CARTA ABIERTA AL FEMINISMO MAL ENTENDIDO Estimada Srta.: Con referencia a su escrito publicado en éste foro, no puedo por menos que, en uso de mi derecho a respuesta, exponer mi criterio tanto sobre su escrito en particular como sobre el feminismo en general; que respeto a ultranza. No así a ese feminismo talibán, extremoso, ácrata, incongruente y desquiciado. Hermanado y afín con el grito de guerra (tan trasnochado) de Dolores Ibárruri “Pasionaria” de ¡¡hijos si maridos No!! Es obvio, mi gran SI a integración de la mujer al trabajo, en las mismas condiciones que un hombre, sin un solo euro de diferencia salarial. Mi gran SI, a la participación del hombre en las tareas domésticas que no dejan de ser un trabajo. Mi gran SI a la igualdad de oportunidades. Mi gran SI a la igualda inteligente, Etc., Pero hay diferencias que no se pueden equilibrar con ningún argumento, ni tan siquiera con el político, por muy extremo, poderoso y gubernamental que sea. Sobre su escrito estimada Srta., fundamentalmente se trata, entiendo, de resaltar con mayor brío, pero con flojos argumentos, la igualdad de géneros entre los humanos. Encuentro en su redacción muy pocos razonamientos con alguna fuerza filosófica, moral y constitutiva de ambos géneros en cuestión. En realidad ya todos estamos convencidos de que la mujer está segura de haber conseguido todo o casi todo en lo que les protege el derecho. Más que los argumentos que exhiben las mujeres, está el sentimiento de los varones en concesiones tales que nos hablan del engreimiento masculino hacia la feminidad. Ya en el siglo cuarto de nuestra era, se le preguntó al mismísimo SAN AGUSTIN (aunque parezca mentira) si el hombre y la mujer eran iguales, en el modo de desenvolverse, actuar, si mejor el uno que el otro, si podría afirmarse que el hombre era más hábil en cualquiera de las disciplinas, ciencias o arte, que la mujer. Su respuesta fue: -“No digo que él, el hombre, sea más hábil, inteligente, artista etc., que la mujer, lo que sí afirmo es que son DIFERENTES. Y si son diferentes, (comento conmigo mismo) de alguna cualidad, entidad, fuerza material o filosófica, tendrá uno que la otra no posee. O alguna cualidad espiritual tendrá la mujer en contraposición de hombre que no posee esa cualidad en concreto. Por tanto, no puede haber igualdad, ya que el uno puede carecer de algo que corresponde a la mujer, de la cual carece el hombre. Y viceversa: No hay igualdad absoluta posible. Los hombres, con esa simpatía o belleza que tienen por naturaleza las mujeres, han hecho posible que ellas puedan sentir cierta superioridad. Por ejemplo, Rubén Darío escribió que "sin la mujer, la vida es pura prosa". "Que a una mujer, no se le puede tocar, ni con el pétalo de una rosa". "Que las mujeres fueron creadas para ser amadas y no para ser comprendidas". Estas expresiones, así como otras manifestaciones de admiración hacia la mujer, han influido a formarse una idea de lo grande que es la mujer con relación al hombre. Pero todos estamos de acuerdo en que la mujer es el ser humano que participa, más directamente que el hombre, de la facultad creativa de la madre naturaleza: la maternidad. Es el don del Cielo más maravilloso y fascinante que pudo bajar a la tierra. Me ha llamado poderosa e insolentemente la atención, la manifestación de suficiencia, que despierta en todo ser consciente, de quiénes somos, cómo venimos a este mundo, cómo nacemos de hombre y mujer, cómo ésta unión es la lógica y natural manera de presentarnos en este mundo; pues la Srta., que escribe este mensaje, o simple escrito, qué, es tal su soberbia y suficiencia de la mujer, con relación a engendrar un ser humano que: "ya podemos prescindir del hombre para la concepción de los hijos". Eso se debe a la falta de cultura y, repito, soberbia mal entendida que dice de la ignorancia supina de aquellas mujeres que así creen y se expresan. Siempre el hombre debe, de cualquier manera, intervenir. Todo el mundo sabe que en la unión entre ambos sexos para llegar a la concepción, o evitarla, existe la sensación placentera entre ambos géneros, masculino y femenino. Y en fecundación ”in vitro”, también interviene el varón. Y la vida conyugal, hombre y mujer ejercen o asumen características de entrega y obligaciones en la educación, física, intelectual y moral. Ni uno ni otro puede eximirse de dar a la prole lo que exige una educación cuando niños y universitaria, si es posible, cuando mayores. En el mismo convivir sobre el mismo techo, constituyendo, con hijos, el núcleo conyugal, siempre se observarán diferencias, en el modo de educar y formar a la prole, en el modo de proferir palabras y dar consejos o correcciones oportunas. La mujer es intuitiva, y prima en ella el sentimiento y la ternura, en general, afección. El varón, su voz, su consejo, su opinión al proporcionar fríamente, con menor afección o sentimiento la posible solución ante cualquier trastorno, percance o menoscabo que pudieran ocurrir en el curso de la vida familiar. Día llegará en que Vd., estimada Srta, será madre y, en ese momento, fruirán a su corazón sentimientos que hoy, por lógica, no puede sentir y, así igual a los abuelos de la criatura. Con su hijo sufrirá las mismas y corriente vicisitudes por las hemos pasado todos, aunque yo carecí del sufrimiento que representa cuando mis hijas salían por la noche (en horario limitado), y en la seguridad de que el primero en enterarme de un embarazo o intención de aborto sería yo. Cordialmente
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