañable. Toda nuestra generación es la protagonista del cuento. Muy agradecido, de verdad. | |
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03-10-11 00:16 | #8850597 -> 8820302 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Dices Rabade, que el amor se acaba. Bueno, todo lo que empieza se puede acabar. O no!! Pero en el caso del cuento de Contador, algo que ni siquiera empieza ¿Se puede acabar?. Desde la distancia, la realidad se impone y es la que vale porque los que la configuran a nuestro lado, al cabo de los años, son los que van rellenando las "colmenillas" de nuestro panal, pero Contador visualiza y evoca el "amor" que no llegó a ser y así lo está recordando ahora después de tantos años porque.... no se acabó, sólo intuyó algo que podía empezar !!! Y es ese querer y no poder lo que hace que se recuerde de vez en cuando y no se olvide como otras historias que acabaron como el rosario de la aurora. Siempre estará ahí, de manera platónica... P. | |
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03-10-11 08:47 | #8851099 -> 8850597 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Somos hijos de un instante.Echar de menos el pasado es un torpe recurso de defensa: la nostalgia, si no conduce a la sonrisa, es mala. Pero dejarlo todo en manos del futuro es una forma de resignarse a la ignorancia. Es decir, que ni la flor ni la espina duran más que el amor. Saludos cordiales para P. | |
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03-10-11 11:11 | #8851716 -> 8850597 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Las espinas si que duran mas que el amor. Se puede perdonar pero no se olvida-. Si. El amor se acaba cuando se le clavan espinas. Gracias contador por hacerme recordar mi juventud, es bueno emocionarse y que salten las lagrimas cu<ando ya no te quedan de tanto usarlas. Saludos Marina | |
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03-10-11 16:47 | #8856046 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo En este caso, Marina, no pretendía por nada del mundo que se recordasen cosas dolorosas. Ya se pagaron en su tiempo, si ese fue el caso. No obstante, en esos años jóvenes, en Terrer, éramos capaces de hacernos mucho daño y los amores que no llegaron a término nos llevaron a muchos por caminos que, en principio, no queríamos recorrer. Sólo pretendo recordar nuestros diecisete/dieciocho años, que, como en todas las generaciones, fueron únicos. ¡Qué cosas tan bonitas estais escribiendo!. Un saludo- | |
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04-10-11 17:28 | #8867525 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo VIAJE A LO DESCONOCIDO.- (En el que se cuenta el momento de la emigración. Y sus angustias). El express a Barcelona paraba en Calatayud y salía por la noche, a las nueve o así. Yo había bajado con mi madre y estábamos esperando en la estación.. Le decía que se subiera a Terrer; pero ella no quería, que quería ver cómo me iba en el tren. Y estaba triste, muy triste, saltándosele casi ( o sin casi) las lágrimas. Ella sabía que esta vez no era como irse a Zarauz, que era para más tiempo. El caso es que yo me estaba contagiando. Vino por fin el tren, vi cómo se alejaba mi madre con el pañuelo en los ojos y, al echar a andar, me entró un desconsuelo enorme, como si que medase sólo ( es que era así). En dos días, pensé, me había ilusionado con una chica y la tenía que dejar sin poder decirle nada, tenía que dejar mi casa con mi madre llorando y me encontraba sólo frente a lo desconocido. Con la ilusión que tenía durante el último año en marcharme “al Banco”, que soñaba diariamente con las cosas que haría. Y ahora, a la hora de la verdad. . . . . . Fue un viaje muy triste para mí. Pasé en un duermevela casi toda la noche hasta que, cuando clareaba, vi el mar. Yo ya conocía el mar, desde mis viajes a Zarauz, así que no me hizo demasiada impresión; pero, a muchos viajeros, sí, que se levantaban y vociferaban asomándose a la ventanilla. Eso me dio ánimos, no sé por qué. Serían las seis o seis y media de la mañana, más o menos, cuando llegamos a Barcelona, a la estación de Francia. ¡Que enorme me pareció!. ¡Cuánta gente!. Mareado me quedé en medio de toda la marabunta que corría hacia la salida. Yo también iba deprisa; pero no sabía por qué, así que, de pronto, me encontré en la calle con mi maleta en la mano, en una enorme calle como nunca había visto igual. Pregunté a un guardia que cómo se iba al Paseo de Gracia, que era donde tenía que presentarme en el Banco nada más llegar. Me indicó que fuese hasta Colón, que subiese por las Ramblas y, pasando la plaza de Cataluña, enseguida lo encontraría. También me dijo que tomase el metro en no sé qué estación. Yo, por no decirle que no sabía encontrar nada de lo que me decía, le dije que gracias. Menos mal que vi a lo lejos una estatua en lo alto de una columna que, pensé, sería la de Colón. Y allí me dirigí. Y menos mal también que acerté. Una vez en Colón, pregunté a un señor que pasaba y, amablemente, me indicó las Ramblas. Yo pensaba que estaría más cerca, pero, al cabo del rato, me tuve que sentar en un banco porque me cansaba y aproveché para tomarme un café con leche en un bar cercano. Después tuve que echarme la maleta al hombro, que, aunque pesaba poco, ya no podía con ella. Al final, llegué a una plaza grandísima, que yo pensé, y con razón, que era la plaza de Cataluña. Allí me serené cuando vi los edificios de varios Bancos enormes: Banco Central, Banco Español de Crédito, etc. Y me dije que por allí cerca andaría el mío. Me estuve un rato sentado en un banco de la plaza porque no habían abierto aún ningún Banco y no podía preguntar. En una de las vueltas que dí a la plaza, me encontré con el Paseo de Gracia. Aquí cerca debe de ser, me dije. Y allí cerca estaba mi Banco, así que me peiné un poco y hacia allí me dirigí, que ya habían abierto. Me encontré con un ordenanza, que me pareció un general, de adornos que llevaba. Le enseñé la carta que me habían escrito y me dijo amablemente que si yo era el chico que esperaban. Y claro que era yo, así que me acompañó a la primera planta, a la puerta de un despacho, diciéndome que esperase allí, que ya me llamarían. Salió un señor mayor que me dijo que era un apoderado y que le acompañase. El despacho era enorme. Al fondo había una mesa con otro señor también mayor con gafas que, según me informó el apoderado, era el Sr. Jefe de Personal. Y me quedé de pié como me habían dicho en la Academia Izquierdo que había que estar hasta que no te mandasen sentarte. El Jefe de Personal era, cosa rara, un señor muy amable, por lo menos conmigo. Me dijo que me habían destinado allí, porque de todos los aprobados, era el único que tenía el Bachiller Superior, lo cual me llenó de orgullo, la verdad. También me dijo que me iban a destinar al departamento de Cuentas Corrientes, que iban a traer unas máquinas modernísimas y las personas que había en el Banco eran todas mayores y no quería que éstos se pusiesen en ellas ya que era cosa de chicos y personas jóvenes, no de personas mayores. Me dijo también que el Banco se sentía responsable de la conducta de sus empleados más jóvenes y que como yo era el más joven de todos y no conocía la ciudad, ya se había ocupado él de buscarme una familia de buena fama donde me hospedaría. Al poco rato llegó el apoderado que me había recibido con un señor, que me presentaron como el Señor Benigne, y me dijeron que podía irme con él a su casa, que ya estaba todo hablado. El Sr. Benigne vivía cerca del Banco en una casa no muy grande; pero a mí me pareció extraordinaria cuando me enseñaron mi habitación. Me presentó a su mujer, la señora María, que me llamó hijo (ellos no tenían hijos). Fue la primera vez, desde que me monté en el tren , que me sentí tranquilo. Luego me puse a pensar ( yo no lo había preguntado) cómo iba a pagar aquello, ya que ni sabía cuánto iba a ganar ni cuánto me iba a cobrar el Sr. Benigne. Al final, en el Banco lo habían acordado de tal manera que en lugar de pagar cada mes, lo hiciera cada vez que teníamos una paga, que en este Banco había una extra ( un cuarto o media paga, según) un mes sí y otro no. El Banco le pagaba directamente al Sr. Benigne y me daban a mí el dinero sobrante, así siempre me quedaba un poco de dinero para mis pequeños gastos. Y me dije a mí mismo que estaba teniendo mucha suerte. Escribí a mis padres contándoles todo lo que me había pasado para tranquilizarles. Continuará. . . . . | |
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11-10-11 19:33 | #8910891 -> 8850597 |
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RE: Cuentos de un chico de pueblo EL BANCO.- (En el que se cuentan las primeras desilusiones). Mis problemas empezaron cuando comencé a trabajar en el Banco, al día siguiente de mi llegada, ya que ese día me lo dieron libre. Cuando me dijeron dónde me tenía que sentar, me quedé de piedra: era prácticamente un rincón y como la máquina donde tenía que trabajar no había llegado todavía ( llegaría a lo largo del día, según me dijeron), allí me dejaron sin hacerme ni caso. Todos eran mayores, bastante mayores, con trajes oscuros, tétricos, que me miraban de soslayo como si fuese un bicho raro. Es que somos un Banco Oficial, me dijeron y esto es un asunto muy serio, no como en otros Bancos, que se puede ir de cualquier manera. Menos mal que, por ser el primer día, me había puesto el traje nuevo, recién hecho en Lasala, en Calatayud. Entre ellos hablaban en catalán y no les entendía nada. El único amable era el apoderado, que era un señor muy, muy mayor, el Sr. Pijoan, que había sido militar, me llamaba de Vd. y me decía que no tuviese miedo, que lo que pasaba es que me tenían envidia porque me iban a poner en la máquina, que tenía un plus de 25 pesetas al mes. Yo no quería que me tuviesen envidia y le dije al Sr. Pijoan que, si quería, que pusiesen a otro. Pero me dijo que no. Después de una mañana de no dirigirme nadie la palabra, ni en el rato del bocadillo ( que me había preparado la Sra. María), por la tarde llegó la máquina con un empleado de la casa para enseñarme su funcionamiento. Aquí tuve una gran ventaja: el empleado que me enseñaba era castellano y venía desde Madrid a instalarla (Barcelona no tenía más que una oficina). Y como yo no sabía nada, me enseñó de nuevo todo, con lo que acabé siendo el único que podía manejarla en toda la oficina. Muchos disgustos tuve, la verdad ( tampoco es cuestión de contarlos aquí) y, además, se dirigían a mí en catalán cuando no los veía el jefe, así que, para evitarme problemas, le dije al Sr. Benigne y a la Sra. María que me hablasen en catalán poco a poco. Y como la necesidad obliga, al poco tiempo chapurreaba el catalán o, por lo menos, entendía a mis martirizadores. ¡Qué tiempos más malos pasé!. Por lo menos tres meses de tortura, hasta que me admitieron en el entorno laboral aquellos señores mayores, trasnochados, envidiosos y perdedores. Menos