Talamantes - Zaragoza

Siempre que pasaba por aquella carretera al monasterio de Veruela y aledaños del Moncayo veia el cartel indicador de Talamantes,esto paso muchas veces y en distintas estaciones.
Con el tiempo empece a idealizar ese pueblo para mi desconocido que se anunciaba en un cruce frente al museo del aceite. Quiza el sonido al pronunciarlo accionaba algun mecanismo en mi cerebro que me traia a la mente imagenes de otra epoca incluso olores olvidados.
Aquel dia de primeros de Agosto amaneci cuerdo,y como otras veces subi en mi motocicleta y decidi buscar la paz y el consuelo que me proporciona el monasterio (esto no tiene connotaciones religiosas,soy agnostico gracias a Dios). Los que no entiendan esta contradiccion podrian preguntarse cualquier cosa y la respuesta siempre seria la misma.
Volviendo al tema.Al pasar por el cruce decidi aventurarme por aquella carretera que se perdia en la sierra con la esperanza de verse cumplidas mis espectativas al respecto.
La serpiente de asfalto me dejo circular por su rugoso lomo sin desmontarme ni una sola vez de mi cabalgadura (no creais que no lo intento pues los baches pusieron a prueba mis suspensiones). Al fin aparecio el pueblo situado en un alto dominando todo el valle,no me defraudo Talammantes tenia que ser asi,principio y final de un sueño,tierras apretadas por el paso del tiempo y los frios vientos del Moncayo labrando surcos en sus piedras llenas de voces de otras epocas en las que vivir era un milagro cotidiano.
Tuve la suerte de encontrar un señor que me encamino al pabellon,unico sitio que segun el tendria alguna posibilidad de comer algo.Mi estomago debido a la hora no estaba para la prosa. Cual seria mi sorpresa al entrar al recinto y ver aquello lleno de mujeres que casi estuve apunto de irme.Pilar la camarera que me atendio amablemente me dijo que se estaba celebrando una comida festiva y que los viveres estaban todos en las mesas con lo cual el poder darme de comer seria imposible. Su agradable conversacion hizo que cerveza en mano estuviese un rato mas disfrutando de aquel ambiente festivo donde las risas de las feminas ponian color en aquel pabellon subido en lo alto de la colina como si de un castillo feudal se tratase.
No recuerdo su nombre,pero si su rostro y su amabilidad al ofrecerme la posibilidad de compartir la comida,fue delicada en el hospitalario ofrecimiento,pura sensibilidad que diria el poeta,comi las viandas que me trajeron con verdadera fruncion,me supieron a gloria,sobre todo por que estas cosas ya no pasan.
Gracias por la comida,gracias por tu conversacion Pilar,gracias por llenar mi espiritu de fantasia,gracias Talamantes por existir al fin de un camino que siempre soñaba con recorrer.

Luis Andreu

Es muy bonito lo que has escrito! mi padre nació allí, ahora solemos ir fines de semana. Es un pueblo precioso, con multitud de caminos para perderse, sendas preciosas entre pinares... en fin, Talamantes, hay que conocerlo!
Un saludo