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España > Zaragoza > Terrer
03-09-12 18:46 #10499764
Por:Contador de Cuentos

KARA, la última princesa de los Belos
Para que no se me olvide y antes de que empiecen los colegios, voy a presentarles una pequeña narración, que envieré en tres partes para que no haga larga.


KARA, LA ULTIMA PRINCESA DE LOS BELOS.-

PERSONAJES:

LOS BELOS: Tribu celtíbera establecida en el curso medio del Jalón y sus afluentes. Controlaban el estratégico paso desde el valle del Ebro hasta la meseta central.
CACIRO: Jefe de la tribu de los Belos, muerto en la última batalla contra los romanos.
ESKUTINO: Padre de Kara. Jefe de Tarata (Terrer).
KARA: Última princesa bela, hija del jefe de Tarata (Terrer).
MEGAVARICO: Último príncipe belo, hijo de Caciro, último jefe de la tribu de los Belos.
NISUNIN : Madre de Kara. Princesa íbera y esposa de Eskutino.
NOBILIOR: Cónsul romano que arrasó Segeda y venció a los Belos en la batalla final.
PINTER: Joven guerrero de la tribu de los Belos
UNA: Sirviente, amiga y compañera de caza de Kara. Experta en lanzamiento con honda.

NOTA: Los personajes con reflejo en la historia escrita son: La tribu de los Belos, el jefe Caciro y el cónsul Nobilior. Los nombres de los personajes ficticios son realmente de origen Belo. Además de los anteriores, se citan varios nombres de personajes secundarios.



LUGARES:

AQUAE BILBILITANORUM: Alhama de Aragón.
ARSE: Sagunto. Ciudad íbera.
CONTREBIA BELAISCA: Botorrita, límite de la tribu de los Belos.
NUMANCIA: Ciudad celtíbera en las proximidades de la actual Soria.
SALDUIE: Zaragoza, ciudad íbera.
SEGEDA: En las proximidades de la actual Mara. Capital de la tribu de los Belos.
TARATA: Punto de vigilancia de la tribu de los Belos en el valle del Jalón. Actual Terrer.


NOTA: Todos los lugares constan en la historia escrita.


PRIMERA PARTE.-


Cuando Kara nació hubo una gran decepción en toda la tribu de los Belos. Su abuelo, Sekilo, jefe de la tribu, y su abuela Ama tenían todo preparado en su palacio de Segeda para la gran fiesta de bienvenida a la tribu del nuevo neonato; pero no vino el varón que esperaban.

Los Belos, de origen celta, habían iniciado su gran emigración desde centroeuropa en busca de tierras en donde asentarse definitivamente. Era una tribu poderosa. En su camino hacia el sur encontraron en el curso medio del Jalón un lugar que consideraron apropiado: consiguieron dominar el territorio que comunicaba la meseta interior con el valle del Ebro, cuyas fértiles tierras estaban habitadas por tribus íberas en ciudades importantes.

Llevaban varias generaciones instalados en estas tierras, aunque de forma un tanto inestable, con permanentes conflictos con las vecinas tribus íberas. Cuando Sekilo fue nombrado jefe de la tribu, inició una política completamente distinta a sus antecesores: como primer objetivo, intentó lograr alianzas con los íberos para mantener unas buenas relaciones que facilitasen los intercambios comerciales a la vez que conseguía aliados para una posible guerra.

De su matrimonio con Ama, hija de una noble familia de la tribu, tuvo dos hijos : Caciro y Eskutino, además de varias hijas. A su hijo mayor, Caciro, que heredaría la jefatura de Segeda le buscó esposa en Contrebia Belaisca, límite más lejano de la tribu y lugar desde el que se comerciaba con los habitantes de Salduie, ciudad íbera donde los romanos mantenían una guarnición permanente. La elegida fue Aúna.

Al segundo hijo, Eskutino, que custodiaba el puesto de vigilancia de Tarata, esencial para el mantenimiento del control del valle del Jalón, verdadero granero de la tribu, le buscó esposa en la tribu íbera de los edetamos, en Arse, que entonces contaba con una colonia griega en la zona próxima al puerto y con otra romana, en la parte baja de la ciudadela. Fue elegida Nisunin, una belleza morena que contrastaba con los rubios celtas.