mal que, al poco tiempo, vinieron dos chicos nuevos al Banco: uno de Reus y otro, de Vitoria, con lo que ya me encontré más acompañado. Al poco de comenzar a trabajar pude conectar con otros amigos de la Academia Izquierdo que habían venido a Barcelona unos días antes, no más de un mes, y trabajaban en otros Bancos cerca del mío. Y al mediodía, después de comer ( entonces se trabajaba de mañana y de tarde) nos veíamos en la plaza de Cataluña y nos contábamos nuestras penas. A los demás no les iba mejor: algunos tenían una pensión lejos del trabajo y con mala comida, a otros no les llegaba el sueldo y andaban pidiendo dinero a los amigos, otros, como yo, no estaban bien tratados en el trabajo por los compañeros. En estas circunstancias alguno se quería volver a su casa y más de uno lo hizo. Todos estábamos desorientados, echábamos de menos a nuestras familias y, los que tenían novia, las añoraban. No pensábamos en nuestros pueblos, antes de venir, que las cosas nos fueran a ir así. Yo, por lo menos, tenía la ventaja de la casa donde vivía, a cuyos dueños tomé poco a poco un gran cariño. Me habían dado una habitación con vistas a la calle Aragón, que, para mí, era un lujo. La casa tenía baño y ducha ( que, la verdad, nunca había usado antes). La Sra. María me daba muy bien de comer. Come más, “noi”, que eres “jove”. Ella se esforzaba en hablarme en castellano y yo le decía que no importaba que me hablase en catalán. Además tenían un viejo “tocadiscos” con discos muy antiguos con cuplés en catalán y con zarzuelas en castellano, incluso con discos de música clásica que el Sr. Benigne ponía los domingos por la mañana. Por el ambiente de la casa, me dio la impresión que eran personas de cierta clase, buena cultura y que, al no haber tenido hijos, no les importaba tener en casa a alguien joven; pero muy bien seleccionado. De aquí venía que tenía un acuerdo directo con el Jefe de Personal de un Banco Oficial ( no cualquier Banco, resaltaba el Sr. Benigne). Pero, para la mayoría de nosotros, me incluyo, no fueron buenos tiempos, no. Así que comenzamos a quedar para salir juntos el siguiente sábado. Continuará. . . . . . | |
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18-10-11 16:02 | #8956751 -> 8850597 |
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RE: Cuentos de un chico de pueblo PRIMERAS ANDANZAS POR BARCELONA. (En el que se cuentan las primeras heridas de guerra) El sábado habíamos quedado dos amigos y yo para salir. Como estábamos solos no teníamos que pedir permiso a nadie ( aunque el Sr. Benigne me dijo que cuidado por dónde íbamos). Y, por supuesto, lo primero que se nos ocurrió fue lo normal en unos chicos de 17/18 años desmadrados: ir “de señoras”. Dicho y hecho: pusimos cada uno treinta duros para los gastos conjuntos ( TREINTA DUROS. Nunca nos habíamos gastado treinta duros en salir) y se los dimos al más mayor de nosotros para que pagase. Con esto nos dirigimos a donde nos habían dicho que había casas de esas. Yo, lo confieso, no había estado nunca en estos sitios, ni los otros tampoco, aunque uno de ellos dijera que sí. Así que nos metimos en la primera que encontramos, en la calle que todos que han vivido en Barcelona conocen. ¡Qué horror! Nunca me imaginé que me iba a encontrar semejante situación: había por lo menos veinte, todas sentadas, enseñando la pierna, pintadas hasta las orejas y mayores, bastante mayores. Entramos y nos quedamos cortados, cortadísimos, y nos dirigimos al mostrador del bar donde había unos cuantos hombres, que podían ser nuestros padres. Pedimos unas copas de cognac, de Magno, para quedar bien; pero ninguno de nosotros nos dirigimos a ninguna. Mientras nos bebíamos la copa, hablábamos entre nosotros de lo buenas que estaban nuestras amigas de nuestros pueblos, mucho mejores que aquellas que había allí, dónde va a parar. Y decidimos que allí no nos íbamos a quedar. Nos metimos en otro antro. Igual nos pasó. O peor. Y en un tercero; pero aquello estaba mejor: había chicas más jóvenes. Por doscientas pesetas te ibas con una y eso hicimos. Yo, nada más llegar a la habitación, apenas me tocó, me desparramé como vulgarmente se dice “patas abajo”. Por otras doscientas pesetas lo podías intentar otra vez; pero nada, imposible, ni con grúa. La chica, al verme tan apurado, me dijo que eso era normal, por los nervios de la primera vez. (¿Cómo sabría ella que era la primera vez?). Y que si quería, que fuera a verla otro día gratis y preguntase por “la Susi”. Al bajar ya estaban mis amigos esperándome y me comentaron que todo había ido bien (posteriormente me enteré que les había pasado como a mí). Así que nos fuimos un poco (bastante) cargados y nos entró “tristona”, recordando a todas las chicas que habíamos conocido no sólo en cada uno de nuestros pueblos, sino en toda la Academia Izquierdo. Nos sentamos en un banco de la plaza de Cataluña enfrente del Banco Central donde trabajaba uno de nosotros. ¡Qué noche tan triste! ¡Qué mal nos sentíamos!. En el fondo éramos unos críos, que no habíamos visto nunca hoja verde, enfrentados de pronto a una situación tan cruda. Como cada uno había pagado su “tema”, de lo que habíamos puesto en común sobraron cinco duros. Así que nos los repartimos y nos fuimos cada uno a nuestra casa. Yo, que vivía cerca, llegué enseguida y, en mi habitación, pensé en todos los que conocía: mis padres, mis hermanos, mis amigos, la chica que había dejado en Terrer. Hasta mis martirizadores del Banco me parecían gente normal. Me sentí muy mal, la verdad. Al salir de trabajar el lunes siguiente, después de estar todo el día dándole vueltas a la cabeza, me fui a ver a la Susi. No estaba en el bar y ya me iba, cuando me la encontré en la puerta. A primera vista, no la reconocía ya que iba vestida como una chica normal. Me tomó del brazo y nos fuimos a una casa cercana ( no era un bar). Allí vivía con otras chicas. Entramos en su habitación y al verme tan nervioso, me dijo que la esperase un poco. Al rato, entró con dos cafés con leche y unas galletas, que nos tomamos tranquilamente mientras me contaba su triste historia: se llamaba Esperanza y trabajaba en este negocio mientras estudiaba corte y confección. Me dio tanta pena que no me atrevía a pasar a mayores con ella. Pero Esperanza, cumpliendo con su promesa, hizo lo que tenía que hacer. De esta manera me “estrené”, ( aunque estaría mejor dicho que fue Esperanza la que me estrenó a mí), como sucedió con la mayoría de nuestra generación: no había otra forma. Ya no volví más. En el colmo de mi mala suerte, el Sr. Benigne y la Sra. María se creyeron obligados conmigo a enseñarme “Barcelona”. Y me llevaron al sábado siguiente al Paralelo, al Molino a ver ¡una revista!. Comparado con la media de espectadores, yo era un bebé; pero allí tuve que aguantar, mientras el Sr. Benigne me decía al oído lo buena que estaba la vedette. No obstante me informaron que teníamos el permiso del Jefe de Personal del Banco para que fuera conociendo los “peligros” de Barcelona, guiado por una “buena” familia. ¿Qué había hecho yo para merecer esto?. A la tercera semana tomé una decisión heroica: a mis amigos les dije que tenía un compromiso con mis patronos y a éstos, que lo tenía con mis amigos. Y me fui al cine yo sólo a ver una película del oeste en tecnicolor. Una el sábado y otra el domingo. Fue, con mucho, el mejor fin de semana que pasé desde que llegué a Barcelona. Otro fin de semana fuimos a un baile donde se reunía toda “la Academia Izquierdo”, chicas incluidas, que habían ido a Oficinas en vez de a Bancos. Aquello parecía Terrer, Calatayud, Maluenda o todos los pueblos a la vez. Bastantes se hicieron novios allí, ya que había un ambiente propicio: tanto nosotros como las chicas teníamos una necesidad imperiosa de un cierto afecto. Yo tenía la herida abierta muy recientemente con mi “amiga” de Terrer y me resistía a entablar relaciones más estables. Pero sí que fuimos bastantes sábados a ese baile. Al menos había caras conocidas. Continuará... . . . | |
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19-10-11 16:42 | #8963148 -> 8850597 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Jo, que franqueza y que decepción por mi parte. ¿PERO HAY HOMBRE QUE NO HAYA IDO DE FULANAS? Me gustaría saber si en áquella época nosotras hubiesemos ido de hombres. Si, con sólo haber tenido novio, y reiñas ya ningun mozo se acercaba o te decía nada. Unos a otros se decían esa ya está rodada en unos tiempos en los que te dabas un beso después de un año. Y alguna se casó por aburrimiento con el primer que le dijo, aquí estoy. Que cada dura ha tenido el hombre siempre. Menos mal que mis hijas han vivido otros tiempos. Carmen | |
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19-10-11 20:28 | #8964607 -> 8850597 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Por desgracia, se calcula que en España hay unas 400000 prostitutas. Por algo será, ¿ de qué viven tantos clubes de carreteras y tantas casas de citas?. No nos llevemos las manos a la cabeza y nos demos cogotones contra el suelo. Sobre las cifras de prostitutos...son más ambigüas, pero haberlos hailos, y bastantes. | |
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19-10-11 21:43 | #8965199 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo En relación con el escrito de Carmen, desearía puntualizar que únicamente pretendo poner por escrito lo que sucedía en aquellos tiempos . Entonces las mujeres lo tenían muy mal en muchos aspectos y más aún en el tema del que estamos tratando; pero con no contarlo no mejoraríamos la percepción que tenemos de aquella época. Estoy muy de acuerdo con ella, aunque, lo repito, no pretendo con el cuento defender ninguna posición. Eran tiempos para sobrevivir. Por mi parte, lo siento si he herido la sensibilidad de alguien. No era ese mi propósito. Un saludo, | |
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19-10-11 22:30 | #8965595 -> 8850597 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo No me escandalizo de nada, la protitucion dicen es el oficio mas antiguo de la tierra. pero el comprar un cuerpo no me pareeeeece bien,igual que a otros si, yo lo veo como algo muy intimo que tener que estar enlazado con amor. pero el hombre es peor que el animal y asÍ nos va. y contador no me a herido simplemente me a recordado. como cuando uno mete los deos en la yaga. sigo siempre sus relatos, y hoy he opinado con ayuda. pero no quiero mas polemica simplente gracias por compartir. Carmen | |
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19-10-11 23:18 | #8965956 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Muchas gracias, Carmen. | |
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20-10-11 12:29 | #8967858 -> 8850597 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo A mi entender, Contador de Cuentos ha tenido el valor de sincerarse y eso le honra. Lo triste es, si acaso, cuando se amortizan los júbilos a fuerza de no consumarlos.Saludos cordiales. | |
