el moco y yo A "Rompe", una de las maravillas moldeadas por el Creador, que más le gusta - quizás la que más -, sean las mujeres. Me encantan. Independientemente de su forma de vestir. De su manera de maquillarse. Disfruto contemplando, conversando con una fémina. Ya se que otros prefieren la compañía masculina, lo cual evidentemente respeto pero no entro a valorar, ya que considero que éste no es el momento ni lugar adecuados. Este comentario, y mira que he dicho bien poco,muy posiblemente será tachado de machista, sexista,y seré acusado de retrógado y fascista cavernario, por algunas de las "grandes inteligencias", de las cuales estamos acostumbrados a sufrir. Lo cual, como todos y todas sabeis...pues eso...¡que me importa un huevo!. Pero, a lo que íbamos tuerta..., y volvierndo a lo del maquillaje, hace muy pocos días, estaba tomándome un cortado corto de café en el bar del puente, cuando se acercó una simpática jovencita a preguntarme si quería colaborar comprando un número para el sorteo de no se qué cesta navideña. Comenzamos a entablar una agradable conversación. La joven, tenía parte del rostro, -naríz incluída-, repleto de "pirsis", o "pircings", o como quiera que se llamen esos aros, clavos, agujas y demás complementos, más propios de una herrería que de decorar o embellecer el rostro de una mujer. Pero eso..., a la chica le parecía que estaba más mona y si ella lo creía...sobran comentarios. A lo que llevábamos unos minutos charrando, descubrí, con cierto estupor, que junto al aro que mi interlocutora llevaba colocado en el orificio derecho de su nariz, aparecía un pequeño moco, que habiéndose desplazado del interior de las fosas nasales, se había instalado, pegándose al abalorio de metal que la chica lucía. Cada sonría, o risotada de la joven, era seguida de un involuntario movimiento que ensanchaba los orificios de la nariz, y la mucosidad allí instalada, dejaba entrever, todo su colorido. Todo su esplendor. Yo, pasé un mal rato, pues no sabía cómo explicarle a la mujer en cuestión, lo delicado de la situación. Intentaba mirarle a los ojos fíjamente, pero mi vista, como impulsada por un extraño impulso mecánico, iba a parar a los agujeros de su nariz. Al final, no tuve otro remedio, que hartarme de valor y decirle, con toda la delicadeza que pude, pues eso...que llevaba un moquito pegadito al pirsingito de su delicada naricita. La joven no lo tomó a mal. Nada de eso. Estalló en una sonora carcajada, bajó al baño, y subió con una amplia sonrisa, y luciendo el aro, una vez limpio, con todo su esplendor. Eso si, sin mucosidad alguna que empañara la belleza del rostro de aquella chica. |