El Jefe Sekilo y su esposa celebraron por todo lo alto el nacimiento de Megavárico, primogénito de Caciro y Aúna, quien estaba destinado a suceder a su padre en la jefatura de la tribu; pero cuando nació Kara, hija de Eskutino y Nisunin, quedaron muy defraudados no sólo por ser mujer, sino porque había nacido “mezclada”. Sus ojos azules y el pelo castaño oscuro no cumplían con el “canon” rubio de la tribu. Por este motivo permitieron que la niña fuese educada por su madre.

Nisunin sólo pudo parir a Kara porque, en el parto, tuvo unas complicaciones que la dejaron sin capacidad para engendrar. Se volcó en su única hija. Le enseñó a escribir el lenguaje griego con un punzón en unas tablillas enceradas, a hablar el griego y la lengua de los íberos, además de algunas palabras latinas que un comerciante romano le había enseñado en la colonia de Arse . Además, la inició en los cultos religiosos de su tierra íbera, tan distintos a los de los Belos, la práctica de la magia y los mitos de la cultura griega.

Kara estaba orgullosa de estos saberes porque, cuando los representantes de la tribu iban a comerciar bien con los íberos, con los griegos o con los romanos, era necesario que ella y su madre participasen en la comitiva. Conocía muchas ciudades y una vez había visto el mar, en la ciudad de su madre.

Cuando cumplió los quince años era una joven muy atractiva. Ese día, su madre le confió una joya que ella había heredado de la suya: un anillo de oro con un diminuto recipiente cerrado con una piedra aguamarina.

- Este anillo, le abrió el recipiente, contiene un fuerte veneno que te hará morir de inmediato. Tú eres una princesa con sangre celta por parte de tu padre e íbera por mi parte. Eres una nueva raza. Nadie te puede violar ni esclavizar. Sólo tú te entregarás a quien elijas. Eres sagrada y estás destinada a que tu estirpe permanezca. Si te ves en grave peligro, toma el contenido, le dijo Nisunin al oído con gran secreto.

Kara tomó el anillo emocionada, se lo puso y lo llevó durante todo el día. Al anochecer lo guardó en un cofrecillo.

Justo a partir de este día fue traspasada a la custodia de su padre, quien se ocupó de adiestrarla en todas las artes nobles de la guerra: montar a caballo, lanzar flechas y manejar la falcata ( espada corta) . También aprendió a seguir rastros, encontrar agua y alimentos en el monte y orientarse por la noche siguiendo el curso de la luna y las estrellas.

Junto con Kara, siempre estaba Una, hija de una sirviente de Nisunin, que vino con ella desde Arse para su boda. Una se crió junto con Kara, aunque su educación no fue nunca tan esmerada, por su rango inferior; pero, a la hora de incorporarse al adiestramiento en las artes de la guerra, fue considerada como igual y se le asignó la misión de acompañar permanentemente a Kara. Una fue adiestrada en el manejo de la honda, arma considerada inferior, que complementaba las más nobles como las flechas y la falcata. La pareja que formaban ambas era una de las más efectivas de Tarata. Tenían encomendado el trabajo de cazar todo tipo de volatería y piezas pequeñas: conejos, liebres y algún zorro.

Una tarde en la que ambas volvían a la aldea con varias piezas cobradas, al cruzar el río por el vado, vieron cómo flotaba un gran tronco, encima del cual , a duras penas, se mantenía lo que parecía ser el cuerpo de un guerrero, a tenor de la vestimenta que llevaba. Se escondieron entre las ramas de los chopos que bordeaban el río y se dieron cuenta que el guerrero estaba herido. Lo arrastraron hasta la orilla y, una vez en tierra, reconocieron que se trataba de un guerrero joven, procedente de la zona fronteriza de su propia tribu. Con unas ramas hicieron una parihuela, subieron en ella al joven guerrero, semiinconsciente, y lo llevaron a la aldea.

- Me llamo Pinter y soy belo, dijo con una voz casi inaudible, mientras Kara le curaba.

Tarata no era una gran población, pero estaba situada en un lugar estratégico: desde allí se dominaba la confluencia de dos arroyos. Se trataba, simplemente, de un puesto de vigilancia de la llanura del Jalón. Enfrente se divisaba una gran llanura cubierta de hierbas altas donde pastaban caballos y otros animales domésticos y, por en medio, se veía correr un gran río, muy caudaloso: el Jalón.