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20-10-11 22:31 | #8971634 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Simplemente, recordar que sólo se trata de un cuento, según se puede leer en el primer capítulo. Un saludo y gracias a todos por la profundidad con que se opina. | |
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21-10-11 08:44 | #8973036 -> 8850597 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Veo que sómos dos Carmenes distintas, las que escribimos en el foro, para evitar confusiones diré, que soy otra Carmen distinta de la última que ha escrito, añadiré iniciales. Amigo Contador, me siguen cautivando la atención de tus relatos, su forma y la manera de escribir. Un saludo, Carmen GL | |
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21-10-11 14:50 | #8974967 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Amiga Carmen GL: Sólo por leer tu escrito me merecería la pena estar toda la vida escribiendo. Muchas gracias. | |
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25-10-11 15:51 | #8994833 -> 8850597 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo CONCILIO EN BARCELONA.- (En el que se cuenta cómo nos arropábamos) Al cabo de tres meses ya éramos más de veinte los que nos reuníamos en la plaza de Cataluña. Como suele suceder entre paisanos ( y más estando asustados, como lo estábamos) nadie contaba la verdad sobre su situación; pero las cosas no les iba nada bien a la mayoría. La causa era, sobre todo, la añoranza de nuestro pueblo, nuestro entorno, nuestros amigos, las novias de algunos, la comida, el idioma, la disciplina de los horarios, el trabajo extraño ( no es lo mismo estudiar que trabajar). Y cada día se agudizaba la angustia. Alguno había tomado la decisión, y lo había hecho, de ir al pueblo el sábado por la noche en el exprés y volver el domingo por la noche a Barcelona. Pura desesperación, antes del abandono final y de la vuelta a casa derrotados. Uno de Calatayud, del ramo del transporte y con carnet de conducir, comenzó a alquilar un 600 donde se metían por lo menos cinco personas y se iban el sábado para volver el domingo. Al poco tiempo, contrató un pequeño autobús y hacía el mismo camino: al final creó una empresa de transportes, que permanece hoy muy ampliada Yo fui una vez y me prometí a mí mismo que no volvería a hacerlo. Claro, yo no tenía tantas razones como otros: las novias o las posibilidades de tenerla entre las del pueblo ( a mí me había dado calabazas la que me gustaba). Las reuniones de la plaza de Cataluña se fueron diversificando en tres grupos claramente definidos: 1.- Los que estaban en Barcelona; pero vivían mentalmente en sus pueblos y sólo esperaban al sábado ( incluso se traían comida de allí). Muchos se casaron incluso antes de ir a la mili y seguían viviendo como en el pueblo, o, vencidos por la desesperanza, se volvieron. 2.- Los que comenzaron a hacer las gestiones que pudieron para trasladarse cerca de nuestra tierra: Zaragoza, Calatayud, o cambiarse a otros Bancos o Cajas. Estos lo que querían es estar cerca del pueblo de tal manera que pudieran ir a menudo; pero no se marcharon y esperaban su oportunidad. 3.- Los que, aunque lo estaban pasando regular y les hubiera gustado acercarse a la tierra, no lo hacían por las razones que fuera, bien porque no tenían los “alicientes” necesarios, bien porque pensaban que las cosas mejorarían, bien ( incluso) por puro orgullo personal. Estos tres grupos iniciales se fueron consolidando y cada uno de los miembros se fue afianzando en sus opiniones y hoy en día han dado distintos resultados, como se puede comprobar: A) Los que sólo siguen pensando en Terrer y sólo esperan jubilarse para irse allí ( siguen actuando y pensando como si vivieran en Terrer, aunque vivan en Barcelona o en otra ciudad). Para éstos, Terrer es su pueblo, como siempre lo ha sido. Y les gusta opinar y actuar como si estuvieran en él. B) Los que están en un entorno razonablemente cercano a Terrer y van de vez en cuando, aunque ya no actúan como si vivieran en Terrer. Para éstos, Terrer es un pueblo para ir; pero no están involucrados en su quehacer diario. C) Los que, definitivamente, ya no tienen que ver prácticamente nada con Terrer. Van ocasionalmente y sienten añoranza. Pero saben que ya no podrían vivir en Terrer, aunque, al hacerse mayores, recuerdan su niñez y su primera juventud. Para éstos, Terrer es, simplemente, un sentimiento que, como tal, nada tiene que ver con la realidad. Entre éstos estuve y estoy yo. Para afirmarme en la decisión de mantenerme lejos de Terrer, tuve la suerte de que mi compañero nuevo de Banco, Paco, que era de Reus, me invitó a pasar un fin de semana en su casa, con sus padres y me sentí como si estuviera en la mía. Solíamos ir una vez al mes: ya no tenía tanta necesidad de afecto. Paco tenía un buen grupo de amigos y amigas, que me acogieron, incluso, mejor que los propios que habían venido de nuestra tierra. Suele suceder así algunas veces. Continuará . . . . . . | |
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26-10-11 12:57 | #8999731 -> 8818916 |
Por:goyus ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Qusiera saber quien es el contador de cuentos como se llama | |
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26-10-11 19:45 | #9002221 -> 8999731 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo ¿Y tú quien eres? ¿Pos no lo vesss u queeeeee?, se llama Contador de Cuentos. ![]() ![]() ![]() | |
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27-10-11 10:33 | #9005161 -> 9002221 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo jajajaja muy bueno | |
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27-10-11 13:30 | #9006110 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Si alguien no firma con su nombre es porque prefiere seguir en el anonimato,respetalo. Todos somos alguien a los que nos une Terrer. | |
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27-10-11 15:29 | #9006703 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Si y si te enteras quien es a lo mejor hasta pierde su gracia los de Terrer somos así. Dejemos al contador si saber quien es o los que no lo sepan. | |
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27-10-11 17:36 | #9007433 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo La literatura puede producir emociones, pero dificilmente las emociones pueden producir literatura. En Contador de Cuentos se produce de alguna manera esa dualidad y, a mi entender, es lo que tiene de mágico todo lo que relata. Querer saber su nombre, el de Contador de Cuentos, equivale a la curiosidad de ese niño que llevamos dentro cuando intenta destripar el juguete para mirar su interior. De sus tripas salen unos muelles y el juguete deja de funcionar para siempre.¿Por qué querer saber su nombre? Por ventura, mejor dejarle que siga descubriendo su propio universo.Saludos cordiales. | |
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27-10-11 19:49 | #9008266 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo No recordamos los nombres de los juglares y demás contadores de cuentos. Sólo recordamos los cuentos, aunque unos nos gustasen más que otros. No tiene importancia el nombre de quien los contó. No obstante, agradezco en lo que vale la intervención de las personas que en este foro defienden mi decisión ( y mi derecho) de firmar los cuentos como Contador de Cuentos. Un abrazo, amigos. | |
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31-10-11 20:08 | #9027086 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo EL PRIMER VERANO.- (En el que se cuentan las primeras aventuras agradables). Llegó el mes de julio y las reuniones ya se estaban espaciando. Cada uno fue siguiendo su propio destino. Por aquellos años comenzaba a llegar el “turismo” ( las extranjeras). Y nosotros, como pardillos, decidimos ir un fin de semana hacia la Costa para ver qué pasaba. Quedamos mi amigo Paco y yo para irnos, en un primer viaje, a Calella, que, entonces, la llamaban “Calella de los alemanes” por la cantidad de gente de esa nacionalidad que iba a sus playas. No teníamos dinero, ni mucho ni poco, más bien casi nada, sólo para el tren y una o dos consumiciones. Nos preparó unos bocadillos la Sra. María, mi patrona, y nos subimos al tren con lo puesto y el bañador debajo del pantalón, con la intención de dormir en la playa. Al llegar, nos dimos una vuelta por el paseo marítimo, que entonces se estaba haciendo, intentando encontrar en la playa un sitio apartado para cuando nos fuésemos a dormir. Cerca de donde pensamos que sería un buen sitio había una especie de verbena de verano donde se anunciaba baile para la noche “ hasta las tres de la madrugada”. Nos dijimos que sería una buena idea entrar al baile y, mientras tanto, buscamos un lugar un poco más alejado para dormir. Al rato, nos comimos un bocadillo para cenar, al lado de una fuente que había en el paseo, así nos ahorrábamos el agua. Entraríamos a la verbena sobre las doce o así. Para ver el panorama, nos dimos una vuelta hacia el bar, sin acercarnos demasiado para no tener que pedir consumición. Enfrente estaba ella con varias amigas, todas iguales ( o casi): altas, rubias, de ojos azules, recién quemadas por el primer día de playa; pero ella era diferente. Me volvería a cautivar si me la encontrase ahora. No pude resistir la tentación de invitarle a bailar y ella accedió ( a la primera, menos mal). Allí se bailaba suelto y yo, que he sido toda mi vida un “pato” y, entonces, todavía más, me puse a bailar como todo el mundo sin que tuviera la más mínima sensación de ridículo ( a pesar de que era de lo más cortado en aquellos tiempos). De pronto, se paró el baile suelto y empezó el lento. Y comencé a bailar con mi pareja recién estrenada. En Terrer, al bailar “agarrados”, era una calle lo que separaba a las parejas, no faltaría más; pero en Calella, no, y menos con las alemanas. La mía se me pegó desde un principio, como la cosa más natural, con lo que comencé a sentir una serie de sensaciones como nunca hasta entonces las había sentido. Yo, lo reconozco, nunca había sentido el cuerpo de una chica contra el mío, ya que no había tenido novia. En el atrevimiento máximo que pasó por mi mente, acerqué mi mejilla a la suya y ella no la retiró. Para mí, era el “no va más”: allí me encontraba yo bailando con mi alemana como si nos conociésemos de toda la vida. Ví de lejos a mi amigo Paco bailando con otra; pero la mía era mejor. Entre el poco inglés que ella sabía y el poco francés que sabía yo más el interés que pusimos ambos en entendernos, me enteré que se llamaba GISELLE , que era de Hamburgo y que había venido con sus padres ayer para pasar diez días en España. Tenía diecisiete años, era casi tan alta como yo y guapísima: rubia, de ojos azules, con una figura extraordinaria y, al parecer, estaba encantada de estar conmigo, aunque un poco menos de lo que