Los hombres y los jóvenes de ambos sexos estaban fuera de la aldea, en la llanura, cerca del río. Los mayores estaban ejercitándose con el arco, lanzando flechas y lanzas a pie y a caballo. Los más pequeños aprendían, cuidaban de las crías y del resto de los animales.

Pinter fue muy bien recibido.

- Toda ayuda es poca en estos tiempos, dijo el jefe, Eskutino, padre de Kara. Lo que debes hacer hoy es descansar. Las heridas que tienes son superficiales y sin importancia.

El padre de Kara nos informó que por la tarde deberíamos de prepararnos para la fiesta ritual que se iba a celebrar en honor de la diosa, para conmemorar la luna llena de Agosto, mitad de la parte clara del año y para solicitar ayuda en la guerra que se preveía inminente contra los romanos.

Kara sirvió ella misma una frugal comida, ya que su madre, con la mayoría de las mujeres con hijos, los ancianos, los niños y los inválidos de la aldea habían sido obligados a refugiarse en Segeda, por la inminencia de la guerra.

Continuará. . .
Puntos:
05-09-12 21:27 #10507362 -> 10499764
Por:No Registrado
Borrado por un Moderador.
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05-09-12 21:29 #10507370 -> 10507362
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
Este foro es para postgrados. ¡Que no te enteras, hombre!
Puntos:
05-09-12 21:31 #10507378 -> 10507370
Por:No Registrado
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05-09-12 21:32 #10507380 -> 10507378
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
Este foro está muerto del todo. Va a ser difícil resucitarlo.
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06-09-12 10:08 #10508685 -> 10507380
Por:No Registrado
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06-09-12 14:16 #10509433 -> 10508685
Por:No Registrado
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06-09-12 14:17 #10509437 -> 10509433
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
mejor no maldecir a nadie no vaya a ser que la pistola se descargue por la culata.
Puntos:
06-09-12 17:11 #10509995 -> 10509433
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
de que?
Puntos:
06-09-12 17:51 #10510179 -> 10507362
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
Si no te gusta, con no leerlo sobra. Afortundamente hay otros a los que si les gusta la cultura, la historia, y mas, si esta está relacionada con nuestro pueblo.

"Contador" yo te animo a la vez que te lo agradeaco, a que continúes con estos magnificos relatos que, nos entretienen a la vez que nos ilustran.

Al fin y al cabo, ya sabes para quien no se hizo la miel.

Saludos.
Puntos:
06-09-12 18:07 #10510230 -> 10510179
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
que mal rollo.
Puntos:
06-09-12 20:55 #10510818 -> 10510230
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
PUES SI.
Puntos:
07-09-12 05:40 #10511935 -> 10507362
Por:rosa_

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Sigue escribiendo contador que somos muchos a los que nos gustan tus
relatos.

Ya se sabe no se hizo la miel para la boca del asno.
Puntos:
07-09-12 16:07 #10513273 -> 10511935
Por:Rabade

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Doy ánimos a Contador de Cuentos. No mereces este trato.Saludos.
Puntos:
07-09-12 20:55 #10514294 -> 10499764
Por:Fenril

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Contador sigue contandonos estos relatos, a algunos todabia nos gusta leer historias ficcticias o reales sobre nuestro pueblo. Animo y continua asi.
Puntos:
08-09-12 11:25 #10515432 -> 10514294
Por:Contador de Cuentos

RE: KARA, la última princesa de los Belos
SEGUNDA PARTE.-

Anochecía cuando encendieron una gran hoguera en la explanada donde se celebraban las fiestas, aunque, en esta ocasión, sólo participarían los guerreros de ambos sexos que se habían quedado en Tarata. Los encargados de la misma habían depositado en unas mesas todos los alimentos sólidos y los recipientes enormes donde se guardaba la cerveza de la cebada recién recolectada, el vino mezclado con miel y el agua de la fuente sagrada. Al lado se encontraban las piezas de caza que se iban a asar en las brasas de la hoguera: conejos, liebres, perdices, palomas, entre otras cosas. Un jabalí y medio ciervo ya llevaban asándose desde primeras horas de la mañana, en el recinto cubierto destinado a las grandes piezas.

A un redoble del tambor ritual, todos los guerreros de la aldea se fueron congregando alrededor de la hoguera, alejados del calor.

Pinter se situó con Kara en el lugar que a ella le correspondía, cuando unos ojos verdes llamaron poderosamente su atención.

- Es mi amiga Una, le dijo Kara, la que me ayudó a sacarte del río. No la reconoces porque se ha vestido y adornado para la fiesta

Esta advertencia le descompuso. Se puso colorado, le empezaron a sudar las manos y no sabía a dónde mirar ya que a cualquier parte que mirase se encontraba, sin quererlo, con sus ojos. Una se levantó y Pinter quedó aún más impresionado: casi tan alta como él, su pelo negro recogido en una coleta, sus ojos negros, misteriosos y un vestido de piel de ante ceñido con un cinturón con adornos de plata. Era íbera, lo que le hacía que destacase más entre sus paisanos rubios. Pinter no sabía qué hacer.

- No te pongas nervioso, hombre, le dijo Kara. Ahora tráeme el odre de la cerveza, que tengo que comenzar a repartirla en jarras: me toca hacerlo a mí.

Le acercó el odre como pudo, todo nervioso, bajo la lejana mirada de Una, que sonreía ante su torpeza y las órdenes de Kara, que le urgía a llevarle cuanto antes el dichoso odre.

Pinter se serenó un poco mientras bebían cerveza, pasándose la jarra de uno en uno hasta que se terminaba. Todos bebían de la misma. Luego, de la siguiente. Así hasta que, en un momento determinado, el padre de Kara salió al centro de la explanada y ordenó que diese comienzo el baile.

En el baile participaba toda la aldea: alrededor de la hoguera, se tomaban de las manos hombres y mujeres, alternos. Sin darse cuenta, Pinter se encontró con la mano de Kara en la izquierda y con la de Una en la derecha. Se puso muy nervioso: no sabía bailar ni qué decir.
- ¡Venga, hombre, que eres el único que desentonas!, le dijo Kara
- Es que . . .
- No hay excusas. ¡A bailar! Una te guiará.

Una levantaba su mano y le hacía dar tres pasos a la derecha con los brazos alzados, después había que agacharse y levantarse y, a continuación, dar otros tres pasos a la izquierda con los brazos bajados. Se cerraba con un pequeño salto.

Los pechos de Una saltaban con ella, lo que fue para Pinter el espectáculo más maravilloso que había visto.

Estuvieron bailando mucho rato, siempre de la mano de Una, que le apretaba fuertemente. Vino Kara a hacerles parar ofreciéndoles una jarra de vino con miel, de la que bebieron juntos Una y Pinter, procurando éste mantener sus labios junto a los de ella durante un rato más largo que el habitual, mientras sentía el cuerpo sofocado y palpitante de Una junto al suyo.

Pinter había perdido la noción del tiempo, de la cerveza, del vino con miel, de lo poco que había cenado, del cuerpo de Una rozando el suyo, de las advertencias de Kara para que descansase un rato . . .

Ya decaía la fiesta cuando Una tomó de la mano a Pinter y ambos se separaron un poco del grupo. Le llevó entre los árboles a un pequeño claro desde el que se podía contemplar el valle del Jalón, a la luz de la poderosa luna llena.

- Por defender esta tierra que ves, mañana iremos a la guerra. No sé si volveré. Dijo Una con lágrimas en los ojos.

Se abrazaron y se tendieron un rato entre las hojas del suelo, mirando la luna y las estrellas.

Kara estaba despierta esperando a Pinter.

- Una se ha enamorado, como tú; pero se os pasará en cuanto veais a los primeros romanos, le dijo como no dándole importancia .
- Yo no quiero que se me pase, Kara, replicó Pinter.
- ¡Ya está! ¡Estás peor de lo que pensaba!, le respondió y le dio una taza con una infusión caliente de hierbas, que se bebió de un trago.