lo estaba yo de estar con ella. Quedé enamorado hasta las cachas instantáneamente. Estuvimos bailando hasta el final. Cuando acabó el baile, la acompañé , junto con mi amigo Paco, hasta el hotel, que estaba cerca. Quedamos para la mañana del día siguiente en ir a bañarnos. Y nosotros nos fuimos a dormir a la playa a un sitio más alejado. Por cierto, que en la playa había bastante gente durmiendo ( o, por lo menos, eso parecía). Al día siguiente, a las nueve o así, ya estaba yo esperando a la puerta del hotel y ví a Giselle saliendo con sus padres del desayuno. Me presentó a sus padres ( nunca he sentido más apuro) y salió conmigo a la playa. Allí nos esperaba mi amigo Paco. ¡Qué cuerpo el de Giselle en biquini!. Nunca había visto otra igual. Pasó el día con nosotros y compartimos los bocadillos que llevábamos sin que pusiera ningún reparo, al contrario, estaba encantada: bocadillo de mortadela y agua de la fuente. ¡Qué felicidad!. A las ocho tuvimos que coger el tren hacia Barcelona. Giselle, al subir al tren, me dio un beso y me quedé traspuesto. Yo también le di otro. Quedamos en que el próximo sábado subiría de nuevo a verla y esta vez, sólo. Me estaba esperando en la estación en el tren de las cinco. Ya estaba bastante dorada ( o quemada, más bien); pero estaba guapísima, más todavía que la semana pasada. Pasamos el día y medio paseando, en la playa, bailando, paseando de nuevo, con las manos enlazadas que era lo máximo que en aquella época se podía hacer aunque fuese con las alemanas (todavía no se habían hecho las películas españolas en las que los nativos se acostaban instantáneamente con todo lo que se movía). Y, al anochecer, algún achuchoncillo y algún beso fugaz en los rincones. Fui feliz aquellos días. El miércoles siguiente, estando yo con mi máquina, levanto la vista y me veo a Giselle, con sus padres, entrando en el Banco. Un color se me iba y otro me venía. Mis viejos compañeros se levantaron de golpe, se pusieron las gafas, y surgió un murmullo de admiración. En medio de todos, me levanté, salí de mi sitio, me acerqué a Giselle y me plantó un par de besos que causaron sensación. Sus padres me saludaron: es que se iban hacia su país y habían querido pasar a despedirse de mí. Desde aquel día, mi situación en el Banco cambió sustancialmente. Los viejos ya me hablaban y me hacían todas las recomendaciones del mundo sobre lo que tenía que hacer con Giselle, a pesar de que yo les decía que ya se iba a Hamburgo. Nos escribimos bastantes cartas muy cariñosas. Incluso, en una de ellas, por Navidades, me dijo que su padre también trabajaba en un Banco y que si me quería ir, tendría trabajo. Pero, como contaré a continuación, empecé, por entonces, a tener otras ilusiones que me lo impidieron. Las cartas se espaciaron hasta que desaparecieron. Siempre guardaré un gran recuerdo de Giselle, que me hizo descubrir la sensación de un cuerpo de mujer y recuperar mi autoestima. Contribuyó a restañar la herida que me había dejado una chica de Terrer al volver de una cierta romería. . . . Continuará. . . . . | |
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07-11-11 19:50 | #9066343 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo CAMBIO DE RUMBO.- (En el que se cuenta cómo empezamos a levantar cabeza) Por Septiembre sería cuando se produjeron cambios muy importantes, que influyeron extraordinariamente en mi vida. Una, que me influyó sobre la marcha, fue que ( yo entonces no me enteré bien del por qué) en el Banco se cambió el horario y se trabajaba de ocho a tres de la tarde y ya no se tenía que volver. ¡Qué maravilla: tenía toda la tarde libre!. Los primeros días, los empleé en ir al cine. Todas las tardes al cine. Al poco tiempo, un cliente me dijo que si quería ir a trabajar unas horas por las tardes a su oficina. Era un laboratorio farmacéutico en la calle Gerona y acepté. Tenía que hacer lo contrario que en el Banco: llevar las cuentas corrientes de otros Bancos ( a mano, claro, que allí no había máquinas como en mi Banco). Iba los martes y los jueves dos o tres horas, según. Y me pagaban doscientas pesetas en efectivo cada semana, o más, según las horas. Desde entonces pensé que era rico: nunca había tenido tanto disponible. En las oficinas del laboratorio había bastantes chicas. Casi todo eran chicas, menos el jefe y yo, así que, por primera vez en mi vida, trabajaba con chicas en vez de con chicos. Era muy agradable. El ambiente no se podía comparar con el del Banco. Hasta pensé en cambiarme de trabajo cuando el dueño del laboratorio me dijo que si quería quedarme con ellos; pero, finalmente, no me decidí. Yo creo que acerté, aunque eso nunca se sabe. La otra fue de mayor profundidad. Por entonces llegó al Banco un Secretario General, puesto de nueva creación. Para ocuparlo nombraron a un Catedrático de la Facultad de Económicas muy conocido. Como hacía falta dotarle de personal, nos destinaron, para su servicio, a un apoderado mayor y a mí, como secretario, ya que entonces no había mujeres en mi Banco que hicieran de secretarias. Y de esta manera entré en contacto con el mundo de la Universidad, que tanto iba a marcar mi vida posterior. El catedrático era un señor bastante joven. Además de algunas cosas propias del Banco, que hacía el apoderado, nos encargaba que le pasásemos a máquina artículos de economía para periódicos, apuntes para sus alumnos y demás cosas propias más bien de su cátedra. Estas cosas las hacía yo, que el apoderado decía que eso no era del Banco. Poco a poco me fui enterando de varios temas de economía. Y le empecé a tomar el gustillo. Como mi jefe me invitaba, alguna tarde que tenía libre subía a la Facultad de Económicas, que entonces se llamaba “Escuela de Altos Estudios Mercantiles”, próxima al Cuartel del Bruch, Diagonal arriba. Allí iba al conjunto de despachos que tenía en ese Centro, donde estaban sus Profesores Adjuntos y algunos estudiantes (chicos y chicas) de cursos elevados que ayudaban o, incluso, alguno que había terminado la carrera y hacía el Doctorado. Entré, en consecuencia, en contacto con un ambiente que me atraía muchísimo. Todos me animaban a que comenzase a estudiar yo mismo una carrera, que, en aquellos años empezó a poder estudiarse por la tarde; pero no me atrevía. Yo no cobraba nada por pasarles a máquina los trabajos, artículos y apuntes, que ellos no tenían práctica. Me decían que no tenían presupuesto. A ellos les interesaba mucho que yo subiera allí y a mí me compensaba, ya que quedaba bien con mi Jefe, que me trataba muy bien en el Banco. Además, por entonces, en la cátedra disponían de “pases” baratos o gratuitos para ir a espectáculos culturales: teatro, conciertos, incluso, cine y a mí me facilitaban alguno de ellos en alguna ocasión. Y hasta me invitaron una vez a ir con ellos; pero eran mayores que yo y eran muy “sosos”. Tanta “cultura”, con ser interesante, no me atraía especialmente. Con el tema de los pluriempleos, que se traslado a toda la Banca, todos los de nuestro grupo de la Academia Izquierdo teníamos uno. Esto contribuyó no sólo a mejorar nuestro nivel de vida, sino a ver las cosas con otra perspectiva. Algunos desenfocaron el punto de vista: se dedicaron a trabajar en dos o, incluso, en tres trabajos. Esto les proporcionaba muchos ingresos; pero se destrozaban la vida angustiados por el tiempo de ida y vuelta a cada oficina y por el trabajo. Acababan el día reventados. Lo justificaban cada uno a su manera. Otros, al comprobar que se ganaba más en las oficinas donde trabajaban por las tardes, decidieron cambiarse, sencillamente, de trabajo. Un día que paseaba por la calle Pelayo, me encontré con una gran sorpresa ( agradable, por supuesto). Un conocido de Calatayud, que trabajó en su día como dependiente en Casa Bardají, en la Bodeguilla, en Calatayud, después de su paso por la Academia, acabó de Ordenanza en un Banco. Y, por la tarde, encontró su pluriempleo como dependiente en una tienda de telas (Paños Ramos, creo que ya desaparecida). Se le veía feliz. Yo creo que más feliz que en el Banco, donde todo el mundo le mandaba ( se quejaba). Quedamos un día a tomar una caña. Me llevó a un bar de la parte vieja donde estaba de camarero, por las tardes, otro de la Academia, no sé de dónde era ( yo no había coincidido con él). Para todos fue bueno. El caso es que cada uno fue pluriempleando su tiempo libre como quiso y se inició una época en que casi no nos veíamos más que en los bailes del sábado o del domingo ( sólo un día a la semana). Y, posteriormente, menos. Continuará. . . . . | |
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09-11-11 14:01 | #9076326 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Cuenta Carrel: "Como una nación, como un viejo país, como las ciudades, las fábricas, las granjas, los cultivos,las catedrales góticas, los castillos feudales, los monumentos romanos de Europa, somos el resultado de una historia". La familia,nuentro entorno, nuestras circunstancias, nuestros recuerdos... todo eso, en su conjunto, constituye la historia viva de cada sujeto, aunque la rebocemos como los calamares de El Tubo con una capa amarillenta de no sabemos qué, que todo lo desbarata y lo forra de crepúsculo. El resto, es una discusión baladí. Sigue, Contador de Cuentos. No te detengas. Vas bien. | |
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09-11-11 22:03 | #9080177 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Gracias por los ánimos, Rábade. | |