Al cabo de un rato siguió:

- Una es de nuestras mejores honderas: capaz de partirle la cabeza a cualquier ser viviente que se cruce con ella a menos de 100 metros. Es mi compañera de caza y te lo puedo asegurar. En estos momentos cruciales no le puedes, ni nos puedes hacer esto. Me voy a ocupar de que no la veas más. Si terminamos con vida la guerra, te prometo que te facilitaré que vivas con ella, si ambos lo deseais. Yo te daré una cabaña cerca de la mía; pero ahora, no.

Cuando Kara hablaba en ese tono, su autoridad se imponía a cualquier sentimiento.

Al día siguiente todos los habitantes de Tarata se fueron a Segeda con varias manadas de caballos y varios carros repletos de las armas que guardaban: arcos, flechas, falcatas, lanzas, azagayas, junto con todo lo que cabía en los mismos de alimentos: trigo y cebada en grano, fundamentalmente.

Hacía un mes que los romanos habían roto la paz que tenían firmada con los Belos y en la ciudad había una gran actividad y nerviosismo ya que se esperaba un ataque inmediato para el que no se consideraban preparados. Roma había sido hasta entonces un aliado fiel; y nada hacía prever una ruptura; pero las decisiones se tomaban lejos de allí y, una vez tomadas, no había forma rápida de reaccionar.

En la plaza estaban esperando los responsables de cada grupo de guerreros. El de los honderos se llevó a Una con sus armas y vituallas. Kara y Pinter fueron recogidos personalmente por Megavárico, quien los había asignado a su grupo de exploradores. Los Titos, aliados de los Belos, estaban agrupándose dentro de las incompletas murallas. Las tribus vecinas, los Arévacos y los Lusones, habían enviado muchos guerreros de caballería que estaban acampados fuera de las murallas.

Ese mismo día el grupo de exploradores, con Kara y Pinter al mando de Megavárico se dirigieron a las montañas desde donde se divisaba todo el gran valle hasta Salduie, con objeto de verificar los posibles movimientos de tropas, y comprobaron lo que los mensajeros amigos les habían avisado: el cónsul Nobilior, con varias legiones y caballería auxiliar, estaba a sólo tres días de Segeda.

Megavárico envió un jinete a su padre Caciro con la información y éste convocó de forma urgente al Consejo de las tribus para tomar una decisión, que no fue otra que la de abandonar la ciudad, puesto que no estaban terminadas las murallas y era imposible resistir a las legiones romanas.

Con gran orden se abandonó la ciudad, dejando todo lo que no podía ser transportado. Se acordó tomar el camino de Bilbilis con la intención de llegar a Numancia, ciudad muy importante de los aliados los Arévacos. Caciro, que conocía muy bien el trayecto, opinaba que el camino les ofrecería numerosas posibilidades de hacer frente a los romanos en un terreno más favorable a las tribus celtíberas.

Continuará. . .
Puntos:
09-09-12 12:23 #10518196 -> 10515432
Por:Mary Asun

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Querido "Contador" tienes muchos admiradores que estamos pendientes de lo que escribes, porque todo nos parece muy interesante - cuando tiene que ver con nuestro pueblo-.
Al que no le guste, que no lo lea, porque la libertad de cada uno está en eso, pero a los que nos gusta la historia de nuestro pueblo, dejadnos disfrutar de éstos relatos.Lo que teníais que hacer es animar en vez de desprestigiar a personas que quieren a nuestro pueblo y pretender mantener el foro abierto con sus conocimientos reflejados en los escritos que nos valen para ilustrarnos, ya que todos no disponemos de los medios, ni preparación, para documentarnos tan magníficamente.
Muchas gracias querido "Contador de Cuentos".
Saludos Mari Asun.
Puntos:
09-09-12 16:11 #10518817 -> 10515432
Por:LA JUANI

RE: KARA, la última princesa de los Belos
A mí, sí me gustan tus participaciones en el foro, al igual que todos escritos, imágenes, historias, recopilaciones, etc., de aquellas personas que lo hacen de forma positiva y entiendo que todo ello enriquece los conocimientos de los que queremos a TERRER. Muy Feliz
Puntos:
10-09-12 15:09 #10529765 -> 10518817
Por:Contador de Cuentos

RE: KARA, la última princesa de los Belos
TERCERA PARTE.-

Las legiones romanas con toda su impedimenta, después de arrasar Segeda, persiguieron a los Belos y sus aliados en su huída, en la creencia de que los derrotarían fácilmente. Era la primera vez que se enfrentaban ya que, hasta entonces, los Belos se habían comportado pacíficamente con ellos y sus relaciones se habían limitado al comercio.