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15-11-11 15:38 | #9109592 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo EL DESCUBRIMIENTO DE LA “CIVILIZACIÓN”.- (En el que se cuenta la paulatina adaptación a Barcelona). Llevábamos un tiempo en Barcelona, más de seis meses, y entre mi contacto con la Universidad, mis horas extras en la empresa farmacéutica por la tarde que me hacían disponer de algo más de dinero ( mucho, para lo que estaba acostumbrado), el tiempo libre y el mínimo de seguridad en mí mismo que comenzaba a sentir, supusieron para mí unas circunstancias favorables para intentar descubrir las ventajas de una gran ciudad. Después del gran descubrimiento de la ducha, del champagne ( barato, por supuesto y sólo los domingos),en casa del Sr. Benigne, del Metro ( la primera vez que me monté, me mareé) y otras novedades, una de las cosas que más ilusión me hizo al descubrirla, fue el comer en un restaurante, que no había entrado nunca en uno y me daba vergüenza hacerlo por si no sabría comportarme. La ocasión me la brindó el matrimonio con quienes vivía. Para celebrar el Pilar, el Sr. Benigne me dijo que podíamos ir a comer a un restaurante a la Barceloneta y pagar a medias: así sacábamos un poco de casa a la Sra. María. Dicho y hecho. Fuimos a un restaurante que conocía el Sr. Benigne: se llamaba C’an Ramonet, en la Calle Maquinista. Yo iba con un cierto miedo, la verdad. Nos sentamos y, de golpe, me acordé de lo que nos enseñaron en Zarauz: la cuchara y el cuchillo, a la derecha; el tenedor, a la izquierda, limpiarse la boca antes de beber, etc. Y me serené un poco. Recuerdo que el Sr. Benigne pidió unos entremeses y una zarzuela de pescado y marisco para los tres, con lo que me solucionó el problema. Yo no había comido marisco nunca y, como no sabía cómo hacerlo, me dejaba a un lado las gambas y demás. La Sra. María se dio cuenta enseguida y me enseñó cómo hacerlo: estaban riquísimas. Todo estaba muy bueno. Incluso un vaso de vino blanco que me dejaron beber para que me sentase bien la comida. Salí eufórico. Ya no tendría vergüenza de entrar en otro. Descubrí también el teatro. Tampoco había ido nunca, aunque había leído parte de alguna obra en las asignaturas del Bachiller. Al teatro comencé a ir con mis “compañeros” ayudantes del catedrático. Ellos tenían la facilidad de conseguir entradas con un fuerte descuento ( las esquinas, la clacque, etc.). Quedé embelesado la primera vez que fui. Ponían una obra clásica, en verso, y, como había estudiado el argumento, fue para mí un gran descubrimiento. Pero no vayais a creer que siempre fue así: en una ocasión me llevaron a una obra de “teatro del absurdo” que sería todo lo moderno que fuera; pero, para mí, resultó un tostonazo, que no me fui por no quedar mal. Y el no va más. Un día fui a un concierto de Beethoven en el Palau de la Música, también con los ayudantes del catedrático y con entradas “de favor”. Desde entonces, soy un enamorado de la música clásica. Para finalizar, comencé a vestirme más moderno. En El Corte Inglés me compré una cazadora de ante ( puro capricho, que me costo un. . . .). Y en las callejas del puerto, un par de vaqueros Levi’s americanos, un par de polos Fred Perry ( entonces era mucha moda), unas camisas de cuadros de sport y un chaquetón de marino de lo más actual ( todo esto me costó barato). Me dije entre mí que esto era vida. Con la confianza que me estaba entrando, un fin de semana me atreví a invitar a salir a una de las chicas con las que bailábamos en el baile de la “Academia Izquierdo”. Era de Calatayud y la conocía de cuando bajábamos a la Academia. Para hacerme el fino, la llevé al teatro, a una “de risa”. Allí nos presentamos los dos: ella con un vestido nuevo y yo, con mi cazadora de ante. Después de salir, nos tomamos una caña y no me dejó acompañarla más que hasta el metro, qué le vamos a hacer. Y ya no pude volver a salir con ella. Creo que no acerté con lo del teatro. Por lo menos, me dí cuenta que el teatro no era cosa muy aparente para ligar. Seguramente, ella pensaba que la iba a llevar a otro sitio; pero la inexperiencia . . . . Me fue mucho mejor con una amiga de mi amigo Paco, a la que conocía de mis idas a Reus, que venía a estudiar a Barcelona. Se llamaba Anna Roure. Fue a vivir a una Residencia de monjas en la calle Provenza, relativamente cerca de donde vivía yo, y ya conocía Barcelona. Cuando salía del pluriempleo, pasaba a buscarla. Las monjas ya me conocían y le dejaban salir media hora ( que la niña tiene que estudiar, decían). También comencé a ir a misa los domingos que Anna se quedaba en Barcelona a la iglesia de la residencia de las monjas. Al dar la paz, se puso de moda darse un beso. Y las amigas de Anna me guardaban un sitio a su lado. Ella me enseñó varios sitios: La Pérgola, para bailar, que estaba entrando en Montjuic y había que ir de traje; el Parque Güell, para pasear y toda la parte modernista de Barcelona, para culturizarme. Incluso intentamos ir a un concierto de “Los Beatles”, que llegaron por entonces a Barcelona; pero fue imposible. Ya me hubiera gustado, ya. Yo, para corresponder, la llevé un domingo a comer a la Barceloneta ( donde había estado antes): como era un plato muy catalán, pedimos zarzuela de marisco ( yo ya sabía cómo se comía todo), tomamos vino blanco en botella y, después de comer y tomarnos un café en una terraza, la invité a bailar a La Pérgola. Fuimos en un taxi ( que también tomaba por primera vez). Y me fue muy bien con ella: tenía otro estilo diferente del de las chicas con las que había alternado hasta ahora. Salimos varias veces, al cine, a bailar, al teatro (cuando tenía entradas baratas). Y casi me enamoro de ella. Digo casi no sé por qué; porque, en realidad, me gustaba mucho y, pienso, que yo a ella, también. Se puede decir que éramos novios, lo reconozco. Aunque iba y venía a Reus en tren, Anna tenía un seiscientos de segunda mano, que conducía ella. Y cuando tuvimos un poco más de confianza, se lo trajo a Barcelona. Esto nos daba una amplitud de posibilidades extraordinarias, en todas las dimensiones. Conocí con ella los pueblos de la costa, los de la montaña y otros sitios que todos los lectores comprenderán en una pareja principiante. Casi estaba ya integrado en la vida de la ciudad, cuando se acercaban las Navidades. Continuará. . . . . | |
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15-11-11 21:53 | #9120296 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Hoy el arco iris ha desplegado su cola de pavo real celeste.Lo haces bien, Contador de Cuentos. Sigue... | |
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15-11-11 23:06 | #9120968 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Tu metáfora es excelente. Muchas gracias, Rábade. | |
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22-11-11 15:44 | #9170604 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo LAS PRIMERAS NAVIDADES EN LA EMIGRACIÓN.- (En el que se cuenta la añoranza que nos invadió en aquellos días). Se acercaban las Navidades y quien más quien menos deseábamos ( más bien necesitábamos) estar en casa en esos días. No a todos nos concedieron permiso ( los días 24, 25 y 26 de Diciembre). En mi caso, mi Jefe me lo concedió y para que en mi casa vieran que me iba bien me compré un abrigo, que no todo el mundo podía tener. Tomé el exprés que salía a las 9 ó 10 de la noche y paraba en Calatayud de madrugada ( las 4 ó las 5, más o menos). En el tren me encontré con varios de la tierra, chicas y chicos, que volvíamos a pasar en casa los días de Navidad y nos pasamos la noche hablando sobre cómo nos iba. Ya de paso, quedamos unos/as cuantos/as en vernos el día de Navidad en Calatayud, en el paseo, más que nada para que los que estaban todavía en la Academia nos vieran lo elegantes que íbamos (que se note). El primer problema que tuvimos todos es que a esa hora en Calatayud estaba todo cerrado: ni taxis, ni bares, ni nada. En una de las fondas de la estación nos dejaron entrar y esperar hasta que pudiéramos encontrar un medio de transporte para ir a nuestros pueblos. Como entonces no había teléfonos en la mayoría de las casas, estuvimos mucho rato allí. Nos dimos cuenta, entonces, de la diferencia entre una gran ciudad y nuestra tierra. A eso de las 7 apareció un taxi que llevaba un viajero a la estación y le pedimos, por favor, que avisara a otros compañeros para que nos llevaran a nuestros pueblos. Después de hacer una lista y pedirnos diez duros a cada uno de señal, vinieron poco a poco los taxis y llegamos a nuestras casas. Cuando entré en Terrer me invadió un sentimiento de alegría, de placer, de triunfo y de qué sé yo de cuántas cosas más. Mi casa olía a manzana y a fruta madura, olor que había olvidado y que me relajó mucho. ¡Ya era hora!, me dije. Había traído unos pequeños regalos para todos, que repartí mientras mi madre me hacía un par de huevos fritos con chorizo (riquísimos) y contaba mis aventuras a mi madre y mis hermanos ( mi padre estaba de campaña y no había venido todavía a dormir). A mi hermano le compré en Calatayud (bajamos en bicicleta de propio esa misma mañana) una escopeta de aire comprimido, que todavía está en mi casa. Después fui a casa de mis abuelos, personas entrañables para mí y a los que había echado muchísimo de menos. A una de mis abuelas le traje una toquilla negra, que se puso de inmediato mientras lloraba de alegría. La pobre mujer no entendía por qué me había ido tan lejos. Pensaba que ya no me volvería a ir. Me decía que no hacía falta, que para comer teníamos. Yo le decía a todo que sí mientras se me abrazaba. Se puso mala, en cama, cuando se enteró que volvía a marchar. Me decía que ya no me volvería a ver y cosas así. Cuando pude serenarla me fui a casa de mis otros abuelos, a quienes había comprado un pañuelo de cabeza ( negro, por supuesto) y una gorra visera. Aquí fue mi abuelo quien no entendía que me tuviera que ir. El pobre hombre me decía que ya se habían ido mis tíos, que eran hombres y que sabían trabajar; pero que yo era un jovenzano, que no sabía ni poner los aperos a una mula. El ya le había dado a la ciudad casi todos sus hijos y no quería darle a sus nietos. También intenté tranquilizarle diciéndole algo que no se creía: nunca se creyó que por hacer números y escribir algo me fuesen a pagar dinero. Fueron mis últimos contactos con una generación que se terminaba y que ni sabía ni quería saber que hubiera otra forma de entender la vida que no fuera la suya, la que habían vivido hasta entonces y en la que murieron. (Como todos nuestros abuelos. Espero que nosotros, los de nuestra generación, estemos a su altura). Guardo estos recuerdos en mi mente, con un gran respeto y cariño. Por la noche, a la hora de cenar, me sentí feliz. Fui, como casi todo el pueblo, a la misa del gallo donde todos me preguntaron por mis andanzas y luego, salí con los amigos a tomarnos unas copas y al baile, que habían abierto, y donde terminé por ver al resto. Recuerdo la sensación de volver a dormir en mi cama, con mis sábanas que olían a membrillo, hablando con mi hermano que dormía en la cama de al lado y me tenía como a un héroe. Y recuerdo también que, cuando ya calculaba que nos habíamos dormido, mi madre subió a nuestra habitación a ver si estábamos destapados y nos tapaba. Esto lo recordaré durante toda mi vida. Con los sentimientos a flor de piel me dormí profundamente y me desperté tarde, muy tarde y feliz. El día de Navidad comimos todos en mi casa, con mi padre incluido, aunque, como he dicho, estaba de campaña y con unos malos horarios . Por la tarde, me bajé a Calatayud donde había quedado con mis compañeros/as de Barcelona a pavonearnos por el paseo. Para los que estaban todavía en la Academia, éramos como dioses. Cosas de críos, pienso ahora; pero entonces era muy importante para autoafianzarse ante las dificultades. Pasé el día 26 recorriendo el pueblo de arriba abajo, la vega, la azucarera, todo. Hasta la hora de bajar a Calatayud a coger el exprés para volver a Barcelona. En la estación habíamos quedado todo el grupo de compañeros y ya no bajó mi madre a despedirme, que ya no hacía falta. Nos dieron a todos billetes sin derecho a asiento y pensábamos no dormir; pero el viaje fue muy malo. Aquella noche cayó una nevada que pasó a la historia como la nevada del 62 ( se puede ver en Internet). Como el tren iba por Lérida, se colapsó la vía y, aunque pudimos llegar a Barcelona al caer la noche, lo peor lo tuvimos al intentar salir de la estación y llegar a nuestros domicilios. Tuvimos mucho tiempo para hablar en aquel tren nuestro grupo de amigos/as. Y, entre nosotros, nació una amistad muy fuerte, que permanece por encima de cualquier problema. Creo que éramos conscientes de que se había terminado el mundo de nuestros abuelos, que nuestros padres poco nos ayudarían y que era nuestro tiempo. Y estábamos dispuestos a vivirlo. Las chicas, las más decididas: no se volverían atrás. No me consta que ninguna se volviera, cosa que sí pasó con alguno de los chicos. Para principios de marzo volví de nuevo a Terrer; pero era para quintar. Me tocaba la mili. | |
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25-11-11 12:23 | #9189390 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Gracias contador por saber expresar tan maravillosamente las vivencias de muchos de los que te seguimos. Por curiosidad y si no te importa, de que año fueron aquellas navidades?. Saludos y gracias Marina. | |
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25-11-11 12:31 | #9189430 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Muchas gracias a tí, Marina, por leerlo. Me estoy refiriendo a las Navidades de 1.962. Y la nevada que menciono aparece muy difundida en Internet como "la nevada del 62" en Barcelona. Hay bastantes fotos de aquella situación. ¡Casi cincuenta años . . . ! Un saludo, | |
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29-11-11 15:09 | #9209762 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo UNA NUEVA OPORTUNIDAD PARA TERRER.- (En la que se cuenta la posibilidad de relacionarnos de nuevo con nuestra tierra; pero las cosas ya estaban cambiando para nuestra generación: para los que nos habíamos ido y para los que se habían quedado) Para diferenciarme de mis amigos ( faltaría más), en vez de irme voluntario a Calatayud, decidí hacer la mili normal con gran disgusto inicial de mi madre, aunque luego no fue para tanto. Me tocó en Zaragoza por intercesión especial de la Virgen del Pilar. Mi madre había bajado unos días antes a pedirle el favor a la Virgen y, como llevaba el manto “colorao”, dio por hecho que le concedería el favor y que me tocaría Zaragoza. Y como me lo dijo mi madre, yo no lo pongo en duda. El campamento empezaba a mitad de marzo y caí en el de San Gregorio, cerca de la Academia General Militar. ¡Qué frío! Hasta que no pasaron quince días no nos dejaron salir a Zaragoza, que teníamos que aprender las cosas más elementales de la milicia, tales como andar marcialmente y, sobre todo, el saber saludar como manda el reglamento a todos los superiores de cualquier graduación. A los quince días bajamos por primera vez a Zaragoza. Salíamos a las tres en punto, cogíamos el tranvía que nos dejaba en la plaza de La Seo y, calle de San Gil arriba, al Paseo de la Independencia donde nos encontrábamos con otros “chorchis” del nuestro y del otro campamento: el de Valdespartera, más los que habían sido destinados a la Academia General Militar. Por todos los sitios había “quintos” y nosotros no hacíamos más que mirar a todos lados a ver si nos cruzábamos con algún militar de superior graduación para saludarle como nos habían enseñado. Y a las siete, otra vez en el cuartel, así que para poco nos daba; pero nosotros, felices. En estas salidas coincidíamos todos en el centro y allí nos encontramos varios de la tierra y de la Academia Izquierdo, que no habían querido ir voluntarios a Calatayud. Volvimos a encontrarnos de nuevo y esperábamos que llegase el domingo para salir y hacer planes para cuando terminásemos el campamento. Menos milagroso fue el hecho de que, al terminar el campamento, me destinasen a la Auditoría de Guerra. Mi Jefe del Banco era amigo personal del Coronel Auditor y le llamó recomendándome. Después de dos años de estancia en Barcelona y con un buen destino en la Auditoría de Guerra en Zaragoza, me ilusionaba poder subir a Terrer casi todos los fines de semana y durante las fiestas, siempre que no tuviera guardia, retomando la relación con mis amigos/as y descubriendo, con gran sorpresa, la aparición en escena de las chicas que cuando me fui tenían 14/15 años, y eran casi unas niñas. Ahora tenían 16/17 años y estaban realmente muy bien. En aquellos años había una poderosa competencia con los empleados de contratas venidas de fuera para reformar la azucarera, quienes disponían de más dinero que nosotros y podían alternar en mejores condiciones. Todos los fines de semana íbamos al baile del pueblo y allí retomé las relaciones antiguas. Realmente disfrutaba al verme de nuevo entre las/los que nos conocíamos desde niños. Me volvía a Zaragoza bien el domingo por la noche en el coche de Calatayud a Zaragoza, bien ya el lunes de madrugada, en el correo de las cuatro de la mañana, casi sin dormir, en función de lo que se terciase. Al cabo de un mes de subir todos los fines de semana, comencé a darme cuenta de que había pasado algo inexorable a lo largo de estos dos últimos años: que las pandillas eran distintas, que algunos /as de los amigos /as ya se habían emparejado, que ya no me esperaba nadie para salir, que ya no era igual que cuando me marché. Con la llegada de las primeras verbenas: San Antonio y Santiago confirmé lo poco que tenía que hacer en Terrer y a sentirme casi como un forastero. Desde entonces subía a Terrer los domingos que tenía libres; pero ya no me quedaba en el pueblo. Comencé a ir a Calatayud donde nos reuníamos los de la “emigración”, con quienes habíamos hecho mayor relación en los dos años de Barcelona. Desde allí, íbamos a Maluenda, a Vallarroya, a Ateca o a donde hubiera alguna fiesta. Mi madre hacía sus esfuerzos por emparejarme con alguna conocida y, cuando me preparaba para almorzar un par de huevos fritos, me advertía de lo maja que estaba la chica esta o aquella. Pero, como suele suceder a los veinte años, casi nunca coincidía la opinión de mi madre con la mía. Y las que antes de irme al Banco me gustaban ya se habían echado novio. No se podía estar en varios sitios a la vez, sobre todo en la edad de relacionarse. Por entonces tomé una decisión de la que nunca me arrepentiría: la de examinarme de Preuniversitario. Retomé de nuevo los libros, me apunté a una Academia en Zaragoza en la Plaza de Sas y en ello ocupé todo el verano para intentar presentarme a la convocatoria de Septiembre. Contacté con mi Jefe del Banco y sus amigos en Zaragoza me facilitaron mucho las cosas. La verdad es que debo de agradecerle a este hombre los muchos favores que me hizo estando en Zaragoza, ya que conocía a muchas personas tanto del Ejército como de la Universidad. Por lo menos aprovecharía mi estancia en la mili, ya que en el aspecto sentimental no tenía mucha suerte. Ni en Terrer, ni en ningún otro pueblo de la tierra, a los que iba con mis amigos los fines de semana. ¡Qué se le va a hacer! | |
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29-11-11 19:12 | #9211135 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Contador no vayas de modesto con el tema chicas, que tenías muy buena planta y tú posición en el banco hacían babear a más de una. Por eso los chicos ya no e buscabamos preferíamos tenerte un poquito lejos, por miedo a esa seducción y admiración que despertabas en ellas. En el amor y la guerra, todo vale. Un saludo por tantos recuerdos tan entrañables. | |
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29-11-11 19:47 | #9211366 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Por favor me puedes explicar el significado de llevar el manto "colorao" ( o cualquier otro)al ir a visitar a la virgen del Pilar Gracias Rosa | |
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29-11-11 20:50 | #9211795 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Para Rosa: Según decía mi madre, si bajabas a Zaragoza e ibas a ver a la Virgen y en ese momento llevaba el manto "colorao" ( rojo), la Virgen te concedía todo lo que le pidieses. Sobre otros colores, no decía nada. Y como mi madre, pienso que creían muchas personas. Cuando quintamos tanto mi hermano como yo, mi madre hizo varios viajes a Zaragoza y siempre pasaba por el Pilar. Aprovechando lo del manto, tanto mi hermano como yo caímos en Zaragoza. Como comprenderás, no voy a ser yo quien, en este tema, le lleve la contraria a mi madre. Para mi amigo " no registrado", que me tiene en tanta consideración: Como ya dije al principio de estos escritos, se trata de cuentos que reflejan situaciones de muy distintas personas, aunque estén escritos en primera persona. Creo que no hay que detenerse en el aspecto personal, aunque te agradezco en lo que vale que tengas de mi tan buena opinión. De todas maneras, hay que tener en cuenta que las apariencias engañan en numerosas ocasiones. Para ambos, muchas gracias por intervenir. | |
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30-11-11 09:13 | #9213867 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Bueno contador acabas de darme una sorpresa, para mi la virgen concedia todo lo que le pedias cuando el manto era blanco. Gracias otra vez por tus cuentos. Saludos Marina. | |
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04-12-11 20:34 | #9238984 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo LA HUÍDA ( O casi).- ( En la que se cuenta cómo gran parte de la generación rompió con la tierra. Los amores frustrados tuvieron mucho que ver.). Me examiné en Septiembre vestido de militar, tal y como me había aconsejado el Coronel Auditor para quien trabajaba y, en el examen oral , entregué al Presidente del Tribunal un sobre de parte de “su querido amigo” el Coronel. Me preguntaron algo insustancial y, al terminar, el Presidente del Tribunal me dio una nota de su puño y letra para su “querido amigo el Coronel” en la que se leía ( lo leí yo en cuando salí de la sala) que quedaban a tomar café en La Hípica. Y me dijo que no me preocupase por el curso, que lo había superado. Todo me estaba saliendo a pedir de boca. Bueno, no todo: todo, menos mis frustrados amores. La mili me estaba saliendo muy bien y con pasta, ya que en mi Banco pagaban una parte de sueldo mientras se estaba haciendo el Servicio Militar. Vivía en un cuarto anexo a la Auditoría de Guerra, junto con otros soldados de la tierra y comía ( con todos los escribientes) en Capitanía muy bien, por cierto, de la misma comida que los oficiales de guardia. Los sábados y los domingos que me quedaba en Zaragoza me permitía el lujo de comer en “El Choque” o en “El Casinico”, restaurantes populares cerca de Capitanía, donde, por cinco duros más uno si tomabas café y copa, comía suficientemente bien un hombre hecho y derecho. Además tenía un pase especial para vestir de paisano y salir a horas extraordinarias que me había hecho mi Coronel. Algunas tardes, sin embargo, me hacía ir a su despacho en la calle Requeté Aragonés a echar una mano a sus empleados cuando había mucho trabajo ( sin cobrar, claro; pero me compensaba). Subía a