Los exploradores Belos mantenían permanentemente información sobre los movimientos de los romanos, mientras, a su vez y para encelarles, dejaban signos evidentes de que su marcha era pesada a causa de la población no guerrera que llevaban en su huída.

Eran las Vulcanalias (mitad de Agosto), días de grandes celebraciones romanas en honor a Vulcano, dios del fuego. Los romanos acamparon en el valle del río Ribota, en cuyas riberas crecían bosques de chopos, sauces y abedules que proporcionaban hierba para la caballería y un lugar muy apropiado para resguardarse de los calores de la época. Colocaron vigilancia, encendieron grandes hogueras y se dispusieron a celebrar la festividad, aprovechando lo adecuado del terreno y el cansancio que arrastraban después de tantos días de persecución a sus escurridizos enemigos belos.

Mientras tanto, en el otro bando, Caciro había desplegado con gran sigilo a las tribus celtíberas a ambos lados de las laderas boscosas del estrecho valle, en una rápida operación nocturna, de tal manera que los tenían a tiro de flecha en ambas vertientes del río. La caballería se había situado bloqueando la salida del valle, dejando solo libre la entrada al mismo, al que seguían llegando tropas romanas ya sin la organización adecuada , en espera de sumarse a las celebraciones y a un merecido descanso.

Al una señal acordada, los grupos de arqueros y de honderos, entre ellos Una, cogieron desprevenidos en medio del estrecho valle a los desordenados romanos causándoles grandes bajas. Los que venían detrás retrocedieron asustados, lo que impidió a la retaguardia en la que estaba gran parte de la caballería entrar en acción. En esta confusión, descendieron los guerreros aliados desde las laderas donde se ocultaban y, con sus lanzas y falcatas, causaron una gran carnicería entre los romanos, que huían en desbandada.

Al grupo de Megavárico, en el que estaban Kara y Pinter, se le encomendó la misión de capturar las provisiones romanas. Hicieron prisionero al centurión de la tropa que custodiaba una gran cantidad de alimentos y de bebida y pusieron todo a buen recaudo cerca del campamento de los Belos. El triunfo fue tan grande y tan famoso que, desde entonces, los romanos no entran en combate durante las Vulcanalias.

La caballería de las tribus aliadas, compuesta en su mayor parte por Lusones y Arévacos, no persiguió a los romanos. Al darse cuenta de la gran cantidad de alimentos y bebida que se había capturado, tanto los que debían de perseguir a los que huían como el resto de los guerreros, se dedicaron a saciar el hambre atrasado que tenían y a beber celebrando la gran victoria, creyendo que los romanos seguían huyendo.

La caballería romana, al constatar que nadie les perseguía, volvió sobre sus pasos y encontró borrachos a la gran mayoría de los guerreros. Los masacraron. Entre los muertos estaba el jefe Caciro y prácticamente toda la tribu de los Belos , Una incluida. Sólo se salvó el grupo de exploradores de Megavárico que tenía la misión de vigilar el campamento.

Por la noche, mientras Megavárico vigilaba desde lo alto de un otero, Kara y Pinter recorrieron el campo donde estaban desparramados muertos todos los miembros de su tribu . Kara buscó a su padre mientras Pinter hacía lo mismo con Una a quien encontró con una lanzada, que hacía brotar su última gota de sangre. La incorporó un poco, la abrazó y lloró un rato con su rostro pegado al de ella. Los romanos le habían robado todo lo que tenía; no obstante, aún pudo recuperar un arete de oro que llevaba en uno de sus tobillos, tapado con las pieles de su calzado. Se lo llevó como recuerdo de una mujer con la que hacía unos días había prometido permanecer para siempre.

Con los ojos bañados en lágrimas, les pusieron en las manos sus armas para que a la mañana siguiente los buitres, enviados por la diosa madre, los encontraran con sus armas en las manos, preparados para ser llevados su lugar de descanso.