Terrer cuando había alguna fiesta, que acudía más gente y había baile. Y salía con mis amigos, cada vez menos, o bajaba a Calatayud. En Navidades nos juntamos mucha gente “de la emigración” y, con gran alegría , recordamos nuestras andanzas. Fueron días muy felices y lo pasamos muy bien entre los amigos y amigas de antes. También pedí un permiso especial cuando tocaba ir a la Virgen de Cigüela, para recordar lo de hace dos años, que no se me olvidaba. Pero esta vez no fue tan bonito. Algunos habían conseguido el traslado a Zaragoza y otros se habían cambiado a las Cajas de la zona. Yo lo intenté de nuevo en mi Banco; pero, en Zaragoza, tenían una sucursal pequeña y no necesitaban gente. Incluso eché una instancia a las Cajas de Zaragoza; pero sin resultado. Y así transcurrió el resto de la mili: sin hacer nada especial. Por la mañana, en la Auditoría de Guerra, por la tarde, al cine y tomar algún vino en “La Cochera” donde iban los jugadores del Zaragoza ( Marcelino y demás). A la edad de hacer la mili se piensa que el tiempo no pasará tan rápido. Pensaba que, como había aprobado el Preuniversitario, ya había hecho bastante. Bueno, miento: que también me saqué el carnet de conducir ( vestido de militar, por supuesto) como habían hecho todos mis compañeros de Capitanía. Hasta casi el final . . . . Era por el desfile militar que todos los años se hacía en Zaragoza. Yo no tenía que desfilar porque estaba asignado a Capitanía; pero nos cogieron a unos cuantos, nos vistieron con trajes de cadete, nos pusieron un galón de cabo y unos cordones y ¡hala!, de ordenanzas para acomodar a las señoras y familiares de los jefes en los palcos que se habían montado. A mí me toco enfrente del Estadio de La Romareda. Estaba tan campante en el palco donde iba la familia de mi jefe el Coronel Auditor, besando las manos a las señoras y saludándolas militarmente cada vez que me pedían algo cuando, a lo lejos, veo venir cuatro chicas que me llamaron poderosamente la atención. No me lo podía creer: se dirigían al palco donde yo estaba, No está mal, me dije. Pero sí, sí. Con sus tres amigas venía ella, mi “ antigua amiga de Terrer”, la de la romería de la virgen de Cigüela. Con un recochineo que me sublevó, me hicieron saludarlas, besarles la mano, acompañarles a donde quisieron, volviendo a acompañarlas a otro sitio, que el primero no les gustaba, que si una coca cola, que si no está fría y así.. .. Mi “coronela” que me conocía y sabía que yo era un empleado les decía que dejasen de tontear con un simple soldado, que ellas tenían que ir con cadetes. Yo me sentí más humillado que nunca. En toda mi vida me había pasado otra cosa igual. Al finalizar el desfile, de triste recuerdo para mí, que me pareció eterno, salieron las niñas primero, todas riéndose ( supongo que de mí). Cuando pasó por mi lado, en un pequeño aparte, me dijo que la había dejado plantada una vez; pero que no lo haría una segunda. Y yo allí, en posición de firme, como un chopo, sin poder decir nada, sino saludar marcialmente. ¡ Lo que hay que oir a veces!. Todavía, cuando lo recuerdo escribiendo esto, me duele el alma. A los pocos días, tres o cuatro, nos licenciaron y me fui a Terrer. Yo tenía quince días de permiso antes de incorporarme de nuevo al Banco; pero, no sé con qué excusa, me marché enseguida a Barcelona, prometiendo no volver por estas tierras ( las mías). No sabía yo entonces cuánto las iba a echar de menos. Continuará . . . . | |
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11-12-11 19:14 | #9276511 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo TODO SE CONSOLIDA.- (Aquí no se cuenta nada. Sólo es una reflexión). Al cabo de unos años, ya habíamos purgado nuestra inexperiencia y cada uno había tomado ya sus decisiones. Y a este cronista solo le queda desaparecer de la escena. Antes, haré unas reflexiones: ¿Hubiera mejorado Terrer si todas estas personas ( a las que yo llamo generación perdida) hubieran encontrado acomodo razonable en el pueblo o cerca?. ¿Habrían hecho lo que han llegado a hacer y llegado al nivel que han llegado, de haberse quedado en Terrer? ¿Mereció la pena tanto esfuerzo, tantas penalidades y angustias? El cronista sólo reseñó las anécdotas que salían razonablemente bien y omitió voluntariamente las que resultaron mal, que de todo hubo. Yo creo que no hay una única respuesta, sino una por persona. Y es de justicia volver a recordar a D. Fidel. A mitad de los 80 se hizo un homenaje multitudinario en Calatayud, en su honor, al que asistimos muchos. Los de mi generación, al menos, sabíamos que estábamos donde estábamos gracias a él. Fue muy emotivo todo. Cuando murió, asistí a su entierro en compañía de varios de los de entonces y allí surgió la idea de estos cuentos. Acordamos facilitarnos episodios que nos hubieran sucedido en los tiempos duros y me encargaron a mí que escribiera algo. Conservo material para escribir un libro; pero, por no parecer pesado, creo que con lo escrito es suficiente. Por lo que al cronista respecta, las cosas le salieron razonablemente bien, aunque, a veces, en momentos de nostalgia, se planteaba si todo hubiera sido igual de haber prosperado la relación con una chica de Terrer, camino de la Virgen de Cigüela, en el año. . . Muchos años, ya. De pronto, se le empañaron las gafas de “ver de cerca” y, por los cristales, corrió alguna lágrima ( siempre ha sido de lágrima fácil) hasta el teclado del ordenador. Mientras las limpiaba, recordaba de nuevo: sus ojos eran verdes. . . y su pelo. . . ¡Ya está bien!. Ni cronista, ni nada. Simplemente eres un empedernido sentimental. Y punto. | |
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13-12-11 10:28 | #9283472 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Pues gracias a Dios de que lo seas, como el 90% de nustras generaciones. A todos se nos pasa por la cabeza muy amenudo, que habria sido de haber prosperado aquella relación, que no llego a consolidarse en nuestro pueblo. Yo a veces pienso, y siempre llego a la conclusión de que fue porque nos conociamos todos demasiado bien, que conociamos demasiado a nuestra futura suegra, que le teniamos miedo, que sabiamos de antemano, los problemas que se nos podian presentar y no nos gustaba eso. preferiamos lo desconocido, creiamos que si no conociamos a la familia politica, que si estaban lejos, ya no existian, ya no nos darián problemas. TREMENDO ERROR¡¡¡¡ Bueno sea por lo que sea fué una pena el no habernos enreizado más en nuestros pueblos. Es penoso que con la persona que podias haber compartido tu vida, que se habria convertido en el padre de tus hijos... ahora cuando lo ves no lo reconozcas, pases de largo sin saludarlo, (al final aquellas relaciones siempre terminaron dejando de hablarse). Que si mira, que orgullosa, que quien se piensa que es etc.. y aquel chico que parecia a los ojos del pueblo, como un pobre hijo de jornaleros, que como se le ocurria pensar acercase a esa chica,y que luego llegaba a ser algo que él, creia muy importante, funcionario, maestro,etc y miraba como si estubiera por encima de todos. ) QUE PENA¡¡¡ QUE DESPERDICIO DE VIDAS ..SEPARADAS, NO OLVIDADAS. Saludos Marina | |
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13-12-11 19:03 | #9294124 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo ¡Qué bien lo has expresado, Marina! Gracias por tu escrito. Al final nos queda tu última frase: ¡Qué desperdicio de vidas . . .separadas, no olvidadas! Un saludo, | |
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07-01-12 12:36 | #9397396 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo POSTDATA A LOS CUENTOS DE UN CHICO DE PUEBLO.- ( Esto es sólo un sentimiento de añoranza, en lugar de un relato. Perdón). Si dijera que no he vuelto a Barcelona desde los años que reflejan los cuentos, mentiría. He vuelto muchas veces; pero como si no: ir y volver en el día, reuniones, hoteles, cansancio . . . . En fín, que como si no hubiese vuelto. En el viaje más reciente que he realizado, me dije: ¿ por qué no me engaño a mí mismo y hago como que tengo un fuerte compromiso para una tarde entera y me recorro los lugares que recuerdo en los cuentos?. Dicho y hecho. Sin decirle a nadie la verdad, me planifiqué de tal manera que, después de comer, me despedí de mis acompañantes y me fui al hotel donde me hospedaba, me cambié absolutamente de ropa y me lancé a recorrer la realidad de mis recuerdos. Y, claro, no faltaría más, me encontré en la plaza de Cataluña, enfrente del antiguo Banco Central, hoy un gran almacén. No me pude sentar en el primer banco en que se sentaba el cronista de los cuentos porque había un conjunto de sudamericanos tocando y cantando ( muy bien, por cierto) y un montón de güiris alrededor. Inicié la bajada Ramblas abajo y, al llegar al cruce con la calle Fernando, me metí a dar un paseo por el Barrio Gótico: plaza de San Jaime, plaza del Rey (como siempre maravillosa), la Catedral. Hacía años que no entraba y esta vez lo hice, incluso pude ver el claustro. Las puertas y los restos de las murallas. Y vuelta de nuevo, por Fernando, hasta Las Ramblas. Tuve la tentación de pasarme por el Raval; pero desistí. Ya no está uno para esos trotes. Y seguí, Ramblas abajo, hasta Colón. Ví las golondrinas, donde me mareaba siempre. Llegué hasta la Barceloneta. Sólo había pasado por allí alguna vez a comer; pero, al volver paseando despacio, recordé los restaurantes que todavía permanecen, ya muy reformados. Al pasar a la altura de la calle Maquinista, me acerqué hasta C’an Ramonet, donde el cronista comió por primera vez con el Sr. Benigne y su esposa. Me tomé una cerveza con añoranza. Llegué hasta la playa: nada que ver con la de entonces. Ahora está muy bien. Volví sobre mis pasos, comiéndome un helado “de cucurucho”, hasta llegar a la Estación de Francia. ¡Qué recuerdos!. Hasta me saltaron las lágrimas al recordar la primera vez que llegué a Barcelona, asustado, casi un niño, con mi “maletica” más llena de ilusiones que de ropa. Allí me senté un rato. Ya no había el trajín que había entonces: poca gente, vestida razonablemente bien, andando a tomar el cercanías y volver a casa. Me imaginé por un momento a todas las personas que llegábamos, generalmente, bastante de mañana en los trenes exprés nocturnos, a conquistar una nueva vida. La gente gritando, casi corriendo de un lado para el otro, alguien llorando porque se le había perdido un niño o le habían robado lo poco que tenía (que de todo había) y saliendo a la calle Marqués de Argentera, que era lo primero que veíamos de Barcelona. Me fijé en la lista de llegadas y salidas y eran casi todas de cercanías de Tarragona y Levante. Menos mal que vi un destino de los de entonces : “París-Austerlitz”. En fín, que ya no era igual. Y me fui algo entristecido. Crucé la calle y me puse a callejear por el barrio del Borne. Todo muy bullanguero, con tiendecitas llenas de turistas y gran animación, tanta, que me tomé una copa de cava a ver si me subía el ánimo. En estas, llegué a Santa María del Mar. El cronista de los cuentos no hace referencia a ella; pero yo, a título personal, iba bastantes veces. Me encantaba aquella iglesia. Y, sin sentirlo, me senté en un banco y me puse a rezar un poco: hace mucho tiempo que no rezo, me dije. Subí por la Vía Layetana hasta la plaza de Urquinaona y, por Fontanella, volví a la plaza de Cataluña. Aún tuve tiempo de acercarme a ver el sitio, en el Paseo de Gracia, donde estaba el Banco donde empezó a trabajar el cronista de los cuentos; pero ya no había Banco. Esto sí que lo sabía yo y no me cogió de sorpresa. Llegué hasta la Plaza de la Universidad, donde el cronista se matriculó por primera vez (entonces era el Rectorado) y aproveché para comprarme un libro en la Librería Universitaria. Volví por la calle Pelayo y ya no encontré la tienda (Paños Ramos) donde hacía pluriempleo uno de Calatayud. Estaba muy cansado; pero aun tuve fuerzas para subir hasta la calle Aragón donde el cronista vivió en casa del Sr. Benigne y hasta la residencia de monjas de la calle Provenza donde vivía Anna Roure, la que fue novia del cronista. Definitivamente, bajé a la plaza de Cataluña y me volví a mi hotel en el metro. Acabé hecho cisco, la verdad: tanto física como emocionalmente. Pero me quedé satisfecho conmigo mismo. Y, además, di por cumplida una vieja aspiración mía: volver a recorrer “acompañado solamente por mí mismo y mis recuerdos” los primeros pasos que di en Barcelona, al emigrar de Terrer, allá por los años de . . . . Casi toda una vida. Por cierto, aunque a nadie le interese, decir que Anna Roure falleció injustamente tratada por una enfermedad traidora pocos años después de las fechas a que se refieren estos cuentos. No había cumplido los 25 años. ¡Un beso muy fuerte, Anna! Y . . . .¡ Colorín, colorado, este cuento se ha acabado! Y los actores del mismo, ¿fueron felices y comieron perdices? . . . . ¡Hombre! . . .habrá habido de todo, digo yo. | |
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07-01-12 14:02 | #9397700 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Los relatos y el regreso a Barcelona años después del narrador, con acompañamiento de dolor de corazón, me recuerda el "Viaje a La Alcarria" y el "Segundo Viaje a la Alcarria", de Cela. Lástima que, en su caso al menos, no le acompañase la choferesa negra. Volver a los lugares de otros tiempos produce una mezcla de alegría y de consternación. No existen los mismos negocios ni los mismos deseos. En los dedos por los que se escaparon los años jóvenes ya sólo queda el polvillo del esplén, que es como el brillo del sol haciendo "la rata" sobre una lata vacía de conservas olvidada al pié de una papelera. No se puede mezclar agua y aceite y pretender obtener mayonesa.Es imposible. Tampoco deberíamos ser cómplices del crimen del tiempo. Jamás se puede volver a los momentos que fuimos. Eso sí,ni a usted ni a nadie podrá acercarse un desaprensivo para quitarles lo bailado. Espero seguir leyendo relatos escritos por usted. Me reconforta su lectura en las tediosas tardes de invierno. Ya decía alguien, cuyo nom bre ahora no recuerdo, que "las venganza del escritor consiste en seguir escribiendo".Por sus relatos, también observo que existieron dos mujeres en su vida, Marina y Anna Roures, de gran importancia. Ambas, como cuenta la canción "Zambra por vos", de Zitarrosa,siguen presentes en la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue: "Yo tuve un amor,/lo dejé esperando;/ me miró y se fue/ sin decir por qué/ sin decir por qué". Decía Groucho Marx que "detrás de cada hombre hay una mujer, y detrás de ésta, su esposa". Es difícil, supongo,intentar poner en marcha una comunidad anarquista -y hablo en sentido figurado- sabiendo de antemano que la gente nunca obedecerá las normas. Saludos cordiales y feliz 2012. | |
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07-01-12 16:58 | #9398282 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Tus apreciaciones son, como siempre, muy adecuadas. Coincidir con ellas me causan una profunda satisfación. Muchas gracias, Rábade. Te deseo, igualmente, un buen año 2.012. | |
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08-01-12 13:05 | #9401350 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Dedicado a Contador de Cuentos con todo mi afecto. -------------------------------------------------- Ahora, cuando ya se ha acabado el rollo consumista de las navidades, el sonido de los villancicos con los peces en el río en los grandes almacenes, el árbol engalanado, los regalos de corbatas horteras y el champaña, cuando todo vuelve a la rutina cotidiana, recuerdo tres cosas de las navidades de mi infancia. Una de ellas era que se ponía el nacimiento el mismo día del sorteo de la lotería, por la tarde, cuando ya comenzábamos a sosegarnos tras haber escuchado toda la mañana eso de “cien mil pesetas” por los niños de san Ildefonso, como si se tratase de una letanía monocorde ofrecida al becerro de oro con la misma devoción con la que se escuchaban en las iglesias de postín las pláticas del padre Laburu. Aquel sacerdote, al que escuché predicar en cierta ocasión en la bilbaína iglesia de san Nicolás, decía aquello de que “cantar es rezar dos veces”. Con la lotería, “cantar el gordo” significaba permitir salir a alguien de la miseria. Era otro concepto del mismo rezo. La segunda, que traían a casa dos botellas de sidra “El Gaitero”: una, para ser descorchada en la cena de Nochebuena y, la otra, en la cena de Nochevieja. Por la tarde las poníamos en la ventana para que se mantuvieses frías. Mi padre era el encargado del descorche. El tapón salía con mucha fuerza en dirección al techo. Beber la sidra “achampanada” en aquellas copas anchas y de cristal labrado, que sólo salían de una vitrina para tan importante acontecimiento, me llenaba de alegría. Años más tarde trajeron a casa, o nos regalaron, no sé, varias botellas de cava. Me decepcionó su sabor. El líquido, aunque espumoso también, estaba sacado de la uva y no de la manzana. Nada tenía que ver con aquellas entrañables botellas de sidra de Valle, Ballina y Fernández que mi paladar había relacionado con las dos cenas importantes de cada mes de diciembre. La tercera, que traían a casa el conocido turrón de Alicante en mazacotes casi del grosor de un ladrillo, imposible de poder ser fragmentado en pedazos pequeños. Se optaba por el procedimiento más expeditivo, o sea, traer una tabla de cocina, poner el turrón encima y sacudirle estopa con un martillo. Los trozos se dispersaban como si fuese metralla. Resultaba divertido. | |
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08-01-12 15:41 | #9401846 -> 9005161 |
Por:Contador de Cuentos ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Gracias por tu dedicatoria, Rábade, especialmente por el afecto, que es recíproco. Un abrazo para tí y los tuyos. | |
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09-01-12 14:04 | #9405791 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Espero hayais pasado una felices fiestas y que el dos mil doce, sea para todos muy feliz y productivo. Rabade no se como se llamaria el primer amor de contador, pero esta Marina que aqui aparece creo que no fué. Pero la realidad es que en aquellos años hubo muchos contadores y muchas Marinas. Los amores platonicos entonces se daban con frecuencia, pocos pasaban de un pequeño apreton en el baile, un beso de refilon y algún que otro apreton de manos, bueno el efecto era casi como un medio orgasmo reprimido. En fin que aquello sólo lo podemos entender los que lo vivimos, pero hoy yo creo que muchos jóvenes sanos de mente actuan por el estilo. Mucho hablar y poco actuar. | |
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09-01-12 17:47 | #9406806 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Por alusiones: Dirigido a No Registrado 9405791. Escuche, querido desconocido: Descubrir que uno, en su vida, fue sólo la ocasión de las cosas nos llena de estupor. Pero no demasiado: porque son los paisajes, las cosas y los hechos los que cuentan, quienes suben el peso, quienes obligan el fiel de la balanza.Somos un campo de batalla entre el día y la noche, entre el anteayer y el pasado mañana.Una efímera gota de perfume, si acaso. Respetuosamente, Rábade. | |
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10-01-12 16:59 | #9411536 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Mis disculpas Rabade: No Registrado 9405791 era Marina, perdona pero se me olvido firmar. Ciertamente muy cierto!!. Todo lo que escribes. Pero no creo que haya uno de llenarse de estupor por haber sido una ocasión de las cosas, las pequñas cosas sumán, sumando, y dan lugar a un total desconocido, por pocos controlado, inespecifico, que es la vida de aquellos que no andamos calculando, planifincando, intentando controlarlo todo hasta las mas minimas acciones, buscando una meta y una perfección que cuando menos se espera ves truncada, pero que a pesar de eso los controladores siguen buscando, sin pararse a saborear el calor del sol, el brillo de la luna (de anoche por ejemplo), la suavidad de la piel de un bebe, las arrugas de un anciano.... tantas y tantas y tantas cosas que los no planificadores nos paramos a comtemplar, mientras otros van intentando llegar a una meta. En fin Rabade no se si te sirve esto de respuesta. Saludos Marina | |
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10-01-12 18:41 | #9412059 -> 9005161 |
Por:Rabade ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Respuesta a Marina: ------------------------------------------------------------ Nos envuelve la añoranza, que es como una capa de celofán viscoso imposible de poder quitarnos de encima. Según parece, estos son días de echar de menos, reflejos de otros días.Mirar atrás con demasiada frecuencia equivale a ver a través de los visillos los rescoldos de un incendio que ya no inquieta. Marina. Me gusta su nombre porque pienso en una acuarela con el Mediterráneo de fondo,la playa tostada del otoño, unas gaviotas revoloteando juguetonas sobre el agua y la espuma de las olas buscando la siesta en la arena. Decía Ramón Gómez de la Serna que el día del juicio final las estrellas del mar subirán al cielo. No estoy seguro de ello. No importa. Pero si sé, y eso sí importa, que los ojos que han visto el mar miran de otra manera. Ande, sople la brasa que queda aún. No es bueno hacerse a la costumbre del olvido.Me sirve su respuesta, aunque nada resulte duradero.Pronto llegará Carnaval, apenas sin darnos cuenta, y nos pondremos la máscara para penetrar en la cara de cartón que nos hará misteriosos. Queda suya afectísima que estrecha su mano, Rábade. | |
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11-01-12 11:00 | #9415036 -> 9005161 |
Por:No Registrado | |
RE: Cuentos de un chico de pueblo Que profundad y que farragosidad, Rábade y Marina. Saludos | |
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