El cónsul Nobilior que conocía a Caciro desde cuando los romanos y los belos eran aliados, no permitió que éste fuera tratado con deshonor. No le arrancaron su falcata de la mano, ni le cortaron ninguno de sus miembros respetando así las costumbres de los Belos para con sus jefes. Mandó a un prisionero con un mensaje a Megavárico manifestándole que su padre había sido tratado con el máximo honor, en recuerdo de haber sido el primer celtíbero que había vencido a Roma

Los supervivientes se refugiaron en Numancia, pero, una noche, por un portillo, salieron de la ciudad Kara, Pinter y Megavárico. Ya habían pasado las filas romanas cuando una flecha perdida atravesó a Megavárico. Descabalgaron para ayudarle y lograron estabilizar la herida. Kara les guió por caminos que sólo ella conocía y lograron llegar hasta donde se divisaba Tarata. De lo que había sido la aldea salían grandes columnas de humo.

Agotados, se detuvieron a descansar en medio de grandes muestras de tristeza. Kara y Megavárico, a pesar de su gran herida, se adentraron entre las encinas y se entregaron mutuamente para perpetuar la raza. Pinter, prudentemente, se quedó al cuidado de los caballos.

- Hemos hecho lo que debíamos: puede que seamos los últimos Belos libres, dijeron a Pinter al unísono.

Megavárico empeoró por días. No podía vivir con el deshonor de la derrota. Kara, sin embargo, no hacía más que darle ánimo diciéndole:

- Recuperaremos a los hombres que podamos encontrar dispersos por los montes. En estas espesuras de Tarata los romanos no se saben mover y nosotros podemos vivir hasta que estén más confiados. Luego raptaremos a algunas de nuestras mujeres que, seguro, tienen cautivas en Segeda y . . . Tú eres el Jefe, ¡ tienes que vivir ¡

Pero Megavárico no reaccionaba . . .

Kara, que conocía los montes a la perfección, y Pinter sobrevivían en una cueva en los alrededores de Tarata sin ningún problema. Cuando se acercó la hora del parto, Pinter se deslizó con toda precaución hacia el valle en un intento de conectar con algún posible superviviente de Tarata; pero no halló ninguno. Al volver a la cueva donde se ocultaba Kara una flecha perdida le atravesó el corazón.

El parto, como a su madre, le vino mal. Kara perdió mucha sangre y lo último que oyó fue el llanto de un recién nacido.

Unos perros de caza dieron la alarma a la comitiva de una matrona romana que se dirigía a las termas de Aquae Bilbilitanorum. Siguieron a los perros y encontraron a una niña recién nacida que lloraba pegada al vientre de su madre, ya desangrada.

La matrona atribuyó a la diosa Diana Cazadora el encuentro de aquella niña, que vendría a alegrar su casa, hasta entonces, sin descendencia.

Kara, desde su lugar de descanso definitivo, asistía complacida a la escena mientras pensaba que los Belos no se habían extinguido: ella permanecería viva en el cuerpo de su hija.
Puntos:
10-09-12 17:27 #10530257 -> 10529765
Por:Rabade

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Precioso relato. Te felicito y te invito a que sigas escribiendo. Lo haces muy bien. Un saludo afectuoso.
Puntos:
10-09-12 19:04 #10530629 -> 10530257
Por:Mary Asun

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Me ha encantado lo que has escrito´.Te seguimos esperando.Mary Asun
Puntos:
10-09-12 19:39 #10530733 -> 10530629
Por:Contador de Cuentos

RE: KARA, la última princesa de los Belos
Agradezco, en lo que valen, los ánimos que, expresamente, me dan Mary Asun, Rábade, La Juani, Fenril, Rosa y cuantos lo hacen anónimamente.
Muchas gracias, amigos.
Puntos:
22-09-12 19:42 #10577978 -> 10530629
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
Amigo Contador:

Te doy de nuevo la bienvenida, y te vuelvo a decir como siempre:
Es un gran placer leerte.

Un saludo,

Carmen
Puntos:
22-09-12 21:31 #10578260 -> 10530629
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
Hola contador de cuentos.
Muchas felicidades, eres genial. Sigue escribiendo es un lujo tenerte en este foro
Gracias por todo. Saludos. Laula
Puntos:
23-09-12 20:31 #10580882 -> 10530629
Por:No Registrado
RE: KARA, la última princesa de los Belos
No hay otra cosa.
Esto es lo que yo diria un foro-monologo.
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